¡¡¡Esteban me engañaba con mi mejor amiga!!! No podía creer lo que veían mis ojos. Yo sospechaba, desde antes, que él me era infiel. No soy tonta, quizás confiada y noble, pero no bobalicona y su comportamiento era muy sospechoso de buen tiempo atrás. Había dejado de verme los viernes, no contestaba mis llamadas y no quería que le viera el móvil, las veces que nos citábamos en el parque. Siempre olvidaba su celular en casa y eso me parecía muy raro y sintomático, porque cuando nos enamorados, era un maníaco del teléfono. Con la sospecha de que había otra mujer en medio de nosotros y a sabiendas que había salido como lo hacía todos los fines de semana, llamé a su madre y ella atizó aún más la hoguera de mis celos convertidos ya en un gran incendio calcinando mis entrañas: -Esteban salió temprano, Andrea, y no sé a dónde fue, todos los viernes es lo mismo, sale y vuelve muy tarde-, fue lo que me dijo su mamá.
Grrrrrrr, sentí al furia y la ira reventando como truenos dentro de mi cabeza. A punto de estallar por la cólera, llamé a todos los amigos de Esteban, tratando de saber de él, y ellos obviamente, trataron de salvarlo del huracán que se le avecinaba, pero, afortunadamente, no faltó un despistado que me dio una evidencia: la pizzería de la esquina de su casa, donde lo había visto varias veces, justamente los últimos días viernes. Qué coincidencia ¿no? Iracunda como estaba me encaminé hacia allá, con la seguridad de que Esteban jugaba con mis sentimientos, se reía de mí y a mis espaldas sostenía amoríos con alguna tipa, sin imaginar, ni por asomo, que era ni más ni menos que mi mejor amiga. Y, en efecto, lo vi infraganti. Él estaba allí, riendo, celebrando, haciendo bromas, muy acaramelado con una chica, junto a una de las mesas de la pizzería. Me acerqué sigilosamente para cerciorarme y me escabullí en el gentío que formaba largas filas haciendo su pedido. Habían muchos tipos enormes que me quitaban la visibilidad y tuve que empinarme para tratar de ver algo. Meneando la cabeza fui distinguiendo la cabeza grande de Esteban que parecía un globo, sus pelos revueltos, escuché su risa siempre estruendosa y la risita de una mujer que me pareció conocida, una tonadita pícara, traviesa y de niña consentida. Entonces con la seguridad de que Esteban me engañaba me le enfrente y ¡plop! me encontré cara a cara no solo con él sino también ¡¡¡con mi mejor amiga, Pamela!!! Ya se imaginarán. Quedé boquiabierta, estupefacta, pasmada y dolida. Mi quijada rodó por los suelos, mis pelos se erizaron, empalidecí de pronto y mis ojos se encharcaron de lágrimas. Todo podía soportarlo menos ver a Esteban y Pamela juntos. Él le tenía las manos tomada y se quedó tan o más lívido que yo. Y se imaginarán también lo que hice. Hecha una furia, tomé los vasos de gaseosas que bebían y se los aventé a los dos, bañándolos de espuma. Ellos quedaron aún más sorprendidos con mi reacción. -Son unos canallas-, les dije echando humo de mis narices y dándome media vuelta, con mi naricita alzada y haciendo eles con mis manos, meneando las caderas como un barco a la deriva, los dejé allí estupefactos sin saber qué decirme o qué hacer después de haber sido sorprendidos con las manos en la masa. No fue la primera vez, sin embargo, que me engañaban. Raúl, al que quería mucho, del que estaba muy enamorada, al que pensaba noble y apasionado, resultó un mujeriego empedernido y descubrí muy tarde que yo era tan solo "una más" en su larguísima lista de conquistas. Lo peor que él me había dicho un millón de veces que yo era "única en su vida" y que no había nadie más detrás mío. Y como una pobre tonta, le creí. Mis amigas ya me habían advertido de Raúl que era un play boy, fanático de las mujeres, tanto que le gustaban hasta las maniquíes de los escaparates, pero yo me había enamorado perdidamente de él. Es que era muy guapo, alto, fornido, con muchos músculos, la barbita sexy y varonil rodeando su mentón y la mirada dulce y cariñosa, poética y romántica. Ay, yo estaba rendida a ese hombre y bastaba que me mirara o me sonriera para que me derritiera como una barra de mantequilla. Yo lo besé primero porque no podías soportar los fuegos que calcinaban mis intimidades. Yo era una gran incendio por su culpa, lo soñaba desnudo, lo deseaba a gritos y por eso, cuando una noche estábamos solos en el parque, me colgué de su cuello como una araña y lo besé tan apasionada que Raúl quedó obnubilado, perplejo y si reacción. ¡¡¡Qué deliciosa su boca!!! En un santiamén quedé ebria de pasión, completamente excitada y extasiada y terminamos haciendo el amor en un hotelucho de mala muerte porque, ya les digo, yo era un incendio y, pues, no me resistí en absoluto para que me haga suya. Fui fácil presa de sus impulsos, conquistando todas mis delicias en un santiamén. Fue una velada delirante. Quedé rendida y obnubilada por sus besos y caricias, tatuando mis curvas, mis pechos, mi ombligo, mis sentaderas y hasta los rincones más lejanos de mi deliciosa geografía dejando bandera de sus incontrolables ansias. Tal fue el eclipse en quedé sumida que le mordí el cuello, me arranché los pelos y aullé convertida en una mujer lobo mientras él alcanzaba mis máximas fronteras con su desbordante ímpetu. Iniciamos un tórrido romance, de mucho fuego y besos, llevándome Raúl siempre a las estrellas con sus caricias tan varoniles que me subyugaban, sin embargo él no tenía la misma pasión que yo tenía, porque tal igual me estremecía y rendía a su encanto, otra larga lista de mujeres sucumbían a su magia eclipsándolas igual o más que yo. No fue difícil descubrirlo. Una noche que él se quedó dormido después de una intensa faena romántica, me alcé ebria de pasión, humeando aún de tanta éxtasis y de pura curiosidad tomé su móvil que aparecía en uno de los bolsillos de su pantalón regado al pie de la cama. La decepción la sentí como un golpe seco en medio de la cara: su celular estaba lleno de selfies y fotos de sus incontables conquistas y en todas las imágenes estaba él muy acaramelado con esa harem de muchachas a las que sometía con su avasalladora masculinidad de dios helénico. Me vestí tranquila, me hice un moño con mi pelo, me fui de puntitas al baño para no despertarlo, llené un balde de agua fría y se la lancé encima, haciéndolo gritar igual si le hubieran pisado un callo. Nunca más volví a verlo en mi vida.No es que sea una tonta, porque, creo y de eso estoy segura, boba no soy. Lo que pasa es que resulto demasiado confiada y enamoradiza frente a los hombres. La traición de Esteban me marcó mucho y dejó una huella indeleble en mi alma. Yo lo quería demasiado porque él era muy dulce conmigo, súper cariñoso y me adoraba, me hacía pensar que era una princesa de un cuento de hadas que flotaba por el aire y el viento jugaba con mis pelos y con mi enorme falda llena de guirnaldas y flecos. Sin embargo, Pamela, que pensaba era mi mejor amiga, lo había seducido, a mis espaldas, con no sé qué artimañas y él cayó redondito a sus pies, idolatrándola como a una reina y convirtiéndose en su amante. Lo más chistoso es que yo se lo presenté a él a mi amiga Pamela. Qué tonta fui. La que pensaba era mi incondicional amiga, en las buenas y en las malas, había quedado encandilada con Esteban y no la culpo, en ese sentido, porque Esteban es muy lindo, tierno, maravilloso y un soñador empedernido, de
Mi vida amorosa se llenó, entonces, de decepciones. Creo que he pagado tributo muy caro, el ser muy enamoradiza y soñadora, tanto que tengo muchísimos cuadernos repletos de poemas, muy románticos, cantándole no solo al amor, sino a los tantos hombres que me han impactado, seducido, impresionado... y he amado en mi azarosa existencia sentimental. Cuando gané mi primer concurso de poesía, en los juegos florales de la universidad, mis amigas se mofaban de mí. Me decían cursi, tonta y también acomplejada. Decían que mis poemas eran muy banales, carentes de significado y que la idea es hacer versos con mensaje, con reflexiones, ideas y no solo sentimientos como yo escribía. Eso decían. Mi primer poema se lo hice al chico más guapo de la universidad, Eduard. Ay, qué hermoso era él, con sus ojitos encendidos como llamas, la cara dulce pero dominante, los labios toscos, el mentón grande y las manos enormes, como tenazas. Era tan alto como un poste de alumbrado público y tenía un voz
Mi primer enamorado fue Jairo. Yo solo tenía dieciocho años. A él le gustaron mis ojos grandes y pardos, mis pelos muy negros, mi figura armoniosa y por supuesto mis piernas bien torneadas que se evidenciaban en los leggins siempre muy ceñidos que tanto me gustaban llevar. -Soy Jairo, estudio contigo, ¿cómo te llamas?-, me preguntó esa tarde cuando terminó la clase. Yo ya lo había visto, sabía que se llamaba así, que era nuevo, muy flojo, bastante distendido y distraído, un mal alumno, que tenía malas notas y que le hacía conversación a todas las chicas. -Andrea Povilaityté -, le dije. Él quedó boquiabierto, sin entender nada, completamente turbado y pasmado, incluso desorbitó los ojo con mi extraño nombre. -¿Qué?-, balbuceó hecho un tonto. Me dio risa su incredulidad. -Andrea, no más -, le repetí entonces, riéndome. Eso me enamoró. ¿No les digo? Todo me enamora. Me olvidé que Jairo era un mal alumno, que flirteaba con mis otras amigas, que era flojo y distendido y quedé
Conocí al doctor Martin Brown en una conferencia del uso de la psiquiatría en adicciones. Yo ya me había recibido en esa especialidad y estaba buscando empleo así es que sumaba diplomados, cursos y eventos para engrosar mi hoja de vida. ¡¡¡Ay, perdón, no les había contado!!! Soy psiquiatra. Me recibí a los 23 años, imagínense, con todos los honores, excelentes notas y menciones honrosas. Fui la mejor de la facultad, inclusive. Ahora quería, ya, trabajar, en un hospital. -Disculpe, ¿no es usted la doctora Povilaityté?-, me miró Brown con mucha curiosidad, como si contara las pecas que debajo de mis ojos celestes. Estaba encandilado con mis pelos rubios, tan amarillos que parecían pintados con crayolas. -Así es doctor, soy su más ferviente admiradora-, le confesé emocionada haciendo brillar mis pupilas, brincando como una conejita. Era verdad. Como estaba agregada a sus redes sociales le enviaba siempre elogios, apuntes, tips que encontraba en el internet y experiencias que o
Empecé a trabajar un lunes a primera hora. Estaba muy nerviosa, temblaba incluso y pensaba que todo me iba a salir mal. Recuerdo que me puse un vestido tubo turquesa muy entallado, sin escote ni mangas, que me cubría las rodillas, pantimedias, zapatos oscuros taco catorce para verme enorme, un cinturón oscuro también y me hice una gran cola con mi pelo. Me puse mis lentes redondos grandes para que me dieran un aire de suficiencia y pendientes pequeños, discretos no muy llamativos para que resaltase más mi carita de cielo. Me colgué una gran cartera marrón y fui en mi auto hasta la clínica. Los vigilantes me recibieron con mucha cortesía. -Este será siempre su lugar de estacionamiento, doctora Povilaityté-, me anunciaron. Era un rinconcito agradable con mucha sombra a pocos metros dela entrada principal. Una azafata me recibió, también en la entrada. Me dio mi fotochek que me tomé el mismo día que Brown me contrató. -La llevaré a su consultorio, doctora Povilaityté-, me indicó ell
-Nos están pidiendo más medicinas y esa mujer lo está estropeando todo-, se molestó Karlson. El doctor Davids también estaba preocupado. -Es bastante dinero-, arrugó la nariz. A él le molestaba que la encargada de farmacia demorara mucho en los pedidos. -Es la chica nueva-, reclamó Karlson. -Ella ahora está a cargo del triaje, eso nos impide solicitar los fármacos-, se molestó. -Nos está malogrando el negocio-, insistió Davids. -Brown se ha enamorado de esa mujer-, no dejaba de renegar Karlson. -Tendremos que sacarlo del camino o de lo contrario, no podremos seguir vendiendo las medicinas y perderemos mucho dinero, la mafia nos paga mucho por cada frasco de calmantes-, le recordó Davids. Karlson sonrió enigmático. -Ella pronto será solo un recuerdo-, dijo estirando, malévolo, su risa. ***** Yo quería dedicarme a algunos casos que me parecían muy interesantes y desataban mi curiosidad, pero me resultaba imposible darme un tiempito. En mis dos primeros tres meses de labor en
Nos fue difícil acostumbrarnos al nuevo barrio y aunque a mi padre le iba bien en su empleo y yo ya estaba laborando en la clínica, sin embargo los vecinos nos veían con mucha desconfianza, nos decían incluso, "los extranjeros" y permanecían distantes y temerosos de nosotros. Esa mañana fui a comprar el pan para el desayuno. -¿Son nuevos en el barrio?-, me preguntó el hombre que estaba ateniendo a la fila. Me pareció un chico muy sencillo y encantador, atractivo y distendido. -Llegamos hace poco-, le dije arrugando coqueta mi naricita. -¿Son europeos?-, estaba él encantado de mis pelos rubios, muy encendidos, y mis ojos celestes. -De Lituania-, mordí mi lengüita, aún más coqueta. -Ahh, espero conocer algún día ese país-, me despachó una docena de panes, mantequilla y mortadela, también aceitunas que le encantaban a mi madre. -Estás invitado-, reí distendida. -Entonces te voy a ver muy a menudo-, insistió él, encandilado conmigo. -Por supuesto, soy Andrea, doctora en
Descubrí en el internet un portal de poemas. Fue de casualidad mientras buscaba cualquier página divertida para entretenerme y olvidarme de la tensión que me agobiaba. Yo me sentía mal, en realidad, desencantada del del amor, angustiada de no tener alguien a mi lado. Había sufrido muchas decepciones y la clínica apenas era un paliativo para mis desilusiones que eran bastantes y aún tenía las heridas abiertas. En mis noches de alcoba garabateaba algunos versos soñando en un hombre platónico, encantado y mágico que me acogiera con sus besos y caricias, que apareciera de repente frente a mi ventana muy adorable y hermoso. No es que fuera masoquista o algo por el estilo, sino que me gustaba escribir. Y pensaba, entonces que el amor era eso, un imposible. -Comparta sus emociones con todo el mundo-, decía el portal versos punto com. Me dio risa. Empecé a leer sus archivos y habían poemitas muy bonitos, con mucho sentimientos y pasión que, incluso me hicieron suspirar, escritos de poet