Lila siempre había amado a Kayden, aunque él nunca la vio de la misma manera. Para Kayden, Lila era como una hermana, alguien a quien proteger. Su devoción hacia ella no era más que una extensión de la deuda que sentía hacia su hermano, un guerrero Beta que había dado la vida por la familia del Alfa. Desde la muerte de su hermano, Kayden siempre había cuidado de Lila, pero nunca cruzó la línea de la fraternidad. Sin embargo, la realidad era más complicada. Lila había alimentado en silencio un deseo por él que se volvía más intenso cada día.
Lila apareció en el despacho de Kayden con una carta en la mano. Su expresión era grave. —Alfa —dijo con voz baja pero segura—, necesito mostrarte algo importante. Kayden la observó, notando la carta que extendía hacia él. La tomó con una mezcla de curiosidad y sospecha, desplegándola lentamente. —¿Qué es esto, Lila? —preguntó, leyendo las palabras impresas en el papel. —Es una carta que demuestra que Selene ha estado en contacto con Alfa Luca. —Lila hizo una pausa, permitiendo que las palabras penetraran—. Según esta correspondencia, ella ya se ha rebelado. Kayden frunció el ceño y lanzó la carta sobre el escritorio. "Esto no puede ser verdad", pensó. Se negó a creerlo. —Eso es imposible —respondió con firmeza, su voz teñida de incredulidad—. Selene jamás me traicionaría. Lila no se inmutó ante su reacción. Su plan requería paciencia y astucia. —Alfa —dijo suavemente—, estas cartas muestran que Luna ama a ese Pícaro, no a ti. ¿Por qué otra razón mantendría correspondencia con él? El rostro de Kayden se endureció. "Selene amando a Rogue…" No podía procesarlo. Era como si su mundo comenzara a resquebrajarse. —No… ella no puede… —murmuró. Lila, viendo que sus palabras comenzaban a tener efecto, decidió dar el siguiente paso. —Entiendo que sea difícil de aceptar —dijo—. Pero tal vez puedas ponerla a prueba. Kayden la miró, confundido.—¿Cómo haríamos eso? Lila se acercó más a él, sus ojos brillando con una mezcla de malicia y ternura. —Podemos simular una situación —sugirió—. Si quieres saber si Selene realmente te ama o solo está contigo por su posición como Luna, podemos provocarla. Kayden la observó en silencio, tratando de descifrar sus intenciones. —¿Qué propones exactamente? Lila dejó escapar una sonrisa antes de comenzar a quitarse la ropa lentamente frente a él. Kayden dio un paso atrás, sorprendido. —Si Selene se siente herida y llora al vernos juntos, y quiere venir a golpearme en lugar de hacerte daño a ti —dijo Lila con voz suave mientras se quitaba la blusa lentamente, sus ojos fijos en Kayden—. Entonces, eso significa que realmente te ama, y yo no tendré nada que decir. Kayden la miró con una mezcla de incredulidad y confusión, su cuerpo tensándose ante la tentación que ella representaba. —¿Y si ella no hace eso? —preguntó, dando un paso hacia atrás, tratando de mantener el control. Lila sonrió de manera astuta, deslizándose un poco más cerca de él, dejando caer la prenda al suelo sin remordimientos. —Si ella no lo hace y usa eso como una excusa para dejarte, entonces significa que ama más su identidad como Luna que a ti. ¿No te gustaría saber? Lila se desnudó por completo y, sin vacilar, se acercó a Kayden. Él intentó apartarse, pero su autocontrol se desmoronó cuando ella lo tocó. —No luches contra lo que deseas —murmuró Lila con una sonrisa. Kayden, incapaz de resistir más, la atrajo hacia sí y la besó con intensidad, dejando que el deseo lo dominara por completo. Mientras tanto Selene paso por la habitación de Alfa Kayden y escucho los gemidos. Respirando hondo, Selene giró sobre sus talones y corrió rápidamente por los pasillos. Debía actuar con precisión. Sabía exactamente a quién buscar. Cuando llegó al despacho de Armand el tío de Kayden, el patriarca de la manada y respetado miembro del consejo, Selene fingió una expresión de ansiedad y desesperación. Lágrimas falsas llenaron sus ojos, dándole la apariencia de una luna angustiada. —¡Tío…! ¡No puedo abrir la puerta del dormitorio de Kayden! —exclamó, ahogada por el llanto—. ¡Temo que esté en peligro! ¡Por favor, ven rápido! El viejo lobo, con una expresión de sorpresa y preocupación, se levantó de inmediato de su asiento. Sabía que Kayden había estado ocupado recientemente, preparando estrategias para una guerra inminente. Que Selene no supiera nada de esto no era del todo sorprendente, pero el tono de urgencia en su voz lo alarmó. —Tranquila, Selene, estoy seguro de que todo estará bien —le dijo mientras posaba una mano en su hombro, intentando consolarla—. Kayden sabe cómo cuidar de sí mismo. Selene se mordió el labio, su expresión de culpa cuidadosamente diseñada. —Es solo que… he sido tan descuidada. He estado tan preocupada por otros asuntos que ni siquiera noté que algo estaba mal con él —susurró entre sollozos—. Si algo le sucede, será mi culpa… Armand, convencido por la aparente sinceridad de Selene, llamó rápidamente a varios de los mayores de la manada para que lo acompañaran. Mientras caminaban por el largo pasillo hacia el dormitorio del Alfa, Selene continuó con su actuación, lamentando en voz alta su falta de atención hacia Kayden. —Si tan solo hubiera estado más atenta… —murmuraba—. Ni siquiera sabía que estaba herido. Los mayores, todos respetuosos y preocupados por el bienestar del Alfa, la consolaban con palabras amables, sin sospechar de la verdadera intención de Selene. Finalmente, llegaron a la puerta cerrada. Armand se detuvo, frunciendo el ceño. —¿Está cerrada con llave desde afuera? —preguntó con desconfianza, palpando el pomo de la puerta. —Lo estaba cuando llegué —respondió Selene rápidamente—. Pensé que algo terrible le había pasado… Sin perder el tiempo, Selene sacó una llave que había preparado y abrió la puerta con manos temblorosas. El silencio en la habitación se rompió en el momento en que la puerta se abrió de golpe. Los ojos de todos los presentes se fijaron en la escena que se desplegaba ante ellos: dos cuerpos desnudos, enredados entre las sábanas. Kayden, completamente sorprendido, levantó la cabeza con una expresión de furia que se congeló al ver quién estaba parado en la puerta. Lila, su amante, se apartó rápidamente, pero el daño ya estaba hecho. Armand lo miró con una mezcla de rabia y decepción, su rostro endurecido y la mano temblorosa mientras se acariciaba la barba. —¡Kayden! —rugió el anciano, su voz resonando con autoridad, sin embargo él no escuchaba — ¡Kayden! ¡Levántate y vístete de inmediato! ¿Cómo puedes…? ¡¿Cómo puedes manchar de esta manera tu honor y el de la manada?! Kayden, atrapado en su humillación, no supo qué responder. Su rabia, que en un principio iba dirigida a quien interrumpió su encuentro, ahora se dirigía hacia sí mismo, su orgullo destrozado por haber sido sorprendido en tal momento. Lila se cubrió con las sábanas, su rostro pálido mientras trataba de evitar las miradas fulminantes de los mayores de la manada. El silencio pesado fue interrumpido solo por el resoplar furioso de Armand, quien no apartaba los ojos del Alfa. —¡Levántate, Kayden! —ordenó de nuevo el anciano—. ¡Has deshonrado tu título y a tu compañera! Selene, de pie junto a la puerta, observaba la escena con aparente tristeza en su rostro, pero por dentro, se reía. Había conseguido lo que quería. La imagen del poderoso Alfa destruido por su propia debilidad sería recordada por todos los presentes.Selene fingía llorar mientras caminaba hacia el despacho con Armand, el anciano del consejo. Kayden, ya vestido, llegó a los pocos minutos. La rabia se apoderaba de él, y sin pensarlo, jaló el brazo de Selene con fuerza. —Tú lo planeaste todo, ¿verdad? —gruñó, con los ojos encendidos de furia. Selene lo miró con desafío. —¡Suéltame! —exigió, intentando zafarse de su agarre. Kayden apretó los dientes, su cuerpo temblando de ira.Armand, con su voz grave y llena de autoridad, intervino al ver la escena. —¡Suéltala ahora mismo, Kayden! —exigió, su mirada dura—. Eres una vergüenza para tu apellido, para la manada. No puedo creer lo que has hecho. Kayden soltó el brazo de Selene bruscamente y se volvió hacia Armand, con una sonrisa arrogante en el rostro. —¿Vergüenza? —respondió Kayden con desdén—. Yo soy el Alfa, y hago lo que debo. No me darás lecciones, viejo. —Eres una vergüenza para tu manada —dijo Armand con voz firme, señalando a Kayden con un dedo tembloroso de ira—.
A penas consciente sobre el suelo, mientras Alfa Luca la observaba con intensidad. Su belleza era innegable, aunque no quiere aceptar, cada rasgo suyo lo fascinaba, pero más allá de eso, lo que lo consumía era la certeza de que ella era su pareja destinada. No podía evitar acercarse a ella, mientras dentro de él ardía un deseo de humillarla y atormentarla, como un castigo por su rechazo y traición. Se acercó lentamente y la tomo en brazos, sus ojos recorriendo cada línea de su rostro. Suya, pensó con posesividad. Lo sería para siempre. Pero justo en ese momento, apareció Kayden, su mirada llena de furia a su lado estaba Lila, su amante.. —¿Qué crees que estás haciendo con mi esposa? —rugió Kayden, con la ira evidente en cada palabra. Las tensiones se podían cortar con un cuchillo. Las cuatro personas se enfrentaban en una batalla silenciosa de miradas y poder. Selene, aún pálida y debilitada, observaba desde un rincón mientras Kayden, su antiguo esposo, reclamaba con furia. —¿Q
Selene había estado prisionera durante meses, aislada y rechazada por todos. Su vientre, que no paraba de crecer, era un recordatorio constante de la situación en la que se encontraba. Los días se volvían cada vez más largos, mientras reflexionaba sobre todo lo que había sucedido. Había llegado a una conclusión dolorosa: Kayden la había rechazado después de que él y Lila están juntos. En ese momento, él había roto el vínculo que los unía, lo que sin duda había desencadenado que se convirtiera en la pareja destinada de Alfa Luca. Selene se debatía entre la confusión y el dolor, intentando entender cómo y cuándo todo había cambiado. Aún recordaba como Alfa Luca y la manada Rogue la había repudiado cuando se marchó con Kayden. Los últimos meses habían sido un infierno. Nadie la visitaba, nadie se preocupaba por ella. La soledad era su única compañía, excepto en las ocasiones en que Lila aparecía, no para ofrecer consuelo, sino para burlarse cruelmente de su situación. Y Kayden… cada
Selene no dejaba de llorar, sus lágrimas rodaban por sus mejillas mientras el sonido del llanto de su bebé resonaba en la celda oscura y fría. Había dado a luz sola, sin ayuda, abandonada a su suerte. Su cuerpo estaba agotado, cada parte de ella dolía con una intensidad insoportable, y la sangre continuaba fluyendo, tiñendo el suelo bajo ella de un rojo oscuro. El dolor la debilitaba a cada segundo, haciéndole pensar que el final estaba cerca.A pesar de todo, su mirada no se apartaba de su pequeño. El bebé, apenas recién nacido, tenía el cabello oscuro, espeso, y unos ojos azules intensos, idénticos a los de Kayden. Aquel parecido la desgarraba por dentro, pues no podía evitar recordar todo el sufrimiento que él le había causado.Con manos temblorosas, Selene tomó a su hijo, acercándolo a su pecho, sintiendo el calor de su pequeño cuerpo. Sabía que sus fuerzas la estaban abandonando, que no le quedaba mucho tiempo. Sus labios temblaron al susurrarle unas palabras que él nunca entende
Lila, con el corazón acelerado y las manos temblorosas, se apresuró a la cabaña de la bruja anciana. El aire era espeso y húmedo, como si el bosque mismo supiera que algo oscuro estaba por suceder. No podía quitarse de la cabeza esa mirada del maldito bebé, esos ojos azules brillantes que parecían perforar su alma. Sabía que algo estaba mal, que ese niño no era normal. Cuando llegó a la puerta de la cabaña, apenas tuvo tiempo de respirar antes de golpear con fuerza. La puerta crujió, y una voz ronca, llena de sabiduría y misterio, la invitó a pasar. —Entra, niña —dijo la bruja sin mirarla, sentada frente a una mesa cubierta de viejos frascos y velas apagadas—. Puedo sentir tu miedo desde aquí. Lila cruzó el umbral y se detuvo frente a la anciana. El lugar olía a hierbas secas y humo, y el ambiente estaba cargado de magia antigua. Lila tragó saliva, tratando de controlar su temblor. Sabía que no podía permitirse mostrar debilidad ante la bruja, pero lo que había visto en la celda co
Selene estaba completamente aterrada mientras cargaba a su bebé contra su pecho, sintiendo su pequeño cuerpo acurrucarse en busca de su calor. El bebé, frágil e inocente, no tenía idea del mundo cruel en el que había nacido, ni del peligro que lo acechaba. Selene lo amamantaba con delicadeza, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Aunque estaba agotada y dolorida, sentía una necesidad feroz de proteger a su hijo. La celda era fría y oscura, y la cadena de metal que rodeaba su tobillo le recordaba constantemente su condición de prisionera. No había libertad, no había compasión, solo el eco de los gritos y burlas de los guardias que la mantenían cautiva. Sus últimos meses habían sido un infierno interminable, pero ahora, con su bebé en brazos, todo había cambiado. Había arrancado un pedazo de su vestido para envolver al bebé, intentando darle algo de calor en ese lugar lúgubre. Mientras lo observaba con ojos llenos de angustia, notó algo que la hizo contener el aliento. Su piel
Selene siguió al guardia por los pasillos oscuros de la mansión, su corazón latiendo con fuerza. El pequeño Aron descansaba en sus brazos, su cálida presencia siendo lo único que mantenía a Selene en pie. A cada paso, sus instintos de loba se encendían, alertándola. Todo parecía demasiado fácil, demasiado calculado. El guardia la condujo a una puerta vieja, oculta tras unas pesadas cortinas. Selene frunció el ceño, deteniéndose un instante. ¿Qué estaba pasando? El lobo dentro de ella gruñó, inquieto. —¿Por aquí? —preguntó Selene con desconfianza, apretando más a Aron contra su pecho. El guardia evitó mirarla a los ojos. —Sí, Luna. Es el túnel secreto. Podrá escapar sin ser vista —respondió él con voz tensa. Antes de que pudiera dar un paso más, una risa fría y familiar resonó detrás de ellos. —Oh, Selene, siempre tan ingenua —la voz de Lila llegó con una frialdad cortante. Selene giró sobre sus talones, y allí estaba Lila, emergiendo de las sombras como un depredador al ac
Selene corría entre los árboles, el viento frío azotando su rostro, pero todo lo que sentía era el calor sofocante de la desesperación. Aron, su pequeño cachorro, se debilitaba con cada segundo que pasaba, y su corazón latía con una intensidad abrumadora. El pánico nublaba sus sentidos, pero no podía rendirse. Debía encontrar una forma de salvarlo, de restaurar el calor y la vida que apenas se aferraba a su hijo. —¡Aguanta, mi amor, por favor! —murmuraba entre jadeos, abrazando con fuerza a Aron, cuyo cuerpo estaba más frío que nunca. Con un último esfuerzo, Selene llegó a la orilla del antiguo lago, donde el agua oscura parecía emanar una energía ancestral. Sabía que este lugar podía ser su única esperanza. Sin pensarlo dos veces, tomó a Aron y, con el corazón palpitando de ansiedad, lo sumergió en el agua fría. En el instante en que el líquido tocó su piel, algo extraordinario ocurrió. Aron comenzó a brillar con una luz intensa y cálida, como si el mismo lago le estuviera infu