Inicio / Hombre-lobo / La Luna traicionada del Alfa / Capitulo 3: Nuevo comienzo
Capitulo 3: Nuevo comienzo

Selene parpadeó varias veces, sintiendo la suavidad de las sábanas que la envolvían. Con un movimiento lento, giró la cabeza y se encontró con una visión que la dejó sin aliento.

Kayden, el Alfa de la manada, estaba durmiendo a su lado. Su rostro, enmarcado por el cabello oscuro y despeinado, lucía sereno, casi inocente. Selene sintió una punzada de confusión. ¿Cómo podía estar aquí con él después de todo lo que había sucedido?

Con un esfuerzo, se sentó en la cama, notando que su vientre, de cinco meses, se movía suavemente. Un escalofrío de sorpresa la recorrió al darse cuenta de que no había señales de las heridas que había sufrido. Su cuerpo estaba intacto, como si nada hubiera pasado. El dolor, la humillación, el desprecio… todo había desaparecido, como si hubiera sido un mal sueño.

El bebé se movía con energía, como si estuviera celebrando su regreso a la vida. Selene se sintió reconfortada, pero el desconcierto la dominaba. Se levantó de la cama con cuidado, intentando no despertar a Kayden.

Mientras sus pensamientos se agitaban, recordó lo que había sucedido antes de despertar aquí: la hechicera, el collar, la oportunidad de vengarse. Había viajado en el tiempo, una semana atrás, antes de que su mundo se desmoronara.

De repente, Kayden se movió en la cama y abrió los ojos. Cuando su mirada se posó en Selene, su expresión pasó de la confusión a la sorpresa.

—¿Selene? —preguntó, su voz aún cargada de sueño.

—Sí... —respondió ella, sintiéndose vulnerable bajo su mirada.

Kayden se incorporó, mirándola con intensidad.

—¿Por qué me miras así? —preguntó, frunciendo el ceño—. ¿Como si quisieras asesinarme?

—No es nada... —replicó Selene, apartando la mirada, su mente aún revuelta por lo que había pasado.

Cuando se giró hacia el espejo nuevamente, su mirada se detuvo en el collar que llevaba alrededor del cuello. La joya brillaba con un destello que parecía hipnotizarla. En ese momento, la verdad la golpeó como una ola: nada de esto había sido un sueño. Había viajado en el tiempo.

Kayden, con su cuerpo musculoso y la mirada intensa, se acercó a Selene. La tomó de la cintura, atrayéndola hacia él con una fuerza que la sorprendió.

El lobo de ojos intensos era un hombre rudo y autoritario, un Alfa que jamás mostraba sus sentimientos. La había tomado cuando se le antojaba, siempre tratando a Selene como si fuera una posesión más que una compañera.

—¿Qué pasa? —dijo el Alfa Kayden, su voz profunda y áspera—. ¿Te molesta que te toque? Te recuerdo que soy tu hombre.

Selene se sintió invadida por una mezcla de emociones.

—Lo sé, Alfa Kayden... —respondió, tratando de mantener la calma a pesar de su agitación interna.

Él la observó, una chispa de desdén en sus ojos. —Cada día estás más gorda.

Kayden comenzó a quejarse, su rostro torciéndose en una mueca de dolor. Se llevó una mano al estómago, sintiendo que una ola de malestar lo atravesaba.

—¿Qué m****a me pasa? —gruñó, su voz dura pero llena de confusión.

Ella lo observó con una mezcla de satisfacción y sorpresa, disimulando una sonrisa que quería brotar. La imagen del hombre autoritario y cruel que siempre la había menospreciado ahora parecía vulnerable. Ella se preguntaba si quizás, solo quizás, estas eran las consecuencias de su rechazo hacia ella, o si eran los efectos de la maldición que había invocado.

Selene se alejó de Kayden, disfrutando de la satisfacción que le provocaba su malestar. Comenzó a vestirse, cada movimiento un desafío silencioso hacia él, ignorando su presencia y el aura dominante que siempre lo rodeaba. La tensión en el aire era palpable.

De repente, la puerta se abrió de golpe y uno de los súbditos de Kayden entró, su rostro grave y nervioso. Selene se detuvo, sintiendo que la atmósfera cambiaba drásticamente.

—Alpha Kayden —dijo el súbdito, inclinándose levemente—. He traído malas noticias sobre las cosechas.

Kayden se enderezó, el dolor aún visible en su rostro, pero la urgencia de la situación pareció darle un nuevo impulso. —¿Qué ocurre? —preguntó, su voz repentinamente autoritaria.

—La cosecha de esta temporada ha fracasado. Las tierras no han producido nada y la manada enfrentará escasez pronto —respondió el súbdito, su mirada nerviosa fija en Kayden—. Además, los rumores indican que el Alfa rival, Luca, ha estado moviendo sus piezas para aprovechar nuestra debilidad.

Selene sintió un escalofrío recorrer su espalda. La escasez de recursos podría desestabilizar a la manada y provocar caos. Se acercó un poco más, ignorando la tensión entre ellos.

—Debemos buscar una solución antes de que sea demasiado tarde —dijo ella, su tono decidido—. Tal vez deberíamos enviar a algunos de los lobos a explorar otras tierras en busca de suministros.

Kayden la miró, su expresión dura. —No puedo arriesgarme a que nos descubran. La última vez que nos acercamos a las tierras vecinas, hubo problemas.

—¿Prefieres que nuestros lobos pasen hambre y se conviertan en un blanco fácil para Luca? —replicó Selene, levantando una ceja.

Kayden, frustrado por la insistencia de Selene, la agarró del brazo con fuerza, su rostro contorsionado por la ira.

—¡No intervengas en las decisiones del Alfa! —rugió, su voz resonando en la habitación como un trueno.

—Pero, Kayden... —intentó protestar ella, sintiendo el ardor en su brazo.

—¡Límitate a tus deberes como Luna! —gritó, haciendo que Selene retrocediera, recordándole su lugar en la manada.

El súbdito nervioso permanecía en la puerta, conteniendo la respiración. Al darse cuenta de que lo observaba, Kayden lanzó una mirada fulminante, con los dientes apretados.

—¡Lárgate! —ordenó, y el súbdito salió disparado, sin atreverse a mirar atrás.

Selene respiró hondo, mezclando determinación con frustración, sin dejarse intimidar.

—No puedo quedarme callada, Kayden. Esto afecta a todos nosotros.

Kayden la soltó, pero su mirada seguía siendo dura y fría, como el acero.

—No me hagas perder más tiempo. Tus opiniones son irrelevantes —respondió, su voz gélida.

Selene lo miró con desdén, el ardor de su indignación creciendo. Ya nunca más sería una esposa obediente no después de lo que había descubierto.—Quizás deberías escucharme en lugar de desestimar mis ideas. Esta manada necesita más que solo un Alfa autoritario.

—¿Y qué sabes tú de ser Alfa? —replicó él, sus ojos ardían de desafío—. Eres una madre, no una guerrera. Conoce tu lugar.

—Soy la madre de tu hijo, y eso me convierte en parte de esta manada —desafió Selene, levantando la barbilla—. Si dejaras de menospreciarme, podríamos trabajar juntos.

Kayden se cruzó de brazos, conflictuado, su expresión un torbellino de furia y duda.

—Debo ir a reunir a los demás —dijo finalmente, el tono de su voz más frío, casi helado— Cumple con tus deberes de Luna o afronta las consecuencias.

Selene sabía, en lo más profundo de su ser, que Kayden la mataría tarde o temprano. Era inevitable. La furia de un Alfa traicionado no conocía límites, pero antes de que él pudiera consumar su venganza, ella tenía que actuar. Si lograba meterlo en problemas antes de que le quitara la vida, podría ganar algo de tiempo. Tiempo para escapar. Tiempo para exponer la verdad.

Se encontraba en la oficina de Kayden, revisando frenéticamente los documentos bajo el pretexto de revisar las cuentas de la manada. "Tiene que haber algo aquí", pensaba, sus dedos recorriendo con rapidez los papeles.

Tal vez entre esos montones de documentos encontraría la respuesta a su injusta muerte en su vida pasada. Recordaba vagamente las cartas falsificadas, aquellas que sellaron su destino, y había algo que siempre le pareció extraño: el papel. No era cualquier papel, sino uno exclusivo de los Alfas. Ningún lobo de bajo nivel podría haber accedido a algo tan valioso. Desde entonces, sospechaba que Kayden había sido el verdadero artífice de su desgracia.

Pero a pesar de su búsqueda, no encontró nada. La frustración comenzaba a morderle los nervios. "No puede ser… Debe haber algo aquí", se repetía, pero los papeles solo le devolvían el silencio. Exhausta, dejó caer los hombros. No podía continuar. Debía regresar a su habitación y descansar.

Kayden y ella no compartían la cama todas las noches. Cuando Selene pasaba por el pasillo que conducía al dormitorio del Alfa, algo extraño captó su atención.

Un gemido, suave pero claro, resonaba a través de la puerta. Selene se detuvo en seco, con el corazón acelerado. Era un sonido inusual, nada que ella hubiera escuchado antes en la casa.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo