Lila, con el corazón acelerado y las manos temblorosas, se apresuró a la cabaña de la bruja anciana. El aire era espeso y húmedo, como si el bosque mismo supiera que algo oscuro estaba por suceder. No podía quitarse de la cabeza esa mirada del maldito bebé, esos ojos azules brillantes que parecían perforar su alma. Sabía que algo estaba mal, que ese niño no era normal. Cuando llegó a la puerta de la cabaña, apenas tuvo tiempo de respirar antes de golpear con fuerza. La puerta crujió, y una voz ronca, llena de sabiduría y misterio, la invitó a pasar. —Entra, niña —dijo la bruja sin mirarla, sentada frente a una mesa cubierta de viejos frascos y velas apagadas—. Puedo sentir tu miedo desde aquí. Lila cruzó el umbral y se detuvo frente a la anciana. El lugar olía a hierbas secas y humo, y el ambiente estaba cargado de magia antigua. Lila tragó saliva, tratando de controlar su temblor. Sabía que no podía permitirse mostrar debilidad ante la bruja, pero lo que había visto en la celda co
Selene estaba completamente aterrada mientras cargaba a su bebé contra su pecho, sintiendo su pequeño cuerpo acurrucarse en busca de su calor. El bebé, frágil e inocente, no tenía idea del mundo cruel en el que había nacido, ni del peligro que lo acechaba. Selene lo amamantaba con delicadeza, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Aunque estaba agotada y dolorida, sentía una necesidad feroz de proteger a su hijo. La celda era fría y oscura, y la cadena de metal que rodeaba su tobillo le recordaba constantemente su condición de prisionera. No había libertad, no había compasión, solo el eco de los gritos y burlas de los guardias que la mantenían cautiva. Sus últimos meses habían sido un infierno interminable, pero ahora, con su bebé en brazos, todo había cambiado. Había arrancado un pedazo de su vestido para envolver al bebé, intentando darle algo de calor en ese lugar lúgubre. Mientras lo observaba con ojos llenos de angustia, notó algo que la hizo contener el aliento. Su piel
Selene siguió al guardia por los pasillos oscuros de la mansión, su corazón latiendo con fuerza. El pequeño Aron descansaba en sus brazos, su cálida presencia siendo lo único que mantenía a Selene en pie. A cada paso, sus instintos de loba se encendían, alertándola. Todo parecía demasiado fácil, demasiado calculado. El guardia la condujo a una puerta vieja, oculta tras unas pesadas cortinas. Selene frunció el ceño, deteniéndose un instante. ¿Qué estaba pasando? El lobo dentro de ella gruñó, inquieto. —¿Por aquí? —preguntó Selene con desconfianza, apretando más a Aron contra su pecho. El guardia evitó mirarla a los ojos. —Sí, Luna. Es el túnel secreto. Podrá escapar sin ser vista —respondió él con voz tensa. Antes de que pudiera dar un paso más, una risa fría y familiar resonó detrás de ellos. —Oh, Selene, siempre tan ingenua —la voz de Lila llegó con una frialdad cortante. Selene giró sobre sus talones, y allí estaba Lila, emergiendo de las sombras como un depredador al ac
Selene corría entre los árboles, el viento frío azotando su rostro, pero todo lo que sentía era el calor sofocante de la desesperación. Aron, su pequeño cachorro, se debilitaba con cada segundo que pasaba, y su corazón latía con una intensidad abrumadora. El pánico nublaba sus sentidos, pero no podía rendirse. Debía encontrar una forma de salvarlo, de restaurar el calor y la vida que apenas se aferraba a su hijo. —¡Aguanta, mi amor, por favor! —murmuraba entre jadeos, abrazando con fuerza a Aron, cuyo cuerpo estaba más frío que nunca. Con un último esfuerzo, Selene llegó a la orilla del antiguo lago, donde el agua oscura parecía emanar una energía ancestral. Sabía que este lugar podía ser su única esperanza. Sin pensarlo dos veces, tomó a Aron y, con el corazón palpitando de ansiedad, lo sumergió en el agua fría. En el instante en que el líquido tocó su piel, algo extraordinario ocurrió. Aron comenzó a brillar con una luz intensa y cálida, como si el mismo lago le estuviera infu
El Alfa estaba completamente consumido por la ira, sus músculos tensos mientras caminaba de un lado a otro, su mente llena de pensamientos oscuros. Cada vez que su mirada se posaba en Selene, una ola de rabia lo invadía. No podía soportar tenerla tan cerca, recordándole su traición, su elección de un miserable como Kayden. Y ese maldito cachorro… el pequeño Aron parecía un reflejo del hombre al que tanto despreciaba. —Alfa no debemos deshacernos de ella—gruñó a Damon, su Beta, cuya expresión era un equilibrio entre preocupación y lealtad. —Ella representa mi humillación —Gruño el Alfa Luca Damon lo miró con cautela, consciente de la explosión de furia que amenazaba con desatarse. —Alfa, debemos tener cuidado. Ella es una madre, y su hijo… —¡Ese cachorro no es más que un estorbo! —interrumpió Luca, su voz resonando en el aire—. Se parece tanto a Kayden que me enciende la sangre. Con un movimiento brusco, golpeó la mesa cercana, haciendo que algunos objetos cayeran al suelo.
Al estar en la mansión de Alfa Rogue, la exhausta Selene vio en sus sueños al joven Luca y a ella misma. En aquel entonces, la Manada Rogue atravesaba un período muy difícil, había poca comida y estaban al borde de la hambruna. El padre de Luca era el Alfa, y el padre de Selene era su Beta. Hicieron varias reuniones para obtener la resolución de la situación, pero no encontraban una salida. Sabían que necesitaban más tierras para cultivar, pero eso significaba ir a la guerra, y con su situación, no podían asegurar una victoria. Mientras los adultos estaban preocupados, Luca y Selene vivían momentos felices. Habían crecido juntos y todos pensaban que terminarían siendo una perfecta pareja. —Selene, cuando sea Alfa, te prometo que te pediré matrimonio de inmediato. ¡Hasta entonces, no puedes hablar con nadie más! ¡Eres mía, ¿entiendes?! Luca movía su cola con orgullo y se lanzaba hacia Selene. Se abrazaron y comenzaron a rodar felices por la hierba.--- Selene se despertó triste. La
El Alfa Luca estaba completamente enojado. Su furia crecía a medida que sus lobos se quejaban por el territorio que el infeliz de Kayden le había robado. Él jamás entendío porque ese infeliz le había entregado esos territorios a su padre hace años, pero eran suyos, eran de la manada Rogue.La tensión en la sala era palpable, y la presión de sus súbditos por una solución lo abrumaba. Sabía que estaban ansiosos por una respuesta, pero Luca no quería arriesgar a su manada en una guerra prematura. Sin embargo, la idea de atacar a Kayden comenzaba a seducirlo. Cuando finalmente terminó la audiencia, su mirada se dirigió hacia Selene, que estaba en el suelo limpiando, esforzándose por ignorar las miradas despectivas de los otros lobos. El carrito donde dormía su bebé, Aron, estaba cerca, y Selene lo observaba con un amor feroz, decidida a protegerlo de cualquier amenaza. Pero su momento de paz fue interrumpido cuando Luca se acercó, su ira palpable. —Suéltame... —gritó Selene, tratando
Lira había dejado a Aron en la habitación, descansando en paz, mientras ella se alejaba silenciosamente de la mansión del Alfa Luca. No se atrevía a alejarse demasiado; su instinto como madre le impedía separarse del cachorro por mucho tiempo, pero necesitaba espacio para respirar, para pensar. El aire fresco de la noche le daba un breve consuelo, aunque sabía que los problemas la rodeaban. Su pelaje plateado brillaba bajo la luz de la luna mientras avanzaba entre los árboles, siempre atenta. Sin embargo, algo en el ambiente cambió de inmediato. Dos lobos, súbditos de la manada del Alfa Luca, emergieron de entre las sombras, sus ojos llenos de hostilidad. Los conocía, eran leales al Alfa, y con solo una mirada entendió sus intenciones. —Mira lo que tenemos aquí —gruñó uno de los lobos, mostrando los colmillos mientras se acercaba peligrosamente a Lira—. La traidora , vagando sola. —Una oportunidad perfecta para demostrar nuestra lealtad —añadió el otro lobo, con una sonrisa crue