Selene se despertó muy desconcertada por lo que había pasado la noche anterior. Aún recordaba cómo su loba y Sombra habían tenido un encuentro apasionado; la intensidad de aquel momento aún resonaba en su mente. Mientras arrullaba a Aron, que se veía más tranquilo y recuperado, se sintió aliviada al ver que su pequeño había comenzado a tomar fuerzas. Por suerte, ya no había mostrado signos de agresividad, lo que indicaba que el bebé no se sentía en peligro.Ella se encargaba de darle el pecho mientras él se amamantaba. Miraba alrededor de la pequeña habitación en la que ambos dormían, reflexionando sobre las circunstancias que los habían llevado allí, y deseando que las cosas pudieran ser diferentes.De repente, su concentración se rompió cuando alguien entró en la habitación: era el Alfa Luca. Inmediatamente, Selene cubrió su seno, sintiendo una mezcla de incomodidad y desafío ante su presencia. Luca la observaba con desprecio, su mirada llena de odio y arrogancia.—Deja de mirarme l
Selene se encontraba limpiando las escaleras de la mansión, un ritual diario que había adoptado para mantener su mente ocupada. Su bebé, Aron, dormía plácidamente en una manta cercana, y el suave sonido de su respiración le daba un sentido de paz. Sin embargo, esa calma se rompió cuando, en medio del silencio, comenzaron a llegar a sus oídos gemidos provenientes del despacho de Alfa Luca. Intrigada y, al mismo tiempo, perturbada, Selene sintió que su corazón se aceleraba. Se acercó sigilosamente a la puerta entreabierta, conteniendo la respiración. Al mirar dentro, la escena que encontró la dejó paralizada. Luca estaba allí, entregado a una loba de cabello rubio que se retorcía bajo su toque. La sonrisa en el rostro de Luca era de pura satisfacción, y su arrogancia brillaba con cada risa que besaba q su amante. El aire se volvió denso y pesado a su alrededor. Selene sintió una oleada de desprecio y dolor, como si la hubieran golpeado en el pecho. Le estaba doliendo mucho verlos de
Selene estaba completamente enojada, ella no podía creer que el miserable de Alfa Luca hubiera cruzado los límites él ya no era el hombre que amo hace tantos años, si no fuera por su bebé la hubiese lastimando. Apretó con fuerza el collar en forma de media luna que colgaba de su cuello, sintiendo la suave energía que siempre le transmitía. Miró hacia el cielo, donde la Luna brillaba alta y poderosa, la única que siempre la había protegido.—Gran Luna, gracias por darme la fuerza para sobrevivir esta noche —murmuró con voz baja, aunque cada palabra cargaba un peso enorme—. Gracias por darme el regalo más hermoso, mi pequeño Aron.Aron, que dormía plácidamente en sus brazos, le daba la calma que tanto necesitaba. Su piel brillaba tenuemente bajo la luz lunar, y Selene sabía que, a pesar de su fragilidad, su hijo tenía un poder inimaginable. Él era su escudo, su razón para seguir adelante.—Te pido... —susurró, levantando el collar hacia la Luna—, que este símbolo me proteja de ellos. Qu
Luca entró en la habitación, sus ojos grises llenos de furia mientras observaba a Selene, quien estaba conversando con uno de los lobos de la manada, un doctor. La sonrisa en el rostro de Selene y la mirada que el médico le dirigía lo llenaron de celos, y su mandíbula se tensó al máximo. —¿Qué demonios está pasando aquí? —gruñó Luca con voz grave, dirigiendo su mirada al doctor—. ¿Qué haces aquí? El doctor, sorprendido, intentó mantener la calma. —Alfa, solo estaba revisando a Selene. Uno de sus súbditos me llamó porque ella se sintió mal. —¿Enferma? —Luca dirigió su mirada afilada hacia Selene, visiblemente molesto. Selene, con una expresión de cansancio, se cruzó de brazos. —Sí, Alfa Luca. Me sentí mal y uno de tus lobos tuvo la decencia de llamarlo. ¿O acaso eso también está prohibido? El doctor intervino antes de que la tensión aumentara. —No es nada grave, Alfa. Solo son dolores normales, considerando que Selene dio a luz hace poco tiempo. Pero si lo desea, puedo revisa
Alfa Luca reunió a toda la manada de los Rogué en el claro principal, donde la luna llena iluminaba cada rincón y los susurros de los lobos resonaban como un eco constante de hostilidad. Selene estaba allí, parada frente a todos, soportando las miradas de desprecio y las burlas apenas disimuladas de los miembros de la manada. Para ellos, era una intrusa, una loba caída en desgracia que se atrevía a volver después de haber traicionado su confianza.Uno de los lobos más jóvenes, llamado Raik, no disimuló su desdén mientras murmuraba a otro lobo cercano:—¿Cómo espera ganarse nuestro respeto después de todo lo que hizo? Se fue, traicionó a los Rogué y ahora regresa como si nada.—Es una deshonra para la manada —murmuró otro lobo de pelaje oscuro llamado Eryk—. Alfa Luca debería deshacerse de ella y de ese cachorro inútil que trajo consigo.Selene sintió sus palabras como cuchillos, pero mantuvo la cabeza en alto, intentando no mostrar el dolor que aquellas palabras le causaban. Sabía que
La batalla en el claro continuaba con intensidad, los gruñidos y aullidos de los lobos resonaban bajo la luna llena, iluminando cada movimiento de la pelea. Luca, en su forma de lobo, conocido como Sombra, atacaba con ferocidad, sus colmillos aferrándose a sus enemigos y sus garras dejando profundas marcas en los invasores de la manada Luna Creciente. Era una bestia imponente, un Alfa luchando sin piedad por su territorio.Del otro lado, Selene, transformada en Lira, su forma de loba, atacaba con la misma intensidad, lanzándose contra los lobos enemigos con una precisión y fuerza que sorprendió incluso a algunos de los suyos. Pero en un momento de distracción, mientras Luca giraba para observarla, uno de los lobos enemigos aprovechó su descuido y le enterró los colmillos en el costado.Sombra dejó escapar un gruñido profundo de dolor, y Lira, al verlo, lanzó un aullido feroz, embistiendo con furia al atacante de Luca hasta hacerlo retroceder y huir. Los Rogué, al ver la herida de su A
Alfa Luca despertó de un profundo sueño, confundido al principio. Al mirar hacia su abdomen, se dio cuenta de que no había rastro de la herida que había sentido antes. Sus ojos se movieron a su alrededor y vio a Selene y al pequeño Aron dormidos a su lado, acurrucados. Una oleada de desprecio lo invadió. Se sintió un imbécil por haber permitido que Selene se acercara tanto, abrazando a la madre del niño que consideraba una traición. Pensar en cómo había expuesto su debilidad ante la manada lo llenaba de rabia. —¡Arriba, Selene! —gritó, su voz resonando en la cabaña—. No seas floja. Selene despertó de golpe, sorprendida y preocupada. Aron se movió un poco, pero no despertó. —¿Ya te sientes bien, Luca? —preguntó ella—. Deberías descansar. Luca soltó una risa burlona. —¿Ahora te importo, traidora? —se mofó—. No creas que te agradeceré ni a ese cachorro. Es lo menos que pueden hacer por mí. Las palabras de Luca fueron un golpe para Selene. Se sintió vulnerable y enojada, per
Ginebra estaba complemente furiosa había pasado por la habitación de Alfa Luca y él no se encontraba allí. Luego se acercó a la habitación de la traidora de Selene y escucho gemidos provenientes de allí. Ella sabía que ningún Lobo se atrevería a tocarla además de él. Sentía que la rabia la invadía.La noche había caído sobre el bosque, sumiéndolo en una oscuridad casi absoluta. Las nubes tapaban la luna, proyectando sombras inquietantes entre los árboles y apenas permitiendo que algunos haces de luz se filtraran. El silencio solo era interrumpido por el sonido leve de hojas secas crujir bajo patas ligeras. Ginebra, en su forma de loba, se movía con agilidad entre los arbustos, sus músculos tensos y sus sentidos aguzados. Su respiración era constante, mientras sus ojos destellaban con una mezcla de determinación y celos. Desde que Selene se había marchado, había asumido que la posición de Luna de la manada sería suya; sin embargo, Luca nunca había mencionado el asunto, lo que alimentab