La furia de Selene crecía dentro de ella, una furia tan profunda que la nublaba por completo. Cada vez que miraba a Ginebra, una sensación de traición le invadía el corazón, como si cada palabra y gesto de la mujer fuera un recordatorio de todo lo que había perdido. De todo lo que la había lastimado. El dolor que Ginebra le había causado, junto con su constante provocación, había alcanzado el punto de ebullición. Era como si el mundo se desvaneciera a su alrededor, dejándola sola con la rabia que le consumía. Sin pensar, se lanzó hacia Ginebra, ignorando todo lo demás. El aire se volvía denso y pesado mientras sus colmillos comenzaban a asomar, reflejando la intensidad de su furia. Ginebra intentó retroceder, pero Selene la alcanzó rápidamente. —¡Vas a pagar por todo lo que has hecho! —gritó Selene, su voz llena de odio y dolor. Ginebra, con su habitual desdén, se preparó para defenderse, pero la furia de Selene era incontrolable. Sin pensar en las consecuencias, Selene alzó su m
El aire estaba cargado de tensión en el claro de la manada. Lucas, el alfa, caminaba de un lado a otro en el interior de su cabaña, su mente un torbellino de pensamientos contradictorios. Frente a él, Damon, su beta y amigo más leal, lo observaba en silencio, esperando el momento adecuado para hablar. —Damon, no puedo hacerlo —dijo finalmente Lucas, su voz quebrada por una mezcla de frustración y dolor—. Desterrar a Selene... es impensable. Ella es... Se detuvo, incapaz de terminar la frase. Damon lo entendió perfectamente. Selene no era solo una loba de la manada. Era el amor de su vida. Pero eso no importaba ahora, no cuando el liderazgo de Lucas estaba siendo cuestionado por los opositores. —Luca —respondió Damon con calma—, lo entiendo. Pero tienes que pensar en el futuro de la manada. Kieran y los demás no se detendrán. Están usando esta situación para socavar tu autoridad. Si no haces algo drástico, te arriesgas a perderlo todo. Lucas apretó los puños. La idea de alejar
El aire en la cabaña parecía volverse más pesado con cada segundo que pasaba. Selene sentía un nudo en el estómago mientras observaba a Lucas, buscando en su rostro alguna señal que la tranquilizara, alguna pista de que todo esto no era lo que temía. Pero lo único que encontró fue distancia, una barrera invisible que él había erigido entre ellos. —¿Por qué me llamaste, Lucas? —preguntó finalmente, su voz apenas un susurro, cargada de incertidumbre. Algo en sus ojos reflejaba el temor a escuchar la respuesta. Lucas apretó los labios, desviando la mirada hacia el suelo como si este pudiera ofrecerle el coraje necesario. Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, como si con solo moverse pudiera romperse. Finalmente, levantó la cabeza y la miró directamente, dejando al descubierto un dolor que ni siquiera él podía disimular. —Selene... —comenzó, pero la palabra quedó atrapada en su garganta. Tragó con dificultad antes de apartar la mirada y girarse hacia la ventana. Sus manos temblaba
La luna llena iluminaba el bosque, tiñendo de plata las sombras que se extendían bajo los árboles. Selene caminaba lentamente, sosteniendo la pequeña mano de Aron. A pesar de su agotamiento, mantenía una fachada de fuerza por su hijo, quien no debía percibir el caos que la consumía por dentro. Pero su corazón estaba roto. Cada paso que daba lejos de la manada era un recordatorio de la decisión de Lucas, de su traición, y del abismo que ahora los separaba. —Tranquilo, cariño — Le dice ella mientras lo carga en brazos. El niño frunció el ceño, confundido.. Selene respiró profundamente, intentando calmar el temblor en sus manos. Estaba desterrada. El hombre al que había amado, y al que probablemente seguiría amando, la había apartado de su vida como si todo lo compartido no significara nada. Caminaban hacia un claro cuando el sonido de ramas rompiéndose bajo pies apresurados rompió el silencio. Selene detuvo sus pasos, sus instintos alertas. —¿Quién está ahí? —preguntó, apretando
El fuego iluminaba los rostros de los lobos reunidos en el centro del campamento. Luca se mantenía firme, observando a los opositores que habían traicionado su liderazgo. Su mirada recorrió los rostros de aquellos que alguna vez juraron lealtad, deteniéndose en uno que lo llenaba de rabia y dolor: Ginebra. Esa miserable lo había traicionado y estaba intentando matarlo. Ella estaba de pie junto a , el líder de los rebeldes, con una expresión de desafío y satisfacción. —¿Ginebra? —preguntó Luca, con incredulidad y una furia contenida—. ¿Tú también? Ginebra soltó una risa amarga. —¿Sorprendido, Luca? No deberías estarlo. Tu debilidad nos ha condenado. No mereces ser el Alfa. Luca sintió el peso de la traición en su pecho. Durante años, había confiado en ella, había permitido que estuviera a su lado en las decisiones más importantes. Ahora, su lealtad se revelaba como una mentira. —Si crees que puedes quitarme lo que es mío —gruñó Luca, transformándose parcialmente, sus ojos brilla
El silencio en la mansión de Kayden era opresivo, interrumpido solo por el crujir ocasional de la madera antigua. Selene estaba sentada en el borde de la cama, con Aron en su regazo. La muerte de Kayden había traído un extraño vacío, pero no libertad. Los lobos que le eran leales seguían vigilándola, como si temieran que escapara y desatara el caos que Kayden había intentado controlar en vida. Aron miró a su madre con sus grandes ojos azules, cargados de preocupación. —Mamá, ¿cuándo nos iremos? —preguntó con voz suave. Selene acarició su cabello, intentando ocultar la tristeza en su rostro. —Pronto, mi amor. Solo espera un poco más. Un golpe en la puerta rompió el momento. Un lobo alto y robusto entró sin esperar invitación. Era Damon el Beta de Luca. —Selene, tenemos noticias de la manada de Luca. Los opositores han tomado el control —anunció, su tono grave—. Ginebra murió en la batalla. El aire pareció detenerse alrededor de Selene. Aunque nunca confió en Ginebra, su muerte m
El peso de su vientre de cinco meses no era lo único que mantenía a Selene despierta aquella noche. Su cabello era largo y oscuro, caía en suaves ondas sobre sus hombros, y sus ojos verdes brillaban. Se sentó en su escritorio, revisando una vez más los libros financieros de la manada Luna Creciente. Sin embargo, las cifras no cuadraban. No importaba cuántas veces repasara los números, algo no estaba bien. Faltaba dinero. Y no era una pequeña cantidad. —¿Cómo es posible? —murmuró para sí misma, pasando una mano sobre su frente, sintiendo la presión acumulándose. Los gastos habían aumentado sin explicación. Había facturas pendientes, reparaciones que no se habían hecho, y aun así, los fondos de la manada parecían desaparecer sin dejar rastro. Selene suspiró, sintiendo que el estrés hacía eco en su vientre, donde su bebé se movía suavemente. No solo era Luna de la manada, sino que también debía velar por el bienestar de su familia. Kayden, su compañero y Alfa, era un hombre imp
El frío de la noche mordía la piel de Selene mientras se alejaba de los terrenos de la manada, cada paso más doloroso y pesado. El viento susurraba entre los árboles, pero no podía oír nada más allá del eco de las palabras de Kayden. "Ese bastardo no es mi hijo." Esas palabras habían perforado su corazón como dagas envenenadas. Acarició su vientre hinchado con ternura, sintiendo los débiles movimientos de su bebé, el único ser que ahora le quedaba en el mundo.. —Lo siento, mi pequeño —susurró, intentando contener las lágrimas—. Esto no es justo... no para ti. Sus pies avanzaban automáticamente, pero su mente estaba atrapada en los recuerdos, en las promesas rotas. Ella dejó su manada por una promesa. Aunque fue forzada a estar con Kayden, se esforzó por cumplir con sus responsabilidades como Luna, cuidando de la manada y asegurando la continuación de la línea de Kayden. Como esposa, le dio todo su amor con cada fibra de su ser. Y ahora, el hombre por el que había renunciado a todo