Selene fingía llorar mientras caminaba hacia el despacho con Armand, el anciano del consejo. Kayden, ya vestido, llegó a los pocos minutos. La rabia se apoderaba de él, y sin pensarlo, jaló el brazo de Selene con fuerza.
—Tú lo planeaste todo, ¿verdad? —gruñó, con los ojos encendidos de furia. Selene lo miró con desafío. —¡Suéltame! —exigió, intentando zafarse de su agarre. Kayden apretó los dientes, su cuerpo temblando de ira.Armand, con su voz grave y llena de autoridad, intervino al ver la escena. —¡Suéltala ahora mismo, Kayden! —exigió, su mirada dura—. Eres una vergüenza para tu apellido, para la manada. No puedo creer lo que has hecho. Kayden soltó el brazo de Selene bruscamente y se volvió hacia Armand, con una sonrisa arrogante en el rostro. —¿Vergüenza? —respondió Kayden con desdén—. Yo soy el Alfa, y hago lo que debo. No me darás lecciones, viejo. —Eres una vergüenza para tu manada —dijo Armand con voz firme, señalando a Kayden con un dedo tembloroso de ira—. Ahora comprendo por qué me han reportado la fuga de dinero. ¡Claro, tú te lo has gastado con tu amante! Kayden frunció el ceño, pero Armand continuó, sin darle oportunidad de interrumpirlo. —Los lobos están sufriendo. Los huérfanos están muriendo de hambre y a ti no te importa —gritó, su voz resonando en la habitación. —No sé de qué estás hablando —respondió Kayden, su tono defensivo y arrogante—. Yo no me he gastado dinero en nada. Armand lo miró con desprecio, sintiendo que la rabia lo consumía. Selene, a su lado, comenzó a finge sollozos, agregando dramatismo a la escena. —Kayden, ¿cómo has podido hacer esto? —dijo Selene entre lágrimas, su voz temblorosa—. ¿Te importa tan poco tu manada? Kayden iba a explotar de ira. La rabia burbujeaba en su interior al darse cuenta de que todo era un plan de Selene. —¡Es todo culpa de Selene! —gritó Kayden, furioso—. La cuenta no se concilió porque ella ha estado gastando el dinero en secreto, apoyando al enemigo. Lila ya vestida entró en la sala con un gesto decidido. Arrojó un montón de cartas sobre la mesa, frente al anciano Armand. —Esto es evidencia —afirmó Kayden con voz grave—. Selene está colaborando con el enemigo. Ha estado pasando información a Alfa Luca. Los ojos de Selene se abrieron con sorpresa. Este giro inesperado la tomó desprevenida; sabía que en su vida anterior fue incriminada, pero no tan pronto. Sintió el sudor en las palmas de sus manos y el temor de que Kayden estaba a punto de matarla nuevamente. —¡No es cierto! —protestó Selene, mirando desesperadamente a Kayden—. ¡Esto es un plan para arruinarme! —¿Y tú piensas que te van a creer? —replicó Kayden, sus ojos ardían con rabia—. Has traicionado a tu propia manada. Armand, el anciano lobo, intervino, su voz serena pero firme.—Kayden, debes controlarte —¿Controlarme? —exclamó Kayden, incredulidad en su tono—. Ella está en el lado del enemigo. La tensión en la sala era palpable. Kayden, con el rostro enrojecido por la ira, señaló a Selene con un dedo tembloroso. —¡Tú, Selene! Eres una traidora —exclamó, su voz resonando como un trueno en el silencio—. Has conspirado contra mí, y esto no lo voy a permitir. Selene, sintiendo el peso de su mirada, intentó mantener la calma, pero su corazón latía desbocado. —No soy una traidora, Kayden. —dijo, tratando de que su voz no temblara. Armand, el anciano y respetado miembro del consejo, se puso de pie, su mirada dura y decidida. —Kayden, por favor, considera que Selene está embarazada. —intervino, su tono grave resonando en la sala. Kayden despreció las palabras de Armand, su arrogancia evidente. —¿Embarazada? —repitió con desdén—. ¿Y quién te dice que ese hijo es mío? Podría ser el hijo de otro, y me ofendes al sugerir lo contrario. Selene sintió que las lágrimas amenazaban con brotar. Se mordió el labio para contenerse. —Eso no es justo, Kayden. Yo... —¡Silencio! —gritó Kayden, levantando la mano—. No quiero oír más mentiras. A pesar de sus protestas, Selene fue condenada. Su voz quedó ahogada en un mar de confusión y desesperación. —Selene, te sentencio a permanecer detenida temporalmente en prisión hasta que des a luz —anunció Armand con pesar, mientras su rostro reflejaba la tristeza por la decisión que debió tomar. Kayden se cruzó de brazos, satisfecho. —Quizás así aprendas lo que significa traicionar a tu Alfa —añadió con una sonrisa fría.—Y tú, Kayden, durante el embarazo de tu Luna, estuviste en la cama con otra. No tengo el poder para ejecutarte, ¡pero decreto que Lila no podrá acercarse a ti por un tiempo! —dijo Armand mirando a Kayden.
Selene, llevada hacia la camioneta de la prisión, sentía que su mundo se desmoronaba. Cuando finalmente la llevaron al calabozo, un escalofrío recorrió su espalda al ver que los lobos responsables de escoltarla yacían muertos, sus cuerpos sin vida esparcidos en el suelo. Un lobo alto, imponente y de aire amenazante, apareció frente a ella, atrayendo su atención. Se acercó, su presencia era casi abrumadora. El lobo abrió la puerta de la camioneta con facilidad, usando sus garras. Su mirada fija en Selene revelaba su furia latente. Su pelaje era oscuro y poseía un tono de ojos color ámbar, él no tardo en transformarse y convertirse en un hombre alto de cabello oscuro y ojos grises que ella conocía a la perfección, era Alfa Luca. —He venido a reclamar lo que es mío — Alfa Luca la miro a los ojos—. ¿Cómo te atreves a llevar en tu vientre al hijo de otro? Selene sintió que su corazón se encogía. —Luca... —murmuró Selene—, soy la Luna de Alfa Kayden, eso es mi deber... Él se acercó más, su mirada fija y penetrante. —Estás embarazada de otro hombre, no de tu pareja destinada —afirmó con desdén.A penas consciente sobre el suelo, mientras Alfa Luca la observaba con intensidad. Su belleza era innegable, aunque no quiere aceptar, cada rasgo suyo lo fascinaba, pero más allá de eso, lo que lo consumía era la certeza de que ella era su pareja destinada. No podía evitar acercarse a ella, mientras dentro de él ardía un deseo de humillarla y atormentarla, como un castigo por su rechazo y traición. Se acercó lentamente y la tomo en brazos, sus ojos recorriendo cada línea de su rostro. Suya, pensó con posesividad. Lo sería para siempre. Pero justo en ese momento, apareció Kayden, su mirada llena de furia a su lado estaba Lila, su amante.. —¿Qué crees que estás haciendo con mi esposa? —rugió Kayden, con la ira evidente en cada palabra. Las tensiones se podían cortar con un cuchillo. Las cuatro personas se enfrentaban en una batalla silenciosa de miradas y poder. Selene, aún pálida y debilitada, observaba desde un rincón mientras Kayden, su antiguo esposo, reclamaba con furia. —¿Q
Selene había estado prisionera durante meses, aislada y rechazada por todos. Su vientre, que no paraba de crecer, era un recordatorio constante de la situación en la que se encontraba. Los días se volvían cada vez más largos, mientras reflexionaba sobre todo lo que había sucedido. Había llegado a una conclusión dolorosa: Kayden la había rechazado después de que él y Lila están juntos. En ese momento, él había roto el vínculo que los unía, lo que sin duda había desencadenado que se convirtiera en la pareja destinada de Alfa Luca. Selene se debatía entre la confusión y el dolor, intentando entender cómo y cuándo todo había cambiado. Aún recordaba como Alfa Luca y la manada Rogue la había repudiado cuando se marchó con Kayden. Los últimos meses habían sido un infierno. Nadie la visitaba, nadie se preocupaba por ella. La soledad era su única compañía, excepto en las ocasiones en que Lila aparecía, no para ofrecer consuelo, sino para burlarse cruelmente de su situación. Y Kayden… cada
Selene no dejaba de llorar, sus lágrimas rodaban por sus mejillas mientras el sonido del llanto de su bebé resonaba en la celda oscura y fría. Había dado a luz sola, sin ayuda, abandonada a su suerte. Su cuerpo estaba agotado, cada parte de ella dolía con una intensidad insoportable, y la sangre continuaba fluyendo, tiñendo el suelo bajo ella de un rojo oscuro. El dolor la debilitaba a cada segundo, haciéndole pensar que el final estaba cerca.A pesar de todo, su mirada no se apartaba de su pequeño. El bebé, apenas recién nacido, tenía el cabello oscuro, espeso, y unos ojos azules intensos, idénticos a los de Kayden. Aquel parecido la desgarraba por dentro, pues no podía evitar recordar todo el sufrimiento que él le había causado.Con manos temblorosas, Selene tomó a su hijo, acercándolo a su pecho, sintiendo el calor de su pequeño cuerpo. Sabía que sus fuerzas la estaban abandonando, que no le quedaba mucho tiempo. Sus labios temblaron al susurrarle unas palabras que él nunca entende
Lila, con el corazón acelerado y las manos temblorosas, se apresuró a la cabaña de la bruja anciana. El aire era espeso y húmedo, como si el bosque mismo supiera que algo oscuro estaba por suceder. No podía quitarse de la cabeza esa mirada del maldito bebé, esos ojos azules brillantes que parecían perforar su alma. Sabía que algo estaba mal, que ese niño no era normal. Cuando llegó a la puerta de la cabaña, apenas tuvo tiempo de respirar antes de golpear con fuerza. La puerta crujió, y una voz ronca, llena de sabiduría y misterio, la invitó a pasar. —Entra, niña —dijo la bruja sin mirarla, sentada frente a una mesa cubierta de viejos frascos y velas apagadas—. Puedo sentir tu miedo desde aquí. Lila cruzó el umbral y se detuvo frente a la anciana. El lugar olía a hierbas secas y humo, y el ambiente estaba cargado de magia antigua. Lila tragó saliva, tratando de controlar su temblor. Sabía que no podía permitirse mostrar debilidad ante la bruja, pero lo que había visto en la celda co
Selene estaba completamente aterrada mientras cargaba a su bebé contra su pecho, sintiendo su pequeño cuerpo acurrucarse en busca de su calor. El bebé, frágil e inocente, no tenía idea del mundo cruel en el que había nacido, ni del peligro que lo acechaba. Selene lo amamantaba con delicadeza, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Aunque estaba agotada y dolorida, sentía una necesidad feroz de proteger a su hijo. La celda era fría y oscura, y la cadena de metal que rodeaba su tobillo le recordaba constantemente su condición de prisionera. No había libertad, no había compasión, solo el eco de los gritos y burlas de los guardias que la mantenían cautiva. Sus últimos meses habían sido un infierno interminable, pero ahora, con su bebé en brazos, todo había cambiado. Había arrancado un pedazo de su vestido para envolver al bebé, intentando darle algo de calor en ese lugar lúgubre. Mientras lo observaba con ojos llenos de angustia, notó algo que la hizo contener el aliento. Su piel
Selene siguió al guardia por los pasillos oscuros de la mansión, su corazón latiendo con fuerza. El pequeño Aron descansaba en sus brazos, su cálida presencia siendo lo único que mantenía a Selene en pie. A cada paso, sus instintos de loba se encendían, alertándola. Todo parecía demasiado fácil, demasiado calculado. El guardia la condujo a una puerta vieja, oculta tras unas pesadas cortinas. Selene frunció el ceño, deteniéndose un instante. ¿Qué estaba pasando? El lobo dentro de ella gruñó, inquieto. —¿Por aquí? —preguntó Selene con desconfianza, apretando más a Aron contra su pecho. El guardia evitó mirarla a los ojos. —Sí, Luna. Es el túnel secreto. Podrá escapar sin ser vista —respondió él con voz tensa. Antes de que pudiera dar un paso más, una risa fría y familiar resonó detrás de ellos. —Oh, Selene, siempre tan ingenua —la voz de Lila llegó con una frialdad cortante. Selene giró sobre sus talones, y allí estaba Lila, emergiendo de las sombras como un depredador al ac
Selene corría entre los árboles, el viento frío azotando su rostro, pero todo lo que sentía era el calor sofocante de la desesperación. Aron, su pequeño cachorro, se debilitaba con cada segundo que pasaba, y su corazón latía con una intensidad abrumadora. El pánico nublaba sus sentidos, pero no podía rendirse. Debía encontrar una forma de salvarlo, de restaurar el calor y la vida que apenas se aferraba a su hijo. —¡Aguanta, mi amor, por favor! —murmuraba entre jadeos, abrazando con fuerza a Aron, cuyo cuerpo estaba más frío que nunca. Con un último esfuerzo, Selene llegó a la orilla del antiguo lago, donde el agua oscura parecía emanar una energía ancestral. Sabía que este lugar podía ser su única esperanza. Sin pensarlo dos veces, tomó a Aron y, con el corazón palpitando de ansiedad, lo sumergió en el agua fría. En el instante en que el líquido tocó su piel, algo extraordinario ocurrió. Aron comenzó a brillar con una luz intensa y cálida, como si el mismo lago le estuviera infu
El Alfa estaba completamente consumido por la ira, sus músculos tensos mientras caminaba de un lado a otro, su mente llena de pensamientos oscuros. Cada vez que su mirada se posaba en Selene, una ola de rabia lo invadía. No podía soportar tenerla tan cerca, recordándole su traición, su elección de un miserable como Kayden. Y ese maldito cachorro… el pequeño Aron parecía un reflejo del hombre al que tanto despreciaba. —Alfa no debemos deshacernos de ella—gruñó a Damon, su Beta, cuya expresión era un equilibrio entre preocupación y lealtad. —Ella representa mi humillación —Gruño el Alfa Luca Damon lo miró con cautela, consciente de la explosión de furia que amenazaba con desatarse. —Alfa, debemos tener cuidado. Ella es una madre, y su hijo… —¡Ese cachorro no es más que un estorbo! —interrumpió Luca, su voz resonando en el aire—. Se parece tanto a Kayden que me enciende la sangre. Con un movimiento brusco, golpeó la mesa cercana, haciendo que algunos objetos cayeran al suelo.