Selene no dejaba de llorar, sus lágrimas rodaban por sus mejillas mientras el sonido del llanto de su bebé resonaba en la celda oscura y fría. Había dado a luz sola, sin ayuda, abandonada a su suerte. Su cuerpo estaba agotado, cada parte de ella dolía con una intensidad insoportable, y la sangre continuaba fluyendo, tiñendo el suelo bajo ella de un rojo oscuro. El dolor la debilitaba a cada segundo, haciéndole pensar que el final estaba cerca.A pesar de todo, su mirada no se apartaba de su pequeño. El bebé, apenas recién nacido, tenía el cabello oscuro, espeso, y unos ojos azules intensos, idénticos a los de Kayden. Aquel parecido la desgarraba por dentro, pues no podía evitar recordar todo el sufrimiento que él le había causado.Con manos temblorosas, Selene tomó a su hijo, acercándolo a su pecho, sintiendo el calor de su pequeño cuerpo. Sabía que sus fuerzas la estaban abandonando, que no le quedaba mucho tiempo. Sus labios temblaron al susurrarle unas palabras que él nunca entende
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