Tras terminar de comer, Rossi pidió uno de sus muchos trajes a domicilio. Estaba tan acostumbrado a hacerlo que, hasta conocía el número telefónico de memoria.
Escogieron viajar en taxi para no llamar la atención de los reporteros, que de seguro estaban esperando su aparición del día y viajaron en silencio los primeros minutos, hasta que Christopher quiso romper el silencio.
—Cincuenta mil dólares me costará la reparación del pent-house —le dijo él y la miró con agudeza.
Lily lo miró también y con mueca temerosa le dijo:
—Oops.
—¿Oops? —preguntó él con sarcasmo—. ¿Incendiaste la clínica del odontólogo a propósito? —investigó después, al recordar la historia que el padre de Lily le había contado.
Ella se rio.
—Tal vez —musitó perversa.
—Eres pirómana, ¿o qué? —preguntó Rossi, confundido.
—No, claro que no… —Lily se quedó pensativa—. Todo es coincidencia. No quise incendiar su cocina, lo juro. —Levantó la mano para jurar—. Tenía hambre y usted no tenía carbohidratos. Las palomitas no funcionaron en el microondas y luego las puse en la hornilla, pero se me olvidaron.
Rossi escuchó su historia con el ceño apretado e hizo una pausa antes de continuar.
—Vamos a reunirnos con mi agente. Te llevaré al nuevo pent-house y quiero que te encargues de remodelarlo y de establecer una oficina para los dos —le ordenó. Ella se puso seria porque supo que habían empezado a trabajar y sacó su agenda para apuntar lo que él le había especificado—. Te reenviaré un correo con las especificaciones de la ropa que debes solicitar con los diseñadores —añadió rápido—. Y compra la comida que te gusta.
Desde allí todo sucedió muy rápido.
Christopher y su agente la dejaron en el nuevo pent-house y se marcharon para disfrutar de un café en privado.
Lily se quedó sola en ese enorme, pálido y frio lugar. Caminó por todos los cuartos, tratando de usar su imaginación para rellenarlos todos, pero eran tantos que, pronto se vio sin ideas.
Se imaginó a Christopher solo en ese lugar y el corazón le dolió. Se imaginó a un niño deambulando por todas partes, sin poder dormir y tuvo que hacer algo para revertir tanta soledad.
Cogió la tarjeta de acceso y los códigos de seguridad y regresó a la calle.
Buscó la tienda de mascotas más cercana y caminó entre las vitrinas con una gran sonrisa.
—Busco una mascota que sea muy fácil de cuidar. Es para mi jefe, que no sabe ni cuidarse a sí mismo… —le dijo Lily a la dependienta del lugar.
La mujer la miró con horror y no supo qué decir.
Lily tuvo que añadir:
—Yo lo cuidaré también, soy su asistente.
La dependiente se quedó más tranquila y le ofreció un hámster.
Lily vio la vitrina de cristal repleta de cosas redondas peludas y lo único que pudo sentir fue ternura.
—¿Una rata? —Pensó Lily.
—Una subfamilia de los roedores —le corrigió la dependienta.
—No muerden, ¿verdad? —preguntó Lily y la mujer introdujo su mano en la vitrina para coger a uno de los pequeños roedores.
—Muerden solo como mecanismo de defensa —respondió la mujer y con suavidad le ofreció al animal entre sus manos. Lily lo cogió con nervio—. Pero no lastiman, son inofensivos.
—Genial, quiero uno —dijo Lily con emoción y escogió todo lo que el hámster necesitaba para estar seguro dentro de su pequeña casa de cristal.
Se llevó todo al pent-house nuevo en el que Christopher viviría y arregló su pequeña casita de cristal con mucha paciencia.
Le preparó una cama, su comida y agua. Limpió los cristales con esmero y le buscó el mejor lugar dentro del lujoso pent-house, donde la iluminación era perfecta.
Tras eso, revisó los juguetes que la dependienta le había recomendado y decidió usar la esfera de plástico transparente para que el hámster estirara sus diminutas patas.
Lo metió allí sin asegurarla bien y lo dejó correr por todos lados, mientras ojeó “El libro”.
Leyó las notas de Christopher con una bonita sonrisa, descubriendo que era un excelente editor y no pudo sentirse más orgullosa de él y de lo mucho que lograrían trabajando juntos.
Se olvidó del hámster y se enfocó en su trabajo.
Christopher regresó media hora después y, apenas atravesó la puerta, lo primero que hizo fue pisar al hámster y asesinarlo.
Lo reventó con su gran zapato de cuero negro y cuando miró el piso para ver qué había aplastado, vio la bola de pelos achatada y cagada.
Y por supuesto que se desmayó, porque no pudo con la impresión de haber aplastado a un animal.
Lily se levantó de sobresalto cuando vio a su jefe caer al piso como un saco muerto y se acercó a él con paso desconfiado, puesto que no entendía qué estaba pasando.Cuando vio al hámster muerto a sus pies, supo entonces porque el hombre se había desmayado o infartado de la impresión.—Señor Rossi —lo llamó y con delicadeza lo tomó por las mejillas para revisarlo.Le levantó los párpados y buscó sus pupilas.Le dio un par de palmaditas en las mejillas para tratar de despertarlo.Cuando el hombre no reaccionó, le desabotonó el saco y puso su oreja sobre su pecho para escuchar los latidos de su corazón. No sabía nada de medicina. ni siquie
Con mueca de fastidio y la respiración ridículamente disparada, Lily se montó a su lado y no pudo mirarlo ni una sola vez a la cara.Se tuvo que resignar a mirarlo de reojo y, para su desgracia, el maldito de Rossi la miraba con orgullo con una amplia sonrisa de victoria.Lily se vio tan agitada que se acordó de esas inútiles clases de deporte que tomaba para ponerse en forma. Se acordó de cómo respirar para tranquilizarse, para nada surgió efecto.Su cuerpo era un traidor.—¿Qué? —le preguntó enojada cuando ya no pudo soportarlo y lo miró a la cara para enfrentarlo.Ser cobarde no era lo suyo.Rossi levantó la comisura de sus labios en una traviesa sonrisa y su mirada se oscureció cuando olió lo excitada y agitada que estaba.Se mantuvo fijo en su rostro y con atrevimiento cogió uno de sus mechones de cabello entre sus dedos.Lily pensó en detenerlo, en marcar límites, pero apenas pudo moverse. Estaba hipnotizada.De la nada, un calor abrasador la invadió entera y pensó que iba a gemi
Al otro día y a primera hora, Lily recibió un mensaje de su jefe. Se levantó corriendo. Se bañó corriendo y viajó hasta su pent-house tras comprar dos cafés en la cafetería favorita de Rossi.Se bajó del elevador a toda prisa y se lo encontró con muebles nuevos.Una alargada mesa ocupaba la sala. Christopher ya había distribuido todos los anuncios. Los había etiquetado y ya trabajaba en observaciones para el cierre del número antes de la impresión.Lily entró agitada y cuando vio a Christopher trabajando arduamente, una bonita sonrisa inundó todo su fresco rostro.Miró los anuncios, los reportajes y las investigaciones con los ojos brillantes y supo que sería un número incre&iac
Lily aseguró bien la puerta. No quería que él pudiera alcanzarla allí.Cuando se vio a salvo y lejos de su mirada intimidante, soltó todo el aire que había aguantado mientras él la sostenía por la nunca con su mano masculina y perfecta.El maldito hasta había hecho que se olvidara de respirar.Se pasó la mano por el cuello y cerró los ojos para respirar profundo.Aún podía sentir los escalofríos que sus dedos habían causado. Podía apostar que nunca la habían cogido así y, desgraciadamente, le había gustado.Se horrorizó cuando sintió el coño empapado y ofendidísima por ser tan “básica”, se bajó las bragas y se limpió con papel. No pretendía darle en el gusto a un gorila como él, aun cuando sabía que en el fondo se estaba engañando a sí misma.—Maldito, infeliz, es peor que su padre —reclamó entre dientes y cuando se oyó hablar en voz alta, notó lo exasperada que estaba.La voz le trepidaba y todo el cuerpo también.Se levantó del váter, se acomodó las bragas ya secas y se miró al espe
Con sobresalto, Lily se levantó del regazo de su jefe y espantada por lo rápido que todo había fluido, se alejó de él cuanto pudo.Era peligroso y, mientras más lejos lo tuviera de su cuerpo, más sano sería para su corazón.Se puso la mano en el seno estimulado y con las uñas se rozó el pezón que, con tanto descaro Christopher le había pellizcado. Incrédula por lo mucho que le había hecho sentir y con tan míseros roces, retrocedió cuánto pudo y, desde su silla Christopher le miró con satisfacción. La sonrisa de diablo no se le borraba con nada y, sin dudas, era la sonrisa de diablo más sugerente que Lilibeth había visto nunca.Sasha se limitó a coger los vidrios destrozados y a reunirlos sobre la bandeja. No los miró ni un solo segundo y, cuando todo estuvo limpio, desapareció apurada por la puerta de la cocina.—No me mires así, Lily, me haces sentir culpable —le dijo él ante el desgarrador silencio que había entre los dos.La sala enorme y fría no ayudaba en nada.—Pero lo es —le r
Lily intentó ser disimulada con el preocupante tema de sus bragas, y con esfuerzo y mentiras se quitó a Christopher de encima por un par de minutos.Se escabulló al baño para quitarse las bragas. Las lavó con agua y jabón, porque, aunque le avergonzara reconocerlo, estaban impregnadas con el olor de su coño.Intentó secarlas con papel, con una toalla, pero nada funcionó.En los cajones buscó alguna secadora de cabello, pero nada halló, solo vacío blanco que la frustró.Al salir de su extraño encierro, Christopher la estaba esperando de pie frente a la puerta. Con las manos en los bolsillos y una mueca seductora que la hizo contener el aliento.—¿Qué estabas haciendo ahí, encerrada? —le preguntó cuando se miraron a las caras.Ella se puso roja de golpe y el corazón se le aceleró de la nada.Christopher bajó sus ojos hasta su mano. Lily llevaba empuñadas las bragas y con prisa las escondió en su espalda cuando se vio descubierta.—Nada —murmuró sintiéndose extrañamente culpable y se esca
Cuando Lily leyó aquello, se quedó helada unos instantes y tuvo que beberse todo el licor de su vaso para apagar los celos que empezaban a prenderse dentro de su barriga.Bebió copa tras copa queriendo sofocar las mariposas, los celos, el deseo de lanzarse a los brazos equivocados. Bebió sin ser consciente de que no poseía resistencia y que, con dos copas, ya era la borracha feliz.Joel la miró complicado, sin entender muy bien lo que estaba pasando con ella. Cambió su actuar drásticamente.Aunque Joel siguió a su lado, hablando sobre el gran cambio que se avecinaba para ellos ahora que aparecerían en Craze, Lily no pudo escucharlo. Estaba ensimismada en pensamientos nocivos. Se imaginaba a Christopher divirtiéndose con la científica y se crispaba como chihuahua rabioso.Solo reaccionó cuando dijeron su nombre y Joel le dio un pellizco en el brazo para traerla de regreso.—Señorita Lilibeth Lopez, ¡felicidades! —Escuchó y despertó de su letargo a la fuerza.Se encontró a todos los pre
Para no caer en el arrepentimiento, Rossi le dejó un dulce beso en la frente y se marchó.Se encerró en su cuarto y bajo llave. Se alejó cuanto pudo de la puerta y, asustado por lo que sentía, se metió al cuarto de baño y bajo el chorro de agua fría.Fue la decisión más difícil que tomó nunca, porque el deseo que sentía por ella lo abrumaba, lo cegaba, pero no quería convertir a Lily en ese juego del que pronto se cansaba.Sentía que no era mujer para unirse a su larga lista de amantes casuales, sino, para comenzar y encabezar esa lista que nunca se había atrevido a iniciar.Con ella había encontrado calma.Ella le transmitía la sensación de seguridad más grande que había saboreado nunca y que le recordaba terriblemente a su fallecida madre.Si lo pensaba de ese modo, era grotesco comparar a Lily con su madre, pero la verdad era que, no veía a Lily con ojos de madre, muy por el contrario, la veía como la presa más deliciosa y carnosa que había sazonado nunca.Y se la iba a comer cuando