10

El deseo ciego de empezar una guerra con su nuevo jefe le duró apenas cinco minutos, más al recordar sus valores, principios y el corazón noble que tenía dentro del pecho.

Además, no podía negar que verlo en todo momento a través de esos cristales era la cosa más intimidante a la que se había enfrentado antes y ella no sabía si quería oponerse a ese demonio de ojos azules.

Intentó mantener la cabeza fría en todo momento y se enfocó en responder los más de quinientos correos que tenía pendientes. La mayoría de ellos era información que rebotaba desde otros departamentos y también otras revistas pertenecientes al gran conglomerado que era Revues.

El teléfono timbraba en todo momento y antes de qué la hora del almuerzo llegara tenía la mano acalambrada por todas las notas que había escrito para su jefe.

De las cuarenta notas, treinta pertenecían a modelos que esperaban el llamado de Christopher para una segunda cita y las otras diez pertenecían a mujeres despechadas a las que Christopher les había roto el corazón.

Aunque a Lily no le gustó escuchar sus voces desesperadas por un poco de atención masculina, no pudo negar que, tanta insistencia y de parte de tantas mujeres solo despertó su curiosidad.

Al final, era mujer y, si bien, conocía bien a los tipos como Rossi, no podía negar que era desgraciada e ilógicamente guapo. Cada parte de él estaba estratégicamente creada para enloquecer a las mujeres.

Claro, no se podía negar que había heredado el encanto de su padre, también sus millones, pero su vestir, sus músculos, su andar, su hablar, eran parte de esa composición que, su único fin, era mojar bragas.

Y sus bragas estaban mojadas, aun cuando le resultara detestable y arrogante, el muy desgraciado había cumplido su único propósito en la vida.

—Señorita López —escuchó a los lejos y la joven regresó en sí después de mariposear por la belleza masculina de su jefe.

Alzó la vista, riéndose coqueta y divertida al darse cuenta de los alcances de su jefe y cuando se encontró con la cara de Christopher, llena de muecas de aborrecimiento, se levantó de rebote.

Balbuceó asustada una cuantas discordancias, más por la forma despectiva en que su jefe la miraba.

»Los teléfonos no dejan de timbrar y usted ¿qué? —le preguntó con rabia—. No le pago para que se ponga a soñar despierta. —La miró severo—. Estamos planificando el suplemento más importante de la temporada y usted no es capaz de hacer bien el único trabajo que le corresponde.  

A Lily le dolió que menospreciara su gran trabajo de la mañana, más al minimizarla a una sola labor, cuando se la había pasado al teléfono y respondiendo correos, si hasta le había comprado su desayuno.

Pero escogió mantenerse respetuosa y le respondió:

—Lo siento, señor Rossi, no volverá a suceder.

Respiró agitada y agarró sus notas para enseñárselas a él, para mostrarle que había hecho su trabajo toda la mañana.

»Lo llamaron muchas modelos, dejaron su números, direcciones y…

—Envíales flores a todas y escríbeles una nota de “no eres tú, soy yo”… y toda esa m****a que las mujeres se creen —contestó déspota y al ver la cara de sobresalto de Lily, le dijo—: lástima que no puedo despedirte, con lo ineficiente que eres.

Tras eso, se marchó y no miró atrás. No tenía motivos para hacerlo, puesto que no quería encontrarse con la cara de su fea asistente.

Lily se quedó de pie, pestañeando rápido por todo el actuar del hombre, sintiéndose más desacomodada que nunca. Apretó con rabia las notas que tenía en las manos y pensó en todas esas pobres e ilusionadas mujeres a las que tendría que escribirles para consolarlas.

Claro que sintió más rabia cuando recordó que la había llamado ineficiente. Podría ser muchas cosas que aceptaba con dignidad: gorda, pelo chamuscado, mojigata, vendedora de biblias, pero, ineficiente, jamás.

Vio al hombre a través de los cristales y con rabia regresó a su asiento.

Buscó en internet y a toda prisa se puso en contacto con una florería; realizó un encargo masivo de flores y, si bien, sabía que el fin de las flores y las notas era calmar a esas pobres almas en desgracia, decidió que le daría a su nuevo jefe un poco de su propia medicina.

Apenas terminaba de cerrar el pedido cuando Christopher dejó su oficina, pisando apresurado y acomodándose el saco gris por la espalda.

—Arriba, López —ordenó firme y caminó sin decirle más nada.

Lily se levantó, pero no entendió su vana explicación y se le quedó mirando desde su lugar con lio.

El hombre gruñó rabioso por su falta de iniciativa y regresó a buscarla.

Se plantó ante ella para reprocharla otra vez, pero la joven le miraba con tanta ansia que, se vio intimidado por sus ojos color miel y ese rostro al natural.

—Señor... —susurró cuando Christopher no logró decir nada.

Carraspeó tenso.

—Tenemos que salir. Voy a reunirme con Roux en el restaurante de Madison —explicó.

Lily le miró liada.

—¿Quiere que vaya con usted? —investigó emocionada.

Rossi rodó los ojos.

—¡Por supuesto que sí! —le dijo y caminó otra vez. En esa oportunidad ella atinó a agarrar su bolso y perseguirlo por todo el lugar—. A donde yo voy, tú vas —añadió apuntando con su dedo índice—. A la hora que sea, donde sea…

—Sí, señor —respondió Lily, ciertamente satisfecha de saber que, por primera vez comería en un restaurante tan elegante como lo era el “Madison”.

Pero las cosas no fueron como ella las imaginó y le tocó esperar afuera, en la acera, como a las mascotas y, para su desgracia, con las mascotas de las mujeres ricas.

—No te muevas de aquí —le ordenó Rossi.

Con tres grados y los pies congelados, Lily se quedó de pie en ese lugar.

Al principio miró por los cristales y estudió en silencio a todos esos comensales disfrutar de sus platillos exclusivos, pero cuando vio a Roux y a su jefe riéndose de ella, decidió voltear y mirar en otra dirección.

—Eres cruel, hermano, muy cruel —le dijo Roux riéndose y mirando la falta de estilo de Lily.

Christopher bebió vino y se limpió los labios antes de hablar.

—No soy cruel, soy realista —refutó seguro—. Esto es Craze, no Discovery Chanel —se burló.

Roux explotó en una carcajada y desde su puesto volvió a mirar a Lily; aunque le resultaba una chica totalmente opuesta para el mundo exigente en el que se desenvolvían, tenía y corazón y no pudo sentirse tocado por la carita de tristeza con la que ella esperaba afuera.

—Sigue siendo una persona —le dijo Roux, muy pensativo y antes de que su amigo dijera algo, se le adelantó—: cuidado con los inspectores laborales. Lo que haces, se le dice discriminación laboral y…

—No me vengas con esa m****a de la discriminación —respondió Rossi con arrebato—. Ella debe sentirse discriminada desde que nació. Estoy seguro de que ni siquiera es legal. Además, te apuesto que ni debe saber que tiene derechos —se rio burlesco y Roux le miró desde su lugar con lástima.

Pero no sentía lástima de Lily ni por el infortunio que la perseguía desde la cuna, sino, por su amigo Christopher Rossi.

Era un déspota narcisista que solo tenía pensamientos para sí mismo y nadie más.

Nadie era más importante que él y su pene en todo el maldito mundo.

Nadie era más importante que Christopher Rossi.

Cuando terminaron de comer, pagaron la cuenta con una de las tarjetas negras que Revues les proporcionaban para sus gastos y dejaron el restaurante sin siquiera mirar a Lily.

Ella entendió de qué iban esas actitudes de ricachones egoístas y se limitó a perseguirlos cabizbaja y con las tripas clamando por un poco de comida.

Rossi y Roux no hablaron de trabajo. Se centraron en hablar de sexo, de putas con las que se podían acostar y negocios que podían cerrar para inflar más sus cuentas bancarias.

Cuando llegaron a las dependencias de Revues, Christopher recordó que era Lily quien los acompañaba. Aunque ella esperaba tener una hora libre para ir a comer, su jefe no vaciló en llenarla de órdenes:

—Necesito que vayas hasta el almacén de Revues en la zona oeste y confirmes que la infraestructura para la sesión de Dior esté allí. Cuando regreses, pasa por la lavandería y recoge mi saco para la fiesta de Marlene de esta noche. Recoge mis zapatos en Ford y encárgate de que Sofia Vitale no esté en la m*****a lista de invitados —le ordenó a toda prisa. Lily le miró con sobresalto. Él solo hizo una pausa para respirar y continuó—: En Revues recoge los prototipos de Aldie y recoge todos mis mensajes con July. Cuando termines, tráeme la cena del restaurante vegano que me gusta.

Lily se quedó boquiabierta cuando entendió que no tendría tiempo libre para comer, sino que tendría que hacerlo mientras corría por la ciudad, aun así, aunque Rossi estaba metiéndose con lo más sagrado para ella: la comida, acató sus órdenes y se marchó sin preguntar nada.

Rossi esperó con una sonrisa a que ella le preguntara otra vez sobre sus deberes para gritonearla en público, pero, en vez de eso, la vio partir sin decir más nada.

Por supuesto que pensó que Lily había renunciado y quiso celebrar, pero se contuvo cuando se vio de pie en la calle y frente a las puertas dobles de su edificio.

Con el mentón en alto regresó a su oficina y con una sonrisa saludó a todos los empleados. Estaba tan feliz de creer que había ganado que, se dejó engañar por la falsedad de su mundo.

Cuando pasó junto a July, la recepcionista, le pidió que volviera a levantar el anuncio de Asistente, porque Lily había renunciado y ya no regresaría.

Lo dijo con tanto orgullo y alegría que, cuando Lily regresó de cumplir todas sus órdenes, el karma le dio una gran bofetada en toda la cara.

Cuando la vio al otro lado del cristal, con las mejillas rojas y esa boba sonrisa en los labios, gritó enrabiado, sobresaltando a todos los que lo escucharon.

No vaciló en dejar su oficina con pasos agigantados y enfrentarla.

—¡¿Qué estás haciendo aquí?! —le preguntó exaltado.

Lily, con el cabello esponjoso por toda la humedad del exterior y las mejillas coloradas por todo lo que había corrido, le dijo:

—Ya terminé todo lo que me pidió. Su cena vegana estará aquí a las seis. —Le ofreció su saco perfectamente lavado y planchado, sus zapatos pulidos y los prototipos de Aldie con una m*****a sonrisa en la cara que Rossi detestó.

Él recibió todo con brusquedad y la miró con rencor.

Los ojos se le pusieron tan azules que, Lily balbuceó y mostró apenas un poco de debilidad, pero al recordar que, una guerra silenciosa y fría había empezado entre ellos, le dijo:

—Hice que quitaran a la señorita Sofia Vitale de la lista de invitados de la fiesta de esta noche. También confirmé su vuelo a San Francisco para la próxima semana, la estadía en el hotel y una cena elegante para usted y su acompañante. —Le sonrió, mostrándole por primera vez que, tenía la sonrisa más linda de todos.

Rossi respiró fuerte cuando supo que había hecho más de lo que le había pedido y que, para su infortunio, todo estaba tan perfecto que no supo cómo despreciarla.

Lila Steph

Hola, es un gusto saludarlos. Llegué hace muy poco tiempo a esta plataforma y estoy muy agradecida por la bonita forma en que han apoyado mi trabajo. Quiero agradecerles por darle una oportunidad a Lily; escribí este libro con mucho cariño y adoro a estos personajes. Espero que ustedes también puedan encariñarse con ellos y disfrutarlos tanto como yo. Les prometo un hermoso y divertido romance; también una historia de descubrimiento y crecimiento. Recuerden seguirme, agregar a sus bibliotecas y, si gustan, comentar. Los leo.

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