En las calles sombrías de Nápoles, Marco Ricci, un hombre atormentado por la tragedia, se ha dedicado a entrenarse en las peleas clandestinas para vengar la muerte de su amada hermana pequeña, Isabella, a manos del despiadado jefe de la Cosa Nostra, Vittorio Morelli. Mientras Marco se convierte en un luchador imparable, una revelación sacude su mundo: Vittorio Morelli tiene una hija secreta, la hermosa y enigmática Valentina Morelli, a quien mantiene oculta del peligro de su sanguinario negocio. Cuando Marco es seleccionado por Vittorio para ser el principal guardaespaldas de Valentina, se despiertan emociones que nunca esperó. La atracción entre ellos crece, a pesar de la venganza que atormenta a Marco y la ignorancia de Valentina sobre el oscuro pasado de su nuevo protector. Marco se enfrentará a una balanza que enjuiciará su futuro. ¿Venganza o amor?
Leer másPOV MIACuando finalmente salí del baño, Sebastiano estaba allí, esperándome en el pasillo. Su postura era relajada, con las manos en los bolsillos, pero su mirada estaba fija en mí, penetrante, como si intentara leer lo que estaba sucediendo en mi interior.—Mia, tenemos que hablar —dijo, sin rodeos.—¿Hablar de qué? —traté de sonar despreocupada mientras pasaba junto a él, pero su mano se cerró con suavidad alrededor de mi muñeca, deteniéndome.—De lo que sea que estás escondiendo. Sé que algo pasa. Lo he notado desde esta mañana, desde antes de que fueras al baño.Mi corazón empezó a latir con fuerza, pero me obligué a mantener la compostura.—No estoy escondiendo nada, Sebastiano. Estoy bien, solo un poco cansada, eso es todo.Él entrecerró los ojos, claramente no creyéndome. Dio un paso hacia mí, invadiendo mi espacio personal como solo él podía hacerlo.—Mia, no me mientas. No a mí. ¿Qué está pasando? —insistió, su tono bajo pero cargado de una intensidad que me hizo temblar.—N
POV MIAEl día siguiente llegó más rápido de lo que esperaba, y con él, la creciente ansiedad que había intentado mantener a raya durante toda la noche. Me desperté temprano, mucho antes de que Sebastiano siquiera se moviera, y me quedé mirando el techo, repasando una y otra vez las palabras que pensaba decirle.—Buenos días —murmuró Sebastiano con su voz ronca y adormilada, girándose hacia mí y envolviéndome en sus brazos.—Buenos días —respondí, tratando de sonar normal, aunque mi voz traicionó un leve temblor.—¿Dormiste bien? —preguntó, rozando mis labios con los suyos en un beso suave.—Sí, algo —mentí, porque la realidad era que no había pegado ojo en toda la noche.Sebastiano me observó por un momento más de lo necesario, sus ojos buscando algo en los míos. Era como si pudiera ver a través de mí, y eso me ponía aún más nerviosa.—Hoy tengo una reunión en la mañana, pero volveré para almorzar contigo —anunció, acariciando mi mejilla con ternura.—Está bien —dije con una sonrisa
POV MIAEl día transcurrió lentamente, cada minuto pesando más que el anterior. Mamá finalmente se quedó dormida en el sofá después de almorzar, y yo decidí aprovechar el silencio para relajarme un poco. La sensación de malestar seguía presente, pero intenté ignorarla, enfocándome en el hecho de que Sebastiano y yo habíamos tomado las cosas con calma después de días difíciles.Sin embargo, esa tranquilidad duró poco. Mi teléfono vibró en la mesa, y al alzarlo, vi un correo electrónico del laboratorio médico. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Recordé que, en el consultorio, había decidido dar mi correo en lugar del de Sebastiano para evitar que se preocupara antes de tiempo.Me levanté con cuidado, asegurándome de no hacer ruido y de no despertar a mamá. Caminé hacia el baño, cerrando la puerta tras de mí y bloqueándola. No quería interrupciones ni preguntas.Sentada en el borde de la bañera, abrí el correo con manos temblorosas. Había un archivo adjunto con los resultados. Respiré hon
POV MIACuando desperté al día siguiente, el sol ya estaba alto en el cielo. Sebastiano estaba sentado en un sillón frente a la cama, con un café en la mano y su mirada fija en mí. Parecía haberse levantado horas antes, pero su rostro mostraba una mezcla de preocupación y ternura.—Buenos días, dormilona —dijo, dejando la taza sobre la mesa auxiliar.—Buenos días —murmuré, mi voz todavía ronca por el sueño.—¿Cómo te sientes?Me tomé un momento para evaluar mi cuerpo. Las náuseas habían disminuido, pero aún sentía una ligera debilidad.—Mejor, creo.Él asintió, pero no parecía convencido.—Ya hablé con un médico. Nos está esperando en su consultorio a las diez.—Sebastiano, no es necesario. Probablemente solo sea estrés o algo que comí…—No voy a arriesgarme, Mia. Vamos al médico, y punto —dijo con un tono que no dejaba lugar a discusión.Suspiré, sabiendo que no tenía sentido pelear.—Está bien.Después de desayunar, Sebastiano me llevó al consultorio. Todo el camino permaneció en si
POV MIACuando entré a la casa de mi madre, el aroma a flores frescas y el suave murmullo de música clásica llenaron el ambiente. Su enfermera personal, una mujer amable llamada Clara, me recibió con una cálida sonrisa.—Buenos días, Mia. La señora está en la sala, descansando —me informó.Asentí y caminé hacia la sala, donde encontré a mamá recostada en un sofá amplio, con un chal tejido sobre los hombros y una taza de té en las manos. Al verme, una sonrisa iluminó su rostro.—¡Mia! —exclamó, extendiendo los brazos hacia mí.—Hola, mamá. ¿Cómo te sientes hoy? —pregunté mientras me acercaba para abrazarla.—Mucho mejor, gracias a ti —respondió, acariciando mi rostro con ternura—. Pero tú… te ves cansada, hija.—Es solo el estrés —dije rápidamente, tratando de restarle importancia—. Todo está bien, mamá.Su mirada se volvió analítica, como si pudiera ver más allá de mis palabras.—Ven aquí —me dijo, palmeando el espacio junto a ella—. Siéntate conmigo un momento.Me senté a su lado y,
POV MIACuando desperté y miré el reloj en la mesa de noche, no pude evitar sorprenderme al ver que eran las diez de la mañana. Diez. Nunca me levantaba tan tarde, y lo peor era que todavía sentía sueño, como si mi cuerpo me pidiera quedarse en la cama unas horas más. Últimamente, estaba más cansada de lo habitual, pero lo atribuía al estrés acumulado por el trasplante de mi madre y todo lo que había sucedido con Sebastiano.Con un suspiro, me levanté, sintiendo las sábanas tibias deslizándose por mi piel. Fui directo al baño, donde el agua caliente de la ducha me ayudó a despejarme un poco. Al salir, envolví mi cuerpo en una toalla y me acerqué al armario, observando la ropa perfectamente organizada que compartíamos. Cada prenda de Sebastiano reflejaba su impecable estilo y su personalidad dominante.Opté por algo cómodo pero presentable: unos jeans claros, una blusa blanca ligera y zapatillas deportivas. Justo cuando salía del vestidor, me encontré con Sebastiano, que estaba apoyado
POV MIA—Gracias por traerme de vuelta —le respondí, poniéndome de puntillas para besarlo.Después de eso recibió una llamada, se disculpó y fue atenderla, mientras yo fui hasta la cocina y decidí que haría la cena para nosotros.Mientras Sebastiano hablaba por teléfono en su despacho, yo me dirigí a la cocina, un espacio amplio y moderno que siempre había admirado por su simplicidad y elegancia. Aunque todo parecía demasiado perfecto, casi como si nadie lo usara, había algo reconfortante en estar allí, tocando los utensilios y los ingredientes, como si pudiera transformar este lugar en un hogar real.Abrí el frigorífico, encontrándome con una selección impecable de alimentos frescos, cortes de carne perfectamente empaquetados y un surtido de verduras que lucían recién cosechadas. Me decidí por algo sencillo pero especial: un risotto de hongos, una receta que mi madre me había enseñado y que siempre lograba reconfortarme. Quería que Sebastiano sintiera un poco de esa calidez que yo as
POV MIA—Quiero que volvamos a casa —susurró de repente—. Por favor.Sebastiano se relajó bajo mi toque, pero aún podía sentir la tensión en sus músculos. Sabía lo difícil que era para él ceder, especialmente cuando se trataba de algo tan íntimo como compartir su espacio. Pero ese simple "por favor" que había pronunciado significaba mucho más de lo que las palabras dejaban entrever.—Está bien —le respondí con suavidad, acariciando su rostro—. Volvamos a casa.Sus ojos oscurecidos con emoción encontraron los míos, y aunque no dijo nada más, su mirada lo decía todo. Me estaba permitiendo entrar en su mundo, en su vida, de una manera que no había hecho con nadie más.La casa que Sebastiano había comprado para mi madre era perfecta para su recuperación, pero nunca se sintió como nuestro hogar. Su insistencia en que yo estuviera allí mientras mi madre mejoraba era su forma de cuidar de ambas, pero ahora entendía que él también necesitaba cuidarse a sí mismo, y parte de eso implicaba tener
POV MIAEl sol apenas comenzaba a filtrarse por las cortinas cuando abrí los ojos. La luz tenue pintaba la habitación de tonos dorados y cálidos, pero no era eso lo que captaba mi atención. Era el calor de su cuerpo junto al mío, su brazo fuerte y posesivo alrededor de mi cintura, como si incluso en sueños tuviera miedo de que me escapara.Sebastiano dormía profundamente, su rostro relajado pero aún marcado por la dureza que lo definía. En ese momento, parecía vulnerable, humano, casi como si el peso del mundo que cargaba sobre sus hombros no estuviera presente.No quise moverme, no quería romper la quietud que nos envolvía. Pero la realidad no tardó en colarse en mis pensamientos. Hoy sería el primer día de nuestra nueva realidad. Había decidido quedarme con él, luchar a su lado, pero eso no significaba que todo sería fácil.Me quedé observándolo un rato, memorizando cada línea de su rostro. Había tanto que quería preguntarle, tanto que aún necesitaba entender sobre este mundo en el