CAPÍTULO 5

POV VALENTINA

El agradecimiento se deslizó de mis labios en un susurro, apenas perceptible

— Muchas gracias por todo —murmuré—. Por salvarme y por tu hospitalidad, cocinas muy bien.

Él asintió lentamente, mientras continuábamos caminando hacia la entrada de mi hogar. Pero la distancia entre nosotros parecía haberse ensanchado aún más. Nuevamente estaba el inaccesible guardaespaldas.

—¿Entrarás? —pregunté, buscando romper la barrera que se había erigido entre nosotros.

—Debo reportarlo —respondió con sequedad, abriendo la puerta para mí y dejándome pasar primero.

Sus palabras cortantes resonaron en el aire. Mi interior se hundió con la frialdad de su tono, pero mantuve la compostura mientras continuaba el camino hacia las escaleras. Sin embargo, un impulso irresistible me detuvo antes de que pudiera retirarme por completo.

Me giré para enfrentarlo, encontrándome con su mirada gélida que parecía atravesar mi alma.

—Hasta mañana —dije, no queriendo irme, no sabía por qué, pero no quería dejarlo.

—Hasta mañana, Valentina

Subí las escaleras rápidamente, el eco de mis pasos resonando en el pasillo vacío. Solo cuando estuve en el interior de mi habitación me permití respirar tranquilamente. La tensión de la situación aún latía en mi pecho, y el deseo de no estar sola me impulsaba a querer la presencia reconfortante de Marco por un poco más de tiempo.

Me dejé caer en mi cama con un suspiro, sintiendo el peso de la conmoción que aún me embargaba. La idea de estar sola en esa habitación, con los recuerdos del incidente frescos en mi mente, me provocaba un escalofrío de temor. Sin embargo, recordé que estaba en casa, rodeada de la seguridad de mis paredes familiares, y me esforcé por convencerme de que nada malo sucedería.

Con determinación, decidí que esa sensación de vacío debía desaparecer de una buena vez. Me levanté de la cama y me acerqué a la ventana, dejando que la luz del sol filtrara en la habitación y disipara las sombras de la noche anterior.

Decidí ocupar mi mente con otras cosas, desviando mi atención hacia los deberes del día y las distracciones habituales. Pero, en lo más profundo de mi ser, anhelaba la presencia reconfortante de Marco, aunque fuera solo por un momento más.

[...]

El sol se filtraba a través de las cortinas entreabiertas, pintando rayos dorados en las paredes de mi habitación. Aunque la mañana parecía tranquila, la inquietud se aferraba a mi pecho.

Me levanté de la cama con un suspiro, dejando que mis pies tocaran el suelo frío de la habitación. La noche anterior había sido agitada, plagada de pesadillas y recuerdos dolorosos que se aferraban a mi mente como sombras persistentes. Pero, a pesar del miedo que me había invadido, una determinación feroz ardía en mi interior. Ya no podía quedarme de brazos cruzados mientras mi vida pendía de un hilo.

Me bañé y me preparé para el día, hoy no tenía ninguna clase, pero me reuniría con Ava en su casa para contarle todo lo que había pasado en el día de ayer, necesitaba hablarlo con ella. Bajé las escaleras hacia la sala de estar. Mi padre ya estaba allí, absorto en sus propios pensamientos mientras hojeaba un periódico.

—Buenos días, papá —saludé.

Él levantó la mirada, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de preocupación.

—Buenos días, mi princesa —señaló el lado de su asiento y me senté en él—. Marco me puso al tanto, fui a tu habitación, pero ya estabas dormida y no quise despertarte.

—Estoy bien —susurré.

—Encontraré a esas personas —agarró mis manos y las apretó—. Pagaran por el susto que te hicieron pasar.

Asentí lentamente.

—Tengo pensado ir donde Ava, necesito despejarme —comenté, esperando que estuviera bien.

—Me parece muy bien, lo supuse así que por esa razón Marco ya esta esperándote afuera —me solté de su agarré y me levanté—. Nos vemos para la cena.

Salí de la

—Buenos días, papá —saludé, intentando ocultar el rastro de agitación en mi voz.

Él levantó la mirada, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de preocupación y alivio al verme a salvo frente a él.

—Buenos días, mi princesa —respondió con ternura, señalando el lado vacío del mueble. Me senté a su lado, sintiendo el calor reconfortante de su presencia—. Marco me puso al tanto, fui a tu habitación, pero ya estabas dormida y no quise despertarte.

Me esforcé por mantener la calma, sabiendo que mi padre haría todo lo posible por protegerme.

—Estoy bien —dije, aunque la verdad era que aún me sentía sacudida por el susto.

Él tomó mis manos entre las suyas, apretándolas con fuerza como si quisiera transmitirme su determinación.

—Encontraré a esas personas. —Declaró con firmeza—. Pagarán por el susto que te hicieron pasar y por quererte muerta.

Asentí lentamente, reconociendo su promesa como un rayo de esperanza en medio de la oscuridad que amenazaba con consumirme.

—Tengo pensado ir donde Ava, necesito despejarme —comenté.

Mi padre asintió con comprensión, su expresión suavizándose ante mi necesidad de escapar por un tiempo.

—Me parece muy bien, lo supuse así que por esa razón Marco ya está esperándote afuera —añadió, soltando su agarre sobre mis manos y levantándose del asiento.

Me incorporé también, agradecida por su comprensión y apoyo inquebrantable.

—Nos vemos para la cena —añadió con una sonrisa, antes de despedirme con un gesto y salir de la casa en busca de un momento de paz.

Salí de la casa con un suspiro de alivio, dejando atrás el peso de la preocupación por un momento mientras me dirigía hacia el automóvil donde Marco me esperaba afuera.

Nuevamente, su mirada estaba fija en mí, generando una ansiedad creciente al no poder leer lo que pasaba por su cabeza.

—Buenos días —saludé, tratando de romper el hielo, pero él solo asintió y abrió la puerta trasera del automóvil.

—Entiendo —murmuré, sintiendo un nudo en el estómago ante su actitud distante.

Entré en el automóvil y esperé en silencio a que cerrara la puerta y se sentara al volante para arrancar.

—Vamos donde... —comencé, pero fui interrumpida abruptamente.

—Lo sé —respondió con brusquedad, cortando mis palabras antes de que pudiera terminar mi pregunta.

Fruncí el ceño, desconcertada por su cambio de actitud. No entendía por qué se mostraba tan distante y frío, incluso más que en nuestro primer encuentro. Parecía rodeado de muros impenetrables, como si se esforzara por mantenerme a distancia.

Quizás estaba así porque me había llevado a su casa. Tal vez se sentía obligado a llevarme e irrumpí en su lugar, ahora seguramente estaba resentido por ello.

—Lamento que te hayas visto obligado a llevarme a tu casa —dije, intentando romper la tensión que se había formado entre nosotros.

Su entrecejo se frunció y su mirada se encontró con la mía a través del retrovisor durante varios segundos.

—¿Por qué? —preguntó, su tono de voz más suave de lo que esperaba.

—Es obvio que no querías llevarme allí, y ahora estás... así —señalé vagamente, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para describir su comportamiento—. Tan distante, es incluso peor que la primera vez que nos vimos.

—Nadie me obliga a hacer algo que no quiera —respondió con firmeza, su voz resonando en el pequeño espacio del automóvil.

—Si nadie te obliga a hacer algo que no quieras, ¿por qué estás así? —inquirí, luchando por entender su actitud tan distante.

Suspiró, como si mi pregunta le produjera cansancio.

—Valentina, soy su guardaespaldas, no su amigo —respondió finalmente.

Sentí un nudo en la garganta al escuchar sus palabras. No sabía porque estaba más sentimental de lo normal. Marco me producía miedo y era imposible que un atentado contra mi vida haya cambiado mi forma de verlo.

—Lo entiendo —murmuré.

En cuanto llegamos a la casa de Ava, no esperé a que Marco me abriera la puerta. En su lugar, yo misma tomé la iniciativa y la abrí, ansiosa por llegar a la entrada de la casa donde Ava ya estaba esperándome con los brazos abiertos.

—¿Cómo estás? —susurró ella en medio del abrazo, su preocupación palpable en cada palabra.

—Estoy bien —respondí, tratando de sonar convincente mientras me separaba de ella.

Ava se apartó un poco y miró hacia Marco, quien permanecía en silencio junto al automóvil.

—Eh, Marco, hay un lugar para los guardaespaldas. Puedes ir a la sala de control o quedarte en la cocina. Alfredo te guiará —indicó, señalando a su propio guardaespaldas personal.

Marco asintió en silencio, su expresión imperturbable como siempre. Siguió a Alfredo hacia el lado derecho del exterior de la casa, mientras yo y Ava continuamos nuestro camino hacia dentro.

El ambiente en la casa de Ava era acogedor y familiar, todo lo contrario a mi hogar donde no había nada de familiar en el. Respiré profundamente.

—Gracias por estar siempre para mí, Ava —susurré, sintiendo la gratitud llenar mi pecho.

Ella me sonrió cálidamente, sus ojos llenos de comprensión y afecto.

—Siempre estaré aquí para ti, Valentina. Ahora, vamos a mi habitación. Hay tanto de qué hablar —dijo, tomando mi mano y llevándome hacia el interior de la casa.

[…]

—Y eso fue todo lo que sucedió —terminé de relatarle todos los acontecimientos de ayer, dejando escapar un suspiro de alivio al finalizar mi relato.

Un suspiro similar escapó de los labios de Ava, y la vi luchar por mantener la compostura mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

—Me alegra muchísimo que tu padre haya puesto a alguien como Marco como tu guardaespaldas, porque no sé qué haría si algo te pasara —dijo, su voz temblorosa por la emoción. Me abrazó con fuerza, buscando consuelo en mi cercanía.

—Todo estará bien, lo prometo —respondí, devolviendo su abrazo con igual intensidad, deseando con todas mis fuerzas poder mantener a salvo a las personas que más quería.

Ella se separó de mí repentinamente, y pude ver la angustia reflejada en sus ojos.

—Tiene que ser así, porque el día de ayer mi padre ha confirmado mi compromiso con un capo —anunció, y mi corazón dio un vuelco ante sus palabras.

—¿En-serio? —balbuceé, sorprendida por la noticia.

—Estaba reacia, lo sabes, pero es un capo de alto rango, tiene mucho dinero y es completamente hermoso, es la mejor opción —explicó, aunque su voz sonaba forzada, como si estuviera tratando de convencerse a sí misma.

Una oleada de tristeza me inundó al instante, al darme cuenta de que Ava también estaba atrapada en las garras de la tradición y el deber.

—No deseo casarme sin amor de por medio —murmuré, dejando escapar mis pensamientos en voz alta.

—Sabes que no es una opción para nosotras, es la cosa nostra, los matrimonios arreglados son lo más normal —respondió Ava con resignación, aunque pude percibir la vacilación en su voz.

Asentí lentamente.

—¿En serio estás bien con ello? Ni siquiera lo has visto en persona —inquirí, preocupada por su bienestar—. ¿Y si resulta ser un hombre muy brusco? Puedo hablar con mi padre y…

—Tu padre estuvo ayer presente, Valen —interrumpió Ava, su voz cargada de preocupación. Un escalofrío recorrió mi cuerpo ante sus palabras—. Pude escuchar que… lo siento, está buscando una pareja para ti.

Tragué duro, sintiendo un nudo en la garganta mientras mis piernas parecían debilitarse bajo mí. Si no estuviera sentada, seguramente me habría caído.

—Pero... él me prometió que no sucedería, que yo tendría control de mi vida —confesé, sintiéndome cada vez más abrumada por la situación—. Necesito hablar con él.

Ava asintió con comprensión, colocando una mano reconfortante sobre mi hombro.

—Lo harás, pero no ahora —dijo con firmeza—. Primero te vas a calmar y vamos a comer helado mientras miramos la película más romántica que nos dé diabetes.

Intenté sonreír, aunque sabía que mi expresión debía de ser más bien sombría. Sin embargo, asentí, decidida a brindarle apoyo a mi amiga en este momento difícil, aunque fuera a costa de mis propias preocupaciones.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo