POV SEBASTIANOLa llamada se cortó.El sonido del tono muerto perforó mis oídos, pero yo ya no estaba en control de mi cuerpo.Ya no era humano.Sentí mi corazón latir con una violencia que dolía, que amenazaba con destrozar mis costillas desde dentro. El teléfono resbaló de mi mano y chocó contra la pared, desarmándose en pedazos. Pero no me importó. Nada más importaba.Mia.La tenían.La estaban lastimando.Mis manos temblaban de pura furia contenida, de un odio tan puro y corrosivo que apenas podía respirar.Sentí un rugido salir de mi garganta, inhumano, lleno de desesperación y rabia. Era un animal atrapado en su propia locura.Lancé la silla contra la pared con todas mis fuerzas.Golpeé el escritorio con tal brutalidad que la madera crujió y se astilló bajo mis nudillos. Pero no paré. No podía parar.Su grito.Había escuchado su grito.La imagen de Mia atravesó mi mente como una daga.Su voz, rota.Su miedo, palpable.Su dolor.Grité con rabia mientras derribaba todo a mi paso.
POV MIAEl tiempo perdió su significado.No sabía cuánto llevaba en este cuarto. No sabía si era de día o de noche. Solo sabía que el dolor era lo único constante.Mi rostro latía por los golpes. Mi labio estaba partido. Mi mejilla ardía. Pero eso no era nada.El verdadero dolor estaba en mi pecho.Mi bebé.Lo protegí como pude, encorvándome, apretando los dientes con cada golpe, resistiendo, suplicando en silencio que aguantara.Apreté los ojos con fuerza.Sebastiano, por favor.Por favor, ven por mí.El sonido de pasos me obligó a abrir los ojos.La puerta se abrió de golpe.Y Alessandra entró.Sus tacones resonaron con fuerza contra el suelo de concreto. Su vestido rojo ondeó a su alrededor mientras caminaba hacia mí, la expresión de su rostro era pura crueldad.—Mírate —dijo con un tono de burla—. Tan patética. Tan… insignificante.No respondí.No le daría lo que quería.Pero ella no necesitó una respuesta. Se inclinó un poco, evaluándome con asco.—Por tu culpa no me casé con Seb
POV MIAEl aire olía a humedad y desesperación.Mi cuerpo entero se sacudía con temblores incontrolables, una mezcla de frío, miedo y el dolor que desgarraba mis entrañas. La sangre seguía escurriéndose, cada gota robándome la esperanza de que mi bebé sobreviviera a esto.No podía permitirme caer en la desesperación. No aún.Respiré con dificultad, sintiendo el ardor en mi garganta por el llanto. Mi pecho subía y bajaba rápidamente, como si cada bocanada de aire fuera una batalla. Quería gritar. Quería suplicar. Pero ¿de qué serviría?Nadie en este lugar tenía piedad.Las luces parpadearon sobre mi cabeza. Mis ojos, hinchados por los golpes, se enfocaron en la puerta. La expectativa de que alguien entrara me erizó la piel.Entonces, como si mi miedo la hubiera invocado, la puerta se abrió con un crujido seco.Mi cuerpo entero se tensó.Alessandra apareció en el umbral, su silueta recortada contra la tenue luz del pasillo. No venía sola esta vez. Detrás de ella, un hombre con una compl
POV SEBASTIANOEl rugido del motor se mezclaba con el latido ensordecedor en mis oídos.No podía respirar.No podía pensar en nada más que en ella.Mia.Mía.El pánico era una bestia salvaje dentro de mi pecho, enjaulada y furiosa, desgarrando cada fibra de mi ser mientras las imágenes de lo que podrían estar haciéndole se repetían en mi mente como una maldita pesadilla sin fin.Si le han hecho daño…Si ella…No.No podía permitirme pensar en eso.Mis manos se cerraron con fuerza sobre el volante mientras el convoy de vehículos atravesaba la carretera a una velocidad peligrosa. Detrás de mí, más de una docena de autos nos seguían, todos llenos de hombres armados hasta los dientes.Dario iba en el asiento del copiloto, con la mandíbula tensa, su mirada fija en el camino.—El auto que rastreamos está en la zona industrial —informó, con la voz grave—. Un almacén en las afueras de la ciudad.Mi estómago se encogió con una sensación visceral.Un almacén.Un maldito almacén.Sabía lo que si
POV SEBASTIANOCorrí con Mia en brazos, mi pecho se agitaba con una furia abrasadora mientras sentía la calidez de su sangre empapándome la camisa. No, no, no… No podía perderla. No a ella. No a nuestro hijo.—¡Salgan ya! —rugió Dario por la radio—. ¡Tenemos que movernos!El almacén era un caos. Mis hombres acababan con los últimos enemigos, y las balas aún zumbaban en el aire. El hedor a pólvora y sangre se impregnaba en mi piel.Pero nada de eso importaba.Solo Mia.Solo ella.—Aguanta, amore mio —murmuré contra su cabello, su cuerpo temblaba en mis brazos—. No cierres los ojos. Mírame.Su respiración era entrecortada, apenas un susurro.—Se…bastiano… —Su voz era tan débil que tuve que inclinarme para oírla.Mis músculos se tensaron. Su piel estaba fría.Demasiado fría.No. No la dejaría morir.—¡Muévanse! —bramé, con la desesperación atenazando mi garganta.Dario lideraba la retirada, abriéndonos paso a disparos. Nos cubría las espaldas junto con los hombres restantes, asegurándose
POV SEBASTIANOEl reloj en la pared avanzaba lento, como si se burlara de mí.Segundo a segundo.Golpe tras golpe de desesperación en mi pecho.El sonido de los monitores, el murmullo de los asistentes del médico, el olor a sangre y alcohol medicinal… todo me resultaba insoportable.Pero lo peor era la espera.No aparté los ojos de Mia en ningún momento.Su piel estaba demasiado pálida, sus labios demasiado secos. No se movía. No reaccionaba.Joder, ni siquiera parecía respirar.Mis dedos se aferraron a los bordes de la camilla.No la perderé.No me importa lo que tenga que hacer. No me importa a quién tenga que matar. No me importa si tengo que vender mi alma.Pero no la perderé.—Sebastiano…Dario estaba junto a mí, con el rostro tenso. Sus ojos recorrieron a Mia, la máquina que pitaba con cada latido débil, la sangre que aún empapaba su ropa.—¿Y el bebé? —gruñí, sin mirarlo.El médico se detuvo un segundo.El silencio se sintió como un disparo directo a mi pecho.Y luego…—Estamos
POV SEBASTIANOCada paso que di resonó en el pasillo subterráneo.El aire era pesado, cargado con la humedad del cemento y el eco distante del agua filtrándose en alguna grieta.Pero lo único que importaba era el sonido de los tacones golpeando el suelo.Ella estaba ahí.Esperando.Temblando.Como debería.Dario abrió la puerta.El rechinar de las bisagras viejas fue el único sonido en la habitación aparte de la respiración agitada de la mujer que me había arrebatado todo.Alessandra estaba encadenada a una silla de metal.El maquillaje ya no cubría la desesperación en su rostro. Sus labios estaban partidos, su vestido rasgado y su cabello enmarañado.Una sombra de la mujer arrogante que había osado tocar a Mia.Entré con calma.Con la paciencia de un depredador que saborea la cacería.Dario se quedó en la puerta.Alessandra alzó la mirada cuando mis zapatos de cuero se detuvieron frente a ella.—Sebastiano… —su voz era débil, un hilo tembloroso que se rompió en una súplica—. Podemos
El sonido sordo de mis puños golpeando el saco de boxeo resonaba en la sala de entrenamiento, una sinfonía de frustración y rabia que había sido mi compañera constante. Cada golpe era un recordatorio de la venganza que se me escapaba entre los dedos, como si el saco de boxeo pudiera absorber la oscuridad que me consumía.La imagen de Isabella, mi dulce hermana. Seguía atormentándome. Vittorio Morelli, el jefe de la Cosa Nostra, aún caminaba libre, y mi búsqueda de justicia se convertía cada día más en una lucha contra el tiempo y la impotencia.Mis músculos ya estaban tensos y el sudor resbalaba por mi frente cuando la puerta chirrió al abrirse. Todos sabían que cuando entrenaba no podían molestarme, a menos que fueras Niccoló, mi mejor amigo y aliado en esta venganza, Isa era como una hermana para él.El nombrado entró con una sonrisa que no lograba ocultar la excitación en su rostro.—Marco, amigo mio, tengo buenas noticias para ti —anunció, con una mirada llena de complicidad.Dejé