CAPÍTULO 111

POV SEBASTIANO

El rugido del motor se mezclaba con el latido ensordecedor en mis oídos.

No podía respirar.

No podía pensar en nada más que en ella.

Mia.

Mía.

El pánico era una bestia salvaje dentro de mi pecho, enjaulada y furiosa, desgarrando cada fibra de mi ser mientras las imágenes de lo que podrían estar haciéndole se repetían en mi mente como una maldita pesadilla sin fin.

Si le han hecho daño…

Si ella…

No.

No podía permitirme pensar en eso.

Mis manos se cerraron con fuerza sobre el volante mientras el convoy de vehículos atravesaba la carretera a una velocidad peligrosa. Detrás de mí, más de una docena de autos nos seguían, todos llenos de hombres armados hasta los dientes.

Dario iba en el asiento del copiloto, con la mandíbula tensa, su mirada fija en el camino.

—El auto que rastreamos está en la zona industrial —informó, con la voz grave—. Un almacén en las afueras de la ciudad.

Mi estómago se encogió con una sensación visceral.

Un almacén.

Un maldito almacén.

Sabía lo que si
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