CAPÍTULO 114

POV SEBASTIANO

Cada paso que di resonó en el pasillo subterráneo.

El aire era pesado, cargado con la humedad del cemento y el eco distante del agua filtrándose en alguna grieta.

Pero lo único que importaba era el sonido de los tacones golpeando el suelo.

Ella estaba ahí.

Esperando.

Temblando.

Como debería.

Dario abrió la puerta.

El rechinar de las bisagras viejas fue el único sonido en la habitación aparte de la respiración agitada de la mujer que me había arrebatado todo.

Alessandra estaba encadenada a una silla de metal.

El maquillaje ya no cubría la desesperación en su rostro. Sus labios estaban partidos, su vestido rasgado y su cabello enmarañado.

Una sombra de la mujer arrogante que había osado tocar a Mia.

Entré con calma.

Con la paciencia de un depredador que saborea la cacería.

Dario se quedó en la puerta.

Alessandra alzó la mirada cuando mis zapatos de cuero se detuvieron frente a ella.

—Sebastiano… —su voz era débil, un hilo tembloroso que se rompió en una súplica—. Podemos
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