POV VALENTINA
Temblaba mientras permanecía agachada, abrazando mis piernas con fuerza. Las lágrimas no dejaban de caer mientras mi mente se llenaba de escenarios horribles. Estaba tan asustada, pero mi mayor preocupación era Marco; si le pasaba algo por mi culpa, no me lo perdonaría.
No podía decir cuánto tiempo llevaba en esa posición, pero sabía que era suficiente como para ya no sentir mis piernas. Los disparos habían cesado hace unos minutos, pero simplemente no quería enfrentar la realidad.
Marco vendría por mí. Marco estaría bien, él lo había prometido. Esa certeza era la única cosa que me daba un poco de consuelo en medio de todo el caos y el miedo.
Cuando empezaron a escucharse unas fuertes pisadas, me encogí aún más en mi lugar y cerré los ojos, preparándome para el posible estruendo de las balas. Sin embargo, el impacto nunca llegó. Abrí los ojos de inmediato y jadeé de sorpresa al verlo frente a mí, ileso.
No sé cómo mis piernas encontraron la fuerza, pero me levanté de inmediato al notar su ropa manchada de sangre y su ceja herida.
—¡Oh por Dios! —exclamé, mientras extendía la mano hacia él—. ¿Estás bien?
—No es mi sangre, solo tengo la ceja rota, tranquila —dijo, tomando mi rostro entre sus manos con ternura, mientras intentaba calmar mi inquietud—. No llores.
—Estuviste en peligro por mí —susurré, aferrándome a él—. Lo siento, lo siento tanto y gracias por salvarme.
Las palabras apenas lograban expresar la mezcla de emociones que inundaba el momento. El alivio de verlo a salvo se entrelazaba con la abrumadora culpa por saber que había estado en peligro por mi causa. Sin embargo, también había un profundo agradecimiento por su valentía y su sacrificio para protegerme.
—Me pagan por ello. —Fue su respuesta, y aunque no correspondió a mi abrazo, tampoco hizo nada para alejarme—. Tenemos que irnos.
Me alejé lentamente de él y asentí, comprendiendo.
Salió primero, observando ambos lados, y extendió su mano hacia mí. Me sorprendí, pero aun así entrelacé nuestras manos, sintiendo una pequeña corriente que fluía entre ambas, una conexión inexplicable. La leve tensión que percibí en su espalda me hizo saber que él también era consciente de ella.
Cuando llegamos afuera, pensé encontrar cuerpos, pero no, solo el auto que nos seguía.
—¿Dónde están? —susurré.
—Pensé que no te gustaría verlo, así que los amontoné atrás.
—Gracias, pero estoy acostumbrada.
Mientras regresábamos a casa, no podía evitar que mi mente se atormentara con la idea de que era la segunda vez que alguien intentaba hacerme daño. ¿Podría alguien salvarme una tercera vez? No me sentía optimista al respecto, pero si Marco estaba conmigo, seguramente mis posibilidades de sobrevivir aumentarían.
—Por favor, no me lleves a casa... aún no —susurré, sintiendo que el automóvil se detenía de inmediato. Volteé a verlo—. No quiero estar allí.
Su ceño se frunció y asintió lentamente después de varios minutos.
—Está bien. Iremos a mi casa. Además, necesito darme un baño.
Me sentí un poco aliviada al saber que no tendría que enfrentar mi hogar de inmediato. La idea de regresar a un lugar donde me sentía vulnerable y expuesta me llenaba de ansiedad. Sin embargo, la perspectiva de estar en casa de Marco me generaba cierta incomodidad. Aunque confiaba en él como mi guardaespaldas, aún había un velo de desconocimiento que rodeaba su persona.
Durante el trayecto hacia la casa de Marco, el silencio se interponía entre nosotros, denso y cargado de tensiones no expresadas. Cada segundo se estiraba como si estuviera lleno de preguntas no formuladas y respuestas no dadas.
Cuando finalmente llegamos, me sorprendió lo cálida y acogedora que era su casa. Contrario a lo que había imaginado, no era un refugio frío y desolado, sino un lugar donde la luz y la calidez se filtraban por cada rincón. Estaba ubicado en una excelente zona de la ciudad, formaba parte de un conjunto de edificios y el suyo era el penthouse.
—Hazte como en casa —dijo Marco con un intento de sonrisa, pareció más una mueca—. Voy a bañarme y después prepararé algo para comer. Si necesitas algo, solo dime.
Asentí con gratitud, sintiendo un destello de confianza en medio de la incertidumbre que rodeaba mi vida en ese momento. Quizás, en ese refugio temporal, encontraría un respiro y la claridad que tanto anhelaba.
—También quisiera darme un baño, pero no tengo —señalé mi ropa.
Marco asintió y me indicó que lo siguiera, observando todo meticulosamente. Era un lugar agradable.
—Puedes usar este baño, te traeré algo de mi ropa.
—Gracias —susurré, y entré.
Mientras me quitaba la ropa y me sumergía en el agua caliente, dejé que la tensión y la preocupación se desvanecieran, al menos por un momento.
Cuando salí del baño, envuelta en una suave toalla, me sentí un poco más reconfortada. Aunque la situación seguía siendo incierta, al menos estaba rodeada de un ambiente acogedor y protector.
Pero no tenía por qué sentirme de esta manera en la casa de alguien que ni siquiera conocía. Estaba loca.
Marco me esperaba afuera del baño con algunas prendas de vestir en la mano.
—Aquí tienes.
Agradecida, tomé la ropa que me ofrecía y entré para vestirme rápidamente. Todo me quedaba extra grande, pero era acogedor.
—Realmente aprecio tu ayuda —le dije sinceramente en cuanto salí del baño.
Él asintió con calma, como si quisiera transmitirme tranquilidad con su simple presencia.
—Estoy aquí para protegerte, Valentina. No tienes que preocuparte —respondió con serenidad—. Ahora a la cocina.
Ver a un hombre cocinando siempre era un espectáculo fascinante. La habilidad y destreza con la que se movía, la manera en que coordinaba los ingredientes y las técnicas culinarias, siempre llamaban la atención de inmediato. Y cuando se trataba de alguien como Marco, alto, musculoso y con un rostro serio pero atractivo, la atracción era simplemente irresistible.
No podía apartar la mirada mientras observaba cómo se movía ágilmente por la cocina. Cada gesto era preciso, cada movimiento estaba lleno de confianza y destreza. Sabía exactamente lo que estaba haciendo, y el delicioso aroma que comenzaba a impregnar el aire era una prueba de su habilidad culinaria.
El espectáculo de ver a Marco cocinando era una experiencia en sí misma, una combinación perfecta de masculinidad, habilidad y sensualidad que no podía pasar desapercibida. Sin duda, era un privilegio presenciarlo en acción en la cocina.
—¿Qué sigue ahora? —pregunté.
—Todo continúa. Tu vida no está en pausa —respondió con calma.
—¿Tienes algún indicio de quiénes son esas personas? —inquirí, esperando encontrar alguna pista que pudiera ayudarnos a prevenir futuros ataques.
Marco negó levemente con la cabeza.
—Ellos volverán, volverán por mí y puede que al final no fracasen en su cometido —mis palabras sonaban pesadas.
Se volteó hacia mí, y tragué duro ante su mirada intensa, llena de determinación.
—Volverán y los estaré esperando —gruñó con ferocidad—. Nada malo te sucederá conmigo. Mantente cerca.
Claro que lo haría, no deseaba morir tan pronto.
POV VALENTINAEl agradecimiento se deslizó de mis labios en un susurro, apenas perceptible— Muchas gracias por todo —murmuré—. Por salvarme y por tu hospitalidad, cocinas muy bien.Él asintió lentamente, mientras continuábamos caminando hacia la entrada de mi hogar. Pero la distancia entre nosotros parecía haberse ensanchado aún más. Nuevamente estaba el inaccesible guardaespaldas.—¿Entrarás? —pregunté, buscando romper la barrera que se había erigido entre nosotros.—Debo reportarlo —respondió con sequedad, abriendo la puerta para mí y dejándome pasar primero.Sus palabras cortantes resonaron en el aire. Mi interior se hundió con la frialdad de su tono, pero mantuve la compostura mientras continuaba el camino hacia las escaleras. Sin embargo, un impulso irresistible me detuvo antes de que pudiera retirarme por completo.Me giré para enfrentarlo, encontrándome con su mirada gélida que parecía atravesar mi alma.—Hasta mañana —dije, no queriendo irme, no sabía por qué, pero no quería
POV MARCOUna semana después—Por fin tienes un día de descanso, empezaba a extrañar a mi amigo —comentó Niccoló, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.—Se fueron de viaje por este fin de semana —respondí, dejando caer las pesas al suelo con un suspiro—. Aprovecharé estos dos días sin ella.Sentí su pesada mirada sobre mí y giré para encontrarme con su rostro serio.—¿Seguro? —inquirió, frunciendo el ceño con evidente preocupación—. Si vas a aprovechar estos dos días sin ella, ¿por qué demonios estás aquí en el gimnasio en lugar de estar en algún bar o explorando algún lugar nuevo?Dejé escapar una risa irónica mientras me sentaba en uno de los bancos del gimnasio.—Me gusta el gimnasio —respondí simplemente, sabiendo que mi respuesta no sería suficiente para satisfacer su curiosidad.Niccoló me observó con atención, sus ojos escudriñando mi rostro en busca de respuestas.—Te veo diferente. Te siento diferente —continuó, su tono grave y preocupado—. Esta última semana has estado
POV VALENTINADos días después—¿Por qué estás tan callada? No te gustó el viaje.Volteé a ver a mi padre mientras lo miraba incrédula.—Ame el viaje, pero lo dañaste con tu pequeño anuncio. —Su ceño se frunció—. Me lo prometiste, papá. No me casaría por obligación.Mi padre me miró con una mezcla de sorpresa y preocupación, como si no pudiera entender completamente mi reacción. Suspiró profundamente antes de responder, con voz suave pero firme.—Valentina, amore mio, entiendo que te sientas frustrada y decepcionada. Pero debes comprender que, en nuestro mundo, las cosas no siempre son como quisiéramos que fueran. A veces, debemos hacer sacrificios por el bien de nuestra familia.Sentí un nudo en la garganta mientras luchaba por contener mis emociones. Sabía que mi padre tenía razón en cierto sentido, pero eso no hacía que fuera más fácil aceptar la idea de un matrimonio arreglado.—Lo siento, papá, pero no puedo hacerlo —dije finalmente, con la voz temblorosa—. No puedo casarme con a
POV VALENTINA—¿Has estado en muchos matrimonios arreglados? —pregunté de repente, rompiendo el silencio.—He visto unos cuantos —respondió después de un momento—. Pero cada situación es diferente.—¿Crees que podría ser feliz así? —la pregunta salió antes de que pudiera detenerla.Marco se quedó en silencio por un momento, como si estuviera considerando su respuesta cuidadosamente.—No lo sé. Solo tú puedes decidir qué te hará feliz.—¿Qué te hace feliz a ti? —me atreví a preguntar, volteando a mirarlo.Desde mi lugar su presencia se hacía aún más imponente. Al sentir que lo observaba, sus ojos se encontraron con los míos.—Nada.Fruncí mi ceño sin poder creerlo. Era rudo, gruñón, antipático y un robot, pero incluso siendo todo eso tendría que tener algo que lo hiciera feliz.—¿Nada? —insistí, tratando de entender.—Nada —repitió, su voz baja pero firme. Sus ojos se desviaron de los míos, mirando hacia el horizonte—. Hace mucho tiempo dejé de buscar la felicidad.La tristeza en su to
POV VALENTINAMe había levantado tarde ese día, decidida a aprovechar al máximo las vacaciones antes de volver a la universidad y enfrentar el ajetreo que provocaba. La luz del sol se filtraba suavemente por las cortinas, llenando mi habitación de una cálida luminosidad.Después de una ducha rápida y un desayuno ligero, bajé las escaleras con una sensación de calma que no había sentido en mucho tiempo. Era un raro momento de paz, uno que estaba decidida a disfrutar plenamente.—Buenos días, princesa —saludó mi padre desde su despacho.—Buenos días —respondí, asomándome por la puerta—. ¿Ya has desayunado?—Sí, hace un rato. ¿Tienes planes para hoy?—Nada en particular. Pensaba relajarme un poco, tal vez salir a caminar.—Eso suena bien. Pero recuerda que Marco está aquí para acompañarte si decides salir.Asentí, recordando que mi guardaespaldas estaba siempre cerca, aunque su presencia a veces era fácil de olvidar cuando no estaba a la vista. Subí a mi habitación a recoger un libro y d
POV VALENTINADías despuésEstábamos cenando con papá cuando de repente me dio una noticia inesperada.—Tu prometido llegará en un mes. Está realizando algunos trabajos pendientes en Estados Unidos y, cuando vuelva, haremos la fiesta de compromiso. Un mes o dos después, la boda —se encogió de hombros—. Ustedes ya lo decidirán.Quedé fría en mi asiento; hasta el apetito se me fue.—¿Qué trabajos pendientes? —me atreví a preguntar, pero solo me miró, dejándome claro que no quería saber qué trabajos eran esos. Seguramente, se trataba de asesinar a alguien—. ¿No crees que todo es muy rápido?Negó levemente.—Ya estás en edad para casarte, amore mio. Aparte, entre más rápido se casen, más rápido podrás conocerlo y amarlo.—No creo que lo llegue a amar —susurré.—Ni siquiera lo has visto. Seguramente su físico te deslumbrará y lo otro vendrá con el tiempo.Lo observé fijamente, sin creer que estaba diciendo eso.—¿Tú te enamoraste de mamá? —pregunté.—Con el tiempo la llegué a apreciar, y t
POV MARCO RICCILa iba a besar.Jodidamente iba a besarla, a ella, a la hija de mi enemigo.Sentí un nudo en la garganta crecer a medida que mis pies caminaban rápidamente hacia fuera. Necesitaba poner una distancia lo bastante considerable entre Valentina y yo o terminaría perdiendo la razón por esa princesa italiana.Admitía que era una mujer muy hermosa, seguramente la mujer más bella que jamás había visto en mi vida. Su voz, su delicadeza, sus ojos eran una perdición, una tentación para cualquiera y yo no era la excepción. Jamás en mi vida había sentido esta atracción por alguien, jamás me había sentido así y lo odiaba con toda mi alma, porque no podría ser ella, nunca.El corazón me latía con fuerza en el pecho mientras salía de la casa. Cada paso que daba alejándome de Valentina se sentía como un esfuerzo titánico para mantenerme en control. Pero por más que intentara negarlo, su presencia, su fragancia, su mirada, todo en ella me provocaba una tormenta de emociones que no sabía
POV VALENTINABajé las escaleras y encontré a Marco esperándome al final. No sabía si debía decir algo sobre lo sucedido la otra noche o simplemente actuar como si nada hubiera ocurrido. No podía esconderme más, pero ¿qué diría? No había sucedido absolutamente nada entre nosotros; solo creía que él iba a besarme y tal vez lo había malinterpretado.—Deberíamos salir ahora —dijo, interrumpiendo mis pensamientos.Mi corazón se saltó un latido al escucharlo hablar, pero rápidamente toda emoción o duda se extinguió al escuchar el tono tan frío con el que me había hablado. Ni siquiera un pequeño saludo.—Primero quiero desayunar —informé, caminando hacia la cocina, pero me detuve en cuanto lo escuché.—Puedo detenerme en el camino y llevarla a desayunar.Volteé a verlo, un poco confundida con lo que estaba diciendo.—¿Llevarme a desayunar?—No es una cita —aclaró rápidamente—. Solo me detendré y la acompañaré a desayunar.—No pensé que sería una cita —me defendí, viéndolo fijamente—. Está b