CAPÍTULO 4

POV VALENTINA

Temblaba mientras permanecía agachada, abrazando mis piernas con fuerza. Las lágrimas no dejaban de caer mientras mi mente se llenaba de escenarios horribles. Estaba tan asustada, pero mi mayor preocupación era Marco; si le pasaba algo por mi culpa, no me lo perdonaría.

No podía decir cuánto tiempo llevaba en esa posición, pero sabía que era suficiente como para ya no sentir mis piernas. Los disparos habían cesado hace unos minutos, pero simplemente no quería enfrentar la realidad.

Marco vendría por mí. Marco estaría bien, él lo había prometido. Esa certeza era la única cosa que me daba un poco de consuelo en medio de todo el caos y el miedo.

Cuando empezaron a escucharse unas fuertes pisadas, me encogí aún más en mi lugar y cerré los ojos, preparándome para el posible estruendo de las balas. Sin embargo, el impacto nunca llegó. Abrí los ojos de inmediato y jadeé de sorpresa al verlo frente a mí, ileso.

No sé cómo mis piernas encontraron la fuerza, pero me levanté de inmediato al notar su ropa manchada de sangre y su ceja herida.

—¡Oh por Dios! —exclamé, mientras extendía la mano hacia él—. ¿Estás bien?

—No es mi sangre, solo tengo la ceja rota, tranquila —dijo, tomando mi rostro entre sus manos con ternura, mientras intentaba calmar mi inquietud—. No llores.

—Estuviste en peligro por mí —susurré, aferrándome a él—. Lo siento, lo siento tanto y gracias por salvarme.

Las palabras apenas lograban expresar la mezcla de emociones que inundaba el momento. El alivio de verlo a salvo se entrelazaba con la abrumadora culpa por saber que había estado en peligro por mi causa. Sin embargo, también había un profundo agradecimiento por su valentía y su sacrificio para protegerme.

—Me pagan por ello. —Fue su respuesta, y aunque no correspondió a mi abrazo, tampoco hizo nada para alejarme—. Tenemos que irnos.

Me alejé lentamente de él y asentí, comprendiendo.

Salió primero, observando ambos lados, y extendió su mano hacia mí. Me sorprendí, pero aun así entrelacé nuestras manos, sintiendo una pequeña corriente que fluía entre ambas, una conexión inexplicable. La leve tensión que percibí en su espalda me hizo saber que él también era consciente de ella.

Cuando llegamos afuera, pensé encontrar cuerpos, pero no, solo el auto que nos seguía.

—¿Dónde están? —susurré.

—Pensé que no te gustaría verlo, así que los amontoné atrás.

—Gracias, pero estoy acostumbrada.

Mientras regresábamos a casa, no podía evitar que mi mente se atormentara con la idea de que era la segunda vez que alguien intentaba hacerme daño. ¿Podría alguien salvarme una tercera vez? No me sentía optimista al respecto, pero si Marco estaba conmigo, seguramente mis posibilidades de sobrevivir aumentarían.

—Por favor, no me lleves a casa... aún no —susurré, sintiendo que el automóvil se detenía de inmediato. Volteé a verlo—. No quiero estar allí.

Su ceño se frunció y asintió lentamente después de varios minutos.

—Está bien. Iremos a mi casa. Además, necesito darme un baño.

Me sentí un poco aliviada al saber que no tendría que enfrentar mi hogar de inmediato. La idea de regresar a un lugar donde me sentía vulnerable y expuesta me llenaba de ansiedad. Sin embargo, la perspectiva de estar en casa de Marco me generaba cierta incomodidad. Aunque confiaba en él como mi guardaespaldas, aún había un velo de desconocimiento que rodeaba su persona.

Durante el trayecto hacia la casa de Marco, el silencio se interponía entre nosotros, denso y cargado de tensiones no expresadas. Cada segundo se estiraba como si estuviera lleno de preguntas no formuladas y respuestas no dadas.

Cuando finalmente llegamos, me sorprendió lo cálida y acogedora que era su casa. Contrario a lo que había imaginado, no era un refugio frío y desolado, sino un lugar donde la luz y la calidez se filtraban por cada rincón. Estaba ubicado en una excelente zona de la ciudad, formaba parte de un conjunto de edificios y el suyo era el penthouse.

—Hazte como en casa —dijo Marco con un intento de sonrisa, pareció más una mueca—. Voy a bañarme y después prepararé algo para comer. Si necesitas algo, solo dime.

Asentí con gratitud, sintiendo un destello de confianza en medio de la incertidumbre que rodeaba mi vida en ese momento. Quizás, en ese refugio temporal, encontraría un respiro y la claridad que tanto anhelaba.

—También quisiera darme un baño, pero no tengo —señalé mi ropa.

Marco asintió y me indicó que lo siguiera, observando todo meticulosamente. Era un lugar agradable.

—Puedes usar este baño, te traeré algo de mi ropa.

—Gracias —susurré, y entré.

Mientras me quitaba la ropa y me sumergía en el agua caliente, dejé que la tensión y la preocupación se desvanecieran, al menos por un momento.

Cuando salí del baño, envuelta en una suave toalla, me sentí un poco más reconfortada. Aunque la situación seguía siendo incierta, al menos estaba rodeada de un ambiente acogedor y protector.

Pero no tenía por qué sentirme de esta manera en la casa de alguien que ni siquiera conocía. Estaba loca.

Marco me esperaba afuera del baño con algunas prendas de vestir en la mano.

—Aquí tienes.

Agradecida, tomé la ropa que me ofrecía y entré para vestirme rápidamente. Todo me quedaba extra grande, pero era acogedor.

—Realmente aprecio tu ayuda —le dije sinceramente en cuanto salí del baño.

Él asintió con calma, como si quisiera transmitirme tranquilidad con su simple presencia.

—Estoy aquí para protegerte, Valentina. No tienes que preocuparte —respondió con serenidad—. Ahora a la cocina.

Ver a un hombre cocinando siempre era un espectáculo fascinante. La habilidad y destreza con la que se movía, la manera en que coordinaba los ingredientes y las técnicas culinarias, siempre llamaban la atención de inmediato. Y cuando se trataba de alguien como Marco, alto, musculoso y con un rostro serio pero atractivo, la atracción era simplemente irresistible.

No podía apartar la mirada mientras observaba cómo se movía ágilmente por la cocina. Cada gesto era preciso, cada movimiento estaba lleno de confianza y destreza. Sabía exactamente lo que estaba haciendo, y el delicioso aroma que comenzaba a impregnar el aire era una prueba de su habilidad culinaria.

El espectáculo de ver a Marco cocinando era una experiencia en sí misma, una combinación perfecta de masculinidad, habilidad y sensualidad que no podía pasar desapercibida. Sin duda, era un privilegio presenciarlo en acción en la cocina.

—¿Qué sigue ahora? —pregunté.

—Todo continúa. Tu vida no está en pausa —respondió con calma.

—¿Tienes algún indicio de quiénes son esas personas? —inquirí, esperando encontrar alguna pista que pudiera ayudarnos a prevenir futuros ataques.

Marco negó levemente con la cabeza.

—Ellos volverán, volverán por mí y puede que al final no fracasen en su cometido —mis palabras sonaban pesadas.

Se volteó hacia mí, y tragué duro ante su mirada intensa, llena de determinación.

—Volverán y los estaré esperando —gruñó con ferocidad—. Nada malo te sucederá conmigo. Mantente cerca.

Claro que lo haría, no deseaba morir tan pronto.

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