El sonido sordo de mis puños golpeando el saco de boxeo resonaba en la sala de entrenamiento, una sinfonía de frustración y rabia que había sido mi compañera constante. Cada golpe era un recordatorio de la venganza que se me escapaba entre los dedos, como si el saco de boxeo pudiera absorber la oscuridad que me consumía.
La imagen de Isabella, mi dulce hermana. Seguía atormentándome. Vittorio Morelli, el jefe de la Cosa Nostra, aún caminaba libre, y mi búsqueda de justicia se convertía cada día más en una lucha contra el tiempo y la impotencia.
Mis músculos ya estaban tensos y el sudor resbalaba por mi frente cuando la puerta chirrió al abrirse. Todos sabían que cuando entrenaba no podían molestarme, a menos que fueras Niccoló, mi mejor amigo y aliado en esta venganza, Isa era como una hermana para él.
El nombrado entró con una sonrisa que no lograba ocultar la excitación en su rostro.
—Marco, amigo mio, tengo buenas noticias para ti —anunció, con una mirada llena de complicidad.
Dejé de golpear el saco de boxeo y lo miré, una chispa de esperanza brillando en mis ojos cansados por el esfuerzo del entrenamiento.
—¿Qué noticias?
—Fue una buena idea la que tuviste de fingir un ataque a Valentina. Hemos conseguido que el viejo lobo se preocupe por la seguridad de su retoño.
La noticia encendió un fuego en mi interior. Por fin, un respiro.
—¿Y ahora qué? —pregunté, anticipando la respuesta de mi amigo.
—Vittorio está buscando a alguien de confianza para proteger a Valentina. Mi padre te ha recomendado y hecho que Vittorio viera tus peleas. —Me miró fijamente, la emoción desbordando de sus ojos—. ¿Te interesa el trabajo de proteger a la princesa de la mafia italiana?
Una sonrisa torcida se formó en mis labios. Inhalé hondo y asentí.
Me observó serio de repente.
—Pero Marco, recuerda, esto no es solo por venganza. Proteger a Valentina será tu entrada a la guarida del lobo.
—Sé exactamente lo que tengo que hacer, no te preocupes.
—Sí que estas de buen humor, utilizaste diez palabras para formar una oración.
Rodeé los ojos, le enseñé el dedo del miedo y continúe golpeando el saco, esta vez con emoción hacia el futuro.
Mi vida había cambiado para siempre en una noche oscura y lluviosa en las calles de Nápoles. El eco de los disparos aún resonaba en mis oídos, una siniestra melodía que nunca podría olvidar. Isabella, mi pequeña hermana, yacía inerte en mis brazos, víctima de una venganza sanguinaria. Nuestro barrio, que alguna vez fue un lugar de risas y juegos, se convirtió en un campo de batalla. Y yo, Marco Ricci, me convertí en un hombre decidido a buscar justicia y venganza.
Vittorio Morelli había cruzado la línea, y no habría descanso hasta que pagara por su cruel acto.
Me prometí a mí mismo que entrenaría, que me convertiría en el hombre más temido en las peleas clandestinas de Nápoles. Solo así estaría preparado para enfrentar al hombre que destruyó mi mundo.
Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses y los meses en años. Cada músculo de mi cuerpo ardía de esfuerzo mientras me entrenaba incansablemente en los oscuros gimnasios clandestinos de la ciudad. Convertirme en el luchador definitivo se convirtió en mi única obsesión, mi único propósito en la vida.
La noticia de mis habilidades se extendió rápidamente. Los enfrentamientos en las peleas clandestinas me transformaron en una sombra impenetrable, un hombre sin rostro detrás del cual se tejían leyendas y rumores. Pero yo solo tenía un objetivo: llegar al jefe de la Cosa Nostra.
Cada golpe que recibía en el ring era una representación física de mi rabia, un recordatorio constante de la venganza que se avecinaba. Cada victoria me acercaba un paso más a mi objetivo, y nada ni nadie podía detenerme. No importaba que mis manos estuvieran marcadas por el tiempo y la violencia. No importaba que mi alma se hubiera oscurecido por la obsesión. Isabella merecía justicia, y yo estaba dispuesto a darle a nuestra familia el cierre que necesitábamos.
Mi vida se había convertido en un ciclo interminable de entrenamiento y preparación. Pero en el fondo de mi corazón, sabía que la venganza no sería suficiente.
Un día después.
La mansión de Morelli se alzaba imponente en la oscuridad de la noche, una fortaleza de lujo que ocultaba secretos más oscuros de lo que las paredes doradas revelaban. Con mi corazón bombeando adrenalina, me acerqué sigilosamente a través de los jardines bien cuidados.
La figura de Niccolò se deslizó a mi lado, su silueta apenas visible bajo la luz de la luna.
—Recuerda, Marco, este es tu boleto para llegar a Vittorio. Hazlo bien y estarás más cerca de la venganza que nunca.
Asentí en silencio, mi mirada fija en la mansión iluminada. Los nervios y la anticipación se mezclaban dentro de mí mientras nos acercábamos al punto de entrada acordado.
La seguridad en la mansión era feroz, así que tenía que aprenderme la cantidad de guardias, sus debilidades, turnos, puntos ciegos de las cámaras y encontrar la brecha en su casa para poder desplazarme entre las sombras sin ser visto.
Finalmente, llegué a la puerta de la sala principal, donde uno de los empleados de Morelli me esperaba para indicarme el camino hacia su estudio, donde se reuniría conmigo. Mantuve mi respiración controlada mientras caminaba.
La mansión estaba impregnada de un aire opulento, pero también de peligro. Mientras exploraba el lugar en busca de información valiosa, algo atrajo mi atención en una sala lateral. Sigilosamente, me deslicé hacia ella, descubriendo una galería de retratos familiares.
Mis ojos se posaron en la imagen de Valentina, una joven de belleza cautivadora, con una expresión inocente que contrastaba con la oscuridad de su entorno. De repente, la voz de ese empleado me llamó desde el pasillo. Regresé antes de que alertara a alguien más.
Cuando lo veas, contrólate —me ordené.
La puerta se abrió y me encontré cara a cara con el hombre que se interponía entre mí y la paz para mi alma atormentada. Vittorio Morelli, un titán en su imperio criminal, me escrutó con ojos agudos.
— ¿Tú eres la bestia? —preguntó, su voz resonando en la opulenta sala.
Asentí con frialdad, ocultando mi verdadera intención detrás de una máscara de profesionalismo.
—Marco Ricci, a su servicio.
Me estudió con una mirada penetrante antes de asentir, su expresión inescrutable.
—Siéntate, Ricci. Hablaremos de las responsabilidades que conlleva el proteger a mi hija.
Me instalé en la suntuosa butaca que me ofreció, manteniendo la compostura mientras escuchaba las instrucciones detalladas. Cada palabra de Morelli resonaba en mis oídos, pero mi mente estaba enfocada en la venganza que se avecinaba.
Morelli, con su gesto severo, comenzó a hacer preguntas sobre mi experiencia y habilidades. Respondí con monosílabos y frases escuetas, revelando lo justo y necesario.
—¿Cuánto tiempo llevas en este negocio? —investigó, sus ojos escudriñando mi rostro en busca de respuestas ocultas.
—Suficiente.
Asintió.
—¿Cuál es tu enfoque en situaciones de emergencia?
—Rápido. Efectivo —respondí, sin desviar la mirada.
Continuó con preguntas perspicaces, tratando de desentrañar los secretos que guardaba. Pero yo solo ofrecía respuestas evasivas. La tensión en la sala aumentaba con cada palabra, y yo sostenía mi máscara con tenacidad.
—¿Tienes algún vínculo personal con algún integrante de otras mafias? — cuestionó, su tono grave.
—No —La respuesta tan corta como mi paciencia.
—Espero me digas la verdad, investigaré —Asentí—. Proteger a Valentina no es una tarea simple, Marco. Necesito alguien en quien pueda confiar plenamente.
—Puede confiar en mí —reafirmé.
—¿Qué te motiva a asumir un trabajo como este? —preguntó, sus ojos escrutadores buscando algo más que una respuesta superficial.
—Crecer en la Cosa Nostra —revelé.
—Eres un hombre de pocas palabras, eso me gusta.
No te gustará cuando una bala adorne tu cráneo.
Finalmente, la entrevista llegó a su fin. Morelli me extendió la mano en un gesto de trato cerrado.
—Estaré observándote de cerca, Marco Ricci. La seguridad de mi hija está en tus manos.
—Entendido —respondí, mi mirada encontrándose con la suya, un destello fugaz de desafío en mis ojos.
—Empiezas mañana temprano. Tienes que llevar a Valentina a la universidad, no puedes separarte de ella en ningún momento.
—Entendido, Don Morelli.
Con un asentimiento salí de su oficina.
Apreté mis puños para aguantar las ganas que tenía para devolverme y matarlo, joder, pensé que sería más fácil contenerme, pero lo había hecho bien.
En cuanto salí de la propiedad, Niccoló me esperaba recostado en el capo de su automóvil.
—¿Cómo fue?
—No lo mate —respondí a su pregunta no formulada—. Tranquilo.
—¿Cuándo empiezas?
—Mañana —fruncí mi ceño, algo molesto al ver que tenía que cambiar mi Mustang—. Necesito otro automóvil.
—¿Por qué?
—Requiero una camioneta blindada. —bufé.
—Te presto la mía para mañana, no hay problema —asentí, haciéndole señas para entrar al automóvil.
Mañana será un día largo.
POV VALENTINA MORELLILa expectativa y el temor se mezclaban en mi mente mientras aguardaba la llegada del guardaespaldas que mi padre había decidido asignarme. La sola mención de su apodo, "la bestia", había encendido una chispa de aprensión que ardió en lo más profundo de mis pensamientos.Cada sonido fuera de la puerta aumentaba mi ansiedad. Saber que este hombre, conocido por su ferocidad en peleas y aparentemente desprovisto de emociones, se convertiría en mi sombra protectora, me sumergía en una inquietud incontrolable. ¿Cómo podía confiar mi seguridad a alguien tan imponente y aparentemente despiadado?Las historias sobre él se propagaban como sombras susurrantes, creando una imagen de un individuo sin tacto, un ser cuya presencia resonaba más como una amenaza que como una protección. La sola idea de compartir mi espacio con alguien tan distante y enigmático me hacía cuestionar las decisiones de mi padre.—Hija, buenos días —giré para encontrarme con la figura de mi padre, emer
POV MARCO RICCI Me repetía una y otra vez las razones por las cuales aún no podía llevar a cabo el asesinato de Vittorio, aun a pesar de las oportunidades que se me estaban presentando y que seguramente continuarían surgiendo en el futuro. Asesinarlo tan pronto sería demasiado sencillo; mi estrategia era sembrar el caos dentro de la Cosa Nostra. Posteriormente, cuando Vittorio estuviera sumido en la confusión de tantos golpes provenientes de diferentes direcciones, sería el momento de atacarlo. Quería revelarle toda la maldita verdad mientras se desangraba, obligándolo a enfrentar las consecuencias de sus acciones.Él tenía que sufrir y lo haría.Gracias al cielo era la última clase que tendría Valentina, y eso me brindaba la oportunidad de llevarla nuevamente a casa. Este tiempo adicional me permitiría estudiar minuciosamente la disposición de las alarmas, cámaras de seguridad y aprender los horarios de los guardias. Mi pierna se movía impacientemente; la espera no era precisamente
POV VALENTINATemblaba mientras permanecía agachada, abrazando mis piernas con fuerza. Las lágrimas no dejaban de caer mientras mi mente se llenaba de escenarios horribles. Estaba tan asustada, pero mi mayor preocupación era Marco; si le pasaba algo por mi culpa, no me lo perdonaría.No podía decir cuánto tiempo llevaba en esa posición, pero sabía que era suficiente como para ya no sentir mis piernas. Los disparos habían cesado hace unos minutos, pero simplemente no quería enfrentar la realidad.Marco vendría por mí. Marco estaría bien, él lo había prometido. Esa certeza era la única cosa que me daba un poco de consuelo en medio de todo el caos y el miedo.Cuando empezaron a escucharse unas fuertes pisadas, me encogí aún más en mi lugar y cerré los ojos, preparándome para el posible estruendo de las balas. Sin embargo, el impacto nunca llegó. Abrí los ojos de inmediato y jadeé de sorpresa al verlo frente a mí, ileso.No sé cómo mis piernas encontraron la fuerza, pero me levanté de inm
POV VALENTINAEl agradecimiento se deslizó de mis labios en un susurro, apenas perceptible— Muchas gracias por todo —murmuré—. Por salvarme y por tu hospitalidad, cocinas muy bien.Él asintió lentamente, mientras continuábamos caminando hacia la entrada de mi hogar. Pero la distancia entre nosotros parecía haberse ensanchado aún más. Nuevamente estaba el inaccesible guardaespaldas.—¿Entrarás? —pregunté, buscando romper la barrera que se había erigido entre nosotros.—Debo reportarlo —respondió con sequedad, abriendo la puerta para mí y dejándome pasar primero.Sus palabras cortantes resonaron en el aire. Mi interior se hundió con la frialdad de su tono, pero mantuve la compostura mientras continuaba el camino hacia las escaleras. Sin embargo, un impulso irresistible me detuvo antes de que pudiera retirarme por completo.Me giré para enfrentarlo, encontrándome con su mirada gélida que parecía atravesar mi alma.—Hasta mañana —dije, no queriendo irme, no sabía por qué, pero no quería
POV MARCOUna semana después—Por fin tienes un día de descanso, empezaba a extrañar a mi amigo —comentó Niccoló, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.—Se fueron de viaje por este fin de semana —respondí, dejando caer las pesas al suelo con un suspiro—. Aprovecharé estos dos días sin ella.Sentí su pesada mirada sobre mí y giré para encontrarme con su rostro serio.—¿Seguro? —inquirió, frunciendo el ceño con evidente preocupación—. Si vas a aprovechar estos dos días sin ella, ¿por qué demonios estás aquí en el gimnasio en lugar de estar en algún bar o explorando algún lugar nuevo?Dejé escapar una risa irónica mientras me sentaba en uno de los bancos del gimnasio.—Me gusta el gimnasio —respondí simplemente, sabiendo que mi respuesta no sería suficiente para satisfacer su curiosidad.Niccoló me observó con atención, sus ojos escudriñando mi rostro en busca de respuestas.—Te veo diferente. Te siento diferente —continuó, su tono grave y preocupado—. Esta última semana has estado
POV VALENTINADos días después—¿Por qué estás tan callada? No te gustó el viaje.Volteé a ver a mi padre mientras lo miraba incrédula.—Ame el viaje, pero lo dañaste con tu pequeño anuncio. —Su ceño se frunció—. Me lo prometiste, papá. No me casaría por obligación.Mi padre me miró con una mezcla de sorpresa y preocupación, como si no pudiera entender completamente mi reacción. Suspiró profundamente antes de responder, con voz suave pero firme.—Valentina, amore mio, entiendo que te sientas frustrada y decepcionada. Pero debes comprender que, en nuestro mundo, las cosas no siempre son como quisiéramos que fueran. A veces, debemos hacer sacrificios por el bien de nuestra familia.Sentí un nudo en la garganta mientras luchaba por contener mis emociones. Sabía que mi padre tenía razón en cierto sentido, pero eso no hacía que fuera más fácil aceptar la idea de un matrimonio arreglado.—Lo siento, papá, pero no puedo hacerlo —dije finalmente, con la voz temblorosa—. No puedo casarme con a
POV VALENTINA—¿Has estado en muchos matrimonios arreglados? —pregunté de repente, rompiendo el silencio.—He visto unos cuantos —respondió después de un momento—. Pero cada situación es diferente.—¿Crees que podría ser feliz así? —la pregunta salió antes de que pudiera detenerla.Marco se quedó en silencio por un momento, como si estuviera considerando su respuesta cuidadosamente.—No lo sé. Solo tú puedes decidir qué te hará feliz.—¿Qué te hace feliz a ti? —me atreví a preguntar, volteando a mirarlo.Desde mi lugar su presencia se hacía aún más imponente. Al sentir que lo observaba, sus ojos se encontraron con los míos.—Nada.Fruncí mi ceño sin poder creerlo. Era rudo, gruñón, antipático y un robot, pero incluso siendo todo eso tendría que tener algo que lo hiciera feliz.—¿Nada? —insistí, tratando de entender.—Nada —repitió, su voz baja pero firme. Sus ojos se desviaron de los míos, mirando hacia el horizonte—. Hace mucho tiempo dejé de buscar la felicidad.La tristeza en su to
POV VALENTINAMe había levantado tarde ese día, decidida a aprovechar al máximo las vacaciones antes de volver a la universidad y enfrentar el ajetreo que provocaba. La luz del sol se filtraba suavemente por las cortinas, llenando mi habitación de una cálida luminosidad.Después de una ducha rápida y un desayuno ligero, bajé las escaleras con una sensación de calma que no había sentido en mucho tiempo. Era un raro momento de paz, uno que estaba decidida a disfrutar plenamente.—Buenos días, princesa —saludó mi padre desde su despacho.—Buenos días —respondí, asomándome por la puerta—. ¿Ya has desayunado?—Sí, hace un rato. ¿Tienes planes para hoy?—Nada en particular. Pensaba relajarme un poco, tal vez salir a caminar.—Eso suena bien. Pero recuerda que Marco está aquí para acompañarte si decides salir.Asentí, recordando que mi guardaespaldas estaba siempre cerca, aunque su presencia a veces era fácil de olvidar cuando no estaba a la vista. Subí a mi habitación a recoger un libro y d