Enamorado de la hija de mi enemigo
Enamorado de la hija de mi enemigo
Por: Luz Torres
CAPÍTULO 1

El sonido sordo de mis puños golpeando el saco de boxeo resonaba en la sala de entrenamiento, una sinfonía de frustración y rabia que había sido mi compañera constante. Cada golpe era un recordatorio de la venganza que se me escapaba entre los dedos, como si el saco de boxeo pudiera absorber la oscuridad que me consumía.

La imagen de Isabella, mi dulce hermana. Seguía atormentándome. Vittorio Morelli, el jefe de la Cosa Nostra, aún caminaba libre, y mi búsqueda de justicia se convertía cada día más en una lucha contra el tiempo y la impotencia.

Mis músculos ya estaban tensos y el sudor resbalaba por mi frente cuando la puerta chirrió al abrirse. Todos sabían que cuando entrenaba no podían molestarme, a menos que fueras Niccoló, mi mejor amigo y aliado en esta venganza, Isa era como una hermana para él.

El nombrado entró con una sonrisa que no lograba ocultar la excitación en su rostro.

—Marco, amigo mio, tengo buenas noticias para ti —anunció, con una mirada llena de complicidad.

Dejé de golpear el saco de boxeo y lo miré, una chispa de esperanza brillando en mis ojos cansados por el esfuerzo del entrenamiento.

—¿Qué noticias?

—Fue una buena idea la que tuviste de fingir un ataque a Valentina. Hemos conseguido que el viejo lobo se preocupe por la seguridad de su retoño.

La noticia encendió un fuego en mi interior. Por fin, un respiro.

—¿Y ahora qué? —pregunté, anticipando la respuesta de mi amigo.

—Vittorio está buscando a alguien de confianza para proteger a Valentina. Mi padre te ha recomendado y hecho que Vittorio viera tus peleas. —Me miró fijamente, la emoción desbordando de sus ojos—. ¿Te interesa el trabajo de proteger a la princesa de la mafia italiana?

Una sonrisa torcida se formó en mis labios. Inhalé hondo y asentí.

Me observó serio de repente.

—Pero Marco, recuerda, esto no es solo por venganza. Proteger a Valentina será tu entrada a la guarida del lobo.

—Sé exactamente lo que tengo que hacer, no te preocupes.

—Sí que estas de buen humor, utilizaste diez palabras para formar una oración. 

Rodeé los ojos, le enseñé el dedo del miedo y continúe golpeando el saco, esta vez con emoción hacia el futuro.

Mi vida había cambiado para siempre en una noche oscura y lluviosa en las calles de Nápoles. El eco de los disparos aún resonaba en mis oídos, una siniestra melodía que nunca podría olvidar. Isabella, mi pequeña hermana, yacía inerte en mis brazos, víctima de una venganza sanguinaria. Nuestro barrio, que alguna vez fue un lugar de risas y juegos, se convirtió en un campo de batalla. Y yo, Marco Ricci, me convertí en un hombre decidido a buscar justicia y venganza.

Vittorio Morelli había cruzado la línea, y no habría descanso hasta que pagara por su cruel acto.

Me prometí a mí mismo que entrenaría, que me convertiría en el hombre más temido en las peleas clandestinas de Nápoles. Solo así estaría preparado para enfrentar al hombre que destruyó mi mundo.

Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses y los meses en años. Cada músculo de mi cuerpo ardía de esfuerzo mientras me entrenaba incansablemente en los oscuros gimnasios clandestinos de la ciudad. Convertirme en el luchador definitivo se convirtió en mi única obsesión, mi único propósito en la vida.

La noticia de mis habilidades se extendió rápidamente. Los enfrentamientos en las peleas clandestinas me transformaron en una sombra impenetrable, un hombre sin rostro detrás del cual se tejían leyendas y rumores. Pero yo solo tenía un objetivo: llegar al jefe de la Cosa Nostra.

Cada golpe que recibía en el ring era una representación física de mi rabia, un recordatorio constante de la venganza que se avecinaba. Cada victoria me acercaba un paso más a mi objetivo, y nada ni nadie podía detenerme. No importaba que mis manos estuvieran marcadas por el tiempo y la violencia. No importaba que mi alma se hubiera oscurecido por la obsesión. Isabella merecía justicia, y yo estaba dispuesto a darle a nuestra familia el cierre que necesitábamos.

Mi vida se había convertido en un ciclo interminable de entrenamiento y preparación. Pero en el fondo de mi corazón, sabía que la venganza no sería suficiente.

Un día después.

La mansión de Morelli se alzaba imponente en la oscuridad de la noche, una fortaleza de lujo que ocultaba secretos más oscuros de lo que las paredes doradas revelaban. Con mi corazón bombeando adrenalina, me acerqué sigilosamente a través de los jardines bien cuidados.

La figura de Niccolò se deslizó a mi lado, su silueta apenas visible bajo la luz de la luna.

—Recuerda, Marco, este es tu boleto para llegar a Vittorio. Hazlo bien y estarás más cerca de la venganza que nunca.

Asentí en silencio, mi mirada fija en la mansión iluminada. Los nervios y la anticipación se mezclaban dentro de mí mientras nos acercábamos al punto de entrada acordado.

La seguridad en la mansión era feroz, así que tenía que aprenderme la cantidad de guardias, sus debilidades, turnos, puntos ciegos de las cámaras y encontrar la brecha en su casa para poder desplazarme entre las sombras sin ser visto.  

Finalmente, llegué a la puerta de la sala principal, donde uno de los empleados de Morelli me esperaba para indicarme el camino hacia su estudio, donde se reuniría conmigo. Mantuve mi respiración controlada mientras caminaba.

La mansión estaba impregnada de un aire opulento, pero también de peligro. Mientras exploraba el lugar en busca de información valiosa, algo atrajo mi atención en una sala lateral. Sigilosamente, me deslicé hacia ella, descubriendo una galería de retratos familiares.

Mis ojos se posaron en la imagen de Valentina, una joven de belleza cautivadora, con una expresión inocente que contrastaba con la oscuridad de su entorno. De repente, la voz de ese empleado me llamó desde el pasillo. Regresé antes de que alertara a alguien más.

Cuando lo veas, contrólate —me ordené.

La puerta se abrió y me encontré cara a cara con el hombre que se interponía entre mí y la paz para mi alma atormentada. Vittorio Morelli, un titán en su imperio criminal, me escrutó con ojos agudos.

— ¿Tú eres la bestia? —preguntó, su voz resonando en la opulenta sala.

Asentí con frialdad, ocultando mi verdadera intención detrás de una máscara de profesionalismo.

—Marco Ricci, a su servicio.

Me estudió con una mirada penetrante antes de asentir, su expresión inescrutable.

—Siéntate, Ricci. Hablaremos de las responsabilidades que conlleva el proteger a mi hija.

Me instalé en la suntuosa butaca que me ofreció, manteniendo la compostura mientras escuchaba las instrucciones detalladas. Cada palabra de Morelli resonaba en mis oídos, pero mi mente estaba enfocada en la venganza que se avecinaba.

Morelli, con su gesto severo, comenzó a hacer preguntas sobre mi experiencia y habilidades. Respondí con monosílabos y frases escuetas, revelando lo justo y necesario.

—¿Cuánto tiempo llevas en este negocio? —investigó, sus ojos escudriñando mi rostro en busca de respuestas ocultas.

—Suficiente.

Asintió.

—¿Cuál es tu enfoque en situaciones de emergencia?

—Rápido. Efectivo —respondí, sin desviar la mirada.

Continuó con preguntas perspicaces, tratando de desentrañar los secretos que guardaba. Pero yo solo ofrecía respuestas evasivas. La tensión en la sala aumentaba con cada palabra, y yo sostenía mi máscara con tenacidad.

—¿Tienes algún vínculo personal con algún integrante de otras mafias? — cuestionó, su tono grave.

—No —La respuesta tan corta como mi paciencia.

—Espero me digas la verdad, investigaré —Asentí—. Proteger a Valentina no es una tarea simple, Marco. Necesito alguien en quien pueda confiar plenamente.

—Puede confiar en mí —reafirmé.

—¿Qué te motiva a asumir un trabajo como este? —preguntó, sus ojos escrutadores buscando algo más que una respuesta superficial.

—Crecer en la Cosa Nostra —revelé.

—Eres un hombre de pocas palabras, eso me gusta.

No te gustará cuando una bala adorne tu cráneo.

Finalmente, la entrevista llegó a su fin. Morelli me extendió la mano en un gesto de trato cerrado.

—Estaré observándote de cerca, Marco Ricci. La seguridad de mi hija está en tus manos.

—Entendido —respondí, mi mirada encontrándose con la suya, un destello fugaz de desafío en mis ojos.

—Empiezas mañana temprano. Tienes que llevar a Valentina a la universidad, no puedes separarte de ella en ningún momento.

—Entendido, Don Morelli.

Con un asentimiento salí de su oficina.

Apreté mis puños para aguantar las ganas que tenía para devolverme y matarlo, joder, pensé que sería más fácil contenerme, pero lo había hecho bien.

En cuanto salí de la propiedad, Niccoló me esperaba recostado en el capo de su automóvil.

—¿Cómo fue?

—No lo mate —respondí a su pregunta no formulada—. Tranquilo.

—¿Cuándo empiezas?

—Mañana —fruncí mi ceño, algo molesto al ver que tenía que cambiar mi Mustang—. Necesito otro automóvil.

—¿Por qué?

—Requiero una camioneta blindada. —bufé.

—Te presto la mía para mañana, no hay problema —asentí, haciéndole señas para entrar al automóvil.

Mañana será un día largo.

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