Romeo Scavo es un millonario viudo que se ha quedado solo con su hija de cinco años, su corazón se ha vuelto frío y receloso, no se ha vuelto a enamorar, y no quiere hacerlo, su vida se ve alterada cuando conoce a Caroline, una hermosa y humilde muchacha que lucha por mantener a dos hermanos huérfanos, por lástima, la contrata en su casa como empleada de servicio, pero poco a poco es evidente que la atracción entre los dos crece. Para evitarle complicaciones a sus sentimientos y a los de ella, le propone dejar de ser su empleada como servicio, para pasar a ser su novia bajo contrato. ¿Podrá Caroline doblegar el corazón del millonario que está cerrado al amor romántico? —¿Novios? —Sé que no nos conocemos bien y que hasta ahora solo hemos tenido una relación de jefe y empleada, pero hay una atracción evidente entre los dos, nos gustamos y no quiero andar escondiendo nada de nadie, menos en casa. —¿Me estás pidiendo ser tu novia ya? Apretó los labios, parecía inseguro de contarme todo, no me esperaba lo que saldría de su boca. —Sería bajo un contrato, la relación sería real, pero no quiero confusiones, ni malos entendidos, eres muy joven, de origen muy humilde, necesito junto a mí a cierto prospecto, y no lo eres, pero es contigo con quién quiero intentarlo, mi hija te adora. Sentí un peso en el pecho, y ganas de llorar, curvé mis labios hacia abajo, no era nada romántico lo que me decía. —Nunca he tenido novio, no sé qué esperas, ¿cómo quieres que actué?, no entiendo nada.
Leer másCaroline miró por la ventana del coche mientras se acercaban a la majestuosa mansión de Romeo. Sus dos hermanitos, Alan y Lucy, estaban en el asiento trasero, emocionados y llenos de curiosidad. La mansión se alzaba imponente, rodeada de jardines perfectamente cuidados y una fuente que brillaba bajo el sol de la tarde.—¡Mira, Lucy! ¡Es enorme! —exclamó Alan, con los ojos abiertos de par en par.Lucy, que apenas tenía seis años, asintió con entusiasmo.—¿Vamos a vivir aquí, Caroline?Caroline sonrió y asintió.—Sí, pequeños. Esta será nuestra nueva casa.El coche se detuvo frente a la entrada principal, y un mayordomo uniformado se acercó para abrir la puerta.—Bienvenidos, señorita Caroline, jóvenes Alan y Lucy. Soy James, el mayordomo. Permítanme ayudarles con su equipaje.Caroline salió del coche y ayudó a sus hermanitos a bajar.—Gracias, James. Es un placer conocerte.Mientras James y otros empleados llevaban las maletas adentro, Romeo apareció en la puerta, acompañado de su hija
Me senté frente a Masón, mi abogado y amigo de confianza, en su oficina. La luz del sol se filtraba a través de las persianas, creando un ambiente cálido pero tenso. Sabía que la conversación que estábamos a punto de tener no sería fácil. Masón me miró con una mezcla de preocupación y seriedad, y supe que estaba a punto de darme un consejo que no quería escuchar.—Romeo, tenemos que hablar sobre Viridiana —comenzó Masón, su voz firme pero comprensiva—. Sé que la relación con tu hermana adoptiva siempre ha sido complicada, pero las cosas están escalando.Suspiré, sintiendo el peso de sus palabras. Viridiana y yo nunca habíamos sido cercanos. Desde que éramos niños, siempre había una tensión subyacente entre nosotros. Ella era la hija biológica de mis padres adoptivos, y aunque nunca me trataron diferente, Viridiana siempre me hizo sentir como un intruso.—Lo sé, Masón —respondí, tratando de mantener la calma—. Pero no puedo seguir evitando el conflicto. Necesito enfrentarla y resolver
Me encontraba en la cocina, removiendo una taza de té con movimientos lentos y pensativos. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, creando un ambiente cálido y acogedor, pero mi mente estaba lejos de sentirse así. Ana, la sirvienta, entró en la cocina con una sonrisa amable, notando de inmediato mi expresión preocupada.— ¿Todo bien, Caroline? Parece que tiene algo en mente.Suspire. —Oh, Ana, no sé ni por dónde empezar. No quiero acusar a nadie, pero es la hermana de Romeo, no le caigo bien, no le caí bien. Ana dejó lo que estaba haciendo y se acercó a mí, sentándose a mi lado con una mirada comprensiva.—¿Qué ha hecho esta vez?—¿Ella es así? —Lo malo que imagines, es peor, creí que no estaba en el país. —Me ha estado tratando tan mal últimamente. Cada vez que Romeo no está cerca, se asegura de hacerme sentir como si no perteneciera aquí. Ayer , por ejemplo, me dijo que nunca seré lo suficientemente buena para su hermano y que debería irme antes de que cause más pro
No era así de feliz de que ella estaba. Ver a toda la familia reunida preparándose para regresar a casa me tenía emocionado. Preparar una mudanza junto a Caroline me hacia sentir como aquellos tiempos en los que fui feliz con mi esposa . Puede ver con alegria a Ximena, y pensar en el futuro. Pensar que era posible una vida llena de posibilidades y cosas. Desde que enviude, era algo que no me pasaba y todos lo debía agradecer a Caroline. Era joven, pero por la vida que tuvo y por tener que criar a sus hermanos también era madura. Entonces podía verla organizar junto con Ana, la mudanza con tanta soltura y confianza. En ese sentido orgulloso los niños estaban emocionados. Los tres brincaban abrazados y reían, Brincando alrededor de la casa como tres hermanitos. Alan siempre con su cara muy seria como si fuera mayor las reprendía cuando empezaban a hacer planes descabellado cómo comprar un caballo y pasear por la casa. Recibí una llamada de Masón. —Está todo listo para el regr
Regresamos a casa, yo me sentía en una nube, nunca me había sentido bonita, deseada, con aspiraciones en la vida, más allá de conseguir algo de comer a mis hermanos, y de repente me sentía una mujer importante, que tenía que hacer planes para el futuro: elegir una carrera, aceptar retos.Romeo besó mi mano cuando bajamos del avión, la tomó entre la suya y así bajamos, un auto negro y elegante nos esperaba.—Bienvenido de vuelta, señor, Caroline —dijo uno de los choferes, los saludamos y nos subimos al auto, respiré aliviada, aun cuando sabía que ese alivio me duraría poco, si íbamos a regresar a su casa, las cosas cambiarían por completo.Al llegar a casa, Ana y los niños nos recibieron fuera de la casa, mis ojos se humedecieron al ver a Alan y a Lucy, corrieron hacia mí, Ximena corrió hacia su padre, luego intercambiaron.—¿Qué nos trajiste? —preguntó Lucy.—¡Lucy! —la regañó Alan, todos nos echamos a reír.—Buenas noticias —dije, a la vez que sentí un frío en el estómago porque no s
Romeo saltó de la cama y abrió su computadora, mantuvo una expresión seria, me acerqué.—¿Pasa algo?—No, todo bien.—Te ves preocupado.Tomó mi mano y la besó.—Lo de la herencia se va a resolver.Me quedé fría. Me abracé a mí misma. Eso significaba que no haría nada más en casa, que era la hora de volver. Sentí un vacío en el estómago, no tenía nada por lo que volver, pero era mi casa, y no quería dejar la vida que estaba conociendo con él.Me miró y sonrió.—¿Qué pasa? ¿Por qué has puesto esa cara?—¿Vas a regresarte acá? —¡Vamos a regresar! Y tú también, así como Alan y Lucy.Pasé saliva, me quedé mirándolo sin comprender nada.—¿Qué?Se levantó, me tomó de las manos y me miró a los ojos.—¿Qué? Es obvio, que vendrán conmigo, son parte ahora de mi familia, dime algo ¿Quieres dejar tu casa? ¿Qué tienen allá? Alan y Lucy estudiarán con Ximena, y apuesto lo que sea a que estarán encantados de venir con nosotros.Pasé saliva, afirmé.—Supongo, pero es nuestro hogar.Ladeó la cabeza.
Tenerla en mis brazos así se iba a convertir en mi adicción, su reacción al placer que le proporcionaba me evitaba, me hipnotizaba ver como sus pupilas se dilataban y su cuerpo temblaba de placer por primera vez ante mis caricias. Pasé mis manos por la delicada piel de sus brazos, sonrió con timidez, retiré su ropa y admire sus pecho, su abdomen, la tome de las caderas y me incline para atrapar uno de sus pezones, el sonido de su gemido palpito en mi sexo. Sentí sus delicadas manos sobre mis hombros, continúe acariciandole allí con mi lengua hasta que retoceindose de placer se pego de mi pecho, la alce sobre mi y la tendí en la cama, donde recorrí su cuerpo de pie a cabeza hasta que me hindi finalmente en ella. Respondía con pasión a mis embestidas. Verla sucumbir así me tenía elevado, Caroline, me tenía enamorado. Se quedó dormida entre mis brazos, estaba feliz de tenerla así conmigo, no podía engañarme más a mi mismo, me gustaba mucho, estaba fascinado por Carolina, su voz dul
Me quedé admirando mi imagen en el espejo por algunos minutos, no podía dejar de mirarme, me veía muy bella, la ropa era preciosa y el maquillaje me hacia lucir más mujer. Contuve las lágrimas, me animé a sentirme mejor, salí del baño, él me esperaba. —Estás preciosa, está ves si me vas a creer. Me eché a reír y afirmé. —Con ropa bonita y maquillaje cualquiera. —Qué necia eres, estas bellísima Negó con la cabeza. Me abrazó a él y le correspondí pegando la cabeza de su pecho. —Eres muy bueno. Miré hacia la mesa y mi cuerpo se tensó, también pensaba que no tenía necesidad de pasar por eso, Romeo me tomó de la mano y me condujo hacia un grupo de gente, sonreí con timidez. Era un grupo de hombres y un par de mujeres, se quedaron viéndome todos con expresiones de curiosidad. —Chicos, ella es mi novia: Caroline. —Encantada —dijo una de las mujeres, me sonrió y tendió su mano, la tomé, el resto me saludo igual. —¿Y qué haces, Caroline? —preguntó un hombre joven
Pasé el resto de la tarde incómoda con los comentarios de esa mujer, y las miradas de los padres de Romeo. Conversé mucho con Ana sobre los niños, Romeo seguía trabajando al teléfono, salió un par de veces de la casa por lo que me quedé sola en esa enorme mansión, y fue cuándo me pregunté qué hacía allí, ¿Qué estaba haciendo?, no sabía la respuesta, el dinero no lo era.Sí, estábamos cómodos en cuanto al dinero, pero era la compañía de Romeo la que me gustaba, todo lo que implicaba estar con él: los lujos y la gente, me abrumaba un poco.Llegó la hora de prepararme por fin.Me puse el vestido que me indicaron, me peinaron y me maquillaron como se suponía que harían, no me sentía especial, aun cuando Romeo no dejaba de decirme que era preciosa, no me lo creía, pero cuando me vi al espejo sonreí emocionada, no parecía yo, y recordé los días atrás dónde no tenía ni como lavar la poca ropa vieja que tenía.—Estás bellísima —dijo la maquilladora, asentí, y dije que sí, por primera estaba