El chofer del hombre me dejó frente a mi casa, estaba feliz de poder tener una oportunidad de volver a tener un trabajo de verdad, del club solo me llamaban a veces y en lugar de los treinta dólares que me ofrecieron, me pagaban solo veinte y hasta baños tenía que limpiar, no me quejaba de trabajo.
Pero sentía que podía estar haciendo más dinero, con lo que gané pude pagar una parte de la renta, seguía debiendo la otra y pude comprar algo de comida para mis hermanos, los inscribí en el colegio con la promesa de pagar poco a poco la inscripción, hablé con la directora y me hizo ese favor.
Mis dos chiquititos dormían, tenían un solo par de zapatos, un solo cuaderno y un lápiz, cada uno, sin bolsos, era tarde, pero debía sentarme a coser los bolsos viejos y rotos para que se llevaran allí sus cosas y no anduviesen sin nada.
Mientras cosía pensé en el peligro en el que estuve, ese hombre tuvo razón, cualquier otro no me habría perdonado teniéndome ahí sola e indefensa en una habitación de hotel, pero yo estaba tan desesperada por un trabajo que cuando lo oí decir esas cosas, y se veía que era un hombre de dinero, yo solo pude pensar en pedirle que me contratara a mí.
Estaba tan feliz y contenta de que ese hombre me quisiera dar una oportunidad, reí sola en medio de la sala pensando en lo tonta que fui, no se me cruzó por la mente que ese hombre pensaba que le ofrecía algo más, tan fea no debía verme porque Gustavo decía que me mantuviera escondida, pero al señor rico le parecí linda, o al menos suficiente para eso.
Negué agradecida con Dios por cuidarme en mis locuras, terminé de coser y me fui a acostar, me eché en la colchoneta del piso junto a mis hermanitos, estaba feliz de poder tener un trabajo de nuevo.
Al despertar, corrí a prepararlos para el colegio, les rellené un par de pan con queso y le puse un mango a cada uno en una bolsa, Alan se rio y negó con su cabeza, pero no dijo nada. Para él era nuevo nuestra situación de escasez, siempre tuvimos poco, pero comida no faltaba, nunca habíamos pasado hambre, cuando me quedé sin trabajo me tocó darle cosas absurdas como agua con sal y papas, recordarlo me ponía un nudo en la garganta y hacía que mis ojos se humedecieran.
Les entregué los bolsos, estaba emocionada de ver sus caras; sin embargo, se miraron entre ellos y sonrieron apenados.
—¿Qué? ¿Qué pasa?
—Yo prefiero no llevarlo, ya se ve viejo —dijo Alan.
—Pero no está roto.
—Está feo —dijo Lucy.
—Es más práctico, chicos.
—Prefiero no llevar nada —insistió Alan.
Otra puñalada al corazón, sonreí y los tomé de la mano para salir rumbo al colegio, durante el camino les conté que había conocido a un señor importante y que iría a pedirle trabajo en lo que los dejara en el colegio, se emocionaron.
—¿Ya no vas a tener que irte de noche? Cuando trabajas, tampoco es que haces mucho.
—No, Alan, no tendré que irme, y sí, salían pocos eventos, esto será fijo, es un millonario, debe tener una casa grande.
Oculte que el hombre me dijo que serían unos meses, pero en unos meses algo más tenía que conseguir.
—Ay qué bueno, hermana-mamá —dijo Lucy apretándose a mí.
Los tres reímos contentos, los besé y los dejé en la puerta, vi como corrían hacia adentro emocionados. Me había puesto un sencillo pantalón de jean y un suéter blanco que era lo más decente que tenía, un par de zapatos deportivos y tomé el bus hacia la zona donde estaba ubicada la casa del millonario. Mi corazón latía de nervios y emoción, esperaba que recordara su promesa, no se veía borracho ni nada.
Llegué a la dirección que me dijo después de caminar media hora, toqué en la vigilancia y un hombre joven de barba salió.
—¿Dígame?
—Vengo a ver al señor Scavo, para una cita de trabajo. Soy Caroline Smith.
—Sí, está anotada, pero va es con Ana Duarte, el ama de llaves.
—Sí, así mismo.
—Pase.
Las puertas se abrieron y una mansión se reveló ante mí, el camino antes de la entrada era enorme y la casa parecía de cien habitaciones, camine rápido, aunque ya tanta caminata me tenía agotada. Se asomó una señora blanca y grande a la puerta.
—Buenos días, debes ser Caroline.
—Sí, soy yo, y usted debe ser Ana Duarte.
—Entra, siéntate —dijo cortante. La seguí a lo que se suponía que era una cocina, era enorme y hermosa.
—Me dijo el señor que podré hacer de limpieza. Yo trabajaba de limpieza.
—Eso lo decido yo, me hace falta una mano más bien en la cocina, si quieres el trabajo, es lo que hay.
—Sí, sí, yo hago lo que me pida, cocina, corto cebollas, friego, hago todo.
Me miró con desprecio y alzó una ceja.
—Hay una chef, muy reconocida, ella dice que es lo que se prepara, a veces ella cocina, pero hay un sous chef que se encarga y dos ayudantes de cocina, tú serías, la ayudante de los ayudantes.
—Sí, acepto.
—Eso sería deshacerte de los desperdicios, hacer las compras porque esperamos que conozcas la ciudad, será ir y venir, picar cebollas, almacenar la comida, botar la basura.
—¿Cuántas personas viven aquí?
Suspiró incómoda.
—Es solo el señor y la niña, pero también hacemos vida aquí un jardinero, dos choferes, dos vigilantes, cuatro guardias de seguridad, un chef, un sous chef, dos ayudantes de cocina, cuatro chicas de aseo, la niñera y yo, ahora tú, ah lo olvidaba, y los dos maestros de la niña.
—Son demasiadas personas para solo una familia de dos ¿Y la esposa del señor?
—No seas imprudente, no hagas esas preguntas, está muerta, no hables de ello, no lo vuelvas a mencionar.
—Está bien, lo siento.
—Te pagaré al final de cada semana, porque no eres una empleada fija, será mientras estemos en la ciudad, así que te daré tu pago cada semana: ciento ochenta dólares, podrás desayunar, almorzar y cenar aquí. Librarás solo los domingos. El horario es de siete de la mañana a cinco de la tarde.
Mis ojos se abrieron de par en par, ganaría ciento ochenta dólares en una semana, eso era lo que ganaba en la óptica en un mes, sería millonaria, estaba tan feliz y emocionada que olvidé el horario de los chicos.
—Tengo que buscar a mis hermanitos en la escuela, ¿podré salir al medio día a hacerlo?
—Es justo cuando se te requerirá más, para servir la comida y eso, el resto de los empleados no se sirven ellos mismos la comida. Puedo arreglar que el chofer vaya por ellos y los lleve a su casa.
—¿Qué? ¿En serio? Pero vivimos solos, somos huérfanos.
—Sí, pues para que los traiga aquí y se vayan contigo igual a veces debes salir a hacer compras, la casa es espaciosa, buscaremos donde ponerlos que no estorben al señor, trabaja desde casa y su propia hija lo fastidia, si tú controlas a los niños, no habrá problemas.
—¿Y me llevarán a casa?
—Sí, porque después de las cuatro no pasa transporte cerca, eso nos dijo quién vendió la casa. Todos los empleados vivimos aquí, menos tú, nada costará que te lleven cada día, para venir si debes arreglártelas.
—Sin problemas —respondí a punto de llorar, era el mejor trabajo del mundo.
—¿Qué edad tienen tus hermanos?
—Ocho el varón, seis la niña.
—Ximena tiene seis.
—Pero sí es muy chiquita.
—¿Puedes comenzar de una vez? Necesitamos sacar cosas que dejaron los antiguos dueños de la casa.
—Sí, claro, por supuesto, ahora mismo.
Tendría esa misma semana el dinero para pagar la renta, comprar útiles escolares, pagar la inscripción, comprar bolsos nuevos y comida, y pagar una que otra cuenta. Estaba demasiado feliz.
Me presentaron con el personal, todos parecían ocupados. Las chicas del aseo eran supersimpáticas y rápido me explicaron que debía hacer, los dueños anteriores dejaron la casa amoblada y el señor quería ir sacando algunas cosas, y sobre todo la comida almacenada que ya estaba vencida, tenían una especia de búnker donde había de todo, eso había que limpiarlo.
Estaba tan feliz de que hubiese trabajo y de que me contrataran a mí para hacerlo y con tantos beneficios. Vi a la niña, a lo lejos, tenía el cabello rubio y los ojos azules como su padre, aunque su padre era de cabello oscuro, la niña me miraba con curiosidad y muy seria, parecía una adulta en el cuerpo de una chiquita, vestía un conjunto de braga rosada y zapatos deportivos, protestó cuando llegaron sus maestros.
Cuando viera al señor Romeo debía agradecerle ese enorme favor que me hizo. Me sentía capaz de lograr mucho, estaba en un foso en el que no veía salida y él tendió su mano desinteresada, a mí que parecía una loca esa noche. Gracias Dios.
Romeo Scavo.Estuve en mi despacho desde las cinco de la mañana, era la una de la tarde y no había salido siquiera a desayunar, Ana tocó la puerta y le pedí que pasara.—Señor, ¿Va a tomar la comida con la niña?—No, aquí.—Ya hice la contratación de la chica.—¿Vino? Qué bueno.—Sí, es bastante joven, pero muy voluntariosa, rápida, sacó ya casi la mitad de lo que estaba en el búnker.—Me alegra haber acertado con la corazonada.—De hecho autoricé que Alberto busque a sus hermanitos al colegio y los traiga para acá para que se regresen con ella en la tarde, parece que son huérfanos y viven solo.—Eso me dijo, entendí que es ella quien los cuida, fue la razón por la que te pedí que la emplearas. —Ojalá no sea mañosa, no parece, caras vemos, corazones no sabemos.—Sí lo es, se va y punto.—Los niños están en el comedor de desayuno, el externo, allí no molestan a nadie, pero no tienen casi nada, tomé prestados colores y cuadernos de Ximena, espero que esté bien.—Tú mandas en esta casa,
Estaba agotada, porque obviamente no estaba acostumbrada a hacer trabajo pesado como ese, sin embargo, no podía estar más feliz. El señor Scavo se portó amable conmigo y con mis hermanitos, a lo lejos veía como los tres sonreían y brincaban alrededor del jardín. Era una nena preciosa. Sonreí satisfecha y volví al búnker, escuche unos pasos detrás de mí. Me volteé con la mano en el pecho, era la niñera, le sonreí.—Hola, ya vi que mis hermanitos están jugando con la nena.—La niña Ximena. Sí —dijo y se cruzó de brazos recostándose del marco de la entrada.—Es una niña preciosa.—Y muy educada, no creas que será costumbre que tus hermanos se junten con ella, son de mundos diferentes.Me puse seria y asentí con la cabeza. Giré todo mi cuerpo hacia ella porque entendí que no venía en buenos términos ni son de paz.—El señor Scavo me pidió permiso para que mis hermanos jugaran con ella.—Lo sé, está desesperado porque la niña no comparte con otros niños, pero pronto comprenderá la inconve
Se me había instalado ya un mal cuerpo por el encuentro con esa niñera, lo último que necesitaba eran problemas, acaricié la cara de mis hermanitos y le sonreí.—Ya en un rato vamos a casa, nos llevará el chófer.—Eso —gritó Lucy, Alan se hacía el que se aguantaba las ganas de sonreír, sería una experiencia muy divertida para ellos, y cómoda.Se acercó la señora Ana, me preocupé pensando que quizás la niñera le había dicho algo y que si se pondría de su parte, yo iba a salir perdiendo, era la nueva.—Caroline, ¿Por qué no te das un baño antes de irte? Tienes la cara sucia, es que ni comiste con nosotros.—Quería terminar.—No hay prisas, el señor hizo que tus hermanos comieran a la mesa con Ximena.Palidecí.—¿Qué?, eso no me lo contaron, he debido de salir a comer con ellos, son mi responsabilidad.Me miró con una expresión divertida.—Descuida, pero ¿Qué te pasa? Solo son niños, el señor estaba encantado de que Ximena tuviera con quien conversar durante la comida. Es una niña muy asu
Romeo Scavo.Yo mismo busqué la ropa, sonreí mientras lo hacía, desde hacía muchos años no lo hacía yo mismo, siempre tengo mucho personal a mi alrededor que se ocupa hasta de buscar la ropa que me pongo, saqué un conjunto deportivo como el que se puso la chica, y me eché a reír por su ocurrencia, su despiste es de registrar, sacudí la cabeza pensando que hacía mucho tiempo que no me reía así.Abrí la puerta del baño y los espejos estaban empañados por el agua caliente, la regadera estaba húmeda por supuesto, así como el piso, pero no hizo mayores desastres, no estaba acostumbrado a compartir mi baño con nadie, era un lugar sagrado para mí, pensé que pudo ser peor, la pude haber conseguido desnuda debajo de la regadera, pudo ser peor.Sonreí con picardía, aunque peor entre comillas, la chica me parecía linda, a pesar de su delgadez, habría sido interesante ver qué había debajo de sus ropas, o de las mías más bien, volví a reír recordando su ocurrencia.Entré al jacuzzi y cerré los ojos
Dejé a los niños en la escuela y sonreí feliz al verlos con sus bolsos, ellos estaban muy contentos, también iban con su barriga llena y eso me tenía más que satisfecha a mí, me dije que tenía que guardar mucho dinero, no podía volver a estar en una situación como esa nunca más.Tomé el autobús hasta la urbanización dónde vivía el señor Scavo, no dejaba de sonreír pensando en que tenía un trabajo, vi como algunas personas iban quejándose por tener que ir todo el camino de pie, yo pensaba en lo afortunada que era por tener a dónde ir, iba a trabajar, ganaría un sueldo y, además el chófer del señor me llevaría a casa con mis hermanos, los iría a buscar a la escuela en carro.La mejor parte fue cuando Ana me dio la comida que sobró, mis ojos no podían abrirse más de emoción. Tener comida, dinero para pagar la renta me tenían la mente libre, sentía una paz que me hacía cantar a las aves.Me bajé en la parada indicada y caminé aspirando el aire de la mañana.Llegué a la mansión del señor Sc
Romeo Scavo.Sonreí recordando su rostro pálido asomado a mi puerta, sabía que era una chica buena, muy joven, además, y sí, lo más probable es que fuera virgen.Volví a negar con la cabeza, no podía pensar en esas cosas, no podía pensar en ella de esa manera, pero lo hacía, no dejaba de hacerlo.Tocaron a mi puerta de nuevo, no estaba acostumbrado a esas interrupciones, si es ella no me molesta, pensé con picardía.—¡Adelante! —grité.—No alcanzo —dijo mi hija, sonreí al oírla, nunca se atrevía a ir a mi despacho, había sido grosero con ella antes por molestarme mientras trabajaba.Me levanté y caminé con paciencia hacia la puerta, abrí, sonrió alzando su rostro.—Papá, buenos días.—Buenos días, Ximena, ¿necesitas algo?—¿Los hermanos de Caroline van a venir?—Sí, ahora regresarán de la escuela, vendrán directamente para acá.—¿Puedo mostrarle a Caroline lo que le voy a regalar a sus hermanos?—Ella debe trabajar, no deberías molestarla.—Papá, ya no tengo pesadillas, duermo bien.—
Romeo Scavo.Sonó mi teléfono y atendí mientras revisaba algunas cosas en mi despacho.—Romeo, es Arturo.—Hola, Arturo, ¿cómo están las cosas?—¿Qué estás haciendo por allá? ¿A quién hiciste molestar?—¿Cómo? ¿Por qué?—En algunas horas saldrá la declaración de una joven mujer que dice que es tu novia, o que lo fue y que la maltratabas, física y sexualmente, que no quería estar contigo y la obligabas, y que le dabas dinero en efectivo, te va a denunciar.—¿Qué? En mi vida, claro que no.—Lo sé, pero es una trampa, alguien quiere perjudicarte, en dos días sale el documento para la firma del contrato con los Warren.—¡Dios! ¿Quién es la mujer?—Una tal Alondra Villa.—No la conozco. Te lo juro que no, soy un padre viudo y solitario.—Sí, que no se te conozca novia lo hace sospechoso.—Tengo una hija pequeña —grité con exasperación.—¡Lo sé! Pero la prensa y tus enemigos usarán esto para destruirte.—Llamaré a Mason, que comience a ocuparse de todo, no voy a ser calumniado, no por mí, no
Mason llegó con su cara tensa y un montón de papeles para que yo los firmara. Cerré la puerta de mi despacho y nos sentamos frente a frente.—¿Qué has pensado? La niñera es perfecta, lo venía pensando.—No hay manera.—Es solo que pretendan serlo.—No, trabajo con ella, es quien educa a mi hija, no quiero hacerlo con ella.—¿Entonces?—Estoy solo, punto.Negó con un movimiento de cabeza y se echó a reír.—Te conozco, te gusta alguien.—No, nadie me gusta ¿Qué locuras dices? Simplemente, no quiero complicar las cosas, no soy bueno mintiendo.Tocaron a la puerta, entró Valentina como le pedí que hiciera, suspiró y saludó a Mason con cortesía como siempre. Mason se quedó mirándola demás y volvió a verme, sonrió de forma nerviosa.Rodé los ojos sin disimular.—Valentina, se van a decir cosas de mí en la prensa, por favor, para que mantengas a mi hija alejada de las noticias.—Entendido, señor, estaré atenta.—Otra cosa, no te metas con Caroline, déjala hacer su trabajo en paz.La cara de V