Capítulo 3

Romeo Scavo.

Miré de arriba abajo a la mujer.

—¡Torpe! —grité.

—Lo siento, no sabía que había alguien aquí, por aquí lanzo el agua sucia.

Me volví a ver la pequeña terraza, la miré de nuevo.

—¿Cómo eres tan torpe? Esto es una terraza, no es para lanzar esa agua, debes lanzarla por un desagüe ¿Es que vives en una alcantarilla?

Abrió mucho los ojos y negó repetidas veces, noté su maquillaje barato y mal puesto, su ropa que le quedaba demasiado ajustada como si fuera ropa de niña, se veía ridícula. Me quité la chaqueta, ella se quedó paralizada viéndome.

—Qué noche de m****a, no soporto al imbécil de Ricardo, la niñera es incapaz de cuidar a mi hija, voy a tener que correrla y ahora tú me lanzas esta porquería encima ¿Qué nadie puede simplemente hacer su trabajo?

—Yo puedo ocuparme de eso. Déjeme compensarlo —pidió.

La miré de arriba abajo, no se parecía al resto de las chicas que vi adentro del lugar, no era fea, pero era la única que se veía natural, no me gustaba pagar por sexo, pero odiaba conocer mujeres que después tenía expectativas conmigo, pensé que después de todo no me vendría mal ese tipo se deshago con una chica cualquiera a la que no vería más.

—En una hora en el Palace, habitación 522, Romeo Scavo —dije.

Asintió emocionada.

—Soy Caroline.

Regresé con Ricardo y bebí un par de copas antes de salir de allí, no conseguía nada con el maldito imbécil y concluí que le daría dinero para que me dejara deshacerme de las acciones, me subí al auto y pedí que me llevaran al Palace, era de mi familia y siempre que estaba en la ciudad reservaba la 522 para ese tipo de encuentros, no llevaba mujeres a la casa donde vivía mi hija, menos mujeres como esas.

La chica ya me esperaba en el lobby cuando llegué, se veía mejor a la luz de las grandes lámparas, me prendió un poco ver a mujeres besándose en ese club y me sacaría las ganas con esa mujer: delgada, de cabello castaño claro, ojos marrones inmensos, pálida y de rasgos finos, y lo mejor: Ricardo no me vio hablando con ella, que sospechaba, era la razón por la que me hizo ir ahí, engatusarme con cualquier chica, sacarme fotos y sobornarme.

Ella, al verme corrió detrás de mí, se puso a mi lado en el ascensor. Cuando las puertas se abrieron, la dejé pasar, ella se vio nerviosa y dubitativa, entró y me sonrió de medio lado. Llegamos al piso y abrí la habitación, ella pasó y se quedó en el medio mirando todo.

—Me quitaré la camisa que has ensuciado.

—Seguro, yo la lavo.

La miré extrañado y me encerré en el baño a quitarme la camisa y echarme algo de agua, me quité la ropa y me puse la bata de baño del hotel, salí del baño y ella seguía de pie mirando todo a su alrededor.

—Quítate la ropa —dije.

Abrió sus grandes ojos y se llevó una mano al pecho.

—No, no, no soy… No…

—¿Qué? ¿Disculpa? Dijiste que me compensarías, pensé que…

—Lavándole la ropa, cuidando a su hija cuando corra a la niñera, yo necesito un trabajo así, no soy, es decir, no —dijo y comenzó a llorar.

Pensé que la noche solo se ponía peor, cerré los ojos y suspiré resignado ya.

—¿Eres idiota? Te cito en un hotel a las once de la noche y crees que lo hago para mandarte a limpiar mi ropa o entrevistarte para cuidar a mi hija ¿Cómo crees que voy a sacar a una niñera para mi hija de un prostíbulo?

Lloraba desconsolada mientras negaba con la cabeza.

—No es un prostíbulo, yo solo hago la limpieza, quien me contrató me dijo que era muy poca cosa para algo más, ni siquiera dejan que me vean los que asisten al club. Lo siento, lo siento, yo no quiero hacerlo, por favor.

—¡Cállate y deja de llorar! ¿Y te vas así vestida a limpiar?

—Me lo exigen, por favor no me haga nada, déjeme ir.

—Por Dios, no te tocaría, solo pensé que eras…, olvídalo.

—Puedo lavar su ropa, y también cuidar a su hija, necesito el trabajo, solo me han llamado tres veces, no me han pagado lo que dijeron y ahorita inventé que me dolía la barriga para venir con usted porque pensé que me daría una oportunidad, porque su día ha ido mal, yo puedo ayudarlo, necesito trabajar.

Negué incrédulo.

—Debes estar falta de vitaminas, ¿cómo puedes pensar eso? No estás apta para trabajar en un lugar así, eres un peligro para ti misma.

—Puedo cuidar niños, cuido a mis hermanitos, tienen ocho y seis años, una niña y un niño —dijo, se limpió las lágrimas, no dejaba de gimotear.

—No puedo creer que estas cosas me pasen a mí. Te digo el nombre de un hotel y el número de una habitación, era el momento para aclarar lo que cada uno esperaba ¿A quién se le ocurre que te citaría aquí para ofrecerte trabajo?  O para que me dieras terapia.

—Yo solo escuché que necesitaba una niñera.

—No voy a despedir a la niñera de mi hija que habla cuatro idiomas y tiene dos licenciaturas por ti que ni comunicarte sabes.

—Pero dijo…

—Estaba molesto, muy molesto, cansado, la niña no deja de llorar y ella es incapaz de calmarla, me llama en lugar de ocuparse, pero no es su culpa porque la niña dice que ve fantasmas, ni se para qué te digo nada, es obvio que eres subnormal. Habrías terminado abusada hoy si en mi lugar te cruzabas con otro tipo.

—Lo siento.

Me sentí ridículo, me sentí mal por la torpeza de la chica.

—Ve mañana a mi casa, a pedir trabajo, le diré al ama de llaves que irás. No estaré mucho tiempo en la ciudad, así que después deberás conseguir otra cosa. Anota mi dirección.

Sonrió y aplaudió feliz. No supe por qué quise ayudarla, cuando me dijo que cuidaba a sus hermanos, pensé en mi hija, yo tenía mucho dinero, era obvio que ella no.

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