Romeo Scavo.
Estuve en mi despacho desde las cinco de la mañana, era la una de la tarde y no había salido siquiera a desayunar, Ana tocó la puerta y le pedí que pasara.
—Señor, ¿Va a tomar la comida con la niña?
—No, aquí.
—Ya hice la contratación de la chica.
—¿Vino? Qué bueno.
—Sí, es bastante joven, pero muy voluntariosa, rápida, sacó ya casi la mitad de lo que estaba en el búnker.
—Me alegra haber acertado con la corazonada.
—De hecho autoricé que Alberto busque a sus hermanitos al colegio y los traiga para acá para que se regresen con ella en la tarde, parece que son huérfanos y viven solo.
—Eso me dijo, entendí que es ella quien los cuida, fue la razón por la que te pedí que la emplearas.
—Ojalá no sea mañosa, no parece, caras vemos, corazones no sabemos.
—Sí lo es, se va y punto.
—Los niños están en el comedor de desayuno, el externo, allí no molestan a nadie, pero no tienen casi nada, tomé prestados colores y cuadernos de Ximena, espero que esté bien.
—Tú mandas en esta casa, Ana. A Ximena le sobra, no pasa nada.
Asintió y cerró la puerta. Ana era una mujer estricta y dura, de casi sesenta años, y de buen corazón, algo que yo no era, me gustaba tenerla cerca porque me enseñaba a ser bueno, mi mujer la adoraba y era ya como de la familia.
Pensé que la presencia de los hermanitos de esa chica podía ser buena influencia para Ximena, aunque tenía que examinarlos y ver qué clase de niños eran, decidí salir del despacho y dar una vuelta para ver cómo era todo.
Mi hija aún hacía sus lecciones con los profesores en el salón dispuesto para ello junto a la sala, pasé a la cocina, todos corrían de un lado a otro preparando las cosas para el almuerzo. Vi a los niños tras las puertas de cristales en las mesas del comedor de desayuno frente al jardín y la piscina. Los dos veían a su al redor y hablaban entre ellos, se reían, el varón que se veía que era el más grande le enseñaba a la pequeña algo en los cuadernos. Me acerqué más.
—Me salgo de la rayita, Alan —se quejó la niña y batió su cabello liso, era una copia chica de su hermana, tenía los cachetes redondos y rosados.
—Sí, es normal, después de practicar mucho no te saldrás —le dijo su hermano, era un rubiecito delgado.
—¿Por qué no podemos jugar y ya? Esta casa es grande, la señora nos regaló colores, yo quiero pintar.
—No, Lucy, nos los prestó y esta es casa ajena, no podemos brincar y saltar, aquí trabaja Caroline, sabes lo que le ha costado conseguir trabajo, no perderá este por nosotros.
Me sorprendió que hablara como un adulto, debían pasar mucho trabajo. Vi que de verdad tenían solo un lápiz y un cuaderno. Salí a saludarlos, ellos se quedaron viéndome con los ojos muy abiertos.
—Hola, niños, soy el jefe de su hermana, ¿Y sus cosas?
—¿Qué cosas? —preguntó la chiquita.
—¡Lucy! Buenas tardes, señor, somos los hermanos de nuestra hermana Caroline, mucho gusto, soy Alan y la mal educada es Lucy.
Me hizo sonreír, decidí que dejaría que mi hija jugara con ellos. Podría ser bueno para mejorar su constante melancolía.
—No veo sus bolsos.
—No tenemos —dijo el varón —, tenemos, pero están viejos y preferimos que se metan con nosotros porque no tenemos a que llevemos esos feos, horribles y viejos que Caroline remendó y quedaron peor.
—Caroline es nuestra hermana-mamá —dijo la nena que era preciosa.
Pensé que esos niños harían bien a mi hija.
—Hablaré con su hermana-mamá para que le compre bolsos nuevos.
Se vieron y sonrieron emocionados, el varón dio las gracias y la nena lo imitó. Entré de nuevo a la cocina, Ana me observó sonriente.
—Manda a comprar dos bolsos escolares para esos niños, uno de varón y uno de hembra, de la mejor marca que haya.
—Como diga, señor.
Salí hacia el patio delantero y vi a la chica, sacaba del búnker cajas y cajas de comida, sudaba y de vez en cuando bebía agua, me acerqué a ella, palideció cuando me vio.
—Señor, quería darle las gracias, este es el mejor trabajo del mundo. Muchas gracias, rezaré por usted y su pequeña todas las noches por el resto de mi vida.
—Vaya, con que hagas el trabajo me conformo, conocí a tus hermanitos, ¿te molestaría que jueguen con Ximena? Son contemporáneos.
—Para nada, yo feliz, ellos estarán felices.
—Bien, sigue, buen trabajo.
Se veía mucho mejor que el día anterior sin ese maquillaje ridículo y con ropa que le ajustaba mejor a su cuerpo, era una chica agraciada y muy humilde, me preguntaba cuál sería su historia ¿Qué habría pasado con sus padres?
Lo bueno es que no era mi problema, cuando me crucé a Valentina, le pedí que invitara a los chicos a jugar con mi hija en la sala de juegos, o al patio o a donde quisieran.
—¿Le parece buena idea? Esos niños no sabemos cómo están educados.
—Para eso, pago una niñera, para que los vigile.
—Está bien, señor.
Volví a encerrarme en mi despacho a comer y decidí que saldría luego a ver cómo les estaba yendo a los niños, el experimento podría funcionar, ya no conseguía que hacer con Ximena.
Estaba agotada, porque obviamente no estaba acostumbrada a hacer trabajo pesado como ese, sin embargo, no podía estar más feliz. El señor Scavo se portó amable conmigo y con mis hermanitos, a lo lejos veía como los tres sonreían y brincaban alrededor del jardín. Era una nena preciosa. Sonreí satisfecha y volví al búnker, escuche unos pasos detrás de mí. Me volteé con la mano en el pecho, era la niñera, le sonreí.—Hola, ya vi que mis hermanitos están jugando con la nena.—La niña Ximena. Sí —dijo y se cruzó de brazos recostándose del marco de la entrada.—Es una niña preciosa.—Y muy educada, no creas que será costumbre que tus hermanos se junten con ella, son de mundos diferentes.Me puse seria y asentí con la cabeza. Giré todo mi cuerpo hacia ella porque entendí que no venía en buenos términos ni son de paz.—El señor Scavo me pidió permiso para que mis hermanos jugaran con ella.—Lo sé, está desesperado porque la niña no comparte con otros niños, pero pronto comprenderá la inconve
Se me había instalado ya un mal cuerpo por el encuentro con esa niñera, lo último que necesitaba eran problemas, acaricié la cara de mis hermanitos y le sonreí.—Ya en un rato vamos a casa, nos llevará el chófer.—Eso —gritó Lucy, Alan se hacía el que se aguantaba las ganas de sonreír, sería una experiencia muy divertida para ellos, y cómoda.Se acercó la señora Ana, me preocupé pensando que quizás la niñera le había dicho algo y que si se pondría de su parte, yo iba a salir perdiendo, era la nueva.—Caroline, ¿Por qué no te das un baño antes de irte? Tienes la cara sucia, es que ni comiste con nosotros.—Quería terminar.—No hay prisas, el señor hizo que tus hermanos comieran a la mesa con Ximena.Palidecí.—¿Qué?, eso no me lo contaron, he debido de salir a comer con ellos, son mi responsabilidad.Me miró con una expresión divertida.—Descuida, pero ¿Qué te pasa? Solo son niños, el señor estaba encantado de que Ximena tuviera con quien conversar durante la comida. Es una niña muy asu
Romeo Scavo.Yo mismo busqué la ropa, sonreí mientras lo hacía, desde hacía muchos años no lo hacía yo mismo, siempre tengo mucho personal a mi alrededor que se ocupa hasta de buscar la ropa que me pongo, saqué un conjunto deportivo como el que se puso la chica, y me eché a reír por su ocurrencia, su despiste es de registrar, sacudí la cabeza pensando que hacía mucho tiempo que no me reía así.Abrí la puerta del baño y los espejos estaban empañados por el agua caliente, la regadera estaba húmeda por supuesto, así como el piso, pero no hizo mayores desastres, no estaba acostumbrado a compartir mi baño con nadie, era un lugar sagrado para mí, pensé que pudo ser peor, la pude haber conseguido desnuda debajo de la regadera, pudo ser peor.Sonreí con picardía, aunque peor entre comillas, la chica me parecía linda, a pesar de su delgadez, habría sido interesante ver qué había debajo de sus ropas, o de las mías más bien, volví a reír recordando su ocurrencia.Entré al jacuzzi y cerré los ojos
Dejé a los niños en la escuela y sonreí feliz al verlos con sus bolsos, ellos estaban muy contentos, también iban con su barriga llena y eso me tenía más que satisfecha a mí, me dije que tenía que guardar mucho dinero, no podía volver a estar en una situación como esa nunca más.Tomé el autobús hasta la urbanización dónde vivía el señor Scavo, no dejaba de sonreír pensando en que tenía un trabajo, vi como algunas personas iban quejándose por tener que ir todo el camino de pie, yo pensaba en lo afortunada que era por tener a dónde ir, iba a trabajar, ganaría un sueldo y, además el chófer del señor me llevaría a casa con mis hermanos, los iría a buscar a la escuela en carro.La mejor parte fue cuando Ana me dio la comida que sobró, mis ojos no podían abrirse más de emoción. Tener comida, dinero para pagar la renta me tenían la mente libre, sentía una paz que me hacía cantar a las aves.Me bajé en la parada indicada y caminé aspirando el aire de la mañana.Llegué a la mansión del señor Sc
Romeo Scavo.Sonreí recordando su rostro pálido asomado a mi puerta, sabía que era una chica buena, muy joven, además, y sí, lo más probable es que fuera virgen.Volví a negar con la cabeza, no podía pensar en esas cosas, no podía pensar en ella de esa manera, pero lo hacía, no dejaba de hacerlo.Tocaron a mi puerta de nuevo, no estaba acostumbrado a esas interrupciones, si es ella no me molesta, pensé con picardía.—¡Adelante! —grité.—No alcanzo —dijo mi hija, sonreí al oírla, nunca se atrevía a ir a mi despacho, había sido grosero con ella antes por molestarme mientras trabajaba.Me levanté y caminé con paciencia hacia la puerta, abrí, sonrió alzando su rostro.—Papá, buenos días.—Buenos días, Ximena, ¿necesitas algo?—¿Los hermanos de Caroline van a venir?—Sí, ahora regresarán de la escuela, vendrán directamente para acá.—¿Puedo mostrarle a Caroline lo que le voy a regalar a sus hermanos?—Ella debe trabajar, no deberías molestarla.—Papá, ya no tengo pesadillas, duermo bien.—
Romeo Scavo.Sonó mi teléfono y atendí mientras revisaba algunas cosas en mi despacho.—Romeo, es Arturo.—Hola, Arturo, ¿cómo están las cosas?—¿Qué estás haciendo por allá? ¿A quién hiciste molestar?—¿Cómo? ¿Por qué?—En algunas horas saldrá la declaración de una joven mujer que dice que es tu novia, o que lo fue y que la maltratabas, física y sexualmente, que no quería estar contigo y la obligabas, y que le dabas dinero en efectivo, te va a denunciar.—¿Qué? En mi vida, claro que no.—Lo sé, pero es una trampa, alguien quiere perjudicarte, en dos días sale el documento para la firma del contrato con los Warren.—¡Dios! ¿Quién es la mujer?—Una tal Alondra Villa.—No la conozco. Te lo juro que no, soy un padre viudo y solitario.—Sí, que no se te conozca novia lo hace sospechoso.—Tengo una hija pequeña —grité con exasperación.—¡Lo sé! Pero la prensa y tus enemigos usarán esto para destruirte.—Llamaré a Mason, que comience a ocuparse de todo, no voy a ser calumniado, no por mí, no
Mason llegó con su cara tensa y un montón de papeles para que yo los firmara. Cerré la puerta de mi despacho y nos sentamos frente a frente.—¿Qué has pensado? La niñera es perfecta, lo venía pensando.—No hay manera.—Es solo que pretendan serlo.—No, trabajo con ella, es quien educa a mi hija, no quiero hacerlo con ella.—¿Entonces?—Estoy solo, punto.Negó con un movimiento de cabeza y se echó a reír.—Te conozco, te gusta alguien.—No, nadie me gusta ¿Qué locuras dices? Simplemente, no quiero complicar las cosas, no soy bueno mintiendo.Tocaron a la puerta, entró Valentina como le pedí que hiciera, suspiró y saludó a Mason con cortesía como siempre. Mason se quedó mirándola demás y volvió a verme, sonrió de forma nerviosa.Rodé los ojos sin disimular.—Valentina, se van a decir cosas de mí en la prensa, por favor, para que mantengas a mi hija alejada de las noticias.—Entendido, señor, estaré atenta.—Otra cosa, no te metas con Caroline, déjala hacer su trabajo en paz.La cara de V
Las manos me temblaban sin parar, miré a mis hermanos y acaricié sus cabellos como si tratara de calmar sus nervios, eran los míos los que quería calmar.Fingir ser la novia de ese señor era demasiado, yo no había sido nunca la novia de nadie.—Listo, Caroline, nos dijeron que comiéramos en la mesa con Ximena, así que nos vamos al comedor, si quieres revisar la tarea —dijo Alan, afirmé y le sonreí.—Ve, vayan.Vi el comedor desde la cocina, el señor no estaba así como tampoco su amigo, mis hermanos se acomodaron en la mesa con Ximena y la niñera Valentina. Ana les servía comida, los tres reían contentos hablando de juguetes.Ana me sorprendió mirándolos.—Vamos a comer, nosotras, no hemos comido, y mira la hora que es.—¿Y el señor? —pregunté.—Comió en su despacho con el joven Mason. Es su abogado, deben estar trabajando en algo serio.—Entiendo —respondí desanimada.Mientras comía no podía dejar de pensar en Esmeralda, le escribí preguntándole como estaba, pero no me respondía. Le co