Capítulo 6

Estaba agotada, porque obviamente no estaba acostumbrada a hacer trabajo pesado como ese, sin embargo, no podía estar más feliz. El señor Scavo se portó amable conmigo y con mis hermanitos, a lo lejos veía como los tres sonreían y brincaban alrededor del jardín. 

Era una nena preciosa. 

Sonreí satisfecha y volví al búnker, escuche unos pasos detrás de mí. Me volteé con la mano en el pecho, era la niñera, le sonreí.

—Hola, ya vi que mis hermanitos están jugando con la nena.

—La niña Ximena. Sí —dijo y se cruzó de brazos recostándose del marco de la entrada.

—Es una niña preciosa.

—Y muy educada, no creas que será costumbre que tus hermanos se junten con ella, son de mundos diferentes.

Me puse seria y asentí con la cabeza. Giré todo mi cuerpo hacia ella porque entendí que no venía en buenos términos ni son de paz.

—El señor Scavo me pidió permiso para que mis hermanos jugaran con ella.

—Lo sé, está desesperado porque la niña no comparte con otros niños, pero pronto comprenderá la inconveniencia de juntarlos.

—Mis hermanos son muy educados.

Alzó los hombros y bufó, me dedicó una mueca de burla y sobé mis manos sin apartarle la vista.

—Eso dices tú, así se venden porque seguro tienen mañas, solo quiero que tus hermanos recuerden su lugar y no quieran propasarse o creerse iguales a Ximena, no lo son.

Tragué grueso, sentí una punzada en el corazón, mis hermanitos eran lo más puro y hermoso que había en el mundo, mi Lucy era de la edad de la niña Ximena, me dolía que el mundo las percibiera diferente.

—Tendrán claro su lugar, señorita.

—También tú debes tener claro tu lugar, no creas que no me he dado cuenta de tus sucias intenciones.

—¿Qué?

—Sí, con tu sonrisita y tu cara de chica humilde y buena, sé de dónde te sacó el señor, que es demasiado bueno y comprensivo, se apiadó de tus hermanitos a los que tienes viviendo una vida miserable, por eso estás aquí, no creas que tienes oportunidad de colarte en su cama.

Abrí mucho los ojos y me eché hacia atrás negando con la cabeza.

—Jamás esperaría hacer eso, solo quiero un trabajo para mantener a mis hermanos. Es todo, jamás pensaría en hacer una cosa así.

Hizo una mueca de burla y me miró de arriba abajo.

—¿Sabes qué?, decidí que no te quiero cerca, cuídate mucho las espaldas, me encargaré de que no dures nada. No quiero los piojos de esos niños cerca de Ximena.

Apreté mis puños y la vi salir del búnker, cerré los ojos y contuve las lágrimas. Ella no sabía que si yo hubiese querido ya me habría acostado con ese señor. Me llevé una mano al estómago y aspiré aire, me preocupé por perder el empleo, no podía darme el lujo de perder ese empleo.

La vida nos iba  a cambiar, ya había decido que ahorraría lo ganado para invertirlo en un puesto de comida ambulante, así aseguraría los ingresos futuros y podría estar con mis hermanos cuidándolos.

Esa mujer no podía estar hablando en serio, pensé. 

No supe si decirle al señor Scavo de sus amenazas o si me convenía más bien quedarme callada y mantenerme bajo perfil.

Era mi primer día, solo estaba preocupada de que le quitara el trabajo, pensé, aunque ya me había dicho el señor que ella hablaba varios idiomas y tenía muchos diplomas.

Salí del búnker y miré hacia el jardín dónde los niños jugaban.

La niñera le hacía malas caras a mis hermanos, pero gracias a Dios ellos estaban muy concentrados jugando con la niña y no se daban cuenta. 

Tendría que hablar con ellos para que nunca tuvieran tanta confianza con la pequeña.

—¿Todo bien? —preguntó Ana, el ama de llaves.

—Sí, sí, todo perfecto —respondí sonriendo, evitaba que se me notara la cara de preocupación por la actitud y las amenazas de la niñera.

La señora miró haciendo dónde jugaban los niños y sonrió.

—Ella no es mala, es un poco estirada, pero una buena mujer, estricta, supongo que debe serlo por su trabajo.

Le sonreí y asentí.

—Seguro que sí, no me gustaría que reprendiera a mis hermanos, los cuido mucho.

—Claro, no creo que lo haga, sabe que el señor está contento de que haya niños en la casa con los que Ximena pueda jugar.

—Eso espero.

La mujer regresó a la cocina y yo regresé al búnker, pensando que debía andar con cuidado.

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