Estaba agotada, porque obviamente no estaba acostumbrada a hacer trabajo pesado como ese, sin embargo, no podía estar más feliz. El señor Scavo se portó amable conmigo y con mis hermanitos, a lo lejos veía como los tres sonreían y brincaban alrededor del jardín.
Era una nena preciosa.
Sonreí satisfecha y volví al bunker, esuché unos pasos detrás de mí. Me volteé con la mano en el pecho, era la niñera, le sonreí.
—Hola, ya vi que mis hermanitos están jugando con la nena.
—La niña Ximena. Sí —dijo y se cruzó de brazos recostandose del marco de la entrada.
—Es una niña preciosa.
—Y muy educada, no creas que será costumbre que tus hermanos se junten con ella, son de mundos diferentes.
Me puse seria y asentí con la cabeza. Giré todo mi cuerpo hacía ella porque entendí que no venía en buenos terminos ni son de paz.
—El señor Scavo me pidió permiso para que mis hermanos jugaran con ella.
—Lo sé, está desesperado porque la niña no comparte con otros niños, pero pronto comprenderá la inconveniencia de juntarlos.
—Mis hermanos son muy educados.
Alzó los hombros y bufó, me dedicó una mueca de burla y sobé mis manos sin apartarle la vista.
—Eso dices tú, así se venden porque seguro tienen mañas, solo quiero que tus hermanos recuerden su lugar y no quieran propasarse o creerse iguales a Ximena, no lo son.
Tragué grueso, sentí una punzada en el corazón, mis hermanitos eran lo más puro y hermoso que había en el mundo, mi Lucy era de la edad de la niña Ximena, me dolía que el mundo las percibiera diferente.
—Tendrán claro su lugar, señorita.
—También tú debes tener claro tu lugar, no creas que no me he dado cuenta de tus sucias intenciones.
—¿Qué?
—Sí, con tu sonrisita y tu cara de chica humilde y buena, sé de dónde te sacó el señor, que es demasiado bueno y comprensivo, se apiadó de tus hermanitos a los que tienes viviendo una vida miserable, por eso estás aquí, no creas que tienes oportunidad de colarte en su cama.
Abrí mucho los ojos y me eché hacía atrás negando con la cabeza.
—Jamás esperaría hacer eso, solo quiero un trabajo para mantener a mis hermanos. Es todo, jamás pensaría en hacer una cosa así.
Hizo una mueca de burla y me miró de arriba abajo.
—¿Sabes qué?, decidí que no te quiero cerca, cuidate mucho las espaldas, me encargaré de que no dures nada. No quiero los piojos de esos niños cerca de Ximena.
Apreté mis puños y la vi salir del bunker, cerré los ojos y contuve las lágrimas. Ella no sabía que si yo hubiese querido ya me habría acostado con ese señor. Me llevé una mano al estómago y aspiré aire, me preocupé por perder el empleo, no podía darme el lujo de perder ese empleo.
La vida nos iba a cambiar, ya habia decido que ahorraría lo ganado para invertirlo en un puesto de comida ambulante, así aseguraría los ingresos futuros y podría estar con mis hermanos cuiadandolos.
Esa mujer no podía estar hablando en serio, pensé.
No supe si decirle al señor Scavo de sus amenzas o sí me convenía más bien quedarme callada y mantenerme bajo perfil.
Era mi primer día, solo estaba preocupada de que le quitarara el trabajo, pensé, aunque ya me había dicho el señor que ella hablaba varios idiomas y tenía muchos diplomas.
Salí del bunker y miré hacia el jardín dónde los niños jugaban.
La niñera le hacia malas caras a mis hermanos, pero gracias a Dios ellos estaban muy concentrados jugando con la niña y no se daban cuenta.
Tendría que hablar con ellos para que nunca tuvieran tanta confianza con la pequeña.
—¿Todo bien? —preguntó Ana, el ama de llaves.
—Sí, sí, todo perfecto —respondí sonriendo, evitaba que se me notara la cara de preocupación por la actitud y las amenazas de la niñera.
La señora miró haciando dónde jugaban los niños y sonrió.
—Ella es no es mala, es un poco estirada, pero una buena mujer, estricta, supongo que debe serlo por su trabajo.
Le sonreí y asentí.
—Seguro que sí, no me gustaría que reprendiera a mis hermanos, los cuido mucho.
—Claro, no creo que lo haga, sabe que el señor está contento de que haya niños en la casa con los que Ximena pueda jugar.
—Eso espero.
La mujer regresó a la cocina y yo regresé al bunker, pensando que debía andar con cuidado.
Caroline.Desperté tras haber dormido solo dos horas, no podía dormir pensando en que el día lunes era la fecha límite para inscribir a mis hermanos en la escuela y que ya era sábado, pasé saliva y cerré los ojos a punto de llorar, solo tenía granos blancos en la nevera preparados para darles y en lo que el contenido de esa olla se acabara no tendría más para darle, ya no tenía a quien más pedirle dinero prestado, había pedido mucho y había quedado mal porque no conseguía trabajo, limpié mis lágrimas y me exigí levantarme, debía ir a la calle y conseguir algo de dinero para la comida, ya vería como haría para inscribirlos en el colegio, aunque ya nadie me quería prestar más dinero.Limpié mis dientes sin pasta dental y corrí a la cocina a calentar y remojar el poco pan que quedaba que ya estaba duro, lo calentaría un poco para cuando los chicos se levantaran: Alan de ocho y Lucy de seis, eran mi vida y tenía una gran responsabilidad con ellos. Me espantaba la idea de perderlos, no pod
Romeo Scavo.Bajé del auto y entré al pretencioso edificio de mi indeseable socio, el mal gusto hacía presencia en cada esquina, tomé el ascensor y mis hombres se quedaron abajo, crucé la puerta principal y llegué hasta su oficina.—Romeo ¿Cómo estás? ¿Qué tal tu viaje de regreso?—Todo bien. —Lamento lo de tu padre, ahora somos socios, te explicaré todo sobre el negocio. A tu padre le habría encantado verte por fin trabajando en el negocio familiar.—No es lo que pretendo. Quiero vender mi parte y adiós.—No, no, así no se hacen las cosas, date una oportunidad.Lo que quería era la fama de mi nombre en el mundo de los negocios para levantar el muerto que tenían como empresa. Me senté para escucharlo, pero yo tenía una decisión tomada.—¿Es todo? Mi abogado te contactará.—Romeo, Romeo, acompáñame esta noche para una fiesta en un club muy exclusivo, tengamos conversaciones de negocios como las tienen los hombres en esta ciudad.—No salgo de fiestas, nunca.—Por negocios.—Precio ¿Cuá
Romeo Scavo.Miré de arriba abajo a la mujer.—¡Torpe! —grité.—Lo siento, no sabía que había alguien aquí, por aquí lanzo el agua sucia.Me volví a ver la pequeña terraza, la miré de nuevo.—¿Cómo eres tan torpe? Esto es una terraza, no es para lanzar esa agua, debes lanzarla por un desagüe ¿Es que vives en una alcantarilla?Abrió mucho los ojos y negó repetidas veces, noté su maquillaje barato y mal puesto, su ropa que le quedaba demasiado ajustada como si fuera ropa de niña, se veía ridícula. Me quité la chaqueta, ella se quedó paralizada viéndome.—Qué noche de mierda, no soporto al imbécil de Ricardo, la niñera es incapaz de cuidar a mi hija, voy a tener que correrla y ahora tú me lanzas esta porquería encima ¿Qué nadie puede simplemente hacer su trabajo?—Yo puedo ocuparme de eso. Déjeme compensarlo —pidió.La miré de arriba abajo, no se parecía al resto de las chicas que vi adentro del lugar, no era fea, pero era la única que se veía natural, no me gustaba pagar por sexo, pero
El chofer del hombre me dejó frente a mi casa, estaba feliz de poder tener una oportunidad de volver a tener un trabajo de verdad, del club solo me llamaban a veces y en lugar de los treinta dólares que me ofrecieron, me pagaban solo veinte y hasta baños tenía que limpiar, no me quejaba de trabajo, pero sentía que podía estar haciendo más dinero, con lo que gané pude pagar una parte de la renta, seguía debiendo la otra y pude comprar algo de comida para mis hermanos, los inscribí en el colegio con la promesa de pagar poco a poco la inscripción, hablé con la directora y me hizo ese favor.Mis dos chiquiticos dormían, tenían un solo par de zapatos, un solo cuaderno y un lápiz cada uno, sin bolsos, era tarde, pero debía sentarme a coser los bolsos viejos y rotos para que se llevaran allí sus cosas y no anduviesen sin nada.Mientras cosía pensé en el peligro en el que estuve, ese hombre tuvo razón, cualquier otro no me habría perdonado teniéndome ahí sola e indefensa en una habitación de
Romeo Scavo.Estuve en mi despacho desde las cinco de la mañana, era la una de la tarde y no había salido siquiera a desayunar, Ana tocó la puerta y le pedí que pasara.—Señor ¿Va a tomar la comida con la niña?—No, aquí.—Ya hice la contratación de la chica.—¿Vino? Qué bueno.—Sí, es bastante joven, pero muy voluntariosa, rápida, sacó ya casi la mitad de lo que estaba en el bunker.—Me alegra haber acertado con la corazonada.—De hecho autoricé que Alberto busque a sus hermanitos al colegio y los traiga para acá para que se regresen con ella en la tarde, parece que son huérfanos y viven solo.—Eso me dijo, entendí que es ella quien los cuida, fue la razón por la que te pedí que la emplearas. —Ojalá no sea mañosa, no parece, caras vemos, corazones no sabemos.—Sí lo es, se va y punto.—Los niños están en el comedor de desayuno, el externo, allí no molestan a nadie, pero no tienen casi nada, tomé prestado colores y cuadernos de Ximena, espero que esté bien.—Tú mandas en esta casa, A