Clara Fontaine, una exitosa mujer de negocios viaja a Dubái para expandir su empresa. Allí se encuentra con Zayed Al-Nahyan, un poderoso jeque acostumbrado a obtener todo lo que desea. Lo que comienza como una negociación pronto se convierte en un peligroso juego de poder y seducción, cuando Zayed se obsesiona con Clara, quien lucha por mantener su independencia. En un mundo donde las reglas están a favor de él, Clara deberá decidir hasta dónde está dispuesta a llegar para proteger su libertad y su corazón.
Leer másZAYEDElla se desploma en mis brazos. Su fragilidad es palpable, como si el peso del sufrimiento que ha cargado durante este tiempo la hubiera reducido a una sombra de la mujer fuerte que siempre he amado. Mi Clara. Mi gatita. La emoción me golpea con fuerza, un dolor sordo que se mezcla con un alivio tan profundo que casi me hace caer de rodillas.—Cuánto sufriste, mi gatita —susurro, mis labios rozando su cabello mientras la sostengo con cuidado, como si temiera que pudiera romperse.Subo con ella al asiento trasero del auto, mientras Karim, con el rostro tenso y lleno de preocupación, se acomoda al volante. El silencio entre nosotros es ensordecedor. Ninguno de los dos necesita hablar. Karim entiende lo que siento; él estuvo allí siendo de testigo de mi sufrimiento estos ultimos días, cuando me sumí en un abismo de desesperación que parecía no tener fin.Mientras el auto avanza por las calles iluminadas por el sol de la mañana, mis ojos permanecen clavados en ella. Su rostro está m
CLARALos días posteriores a la llamada de Karim han sido una tortura interminable. Mi mente ha estado atrapada en un torbellino de pensamientos, y el silencio de su parte solo alimenta mi ansiedad. Ni una sola pista, ni un detalle. Todo se siente como caminar en la cuerda floja sobre un abismo.Me miro al espejo por última vez mientras termino de arreglarme. El reflejo me devuelve una mirada cansada, con ojeras que no logro disimular del todo. Mi cabello, perfectamente peinado, parece ser lo único bajo mi control en este caos. Respiro hondo, intentando calmarme, pero el vacío en mi estómago se intensifica.Antes de salir, me acerco a la cuna de mis hijos. Ellos duermen plácidamente, envueltos en una tranquilidad que yo envidio. Me inclino para besarles la frente, dejando que sus suaves respiraciones me llenen de una paz efímera.El rugido de mi motocicleta rompe el silencio de la mañana. El viento fresco acaricia mi rostro mientras conduzco hacia la cafetería. Intento concentrarme en
ZAYEDEstos días en el hospital han sido una completa tortura. Cada segundo que pasa se siente como una aguja perforando mi pecho, recordándome lo cerca que estuve de perder a Karim. No hay palabras para describir el alivio que sentí al saber que sobreviviría, pero incluso ese alivio viene teñido de miedo, culpa y una angustia constante que no me deja respirar con facilidad. Sé que mi vida está marcada por decisiones difíciles, pero esta situación me pesa más que cualquier otra.Los doctores me han dicho que deberíamos esperar un poco más antes de viajar, que Karim necesita reposo, pero él insiste en volver a Estados Unidos cuanto antes. Y la verdad es que yo también lo deseo. Muero por ver a Clara, aunque al mismo tiempo siento que el peso de mi propia incertidumbre me hunde. ¿Qué pensará? ¿Cómo va a reaccionar? ¿Aún me amará después de todo lo que ha pasado? Miles de preguntas se agolpan en mi mente, y cada una trae consigo un torbellino de emociones que apenas puedo controlar.La a
DÍAS DESPUÉS.CLARA.No he tenido éxito tratando de comunicarme con Karim. Cada intento fallido me consume aún más. No sabemos nada de él, y la angustia de no saber qué sucedió nos está matando a todos. La incertidumbre es como un veneno lento que se desliza por nuestras venas, robándonos la paz y llenándonos de miedo.–¿Aún nada? –pregunta Ann entrando a la casa. Su voz está cargada de preocupación, aunque intenta disimularlo. Es obvio que mi amiga está interesada en Karim, pero siempre se hizo la desentendida, como si sus sentimientos fueran un secreto que nadie podría notar.–No, aún no –suspiro, sintiendo cómo esas palabras pesan en mi pecho.–¡Ay, Dios! –es lo único que logra decir antes de acercarse a mi madre para saludarla.Mientras ellas hablan, yo camino hacia mi habitación. El aire de la sala me resulta asfixiante, lleno de recuerdos y preguntas sin respuesta. Mis pies se sienten pesados, como si cargar con la ausencia de Zayed me estuviera hundiendo cada día más. Al abrir
ZAYED.Arrastro el cuerpo de Karim hacia el auto, mis manos cubiertas de su sangre, que no cesa de brotar como un río oscuro e interminable. La tensión de la situación me aprieta el pecho, y aún puedo escuchar el eco de las balas de la ráfaga que Samira descargó sobre él. Esas malditas balas que atravesaron su cuerpo. Todo sucedió tan rápido que mi mente aún no alcanza a procesarlo. Jamás imaginé que esa mujer, que alguna vez fue tan cercana, pudiera llegar a hacer algo así. Mi respiración se acelera mientras subo al asiento del conductor, el coche arranca a toda velocidad, deslizándose por las calles de la ciudad como una flecha, sorteando semáforos y esquivando vehículos, mientras Karim sigue en el asiento trasero, cada segundo se siente más crucial.El sonido del motor es lo único que consigo oír, ahogando mi mente que no para de martillar con pensamientos. La sangre se esparce por todo el asiento, empapando la tapicería. El sonido de la respiración entrecortada de Karim me hace mi
ZAYEDEl puerto Jebel Ali se alza imponente frente a nosotros, una maraña de grúas y contenedores apilados que se extienden hasta donde alcanza la vista. Este es el corazón comercial de Dubái, el lugar donde el mundo entero intercambia bienes, y también el lugar perfecto para esconder actividades ilícitas a plena vista. El carguero de Rashid ha atracado en el muelle 16, un área conocida por su escaso control y vigilancia irregular, una elección idónea para una operación como esta, teniendo la noche como aliado perfecto.Desde la camioneta en la que nos movemos, puedo ver las luces de los contenedores iluminando tenuemente la zona. Karim está al volante, con los ojos fijos en la carretera interna que serpentea entre los muelles. Yo, en el asiento del copiloto, sostengo mi rifle de asalto, un HK416, con el cargador listo y un silenciador montado. En el asiento trasero, las armas cortas están apiladas junto a granadas de humo, por si la situación se complica más de lo esperado.Ibrahim y
ZAYEDEl despacho solo iluminado por la tenue luz de una lámpara que parpadea, proyecta sombras inquietantes en las paredes. El silencio es denso, apenas roto por el leve zumbido del ventilador de techo que gira con desgana. Afuera, la luz del sol envuelve todo en un color naranja que parece anunciar lo inevitable. Esta noche se define el futuro. Todo está listo para el enfrentamiento con Rashid, pero mi mente está en otro lugar. Está con ella.El whisky en mi mano se convierte en un intento desesperado de calmar los nervios. Tomo un sorbo largo, sintiendo cómo la quemadura baja por mi garganta, pero no es suficiente para apagar el fuego que arde dentro de mí. Mi corazón parece querer salirse de mi pecho cuando al fin escucho la voz de Clara del otro lado del teléfono. Karim la ha llamado y ha puesto el altavoz para que yo pueda escucharla. Una daga se clava en mi pecho cuando escucho su voz rota, sin vida, como si toda la esperanza se hubiera desvanecido. El tono rebelde que tanto
MESES ANTESZAYEDEl frío me cala hasta los huesos, un frío que no solo se siente en la piel, sino que se instala en el alma. Estoy siendo arrastrado por alguien, pero mi cuerpo apenas responde. Es como si todo el peso del mundo hubiera caído sobre mí, y lo único que logro hacer es dejarme llevar por la gravedad. Las piedras del suelo se clavan en mi espalda, cortando la carne de mi piel ya laserada. Cada respiración es un esfuerzo monumental; mis pulmones se niegan a cooperar, y el aire entra con dificultad, como si me estuviera ahogando con cada intento.Quiero mantener los ojos abiertos, pero es inútil. La oscuridad me envuelve, aunque a momentos el mundo parpadea ante mí, entre imágenes borrosas y sonidos lejanos. Ramas crujen bajo los pies del hombre que me lleva, y el olor a tierra húmeda llena mis fosas nasales. Mi pecho arde, un dolor punzante que se intensifica con cada sacudida. No sé cuánto tiempo pasa, pero la sensación de ser lanzado al suelo me arranca un gemido que apen
KARIM.Dos meses. Dos meses desde que Zayed se desvaneció de nuestras vidas. El tiempo ha seguido su curso, pero yo sigo estancado, como si la mitad de mí hubiera quedado atrás, atrapada en la última vez que lo vi.Zayed no solo era mi jefe, también mi amigo, y como un hermano. Crecimos juntos, compartimos secretos, victorias y derrotas, cosas que solo pueden vivir los verdaderos hermanos. Nuestros lazos se forjaron en años de complicidad, de enfrentamientos, de apuestas y de risas, siempre con la promesa de que nada nos separaría. Aun cuando él era el líder, el gran hombre que todos temían, había un espacio en su vida donde compartía su humanidad, su vulnerabilidad. Esa parte de él la conocía yo, nadie más.Maldije mi suerte. Me culpé por no haber estado con ellos ese día, por haberlos convertido en un blanco fácil. Quizás si hubiera estado allí, quizás si hubiese estado más cerca, podría haber hecho algo, algo que hubiera cambiado el curso de los eventos. Pero los "si hubiera" no so