CLARA
El calor me golpea apenas bajo del avión. El viento caliente del desierto roza mi piel como una caricia abrasadora, y me siento invadida por una mezcla de incomodidad y emoción. Siempre es lo mismo cuando aterrizo en un país nuevo: esa ansiedad por lo desconocido, combinada con la adrenalina de saber que estoy a punto de enfrentar otro desafío. No soy de las que se intimidan fácilmente, pero Dubái, con su inmensidad y opulencia, emana una energía que no se puede ignorar. Desde la pista del aeropuerto, puedo ver el horizonte dominado por rascacielos imposibles, modernos y brillantes como espejos gigantes que desafían al cielo. Todo aquí parece haber sido elegido para demostrar poder, y me pregunto si esto es un reflejo de Zayed Al-Nahyan, el hombre al que estoy a punto de conocer. Un hombre del que he oído tantas historias, un hombre que, según dicen, tiene todo bajo control. Incluyendo a las personas que lo rodean. Pienso en los correos y las llamadas que precedieron este viaje. “Ten cuidado, Clara”, me advirtieron mis colegas. “No será como negociar en Londres o Nueva York. Este es un mundo diferente. Ellos no respetan a las mujeres como nosotros”. Yo, por supuesto, respondí con mi usual confianza: "El respeto no es algo que me regalen, me lo gano". Siempre lo ha sido. No es la primera vez que me enfrento a hombres poderosos que creen que una mujer no puede estar a su nivel. Pero nunca antes me había enfrentado a alguien como Zayed Al-Nahyan, un hombre cuya fama y poder trascienden fronteras, un hombre que, según me han contado, no está acostumbrado a recibir un 'no' como respuesta. Esto debería asustarme, o al menos hacerme dudar de mi capacidad, pero en cambio, siento una determinación aún más fuerte de lo normal. He venido aquí a cerrar un trato, y lo haré, sin importar las dificultades que pueda enfrentar. Me llevan en un coche de lujo desde el aeropuerto, y mientras avanzamos por las calles perfectamente asfaltadas de Dubái, no puedo evitar notar cómo la ciudad parece un espejismo. Todo es brillo y riqueza: autos deportivos de colores imposibles, edificios que parecen no tener fin, centros comerciales que rivalizan con palacios. Es una ciudad que grita exceso, y me pregunto si detrás de todo este lujo existe alguna autenticidad. ¿O es todo una fachada? Me pregunto si Zayed es igual. ¿Un hombre tan perfecto en su poder y control que ha olvidado lo que significa ser real? Cuando llego a la residencia Al-Nahyan, lo primero que noto es el tamaño de la mansión. Está rodeada por altos muros blancos que ocultan gran parte de la estructura, pero lo que se puede ver es impresionante: un jardín tan perfectamente mantenido que parece una obra de arte, fuentes que despiden chorros de agua que brillan bajo el sol, y un equipo de seguridad vestido de negro que me observa con ojos críticos. El aire es más espeso aquí, o tal vez soy yo quien está comenzando a sentir el peso de lo que está por venir. El chofer me abre la puerta, y yo bajo del coche con el mismo aplomo con el que he enfrentado a magnates en las torres de Manhattan. Puedo sentir las miradas sobre mí, las cabezas que se vuelven ligeramente cuando camino hacia la entrada principal, como si no supieran qué hacer con la mujer extranjera vestida con un traje de alta costura. Estoy segura de que esperan ver una figura sumisa, quizás con la cabeza cubierta por un velo, pero lo que ven es una mujer que no teme ser vista. Un asistente se me acerca, un hombre joven con una túnica blanca inmaculada y un semblante serio. Me hace una reverencia educada antes de guiarme al interior. Todo en la mansión es una obra maestra: mármol pulido, columnas que se alzan hacia un techo que parece tocar el cielo, y un silencio que lo envuelve todo. Sin embargo, debajo de todo ese lujo, siento algo más... un aire de dominación, de control. Es como si este lugar mismo estuviera bajo la influencia de una fuerza invisible, la misma fuerza que, supongo, controla a todos los que viven y trabajan aquí. Me conducen a una sala de espera que es más grande que la mayoría de los apartamentos en los que he vivido. Me siento en uno de los sofás de terciopelo, y mis dedos juguetean con el borde de mi maletín mientras espero. Mi mirada se pierde en las obras de arte que cuelgan en las paredes. La cultura árabe siempre me ha fascinado: sus colores vibrantes, sus símbolos intrincados, y la forma en que la historia parece estar entretejida en cada aspecto de sus vidas. Pero no puedo permitirme perderme en la admiración. Estoy aquí para negociar, y eso es lo único que importa. El asistente regresa y me anuncia que Zayed Al-Nahyan me recibirá en unos minutos. Mi corazón da un pequeño vuelco, y me lo reprocho internamente. Esto es solo una reunión de negocios. He estado en decenas, tal vez cientos, de ellas. Pero algo en esta situación es diferente, y lo sé. Y entonces, lo veo. Zayed entra en la sala con una presencia que es casi tangible. Es alto, más alto de lo que imaginaba, con una figura imponente que proyecta fuerza sin esfuerzo. Lleva una túnica blanca tradicional, y su barba cuidadosamente arreglada le da un aire de autoridad y sofisticación. Pero lo que más me impacta son sus ojos: marrones claros, intensos, como si pudieran ver directamente dentro de mí. Hay algo en esa mirada que me deja sin aliento por un segundo. Él no sonríe, pero tampoco me mira con desdén. Es una mirada calculada, como si me estuviera evaluando, buscando entender qué clase de persona soy y cómo puede usar esa información a su favor. Es el tipo de mirada que he visto antes en los hombres poderosos, pero en él es diferente. Es más frío, más controlado. Me levanto y le tiendo la mano, manteniendo la compostura. -Señor Al-Nahyan- digo con mi voz firme, aunque siento la tensión en el aire- Gracias por recibirme. Él toma mi mano brevemente, y por un segundo, el calor de su piel se filtra en la mía. Pero el contacto es rápido, calculado. -Señorita Fontaine- responde con una voz profunda y modulada- El placer es mío. He oído mucho sobre usted. No sé si eso es bueno o malo. En su tono no hay pista alguna de lo que piensa. Todo en él es un enigma, una máscara que se mantiene imperturbable. Nos sentamos frente a frente, y mientras cruzo mis piernas y coloco mi maletín en el suelo, me doy cuenta de que esta será una negociación diferente a cualquiera que haya enfrentado antes. No es solo por el trato que estamos a punto de discutir. Es por él. Hay algo en Zayed que me perturba, que me hace sentir que no tengo el control absoluto de la situación como normalmente lo tendría. -Es un lugar hermoso el que tiene aquí- comento, más para llenar el silencio que por verdadero interés. Aunque es cierto, no puedo negar la belleza opulenta de todo lo que me rodea. -Dubái es un reflejo de lo que podemos lograr cuando ponemos nuestra voluntad en ello- dice, sus ojos fijos en mí, sin vacilar- Es un lugar de oportunidades, si se sabe aprovechar. -Eso es exactamente lo que he venido a hacer- replico con una leve sonrisa. No permitiré que me intimide, aunque todo en su presencia grita poder. Este es un juego que sé jugar bien. Pero mientras nuestras palabras se cruzan en la conversación, algo en mi interior me dice que estoy a punto de entrar en un mundo más complejo y peligroso de lo que jamás imaginé.ZAYEDEstoy sentado detrás de una elegante mesa de mármol blanco, la luz del sol se filtra a través de las grandes ventanas, creando un ambiente que irradia tanto poder como opulencia. Sin embargo, el brillo de la habitación no puede competir con la presencia de Clara Fontaine. Desde que entró en la sala, ha desafiado todo lo que he conocido sobre el comportamiento de las mujeres en mi mundo. Es imponente, como un rayo de sol en medio de una tormenta, y no puedo evitar sentir una mezcla de admiración y frustración.Clara se sienta frente a mí, su postura erguida y decidida. Lleva un traje negro que resalta su figura esbelta, una declaración de su autoridad en un entorno que se siente demasiado masculino. Sus ojos, azules y brillantes, me observan con una confianza que resulta desconcertante. No estoy acostumbrado a que una mujer me mire así, como si supiera exactamente lo que quiere y no tuviera miedo de ir a por ello. He tenido tratos con muchas mujeres, pero ninguna ha tenido el pod
CLARALa noche se despliega sobre Dubái, llenando el aire de misterio y promesas. La ciudad brilla intensamente, un mar de luces que iluminan la oscuridad. Sin embargo, mi mente está en un torbellino. Desde la reunión con Zayed, siento una inquietud que no puedo sacudir. No solo es atractivo, con una confianza que irradia poder, sino que desafía todo lo que creo saber sobre la dinámica de género en los negocios. Su mirada intensa y su voz firme han dejado una huella en mí que no puedo ignorar.Frente al espejo, me miro con determinación. No tengo interés en acercarme a él de una forma que no sea profesional. Decir que tenía otros compromisos fue una mentira. Simplemente no quiero ir más allá.Esta noche, después de cerrar un trato que podría cambiar el rumbo de Fontaine Consulting, quiero celebrar. Me visto de manera seductora con un vestido negro ajustado que resalta mis curvas y unos tacones altos que me hacen sentir poderosa. El escote es llamativo, lo suficiente para captar la ate
ZAYEDLa frustración y el deseo que siento por Clara me trastornan de una manera que nunca antes había experimentado. Es una mezcla de ira y necesidad, un fuego abrasador que me consume desde el interior. No puedo entender cómo esta mujer, una extranjera insolente, osa rechazarme y salir impune. Cada vez que me enfrenta, que se niega a sucumbir a mi voluntad, siento que pierdo el control. No soy alguien acostumbrado a no tener lo que deseo, y lo que siento por ella me desquicia.El recuerdo del pequeño encuentro en el bar me sigue atormentando. La imagen de todos esos hombres observándola, devorándola con los ojos, hace que mi sangre hierva. ¿Cómo puede vestirse de esa manera y esperar no llamar la atención? Es como si quisiera provocarme, hacerme perder la compostura. Cada mirada lasciva que recibe es como una puñalada en mi orgullo, en mi deseo por tenerla solo para mí.La puerta de mi despacho se abre de golpe, interrumpiendo mis pensamientos. Karim entra con la cabeza inclinada, c
CLARALa furia que siento cuando subo al auto no puede compararse con nada que haya sentido antes. La rabia hierve en mi interior mientras me siento en la parte de atrás del auto, el suave cuero me recuerda que estoy en un mundo donde los hombres se sienten con derecho a tocarme sin mi consentimiento. ¿Cómo se atreve a llegar a tanto? Cada fibra de mi ser tiembla, recordando el toque de su mano en mi pierna y su beso que aún quema como fuego abrasador. Ningún hombre jamás va a tocarme sin mi permiso. ¿Quién se ha creído?La ira de lo que ocurrió no me permite pensar con claridad. El trato con Zayed es económicamente jugoso, pero prefiero tirar todo por la borda a permitir que un hombre crea que tiene derechos que realmente no posee. Este trato significa mucho, sí, pero mi dignidad es más valiosa que cualquier contrato.Zayed es el típico hombre caprichoso, acostumbrado a conseguir todo lo que desea sin que nadie se atreva a negarse. Estoy decidida a que, conmigo, chocará contra un mur
ZAYEDLlego a la mansión con Clara en mis brazos, sintiendo el peso de su cuerpo inerte, suave y vulnerable. La droga que Karim ha puesto en su bebida la hará dormir durante un par de horas, lo que me dará el tiempo necesario para prepararme mentalmente. Sé que despertar a mi fiera salvaje no será fácil. No puedes capturar a un león y esperar que se mantenga tranquilo y obediente, mucho menos a Clara, que con cada paso demuestra ser un huracán dispuesto a arrasar con todo.La dejo cuidadosamente sobre la cama, notando cómo sus mechones de cabello se esparcen sobre la almohada. Su respiración es lenta y profunda. Incluso dormida, hay algo en su postura que parece desafiante, como si en cualquier momento fuera a despertarse y atacarme. Sus labios entreabiertos me provocan, pero ahora no es el momento. Me quedo observándola unos segundos más, asegurándome de que está bien asegurada, y cierro la puerta de la habitación tras de mí con un suave clic.Me dirijo a mi despacho, mi refugio, el
CLARADespierto sin mucho ánimo, envuelta en un calor infernal que me hace sentir como si estuviera en medio de un desierto. Mis sentidos se agudizan mientras trato de recordar lo último que sucedió. Las palabras de Zayed resurgen en mi mente como un eco persistente, encendiendo mi furia. No necesito ser adivina para saber que algo raro está ocurriendo, lo supe desde la pérdida de mi pasaporte y teléfono.Me siento en la cama, ignorando el mareo y la debilidad que me provoca. ¿Acaso el maldito fue capaz de drogarme? Puedo sentir los efectos en mi cuerpo, como si una sombra opaca me envolviera. No he llevado una vida de santa, sé exactamente lo que se siente estar bajo el efecto de una droga. Quizás por eso no me cuesta tanto levantarme de la cama.La habitación en la que estoy es tres veces más grande que mi apartamento en Manhattan, un lujo que no necesito y que me resulta insoportable. Las paredes están decoradas con intrincados patrones árabes, y los muebles son demasiado ostentoso
ZAYEDMi entrepierna duele como el maldito infierno. Jamás pensé que Clara fuera a ser un dolor de huevos tan literal. La miro mientras intenta escapar, pero su valentía me sorprende; no sólo logró golpearme, sino que también saltó por la ventana sin pensar ni un solo segundo en su propia seguridad. Es audaz, impulsiva y, en este momento, está en modo de huida.—No voy a quedarme contigo, Zayed. No podrás obligarme —me dice, con esos ojos encendidos de furia que despiertan mis instintos más bajos.La tomo del brazo, acercándola a mí. Ella intenta golpearme de nuevo, pero rápidamente le aprisiono las dos manos por detrás de la espalda. Su mirada sigue desafiándome, lo que hace más excitante este juego de dominio.—Haré lo que quiera y cuando quiera contigo. Este es mi territorio, y en él, lo único que harás es obedecer —miro su rostro, pintado de carmesí por la adrenalina de la huida, y me doy cuenta de que tiene un pequeño arañazo, seguramente causado por el árbol del que bajó.La mol
CLARAEl dichoso doctor ha venido a revisar mi tobillo. Aparentemente me lo disloqué al caer. Su voz calma y profesional me pone nerviosa, no por el diagnóstico, sino por la frialdad de todo esto. Como si fuera algo rutinario, como si no estuviera secuestrada. Dice que necesita tomar una placa para descartar una fisura, y trae consigo una máquina portátil de rayos X. Claro, porque Zayed puede permitirse cualquier cosa. Él no solo tiene dinero, tiene control absoluto. Mientras el médico prepara la máquina, mi mente no puede evitar vagar. No me falta el dinero, pero nunca me he dado esos lujos absurdos. Quizás porque siempre he valorado la libertad, algo que ahora no tengo.Zayed sigue allí, observándome. Lo siento, lo noto. Su presencia es abrumadora, una sombra constante sobre mí. Me mira con una intensidad que me incomoda. No es solo el hecho de estar atrapada, es la manera en que me observa, como si ya me tuviera, como si todo esto fuera parte de un juego que ya ganó. Nuestras mirad