Samantha
Todo en mi habitación da vueltas mientras los eventos de anoche invaden mi mente. ¡Mierda! Recuerdo cada cosa que le dije a Edward y también cuando estábamos en la ducha. Decido hacerme la que no recuerda nada, será más fácil así. —Sam —escucho unos golpes en mi puerta. ¿Qué hago? ¿Me hago la dormida? Actúa normal, Samantha. —Hola —abro la puerta de mi habitación—. ¿Te sucede algo? —¿Quieres una pastilla o algo? —No, tranquilo —sonrío—. Amanecí demasiado bien. —¿Quieres ir a la casa del lago? —¿Casa del lago? —Con mis padres. —No, me da mucha pena —admito—. Solo he visto a tus padres dos veces y eso fue hace tiempo. —Vamos, Sam —me suplica—. Además, creo que los dos nos debemos una charla. Dudo un momento, pero sé que tiene razón. Hay muchas cosas que necesitamos aclarar. —Y yo que iba a hacerme la que no recordaba —él ríe un poco. —¿No quieres hablar? —No es eso —muerdo mi labio—. Bien, iré a la casa del lago y hablaremos de lo que necesites. —Ambos lo necesitamos —me aclara. Mi celular comienza a sonar y veo que es Luke. No le contesto porque no sé qué hacer. Lo sé, siento que estoy jugando con los sentimientos de ambos. Para mi defensa, Edward me tiene muy confundida, así que no es completamente mi culpa, creo. Entro a la ducha y comienzo a recordar las escenas de anoche, siento tanta vergüenza. El baño es corto y, mientras me peino el cabello, noto unos cuantos rasguños en mi cara. —No puede ser —digo en voz baja. Espero que mi mamá no me haga videollamada, no quiero tener que darle explicaciones. Miro mi armario y me pongo un short de jean, una blusa blanca y unas zapatillas del mismo color. —Estoy lista —digo al llegar a su lado. Él me mira y sonríe levemente. Me sorprende cuando me da un beso en la mejilla, haciendo que mi corazón se acelere. Mi celular sigue sonando y lo pongo en silencio para que no vuelva a interrumpirnos. —¿No vas a contestar? —me pregunta mientras me abre la puerta del copiloto. —No. Y aunque me siento mal por ignorar las llamadas, es lo que siento que debo hacer en estos momentos. —¿Te sientes bien? Te veo algo nerviosa. —Es porque estoy nerviosa —hago una mueca. —Tú nunca estás nerviosa —replica—. Y ni siquiera sé por qué te pones nerviosa. Tal vez porque voy a estar con tus padres y tú me gustas. Decido ignorarlo y comienzo a cantar. —Tienes una voz muy linda —sonríe—. ¿Por qué no le sacas provecho? —¿De qué hablas? —Tengo un amigo que es productor —me explica—. Te puedo presentar con él para que escuche tu hermosa voz. —Gracias, pero no puedo hacerlo. Me da vergüenza y tengo responsabilidades en la empresa de mis padres. —¿Y eso es lo que quieres? —Sí —respondo decidida. —Tenemos que recoger a mi hermano. —No sabía que tu hermano estaba acá. —Yo tampoco —hace una mueca. Recogemos al hermano de Edward y durante el camino nos cuenta una historia. —Y lo siguiente que pasó fue que la chica terminó muerta. Estaba en el auto y ya se estaba marchando de la ciudad y... ¡Pum! El asesino no estaba muerto, entonces, la mató con la sierra. El hermano de Edward nos está contando sobre una película de terror que vio anoche. Edward tiene la expresión de querer matarlo. —¿Por qué no las ves conmigo? —me pregunta. —Porque las verá conmigo —responde Edward. —¿Son novios? —No —me apresuro a decir. —No, pero no coquetees con ella —advierte Edward. —¿Por qué siempre está de mal genio? —Porque no soporto escucharte —dice Edward sin inmutarse. —No habrá dormido bien —me encojo de hombros. —¿Quieres que te lo recuerde? —dice en voz baja. Miro mi celular y veo que tengo un mensaje de Luke diciendo que quiere salir conmigo en la noche. Realmente me siento mal por no haberle contestado su llamada antes. Me siento confundida con todo lo que está pasando. Necesito hablar con Edward lo más rápido posible. Ya hemos salido de la ciudad y lo único que veo a nuestro alrededor es la carretera que nos lleva a la casa del lago. —¿Y queda muy lejos? —le pregunto a Drake. —Faltan como dos horas de camino. Drake es dos años mayor que yo. Solíamos salir juntos a todas partes hasta que se fue a estudiar a otro país. El auto comienza a perder velocidad y veo que Edward tiene cara de preocupación. —¿Está todo bien? —No —el auto se apaga—. ¡Demonios! Nos bajamos del auto y Edward trata de encenderlo, pero no lo logra. —Debemos llamar a un mecánico —dice Drake. —Creo que debemos llamar a la grúa —dice Edward. —¿Y nosotros qué haremos? —Buscar un hotel —dice tranquilo—. Mañana el auto estará arreglado y podremos ir a la casa del lago. —Por aquí no hay hoteles. —Entonces busca un motel, Sam. ¿Un motel? No me quiero quedar en un motel con ellos dos. Busco en mi celular un hotel cercano y no hay ningún resultado. Para mi mala suerte, solo hay tres moteles cerca y ninguno llega a las cinco estrellas de calificación. —Ya viene la grúa y llevará el auto al taller —Edward se acerca a mí—. Lamento que todo esto haya pasado. —No es tu culpa. —Creo que disfrutarías más estando con tu novio en estos momentos. —Que no es mi novio. Una grúa toca la bocina y un hombre mayor se acerca a nosotros. Lo primero que hace es mirarme de arriba a abajo y veo cómo Edward se tensa a mi lado. —¿Qué sucedió? Los chicos comienzan a contarle lo sucedido y él engancha el auto a la grúa. Dice que el auto estará listo para mañana en la mañana. —¿Nos puede llevar? —pregunta Drake. —Suban. —No me haré a su lado —le digo a Edward. Drake se sienta al lado del señor y yo me siento en las piernas de Edward, que está junto a la ventanilla. Por suerte, el motel está a diez minutos porque no creo poder soportar mucho tiempo aquí. —Una habitación con tres camas —Edward se acerca a la recepcionista. —Tengo habitaciones con dos camas. —Entonces esa —le da el dinero. —Bien —ella le da el cambio—. Y aquí están las llaves de la habitación. Subimos las escaleras y observo todo con cuidado. Edward abre la puerta y, por dentro, no se ve tan mal. —¿Dormirás conmigo? —le pregunto a Edward. —No pensaba dejarte dormir con mi hermano. Entramos a la habitación y nos quedamos viendo televisión hasta que llega la noche. —¿Dónde vamos a comer? —les pregunto. —Busqué en G****e y hay una pizzería cerca —dice Drake—. Puedo ir por ella. —Te esperamos aquí —dice Edward. Drake se pone los zapatos y sale de la habitación, lo que significa que ha llegado el momento de hablar con Edward. —¿A qué hora estará listo el auto? —A las nueve. —Genial —digo, sintiéndome un poco tonta. —Oye, Sam —Edward respira hondo—. ¿Quieres hablar de lo que sucedió? —¿Y tú? —Yo te pregunté primero. —Está bien —suspiro—. ¿Qué quieres saber? —¿Por qué dijiste todo eso anoche? —Porque estaba borracha. —Y los borrachos siempre dicen la verdad —se acerca a mí—. ¿Lo que dijiste era verdad? —Sí, pero no sé lo que tú sientes. —Me gustas, Sam —pone sus manos en mi rostro—. Quiero salir contigo, pero me da miedo lo que piensen tus papás. —Todos saben que soy bastante madura. —Pero soy mayor que tú. —¿Y? —¿Y Luke? —Hablaré con él —le aseguro. Sus labios atrapan los míos y siento que necesitaba este beso desde hace mucho. Me inclino más hacia él y muerdo suavemente su labio inferior. La puerta se abre y nos separamos justo a tiempo. Drake entra con una caja de pizza extra grande y se tira en la cama. —Está deliciosa —digo después de tragar—. Y tiene mucho queso. —Lo sé —sonríe—. Soy el mejor. Terminamos de comer y nos acostamos en nuestras camas. El primero en quedarse dormido es Drake. Me doy la vuelta en la cama y Edward y yo quedamos cara a cara. —¿No puedes dormir? —me susurra. —No. Él me pega hacia él y siento la necesidad de besarlo. Me inclino hacia él y atrapo sus labios con los míos, pero no es un beso normal. Él pone sus manos en mi trasero y yo paso mi pierna alrededor de su cintura. —Sam, me estás provocando —me advierte. —¿Y no te gusta? Siento que su mano entra por mi pantalón de pijama y no puedo evitar soltar una respiración fuerte. Su dedo comienza a tocar mi clítoris y yo me remuevo en la cama sin hacer mucho ruido. —Eddie —digo con la respiración acelerada. Él se hace encima de mí y comienza a besar todo mi abdomen hasta llegar a la parte de abajo. Siento su respiración sobre mi parte íntima y arqueo un poco mi espalda. —¿Te gusta? —pregunta cuando introduce su dedo dentro de mí. Comienza a acelerar sus movimientos y me cubro la boca para no hacer mucho ruido. Lo tomo del rostro y lo hago subir hasta mi altura. —Quiero que me lo hagas —le pido. —No, Sam. Tienes que estar segura. Sé que no es tu primera vez, pero de igual manera... —Si estoy segura —lo miro a los ojos —¿O es que tú no quieres? —Si quiero. Le bajo su pantalón con mis pies y él tira de mi pantalón de pijama. —Mañana te compraré una pastilla. Edward entra en mí y me toma de la mano para comenzar a hacer movimientos lentos y placenteros. Este hombre es un Dios en la cama y no quiero ser egocéntrica, pero yo también sé jugar en la cama. —¿Te gusta? —me penetra más a fondo. —Si —le doy un beso —Quiero estar encima de ti. Él se acomoda y yo me subo sobre él para comenzar a hacer movimientos circulares. Él pone sus manos en mis caderas y me aprieta sin hacerme ningún daño. Comienzo a acelerar mis movimientos y él tira su cabeza para atrás, sé que le está gustando. —Sam, voy a venirme —me levanta y me pone al lado de él —Eso fue lo mejor del mundo —besa mi cabeza. —Descansa —cierro mis ojos.Samantha Abro los ojos y veo que Edward sigue dormido. Su mano está alrededor de mi cintura, y no puedo evitar sonreír como una tonta. —Sam, ¿estás despierta? —pregunta Drake desde su cama. Como respuesta, le lanzo una almohada y él suelta una carcajada. —¿Y a mí me das un beso? —susurra Edward—. Un beso de buenos días. Me acerco y le doy un beso corto. —Buenos días. —Buenos días, linda. —Yo no pienso bañarme —dice Drake. —Yo no quiero llegar sucia —respondo. —Yo tampoco —apoya Edward—. ¿Tú primero o yo? —Tú. Edward se levanta de la cama y se mete al baño. Yo me quedo viendo mi pequeña maleta y saco la ropa que traje para hoy. —Tu turno —dice Edward al salir del baño. Abro los ojos y veo que Edward sigue dormido. Su mano está alrededor de mi cintura y no puedo evitar sonreír como una tonta. —Sam, ¿estás despierta? —pregunta Drake desde su cama. Como respuesta, le lanzo una almohada y él suelta una carcajada. —¿Y a mí me das un beso? —susurra Edward—.
Samantha Estoy demasiado aburrida en mi casa, así que le pregunto a Edward qué va a hacer hoy. Me responde que va a salir con una amiga llamada Rebekah. Me pregunto si Rebekah será solo una amiga o si también se acuesta con ella. Cualquiera que sea la respuesta, siento como me hierve la sangre al pensar que está con otra chica. Decido llamarlo para saber si va a venir o pasará todo el día con su estúpida amiga. —¿Hola? —contesta una mujer— ¿Quién es? Escucho a Edward en el fondo— ¿Sam? —toma el teléfono. —No sabía que estabas tan ocupado —es lo primero que le digo. —Oye, ¿qué sucede? Nada, solo soy una estúpida por haberte llamado. —Solo quería saber si vas a venir a almorzar. —No te preocupes por mí. —Bien —siento demasiada rabia. —Adiós. Cuelgo el teléfono y lanzo un suspiro de frustración. No soporto la idea de que esté con otra chica, aunque sé que no tengo derecho a sentirme así. Intento distraerme con cualquier cosa, pero no puedo sacármelo de la cabeza. Después de
Samantha Mi celular empieza a sonar y, al escuchar el tono, noto que Edward emite un gruñido de frustración desde la cama. —¿Hola? —respondo, aún adormilada. —Señorita Jenner —dice una voz grave—. Soy Pedro, de la empresa de seguridad que trabaja para su familia. Hemos recibido una alerta de que las alarmas de seguridad están activadas. —Voy en camino —digo y cuelgo rápidamente. Me levanto de la cama con urgencia, mientras Edward abre los ojos y se sienta, preocupado. —¿Qué pasa? —pregunta, frotándose los ojos. —Las alarmas del edificio están sonando —le explico. —Vamos —se levanta de un salto—. No pienso dejarte ir sola, Sam. —Déjame ponerme algo —le digo, mientras me visto con un conjunto de sudadera rosa y unas zapatillas deportivas. Recojo mi cabello en una coleta rápida y veo a Edward esperando con las llaves del auto en la mano. —¿Qué crees que haya pasado? —pregunto mientras miro por la ventana del auto. —No estoy seguro —toma mi mano—. Probablemente se t
El sonido insistente de mi celular me arranca de mis sueños. Con los ojos aún entrecerrados, veo el nombre de mi madre en la pantalla. —Hola, mamá —digo, tratando de sonar más despierta de lo que realmente estoy. —Sam, cariño, solo quería informarte que regresamos la semana que viene —responde ella con un tono animado. El anuncio me hace sentarme de golpe en la cama, mi corazón acelerándose. ¿Cómo les diré a mis padres que estoy saliendo con Edward, el socio de mi padre? —¿Por qué tan pronto? —pregunto, tratando de disimular mi preocupación. —Pensé que te ibas a alegrar —dice mamá, sorprendida por mi reacción. —Sí... claro —digo, frotándome los ojos —Es que recién me despierto. —Ya veo. No te preocupes, hablaremos más tarde. Te quiero, Sam. —Yo también te quiero, mamá. Te llamo luego, adiós. Cuelgo la llamada y dejo escapar un suspiro. Miro el reloj y veo que apenas son las ocho de la mañana. La luz del sol se filtra a través de las cortinas, iluminando suavemente la habitaci
¿Por qué Edward tuvo que invitarme a salir hoy? No tengo ropa para ir a cenar con sus amigos. Así es, me dijo que quería presentarme a sus amigos y no puedo evitar sentirme nerviosa. Quiero causar una buena impresión. Reviso mi armario minuciosamente, mirando cada prenda que tengo hasta que me decido por un body negro, una falda negra y unos tacones. —Te ves preciosa —dice mi mejor amiga, Lucy. —Lucy, ¿a dónde crees que vamos a ir? —A un restaurante elegante o a un bar elegante. Empiezo a peinarme y decido hacerme una cola alta. Siento que me hace ver segura y empoderada. —Sam, tengo que confesarte algo. Me volteo a verla —¿Qué pasa? —Estoy feliz por ti, de que él finalmente haya confesado sus sentimientos hacia ti. Solo quiero que tengas mucho cuidado, por favor. —Tendré mucho cuidado —le aseguro. Mi celular comienza a sonar y Edward me dice que ya está abajo. Me despido de Lucy y me dirijo a la puerta con el corazón en la garganta. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Al salir
Salimos del club y subimos al auto. Mi respiración está agitada, el enojo me consume. En mi mente, me imagino arrastrando a Jennifer por el suelo, arrancándole esas extensiones baratas que tanto presume. Cuando llegamos al apartamento de Edward, noto con sorpresa que su madre está allí. Su presencia inesperada sólo añade tensión a mi ya revuelta emoción. —Te esperaré en la habitación —le digo mientras nos dirigimos hacia la entrada. —¿Por qué? —responde Edward con una sonrisa pícara—. Dúchate conmigo. —Tu madre está en la habitación de al lado —le explico en voz baja, tratando de mantener la calma. —Sam, es solo un baño. Relájate —dice él, con una sonrisa que refleja la confianza que tiene en su capacidad para desarmar mi resistencia. No puedo negarme a su propuesta, y él lo sabe. La sonrisa triunfante en su rostro al ver mi suspiro de derrota es la prueba de que ha ganado esta pequeña batalla. —¿Me bajas la cremallera? —le pido, y me pongo de espaldas a él. Me levanto el pelo
Hoy llegan mis padres y no puedo evitar sentirme algo nerviosa. Sé que ellos no tienen problema con que Edward y yo tengamos una relación, pero aun así estoy nerviosa y es inevitable. —¿Quieres desayunar? —Edward besa mi frente. —Sí. ¿Salimos? —Por supuesto —se queda viéndome —Tal vez puedas ayudarme, amor. Odio las erecciones en la mañana. —¿De verdad? —me burlo. —Es difícil controlarla y más cuando estás vestida así. Tienes un cabello tan hermoso, Sam —su boca se encuentra cerca de mi oído y siento su aliento, aunque sus labios no me tocan —Eres solo mía. —Ed... —suelto un gemido. —Silencio —me advierte —Tan hermosa —dice mientras deshace de su bóxer. Cada palabra es un placer. Cierro los ojos e inclino la cabeza, dándole un acceso más fácil a mi cuello. —Mía —susurra una vez más —Date la vuelta — me dice con su voz de repente ronca. Lo hago y él jadea. Llevo puesta su camisera negra y mi panty de encaje color blanco. —¿Te gusta? —susurro. —Más que eso, nena. Te v
Abro la puerta y una ráfaga de aire frío me golpea en la cara.—Eddie, ¿apagaste la calefacción? —Sam pregunta, su voz temblando de frío.—No, la dejé encendida esta mañana —respondo, sorprendido. Me acerco al termostato y veo que marca veinticinco grados, pero claramente la temperatura en la sala no está ni cerca de eso.—Voy a llamar al servicio técnico —dice ella, sacando su teléfono con determinación.La escucho hablar con urgencia mientras marco el número del servicio técnico.—Hola, tengo un problema con la calefacción. Mi novia está temblando de frío y necesitamos que vengan a arreglarlo lo antes posible. ¿Pueden enviar a alguien ya?La operadora promete enviar a alguien en diez minutos. Sam cuelga y me lanza una mirada de alivio mientras se sienta en el sofá, intentando recuperar el calor.—Ya vienen en camino —le digo mientras me siento a su lado.La observo temblar ligeramente y veo cómo trata de disimularlo. No puedo evitar sonreír ante su esfuerzo por mantener la calma.—G