Abro la puerta y una ráfaga de aire frío me golpea en la cara.
—Eddie, ¿apagaste la calefacción? —Sam pregunta, su voz temblando de frío. —No, la dejé encendida esta mañana —respondo, sorprendido. Me acerco al termostato y veo que marca veinticinco grados, pero claramente la temperatura en la sala no está ni cerca de eso. —Voy a llamar al servicio técnico —dice ella, sacando su teléfono con determinación. La escucho hablar con urgencia mientras marco el número del servicio técnico. —Hola, tengo un problema con la calefacción. Mi novia está temblando de frío y necesitamos que vengan a arreglarlo lo antes posible. ¿Pueden enviar a alguien ya? La operadora promete enviar a alguien en diez minutos. Sam cuelga y me lanza una mirada de alivio mientras se sienta en el sofá, intentando recuperar el calor. —Ya vienen en camino —le digo mientras me siento a su lado. La observo temblar ligeramente y veo cómo trata de disimularlo. No puedo evitar sonreír ante su esfuerzo por mantener la calma. —Gracias —dice ella, su voz suave pero cargada de gratitud. La abrazo con fuerza, tratando de proporcionarle algo de calor mientras esperamos al técnico. Me siento a su lado y elle me mira con una sonrisa para luego subirse sobre mí. —¿Qué haces? —la tomo de la cintura. —Creí haber escuchado que tenemos diez minutos y creo que ya sé qué quiero hacer —comienza a moverse sobre mí. Mete sus manos dentro de mi camiseta y me la quita con facilidad. Se le pone la piel de gallina cuando le acaricio los brazos con las puntas de los dedos. Sé que tiene frío, pero me gustaría pensar que en parte se lo estoy provocando yo. Suelto un gemido cuando ella intensifica sus movimientos, creando una fricción llena de deseo sexual. Me he acostado con muchas mujeres, pero solo lo hacía por satisfacción. Con Samantha es todo tan diferente, con ella si logro sentir esa conexión que nunca había sentido. Amo cómo gime cuando atrapo su labio entre los dientes y hace ese ruido cuando lo suelto y, sobre todo, me gusta el hecho de estar haciendo algo que únicamente compartimos ella y yo. Nadie ha estado ni estará nunca tan cerca de ella de este modo. —Eddie, date prisa —salta sobre mí. La cojo de las caderas, la levanto y la coloco al lado en el sofá. Me quito los pantalones y el bóxer y le hago una señal para que se tumbe. Ella se quita el jean y en mi puta vida he visto algo más sexi que eso. Lo digo porque se le resalta su culo a la perfección. —Siéntate —susurra en mi oído. Me fulmina con la mirada, y el tiempo apremia, así que decido no provocarla. Me siento y la coloco encima de mí de inmediato. La agarro del pelo y pego los labios a los suyos. Absorbo los gritos y los gemidos que emanan de su boca mientras hago descender su cuerpo sobre mí y la penetro. Ambos suspiramos. Pone los ojos en blanco y casi me corro al instante. —Hazlo rápido —me suplica. —Hoy te lo haré rápido porque no tenemos mucho tiempo. La próxima vez te haré disfrutar del proceso. —Si —gime. Me tomo el gesto como una señal para acelerar el ritmo. Envuelvo su espalda con los brazos, la estrecho contra mí para que nuestros pechos se toquen y elevo las caderas al tiempo que ella hace rotar las suyas. Es una sensación indescriptible. Apenas puedo respirar mientras los dos nos movemos más y más deprisa. No tenemos mucho tiempo y, por una vez, estoy desesperado por acabar pronto. —Eddie —dice con la voz entrecortada —Amo que estés dentro de mí, se siente tan... Su cuerpo tiembla y se tensa y observo cómo llega al orgasmo. Es como si fuese igual de cautivadora, si no más, cada vez que se corre. Por eso nunca me canso de ella, y nunca lo haré. La puerta comienza a sonar y ella se separa de mí de inmediato. Se pone la ropa y yo hago lo mismo. —Ya voy —grito desde la sala. Sam comienza a poner perfume en la sala y la miro extraño. —Huele a sexo, idiota —se encoge de hombros. Abro la puerta y el hombre entra a la casa. —Se ha dañado la calefacción, ¿no? —pregunta con voz áspera. Es evidente que ha fumado demasiados cigarrillos a lo largo de su vida. —Si, ¿acaso no siente el frío? —lo fulmino con la mirada cuando veo que sus ojos se posan en mi chica. Es evidente que el tipo le está mirando el culo, pues ella está agachada conectando el cargador al suelo. —Oye, amor, deberías de esperar en la habitación. Allá no está haciendo nada, se frío. —Me quedo contigo, Eddie —se sienta en el sillón. Se me está agotando la paciencia, y cuando levanta los brazos para recogerse el pelo ofreciéndole a este hijo de puta un espectáculo, tengo que armarme de paciencia para no arrastrarla hasta la habitación. —Iré a la habitación, amor —ella entiende mis señales. Me quedo esperando un rato más hasta que el hombre termina de arreglar la calefacción y sale de mi casa. Entro a la habitación y veo que Sam está con una camiseta mía. Está acostada boca abajo y tengo una perfecta vista de su culo. Me acerco a ella y le doy una mordida haciendo que ella suelte un pequeño grito. —¡Auch! —se voltea a verme. —¿Qué haces? —me acuesto a su lado. —Reviso I*******m. —¿Algún pretendiente? —paso mis dedos por si panty y ella arquea un poco su espalda. —Nada —suelta un suspiro —Siento mucho haber arruinado tu noche el otro día. —No arruinaste nada —sigo tocándola —Ella arruinó nuestra noche. El lado bueno es que te tengo aquí, solo para mí. Ella pone una mano en mi erección y comienza a tocarme igual que yo lo hago con ella. —Edward —dice en un gemido. No resisto más y me hago encima de ella para comenzar a besarla por todo el cuerpo. Pongo mis manos en su culo y lo aprieto haciendo que ella suelte un gemido. —Acuéstate —me ordena. Me hago boca arriba y ella se levanta de la cama. —Ya regreso, amor. Escucho los cajones de la cocina y luego llega Sam con un frasco de Nutella en sus manos. —Quítate el bóxer —me ordena. —Estás muy mandona. Me quito el bóxer y ella muerde su labio inferior. Se hace sobre mí y comienza a ponerme Nutella por todo mi cuerpo. Pone en mis labios, mi cuello, mi pecho, mi abdomen y en mi pene. —Ohh, Sam —gimo cuando empieza a pasar su lengua en mi cuello. Baja bajando hacia mi pecho, mi abdomen y su lengua, continúa bajando hasta llegar a mi pene. Inmediato suelto un gemido y mi respiración se empieza a acelerar y ella ni siquiera me ha tocado. —Nena... Ella toma mi pene con sus manos y comienza a chuparlo por fuera, luego sube a la punta y pasa su lengua, haciendo que me contraiga. Entierro mis manos en las sabanas, pero es que siento que no puedo resistirme. Sam se separa y sube a mis labios para quitarme la Nutella de mi boca. —Vamos, nena —le suplico. Ella se sube sobre mí y comienza a cabalgar encima de mí. Sus movimientos son rápidos y constantes, siento que no voy a resistir mucho esta noche. —¿Te gusta? —profundiza sus movimientos. —Vamos, nena. No te detengas. Pongo mis manos en sus tetas y ella tira su cabeza para atrás, dejándome ver todo su cuerpo. Ese maldito cuerpo que tanto me vuelve loco. Me encanta todo de ella, es simplemente perfecta. —Me encantas, nena —digo cuando me corro fuera de ella. Sam se acuesta a mi lado y pone su cabeza sobre mi pecho. Le doy un beso en la frente y ella sonríe. Nunca pensé que iba a enamorarme de esta manera. Sam me vuelve loco y no puedo imaginarla con otro hombre o imaginarme a mí con alguien que no sea ella. Sam es dulce, carismática, es comprensiva y en la cama es una diabla. Miro la hora y ella dice que la lleve a casa. —Me vas a hacer falta esta noche —le digo, dándole varios besos llenos de cariño. —Me seguiré quedando en tu apartamento. No te vas a deshacer de mí tan fácil, amor —responde con una sonrisa, dándome un último abrazo. —Tampoco pensaba hacerlo, nena —le aseguro, con una sonrisa. Ella se baja del auto, y yo la miro, sintiéndome completamente inútil mientras la veo entrar en la casa. Mi corazón se siente pesado, anticipando la soledad de la noche sin ella. Mientras ella se aleja, me doy cuenta de cuánto me va a faltar no solo dormir con ella, sino también despertarme con su sonrisa cada mañana. Cada pequeño gesto y cada momento juntos se han convertido en una parte esencial de mi vida. ¿En qué momento me volví tan cursi? ¿Cuándo fue que cada instante con ella se volvió tan significativo? La respuesta parece obvia, pero me sorprende cuánto me he aferrado a ella en tan poco tiempo. Me dejo llevar por esos pensamientos mientras el auto queda en silencio, esperando la llegada de la próxima vez que pueda tenerla a mi lado.Hace tiempo que no salgo con Luke. De hecho, no he tenido mucho tiempo para mis amigos desde que me he dedicado a estar con Edward. —¡Lucy! —grito cuando contesta la llamada—. ¿Qué planes tienes hoy?—Estaba pensando en organizar algo tranquilo. ¿Te gustaría una fiesta en la piscina?—Suena perfecto —digo con entusiasmo—. Cuéntame más detalles.—Le diré a la gente que venga. ¿Te parece si te espero a las cuatro?—Claro, comenzaré a arreglarme.Busco mi bikini rosa en el armario y me miro en el espejo mientras me lo pongo. Encima, me coloco un short negro y una blusa blanca de tirantes. Me siento lista y a gusto con el look.—¿A dónde vas? —me pregunta mi mamá mientras paso por la sala.—Iré a casa de Lucy.—¿Alguien viene por ti?—Voy a pedir un Uber, mamá.Pido un Uber y le doy la dirección de Lucy. Me pregunto si debería contarle a Edward sobre mis planes, pero al final decido que no es necesario. No creo que tenga que informarle de cada detalle de mi vida.Cuando llego a la casa d
La familia de Edward había programado un viaje familiar, y por supuesto, yo estaba invitada. En otras circunstancias, este momento habría sido genial, pero estamos peleados y no pienso hablar con él. Llegamos a la cabaña y voy a la habitación que los padres de Ed nos han asignado. Miro alrededor y noto que afuera hay un jacuzzi. Sé que si no estuviéramos enfadados, mi novio me estaría haciendo el amor en ese jacuzzi ahora mismo. —No fue para tanto —dice Edward, tumbándose en la cama. —Edward, llamaste a mi mejor amigo a mis espaldas y le dijiste que se alejara de mí o lo matarías. —Tu mejor amigo con el que te has besado. ¿Ya lo olvidaste? —Creí que ya habíamos superado ese tema. Además, en ese tiempo tú y yo no éramos nada. No sé qué hacer en este momento. Edward se queda en silencio, mirando al techo, mientras yo me siento en la orilla de la cama, tratando de no llorar. La tensión en el aire es palpable, cada palabra que decimos parece añadir más distancia entre nosotros. —¿P
—¿Quieren brownies? —pregunta Dorotea, sacudiendo una caja de mezcla para brownies. —¡Sí! —respondemos Drake y yo al unísono, con entusiasmo. Dorotea es una experta en la cocina, especialmente cuando se trata de repostería. Le encanta preparar pasteles, galletas y, por supuesto, brownies. La casa siempre huele a dulces cuando ella está en la cocina. —Ya está oscuro y Edward aún no llega —murmura Dorotea, mirando hacia la puerta principal con preocupación. Edward lleva fuera casi tres horas, y estoy haciendo todo lo posible por no preocuparme. Sé que está bien; si algo le sucediera, lo sabría. Es una de esas corazonadas inexplicables que me dicen que todo está bajo control. Sin embargo, mi mente no puede evitar imaginar el peor escenario: que su frustración se convierta en una excusa para buscar un bar. Aunque desearía que se alejara de mí, la idea de verlo regresar tambaleándose, con el aliento a alcohol, me resulta insoportable. Dorotea comienza a hacer una mueca mientras mezcla
—¿Le prohibiste ver a su mejor amigo? —Roxy parece incrédula. —¿Es tan malo? —frunzo el ceño, y ella asiente con firmeza. Mientras paseamos hacia la cabaña de sus padres, un par de faros iluminan el camino. Inicialmente, tenía la intención de regresar a la de mi padre, pero Roxy es bastante persuasiva. Me pidió que la acompañara a su casa para terminar nuestra charla, y acepté. —No puedo creer que ella no haya terminado contigo —dice, poniéndose del lado de Sam. Eso no puede pasar. No puedo imaginar mi vida sin Sam a mi lado. —Oye, ¿qué piensas hacer al respecto? —pregunta Roxy mientras abre la puerta de la cabaña de sus padres. Me detengo, considerando sus palabras. No tengo una respuesta clara, solo sé que necesito arreglar las cosas con Sam antes de que sea demasiado tarde. Roxy me invita a entrar con un gesto, como si diera por hecho que voy a hacerlo. Al entrar, me doy cuenta de que la cabaña es lujosa, mucho más grande que la nuestra. —Ellos están arriba —sonríe. —¿Quié
Toco el lado de la cama de Sam y noto que está vacío. Me levanto, alarmado, y la veo en el balcón, sentada en una silla, con la mirada perdida en el horizonte.—Buenos días —digo, caminando hacia ella.—Buenos días —responde sin mirarme, su voz cargada de desdén.—¿Qué tienes? —pregunto, sintiendo la tensión en el aire.—¿De verdad me preguntas eso? —rueda los ojos sin mirarme.—¿Estás así por lo de anoche? —me atrevo a preguntar, aunque sé que puede no ser la mejor pregunta.—Sí —responde con un tono frío.—Pero...—En vez de venir y hablar conmigo para solucionar las cosas, te fuiste a la maldita cabaña a beber con esa... —ella misma se detiene, mordiéndose el labio.—No seas ridícula, Sam.—¿Ridícula? —levanta ambas cejas con incredulidad—. Espero que tú no me digas nada cuando yo haga lo mismo.—Sabía que no te ibas a quedar calladita —ruedo mis ojos, frustrado.—¿Disculpa? —se levanta de la silla con indignación—. ¿Crees que puedes hacer lo que te dé la gana y voy a quedarme call
El pánico me invade al ver a mi novio, o tal vez exnovio, sentado al lado de esa chica. Ni siquiera parece darse cuenta de mi presencia cuando me siento junto a Drake, al otro lado de la mesa, lo más lejos posible de él.—Drake, tienes una novia muy bonita —dice el hombre.Edward empieza a toser, o quizás se está atragantando. No quiero mirarlo para saber cuál de las dos es, pero no puedo evitarlo. Cuando lo hago, lo veo mirándome con furia.—No es mi novia, pero sí es bonita —responde Drake, mirando a su hermano, esperando que hable.Como era previsible, Edward no dice nada. La chica parece algo desorientada y un poco incómoda. Me alegra. Edward se acerca para susurrarle algo al oído, y ella le sonríe antes de sacudir la cabeza.—Me llamo Roxy —dice con una sonrisa —Es un gusto conocerte.—Igualmente.Igualmente, zorra.Tengo el corazón acelerado y apenas puedo ver con claridad. Si no estuviésemos compartiendo mesa con la familia de Edward, ya le habría lanzado una copa a él y a su a
Es nuestro último día de vacaciones y estoy decidida a no volver a casa de mis padres mañana. Si tengo que ir, iré con Edward. No me importa enfrentarme a mi padre. —Buenos días, linda —Edward me da un beso corto pero tierno. —Buenos días, Eddie. —Odié estar peleado contigo —admite—. Prometo no volver a hacerlo. —Eso espero. —Quiero pedirle perdón a Luke. ¿Edward pidiéndole perdón a alguien? Eso es nuevo. —¿Te sientes bien? —bromeo un poco. —Sí —dice, entrelazando nuestras manos—. Hice mal en decirle que se alejara de ti. No quiero ser como tu padre. —No menciones a mi padre —respondo, frunciendo el ceño. —Nena, es tu papá. —Los padres quieren la felicidad de sus hijos. Tú me haces feliz, Ed. —Tú también me haces feliz, nena. Vamos al baño para cepillarnos los dientes y luego descendemos a desayunar. Los padres de Edward nos reciben con sonrisas cálidas al vernos juntos. —¿Ya están bien? —pregunta Leonardo. —Sí —respondemos al unísono. —Qué bueno, porque Sam... —empiez
Después de regresar de nuestras vacaciones, estacionamos frente a mi casa. El aire fresco de la tarde me envuelve, y aunque aún falta tiempo para la cena, pienso que sería perfecto que Edward se quedara desde ya. Hay algo reconfortante en la idea de estar en casa, rodeados de las personas que más nos importan. —¡Ya llegamos! —grito con entusiasmo al abrir la puerta, dejando que el sonido de mi voz se disperse por el interior de la casa. En cuestión de segundos, escucho el eco de pasos apresurados bajando las escaleras. Mis padres aparecen en el umbral, sus rostros iluminados por sonrisas amplias. Mamá es la primera en alcanzarnos, envolviéndonos en un abrazo cálido, seguido de papá, quien no tarda en unirse. —Qué bueno que han regresado —dice mamá, con la alegría reflejada en su mirada. Es evidente que han estado esperando este momento con ansias. —¿Tienen hambre? —pregunta papá, siempre atento, con una sonrisa que promete más de lo que se ve a simple vista. —Sí, mucha —respondem