Capítulo 17

Abro la puerta y una ráfaga de aire frío me golpea en la cara.

—Eddie, ¿apagaste la calefacción? —Sam pregunta, su voz temblando de frío.

—No, la dejé encendida esta mañana —respondo, sorprendido. Me acerco al termostato y veo que marca veinticinco grados, pero claramente la temperatura en la sala no está ni cerca de eso.

—Voy a llamar al servicio técnico —dice ella, sacando su teléfono con determinación.

La escucho hablar con urgencia mientras marco el número del servicio técnico.

—Hola, tengo un problema con la calefacción. Mi novia está temblando de frío y necesitamos que vengan a arreglarlo lo antes posible. ¿Pueden enviar a alguien ya?

La operadora promete enviar a alguien en diez minutos. Sam cuelga y me lanza una mirada de alivio mientras se sienta en el sofá, intentando recuperar el calor.

—Ya vienen en camino —le digo mientras me siento a su lado.

La observo temblar ligeramente y veo cómo trata de disimularlo. No puedo evitar sonreír ante su esfuerzo por mantener la calma.

—Gracias —dice ella, su voz suave pero cargada de gratitud.

La abrazo con fuerza, tratando de proporcionarle algo de calor mientras esperamos al técnico.

Me siento a su lado y elle me mira con una sonrisa para luego subirse sobre mí.

—¿Qué haces? —la tomo de la cintura.

—Creí haber escuchado que tenemos diez minutos y creo que ya sé qué quiero hacer —comienza a moverse sobre mí.

Mete sus manos dentro de mi camiseta y me la quita con facilidad.

Se le pone la piel de gallina cuando le acaricio los brazos con las puntas de los dedos. Sé que tiene frío, pero me gustaría pensar que en parte se lo estoy provocando yo. Suelto un gemido cuando ella intensifica sus movimientos, creando una fricción llena de deseo sexual.

Me he acostado con muchas mujeres, pero solo lo hacía por satisfacción. Con Samantha es todo tan diferente, con ella si logro sentir esa conexión que nunca había sentido. Amo cómo gime cuando atrapo su labio entre los dientes y hace ese ruido cuando lo suelto y, sobre todo, me gusta el hecho de estar haciendo algo que únicamente compartimos ella y yo. Nadie ha estado ni estará nunca tan cerca de ella de este modo.

—Eddie, date prisa —salta sobre mí.

La cojo de las caderas, la levanto y la coloco al lado en el sofá. Me quito los pantalones y el bóxer y le hago una señal para que se tumbe. Ella se quita el jean y en mi puta vida he visto algo más sexi que eso. Lo digo porque se le resalta su culo a la perfección.

—Siéntate —susurra en mi oído.

Me fulmina con la mirada, y el tiempo apremia, así

que decido no provocarla. Me siento y la coloco encima de mí de inmediato. La agarro del pelo y pego los labios a los suyos. Absorbo los gritos y los gemidos que emanan de su boca mientras hago descender su cuerpo sobre mí y la penetro. Ambos suspiramos. Pone los ojos en blanco y casi me corro al instante.

—Hazlo rápido —me suplica.

—Hoy te lo haré rápido porque no tenemos mucho tiempo. La próxima vez te haré disfrutar del proceso.

—Si —gime.

Me tomo el gesto como una señal para acelerar el ritmo. Envuelvo su espalda con los brazos, la estrecho contra mí para que nuestros pechos se toquen y elevo las caderas al tiempo que ella hace rotar las suyas. Es una sensación indescriptible. Apenas puedo respirar mientras los dos nos movemos más y más deprisa. No tenemos mucho tiempo y, por una vez, estoy desesperado por acabar pronto.

—Eddie —dice con la voz entrecortada —Amo que estés dentro de mí, se siente tan...

Su cuerpo tiembla y se tensa y observo cómo llega al orgasmo. Es como si fuese igual de cautivadora, si no más, cada vez que se corre. Por eso nunca me canso de ella, y nunca lo haré.

La puerta comienza a sonar y ella se separa de mí de inmediato. Se pone la ropa y yo hago lo mismo.

—Ya voy —grito desde la sala.

Sam comienza a poner perfume en la sala y la miro extraño.

—Huele a sexo, idiota —se encoge de hombros.

Abro la puerta y el hombre entra a la casa.

—Se ha dañado la calefacción, ¿no? —pregunta con voz áspera.

Es evidente que ha fumado demasiados cigarrillos a lo largo de su vida.

—Si, ¿acaso no siente el frío? —lo fulmino con la mirada cuando veo que sus ojos se posan en mi chica.

Es evidente que el tipo le está mirando el culo, pues ella está agachada conectando el cargador al suelo.

—Oye, amor, deberías de esperar en la habitación. Allá no está haciendo nada, se frío.

—Me quedo contigo, Eddie —se sienta en el sillón.

Se me está agotando la paciencia, y cuando levanta los brazos para recogerse el pelo ofreciéndole a este hijo de puta un espectáculo, tengo que armarme de paciencia para no arrastrarla hasta la habitación.

—Iré a la habitación, amor —ella entiende mis señales.

Me quedo esperando un rato más hasta que el hombre termina de arreglar la calefacción y sale de mi casa.

Entro a la habitación y veo que Sam está con una camiseta mía. Está acostada boca abajo y tengo una perfecta vista de su culo. Me acerco a ella y le doy una mordida haciendo que ella suelte un pequeño grito.

—¡Auch! —se voltea a verme.

—¿Qué haces? —me acuesto a su lado.

—Reviso I*******m.

—¿Algún pretendiente? —paso mis dedos por si panty y ella arquea un poco su espalda.

—Nada —suelta un suspiro —Siento mucho haber arruinado tu noche el otro día.

—No arruinaste nada —sigo tocándola —Ella arruinó nuestra noche. El lado bueno es que te tengo aquí, solo para mí.

Ella pone una mano en mi erección y comienza a tocarme igual que yo lo hago con ella.

—Edward —dice en un gemido.

No resisto más y me hago encima de ella para comenzar a besarla por todo el cuerpo. Pongo mis manos en su culo y lo aprieto haciendo que ella suelte un gemido.

—Acuéstate —me ordena.

Me hago boca arriba y ella se levanta de la cama.

—Ya regreso, amor.

Escucho los cajones de la cocina y luego llega Sam con un frasco de Nutella en sus manos.

—Quítate el bóxer —me ordena.

—Estás muy mandona.

Me quito el bóxer y ella muerde su labio inferior. Se hace sobre mí y comienza a ponerme Nutella por todo mi cuerpo. Pone en mis labios, mi cuello, mi pecho, mi abdomen y en mi pene.

—Ohh, Sam —gimo cuando empieza a pasar su lengua en mi cuello.

Baja bajando hacia mi pecho, mi abdomen y su lengua, continúa bajando hasta llegar a mi pene. Inmediato suelto un gemido y mi respiración se empieza a acelerar y ella ni siquiera me ha tocado.

—Nena...

Ella toma mi pene con sus manos y comienza a chuparlo por fuera, luego sube a la punta y pasa su lengua, haciendo que me contraiga.

Entierro mis manos en las sabanas, pero es que siento que no puedo resistirme.

Sam se separa y sube a mis labios para quitarme la Nutella de mi boca.

—Vamos, nena —le suplico.

Ella se sube sobre mí y comienza a cabalgar encima de mí. Sus movimientos son rápidos y constantes, siento que no voy a resistir mucho esta noche.

—¿Te gusta? —profundiza sus movimientos.

—Vamos, nena. No te detengas.

Pongo mis manos en sus tetas y ella tira su cabeza para atrás, dejándome ver todo su cuerpo. Ese maldito cuerpo que tanto me vuelve loco. Me encanta todo de ella, es simplemente perfecta.

—Me encantas, nena —digo cuando me corro fuera de ella.

Sam se acuesta a mi lado y pone su cabeza sobre mi pecho. Le doy un beso en la frente y ella sonríe.

Nunca pensé que iba a enamorarme de esta manera. Sam me vuelve loco y no puedo imaginarla con otro hombre o imaginarme a mí con alguien que no sea ella.

Sam es dulce, carismática, es comprensiva y en la cama es una diabla.

Miro la hora y ella dice que la lleve a casa.

—Me vas a hacer falta esta noche —le digo, dándole varios besos llenos de cariño.

—Me seguiré quedando en tu apartamento. No te vas a deshacer de mí tan fácil, amor —responde con una sonrisa, dándome un último abrazo.

—Tampoco pensaba hacerlo, nena —le aseguro, con una sonrisa.

Ella se baja del auto, y yo la miro, sintiéndome completamente inútil mientras la veo entrar en la casa. Mi corazón se siente pesado, anticipando la soledad de la noche sin ella.

Mientras ella se aleja, me doy cuenta de cuánto me va a faltar no solo dormir con ella, sino también despertarme con su sonrisa cada mañana. Cada pequeño gesto y cada momento juntos se han convertido en una parte esencial de mi vida.

¿En qué momento me volví tan cursi? ¿Cuándo fue que cada instante con ella se volvió tan significativo? La respuesta parece obvia, pero me sorprende cuánto me he aferrado a ella en tan poco tiempo. Me dejo llevar por esos pensamientos mientras el auto queda en silencio, esperando la llegada de la próxima vez que pueda tenerla a mi lado.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo