Capítulo 46

La emoción en el aire es palpable mientras me preparo para un momento tan esperado: recoger mi vestido de novia. Solo queda una semana para la boda, y cada detalle cuenta para hacer de este día algo inolvidable. La tienda de novias está a solo unos minutos en coche, y me encuentro revisando mi reloj con frecuencia, nerviosa y emocionada por lo que está por venir.

El sol brilla suavemente en el cielo, y el tráfico es ligero, lo que me permite llegar a la tienda sin contratiempos. Me estaciono y respiro hondo, tratando de calmar los nervios que me recorren. Salgo del coche y me dirijo a la entrada de la tienda, donde la campanita suena al abrir la puerta, anunciando mi llegada.

Dentro, el ambiente es elegante y acogedor, con una suave música romántica que llena el aire. Me recibe Laura, la diseñadora que ha estado a cargo de la creación de mi vestido. Su sonrisa cálida y su entusiasmo me hacen sentir inmediatamente en confianza.

—¡Hola, Sam! —dice Laura, acercándose para darme un abrazo—. Estoy tan emocionada de verte hoy. Tu vestido está listo y no puedo esperar a que lo veas.

—¡Hola, Laura! —respondo, devolviendo el abrazo—. Estoy muy ansiosa por ver el vestido. No puedo creer que ya esté casi todo listo para la boda.

Laura me conduce hacia el área de pruebas, donde el vestido está cuidadosamente colgado en una percha. Mientras me acerco, el corazón me late con fuerza. El vestido es una obra de arte en sí mismo, con detalles delicados y una elegancia que me ha cautivado desde el primer momento.

—Aquí está —dice Laura, sonriendo—. ¿Lista para probártelo?

Asiento con la cabeza, y Laura me ayuda a cambiarme en una de las cabinas privadas. Cuando salgo, el vestido se ajusta perfectamente a mi cuerpo, y me siento como una princesa. El encaje y los detalles de las perlas reflejan la luz de manera mágica, y la cola fluye con gracia.

—¡Es hermoso! —exclama Laura, observando—. Se ve perfecto en ti. ¿Qué opinas?

Me miro en el espejo y no puedo evitar sonreír. El vestido es todo lo que había soñado y más. La silueta se ajusta a mis curvas de una manera que me hace sentir segura y radiante. Las lágrimas comienzan a asomarse en mis ojos mientras admiro el resultado.

—Es perfecto, Laura. No puedo creer lo hermosa que me veo —digo con voz temblorosa—. Gracias por hacer realidad mi visión.

Laura me sonríe con ternura y me ayuda a ajustar los últimos detalles del vestido. Mientras lo hago, no puedo evitar pensar en el día que se avecina y en cómo Edward se sentirá al verme en este vestido. La anticipación de ver su reacción me llena de alegría.

—Todo está listo para la prueba final —dice Laura—. Solo necesitamos hacer algunos ajustes menores y tu vestido estará listo para el gran día.

—¿Cuándo puedo recogerlo? —pregunto, ansiosa.

—Lo tendrás en tus manos en tres días —responde Laura—. Te lo prometo.

Me siento aliviada y emocionada al mismo tiempo. Los nervios se disipan un poco al saber que todo está bajo control. Laura me ayuda a cambiarme de nuevo y me entrega una bolsa con algunos accesorios para completar el look.

—No olvides estos —dice, entregándome una pequeña caja con las joyas y el velo—. Estoy segura de que se verán increíbles contigo.

—Gracias, Laura. Todo ha sido perfecto —digo, abrazándola—. Estoy tan emocionada por el día de la boda.

Salgo de la tienda con el corazón ligero y una sonrisa en el rostro. La semana que queda antes de la boda estará llena de preparativos y últimos detalles, pero con el vestido listo, siento que estoy un paso más cerca de vivir el día de mis sueños.

Al llegar a casa, coloco la bolsa con el vestido y los accesorios en un lugar seguro, asegurándome de que todo esté en perfecto estado. Mi mente no puede dejar de imaginar cómo será el día de la boda y cómo Edward reaccionará al verme en el vestido. La emoción crece con cada minuto que pasa.

Esa noche, mientras me acurruco en la cama junto a Edward, le cuento sobre mi experiencia en la tienda y le muestro los accesorios que Laura me dio.

—El vestido es aún más hermoso de lo que imaginé —le digo—. Estoy tan emocionada por que llegue el gran día.

Edward me mira con una sonrisa cálida y me abraza. Siento su amor y apoyo en cada palabra.

—No puedo esperar a verte en el vestido —dice—. Estoy seguro de que estarás deslumbrante.

Las palabras de Edward me reconfortan y me llenan de alegría. Sabemos que el gran día está cerca y que, aunque habrá muchos detalles que atender, lo más importante es que estaremos juntos y rodeados de las personas que amamos.

—¿Cómo te sientes tú? —le pregunto, curiosa.

—Un poco nervioso, pero emocionado —admite—. Solo quiero que todo salga bien y que disfrutes cada momento.

La noche ha sido larga y tranquila, y Edward y yo finalmente hemos tenido un momento para relajarnos. Decidimos ver algunas películas para distraernos un poco y disfrutar de la noche. Estamos en el sofá, acurrucados bajo una manta, y la película avanza mientras compartimos un tazón de palomitas.

De repente, escuchamos el familiar llanto de Louis. Me levanto rápidamente, dejando que Edward continúe en el sofá, y me dirijo a la cuna de nuestro pequeño. El llanto es insistente y me hace sentir una mezcla de agotamiento y preocupación. Louis ha crecido mucho en su primer mes, y ahora es un bebé robusto y saludable, pero también más demandante.

Al tomarlo en mis brazos, noto cómo su pequeño cuerpo se acomoda contra el mío. Lo acuno y le doy suaves golpecitos en la espalda, tratando de calmarlo. Mi mente está en modo automático, recordando todos los consejos que leí sobre cómo calmar a un bebé.

—¿Todo bien? —pregunta Edward, levantándose del sofá y acercándose a mí mientras entro en la habitación con Louis.

—Parece que tiene hambre —respondo, sintiendo que el cansancio se apodera de mí a medida que me acomodo en la silla de lactancia.

Edward se inclina para mirar a Louis, que sigue llorando, y luego me mira con una expresión de comprensión.

—Déjame ayudarte —dice, con una sonrisa reconfortante—. Voy a preparar el biberón.

Lo observo salir de la habitación y me concentro en calmar a Louis. Mientras lo sostengo en mis brazos, noto cómo sus llantos comienzan a disminuir lentamente, aunque sigue inquieto. Me recuesto en la silla de lactancia, ajustando la posición de Louis para que esté lo más cómodo posible.

Edward regresa poco después con el biberón listo. Se sienta a mi lado y me pasa el biberón, que está a la temperatura perfecta. Louis toma el biberón con ansias, y su llanto se transforma en suaves susurros de satisfacción mientras comienza a alimentarse.

—Es increíble cómo algo tan pequeño puede demandar tanta atención —dice Edward, observando a Louis con una mezcla de admiración y ternura.

—Sí, es un pequeño terremoto —respondo con una sonrisa cansada—. Pero no puedo evitar amarlo más con cada día que pasa.

Edward acaricia mi brazo y se sienta junto a mí, ofreciéndome su apoyo mientras yo atiendo a Louis. La calma que se instala en la habitación es reconfortante, y me siento agradecida por tener a Edward a mi lado en estos momentos nocturnos.

Louis finalmente termina de comer y se queda dormido en mis brazos, satisfecho y tranquilo. Lo envuelvo en su manta y me levanto cuidadosamente para colocarlo de nuevo en la cuna. Edward se acerca para ayudarme, y juntos nos aseguramos de que Louis esté cómodo y bien acomodado.

—¿Te sientes bien? —pregunta Edward, mirándome con preocupación.

—Sí, solo estoy un poco cansada —respondo, mientras me apoyo en el borde de la cuna—. Pero es parte del trabajo, ¿no?

Edward asiente y me toma de la mano.

—Descansa un poco más —sugiere—. Yo me encargaré de limpiar el desorden y hacer un poco de tarea para mañana.

Le sonrío, agradecida por su apoyo y su disposición a ayudar. Finalmente, nos dirigimos de nuevo al sofá, donde tratamos de retomar la película. La noche avanza lentamente, y aunque el sueño no llega con facilidad, me siento reconfortada por la compañía y el amor que compartimos.

Los llantos de Louis se convierten en una parte de nuestra rutina nocturna, pero a medida que nos adaptamos a la vida con un bebé, descubrimos momentos de calma y felicidad en medio de la noche. La experiencia puede ser agotadora, pero también es profundamente gratificante.

Edward y yo seguimos abrazados en el sofá, tratando de disfrutar del poco tiempo que tenemos antes de que Louis vuelva a despertarse. Nos reímos de las escenas de la película y hablamos sobre nuestros planes para el futuro, manteniéndonos conectados a pesar del cansancio.

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