Hoy es un día emocionante. Finalmente, saldremos a recorrer Santorini con nuestra familia. Mientras la ciudad empieza a despertarse bajo la luz dorada de la mañana, me preparo para un día lleno de exploraciones y momentos compartidos. Coloco a Louis en su cochecito, asegurándome de que esté cómodo y bien abrigado, antes de salir del hotel. Edward ya está listo, y junto con nuestros familiares, nos dirigimos a descubrir la belleza de esta isla.
El primer destino es Oia, famoso por sus vistas panorámicas y sus calles estrechas y pintorescas. La carretera serpentea a lo largo de la costa, y cada vuelta revela una vista más impresionante que la anterior. Cuando llegamos, el sol brilla intensamente sobre las casas blancas encaladas y las cúpulas azules que caracterizan el paisaje. —¡Miren qué hermoso es todo esto! —exclama mi madre, maravillada por el entorno. —Es impresionante —responde Edward, tomándome de la mano y dándome un rápido beso en la mejilla—. No puedo esperar para explorar cada rincón. La primera parada es un pequeño café con vistas al mar. Pedimos café y pasteles frescos mientras disfrutamos de la vista. Louis está tranquilo en su cochecito, observando el entorno con curiosidad. Es agradable ver cómo todos están disfrutando de este momento juntos. —¿Qué les parece si damos un paseo por las calles de Oia después de desayunar? —sugiere Drake. —Me parece perfecto —respondo—. Así podremos ver las tiendas y tal vez encontrar algunos recuerdos. Desayunamos con calma, saboreando cada bocado mientras observamos cómo el sol se eleva más alto en el cielo. El aire es fresco y la brisa marina proporciona un alivio refrescante. Después de comer, nos levantamos y comenzamos a pasear por las estrechas calles adoquinadas de Oia. Louis parece disfrutar del paseo, mirando a su alrededor mientras nos movemos. Las calles están llenas de boutiques y galerías de arte, y nos detenemos en algunas de ellas para explorar. Me encanta la variedad de artesanías locales y las pinturas que capturan la esencia de Santorini. —Mira esto, Sam —dice Edward, mostrándome un pequeño recuerdo en forma de barco—. Creo que esto sería un buen recuerdo para Louis. —Es perfecto —respondo, sonriendo—. Me encanta cómo captura el espíritu de la isla. Continuamos nuestro paseo, y encontramos un pequeño mirador con vistas al mar Egeo. La vista es espectacular, con el océano azul extendiéndose hasta el horizonte y las islas cercanas en la distancia. Todos nos reunimos para tomar algunas fotos y disfrutar del momento. —Este es el lugar perfecto para hacer una foto de familia —dice mi padre, sacando su cámara. Nos alineamos y posamos para la foto, capturando la belleza del paisaje y la alegría de estar juntos. Las risas y las sonrisas en nuestras caras reflejan la felicidad de este día. Después de pasar la mañana explorando Oia, decidimos dirigirnos hacia la playa de Perissa. La playa es conocida por su arena negra volcánica y sus aguas cristalinas. Louis está encantado con la nueva vista, y yo me siento aliviada al ver que se divierte tanto. —Este lugar es asombroso —dice Edward mientras caminamos por la playa—. Es diferente a cualquier otra playa que haya visto. —Sí, es impresionante —respondo—. Me alegra que todos estemos disfrutando tanto. Pasamos la tarde en la playa, relajándonos y jugando en la arena. Louis se toma una siesta bajo la sombra de una sombrilla, y nosotros aprovechamos para relajarnos y disfrutar de la tranquilidad del lugar. —¿Vamos a cenar en algún lugar especial esta noche? —pregunta mi madre mientras nos preparamos para dejar la playa. —Podemos ir a uno de los restaurantes recomendados por el personal del hotel —sugiere Edward—. Dicen que tienen una vista increíble del atardecer. —Me parece una excelente idea —respondo—. Será una forma perfecta de terminar el día. Regresamos al hotel para prepararnos para la cena. El tiempo pasa rápidamente, y antes de darnos cuenta, estamos listos para salir nuevamente. Louis está en su cochecito, preparado para una noche más de exploración. El restaurante al que vamos tiene una terraza con vistas al mar, y el ambiente es acogedor y elegante. Pedimos una variedad de platos locales, desde mariscos frescos hasta platos tradicionales griegos. La comida es deliciosa, y mientras cenamos, el sol comienza a descender hacia el horizonte. —Mira cómo el sol se pone —dice Edward, señalando el atardecer—. Es increíblemente hermoso. —Es perfecto —respondo—. No podría haber pedido un día mejor. Disfrutamos de la cena y del espectáculo del atardecer, y mientras el sol se oculta, las luces de la terraza se encienden, creando una atmósfera mágica. La noche continúa con risas y buena conversación, y todos parecen estar disfrutando de cada momento. Finalmente, después de una noche maravillosa, regresamos al hotel. Louis está cansado y se duerme rápidamente en su cuna. Edward y yo nos acomodamos en la cama, sintiendo la satisfacción de un día bien aprovechado. —Hoy ha sido perfecto —le digo a Edward—. Estoy tan feliz de estar aquí con nuestra familia. —Yo también —responde él, abrazándome—. Ha sido un día increíble, y no puedo esperar para ver qué nos depara el resto de la semana. Nos relajamos en la cama, disfrutando de la calma después de un día tan lleno de actividades. Mientras cerramos los ojos, no puedo evitar sentir una profunda gratitud por estos momentos especiales y por la oportunidad de compartirlos con nuestros seres queridos. —¿Qué te parece si nos metemos al jacuzzi de la habitación? —me pregunta Edward con una sonrisa traviesa mientras entramos en la habitación. La idea suena perfecta. La suite tiene un jacuzzi privado en el balcón, con vistas panorámicas al mar. Me imagino sumergida en el agua caliente, relajándome después de un día tan ajetreado. —¡Me parece una excelente idea! —respondo, emocionada—. Vamos a pedir algo de champán para acompañar. Edward se ríe y va al teléfono para hacer el pedido. Mientras tanto, me preparo para el jacuzzi. Me cambio a un bikini cómodo y pongo una toalla cerca del área del jacuzzi. El agua burbujeante y caliente parece muy tentadora. Cuando Edward regresa con una botella de champán y dos copas, ya estoy lista para disfrutar. Él se cambia también y se une a mí en el área del jacuzzi. Abre la botella con un suave pop y sirve el champán en las copas, ofreciéndome una. —Por nosotros, por este día tan especial y por todo lo que está por venir —dice Edward, levantando su copa. —Salud —respondo, chocando mi copa con la suya. Nos metemos en el jacuzzi, el calor del agua se siente increíble contra la piel. Nos acomodamos y dejamos que el agua burbujeante haga su trabajo, relajando nuestros músculos. La vista desde el jacuzzi es impresionante: las luces de Santorini brillan a lo lejos, y el sonido del agua añaden una atmósfera tranquila a la noche. —Este lugar es perfecto —digo, mirando a Edward—. No puedo creer lo afortunados que somos de estar aquí. —Sí, ha sido un día increíble —responde Edward—. Me alegra que estemos disfrutando de esto juntos. Nos relajamos en el jacuzzi, disfrutando de la tranquilidad y la compañía mutua. El champán burbujea en nuestras copas y el ambiente es simplemente perfecto. Hablamos de todo lo que hemos vivido en los últimos días: la boda, nuestra vida juntos, y nuestros planes para el futuro. De repente, Edward se inclina hacia mí y me besa suavemente. El contacto de sus labios con los míos es cálido y reconfortante, y me siento completamente en paz. La noche, el jacuzzi, y el champán hacen que el momento sea aún más especial. —Te amo —susurra Edward contra mis labios—. No puedo esperar para ver qué nos depara el futuro. —Yo también te amo —respondo, abrazándolo—. Estoy emocionada por todo lo que viene. Pasamos el resto de la noche en el jacuzzi, hablando y riendo, disfrutando de nuestra burbujeante escapada bajo las estrellas. El tiempo parece detenerse mientras nos relajamos y nos conectamos en este hermoso rincón del mundo. Finalmente, nos retiramos del jacuzzi, nos secamos con las toallas y nos envolvemos en albornoces suaves. Nos dirigimos de vuelta a la habitación, con el corazón ligero y una sensación de satisfacción total. La noche ha sido perfecta, y mientras nos acomodamos en la cama, ambos nos sentimos agradecidos por cada momento. Esta es una etapa especial en nuestras vidas, y estoy emocionada por todo lo que está por venir. Con una sonrisa en el rostro, cierro los ojos, sabiendo que el futuro es brillante y que lo mejor está aún por llegar.Hemos regresado a casa después de unos días inolvidables en Santorini. Aunque nuestra boda fue todo lo que había soñado y más, el viaje de regreso nos deja completamente exhaustos. El clima cálido y la belleza de la isla ya quedaron atrás, y ahora estamos de vuelta en nuestra acogedora casa, rodeados por la familiaridad de nuestras propias paredes. Louis es el más cansado de todos. Duerme todo el vuelo, apenas se mueve en mis brazos mientras volamos de regreso. Su pequeño cuerpo está relajado, con sus puños cerrados cerca de su carita, y su respiración suave es lo único que rompe el silencio. Su paz hace que el vuelo se sienta un poco más corto, aunque todavía siento el cansancio profundo en mis huesos cuando finalmente aterrizamos. Edward y yo apenas intercambiamos palabras mientras tomamos nuestras maletas y nos dirigimos al auto. Ambos estamos demasiado agotados para conversar, y el simple hecho de pensar en desempacar se siente como una tarea monumental. Al menos tenemos un par
El sonido suave de la alarma me despierta, anunciando el inicio de un nuevo día. Me estiro en la cama y, al girar, veo a Sam todavía dormida, con Louis acurrucado en sus brazos. No puedo evitar sonreír al ver la tranquilidad en sus rostros, pero sé que tenemos un día importante por delante. Hoy, Louis recibirá sus primeras vacunas, y aunque sé que es algo necesario, no puedo evitar sentir una ligera inquietud en el estómago.Desactivo la alarma para que no despierte a Sam, y me levanto con cuidado para no hacer ruido. Me acerco a la cuna y preparo todo lo que necesitaremos para el día. Cuando termino, regreso a la cama y acaricio suavemente el cabello de Sam, inclinándome para darle un beso en la mejilla.—Amor, es hora de despertar —le susurro.Sam se remueve un poco antes de abrir los ojos, y una sonrisa suave aparece en sus labios al verme.—Buenos días —dice en un susurro, todavía medio dormida.—Buenos días —respondo, devolviéndole la sonrisa—. Hoy es el día de las vacunas para L
**Capítulo Final - Narrado por Sam**El amanecer se cuela tímidamente a través de las cortinas, anunciando la llegada de un nuevo día. Los rayos del sol dorado acarician suavemente el rostro de Edward, quien duerme profundamente a mi lado, con una expresión de paz que rara vez tiene. Observo cómo su pecho sube y baja en un ritmo constante, y me permito unos momentos para admirarlo, sintiendo una oleada de amor y gratitud.Mi vida ha cambiado tanto desde que lo conocí. Cada momento, cada risa, cada lágrima compartida ha sido un ladrillo en la construcción de esta vida que ahora tenemos juntos. Y aunque han habido desafíos, el amor que compartimos siempre ha sido nuestro faro, guiándonos a través de las tormentas.Miro a la cuna de Louis, nuestro pequeño milagro, que duerme plácidamente, envuelto en su manta favorita. Ya ha pasado un año desde su llegada, y aunque el tiempo parece haberse desvanecido en un abrir y cerrar de ojos, las huellas de cada momento se han quedado grabadas en mi
Siento los besos de Edward en toda mi espalda. Sonrío un poco al tener esta deliciosa manera de despertar. Me acerco un poco a él y pongo mi trasero en su miembro, sintiendo como va creciendo cada vez más.—¿Me estás provocando, nena? —su voz suena más ronca de lo normal.—Tú empezaste —me defiendo.Pongo mi mano en su miembro y comienzo a acariciarlo por encima de la pijama. Sus ojos me ven con mucho deseo y sonrío por eso. Me hago encima de Edward y comienzo a mover mis caderas contra su miembro.—Qué duro estas, amor —muerdo su labio.Unos golpes suenan en la puerta y me bajo de inmediato para cubrirme con la cobija. Las voces de nuestros hijos se escuchan desde afuera de la puerta y niego con una sonrisa.—Yo quería sexo mañanero —Edward muerde el lóbulo de mi oreja.Me acomodo la pijama para abrirle la puerta a mis hijos. Sonrío al ver sus caritas brillantes de emoción, sus ojos reflejan la inocencia y la alegría de la infancia.—Mamá, papá —exclaman con entusiasmo mient
Estoy sentada en Starbucks con mi novio y mis amigas, disfrutando del bullicio y el aroma a café recién hecho. Es uno de esos lugares que siempre me hacen sentir viva, conectada con el mundo. Acabo de pedir un frappuccino y me dejo envolver por el dulce y frío sabor mientras escucho las animadas conversaciones a mi alrededor.—¿Y qué planes tienes para el fin de semana? —pregunta Ana, una de mis mejores amigas, mientras juguetea con su taza de café.—No lo sé, tal vez solo relajarme en casa —responde María con una sonrisa perezosa.Mis amigas están sumergidas en sus charlas, riendo y compartiendo historias. Mi novio, siempre a mi lado, me da una sensación de confort y familiaridad. Entonces, de repente, su voz corta el aire, trayendo consigo una propuesta inesperada.—Hoy vamos a una discoteca —dice, con un brillo en sus ojos que no había visto en mucho tiempo.Levanto la vista, sorprendida pero curiosa.—¿Una discoteca? ¿Esta noche? —pregunto, tratando de asimilar la idea.—Sí, ¿por
Samantha Subimos al auto de Edward, y mientras él arranca el motor, me siento un poco nerviosa y emocionada por la noche que nos espera. La radio está encendida, y una canción animada llena el coche, creando una atmósfera vibrante. Edward dirige la conversación con naturalidad, pero sus ojos vuelven a mí de vez en cuando. Finalmente, suelta una observación que me toma por sorpresa. —Sabes, Samantha, la falda que llevas es bastante corta —dice, con un tono que mezcla admiración y crítica. Lo miro, sorprendida. —¿Ah, sí? No sabía que te estabas fijando en mis piernas —respondo, intentando sonar despreocupada mientras una ligera risa se escapa de mis labios. Edward sonríe, aparentemente divertido por mi respuesta. —No es que esté fijándome en tus piernas, solo que es un comentario que tenía que hacer. —Bueno, es un look para salir, ¿no? —digo, tratando de justificar mi elección—. A veces hay que arriesgarse un poco para divertirse. —Lo entiendo, solo quería decirlo para que
SamanthaCierro los ojos en cuanto nos montamos en su auto, intentando evitar cualquier conversación con Edward mientras nos dirigimos a casa. El alcohol ha dejado mi mente aturdida, y el silencio parece la mejor opción en este momento.El motor arranca y el suave murmullo del coche me envuelve, creando un ambiente casi hipnótico. Siento el leve movimiento del auto mientras avanzamos por las calles, y cada giro y frenada se mezclan con los latidos de mi corazón, que parecen haberse calmado finalmente.No sé cuánto tiempo pasa mientras mantengo los ojos cerrados, pero el viaje se siente eterno y, al mismo tiempo, fugaz. A través de mis párpados cerrados, puedo percibir las luces de la ciudad parpadeando, creando sombras y destellos que bailan en el interior del coche.Mi mente divaga, repasando los eventos de la noche. Luke, la discoteca, el juego de verdad o reto, y la mirada fija de Edward que parecía seguirme a cada paso. Una mezcla de emociones se arremolina en mi interior: confusi
SamanthaMe despierto algo desubicada, ¿en dónde estoy? Intento levantarme, pero unos brazos alrededor de mi cintura me lo impiden.¿Con quién dormí anoche?¿Será Luke?Giro para ver a la persona que está a mi lado y abro los ojos con sorpresa al ver a Edward.¿Acaso dormí con él?Mi mente trata de recuperar los recuerdos de la noche anterior. La discoteca, la preocupación de Edward, el café, y finalmente, caer rendida en su cama. Miro su rostro relajado, sus facciones más suaves y pacíficas mientras duerme.Intento moverme de nuevo, pero él me sostiene firmemente. Me quedo quieta por un momento, tratando de procesar todo. El calor de su cuerpo es reconfortante, pero a la vez, la situación me parece surrealista.—Edward —susurro, tratando de despertarlo sin alarmarlo.Mi celular comienza a sonar, rompiendo el silencio de la habitación. Lo agarro rápidamente, tratando de no despertar a Edward. Es Luke.—Hola, Luke —susurro, saliendo de la habitación para no hacer ruido.—Hola, amor. ¿C