Capítulo 50

Hoy es un día emocionante. Finalmente, saldremos a recorrer Santorini con nuestra familia. Mientras la ciudad empieza a despertarse bajo la luz dorada de la mañana, me preparo para un día lleno de exploraciones y momentos compartidos. Coloco a Louis en su cochecito, asegurándome de que esté cómodo y bien abrigado, antes de salir del hotel. Edward ya está listo, y junto con nuestros familiares, nos dirigimos a descubrir la belleza de esta isla.

El primer destino es Oia, famoso por sus vistas panorámicas y sus calles estrechas y pintorescas. La carretera serpentea a lo largo de la costa, y cada vuelta revela una vista más impresionante que la anterior. Cuando llegamos, el sol brilla intensamente sobre las casas blancas encaladas y las cúpulas azules que caracterizan el paisaje.

—¡Miren qué hermoso es todo esto! —exclama mi madre, maravillada por el entorno.

—Es impresionante —responde Edward, tomándome de la mano y dándome un rápido beso en la mejilla—. No puedo esperar para explorar cada rincón.

La primera parada es un pequeño café con vistas al mar. Pedimos café y pasteles frescos mientras disfrutamos de la vista. Louis está tranquilo en su cochecito, observando el entorno con curiosidad. Es agradable ver cómo todos están disfrutando de este momento juntos.

—¿Qué les parece si damos un paseo por las calles de Oia después de desayunar? —sugiere Drake.

—Me parece perfecto —respondo—. Así podremos ver las tiendas y tal vez encontrar algunos recuerdos.

Desayunamos con calma, saboreando cada bocado mientras observamos cómo el sol se eleva más alto en el cielo. El aire es fresco y la brisa marina proporciona un alivio refrescante. Después de comer, nos levantamos y comenzamos a pasear por las estrechas calles adoquinadas de Oia.

Louis parece disfrutar del paseo, mirando a su alrededor mientras nos movemos. Las calles están llenas de boutiques y galerías de arte, y nos detenemos en algunas de ellas para explorar. Me encanta la variedad de artesanías locales y las pinturas que capturan la esencia de Santorini.

—Mira esto, Sam —dice Edward, mostrándome un pequeño recuerdo en forma de barco—. Creo que esto sería un buen recuerdo para Louis.

—Es perfecto —respondo, sonriendo—. Me encanta cómo captura el espíritu de la isla.

Continuamos nuestro paseo, y encontramos un pequeño mirador con vistas al mar Egeo. La vista es espectacular, con el océano azul extendiéndose hasta el horizonte y las islas cercanas en la distancia. Todos nos reunimos para tomar algunas fotos y disfrutar del momento.

—Este es el lugar perfecto para hacer una foto de familia —dice mi padre, sacando su cámara.

Nos alineamos y posamos para la foto, capturando la belleza del paisaje y la alegría de estar juntos. Las risas y las sonrisas en nuestras caras reflejan la felicidad de este día.

Después de pasar la mañana explorando Oia, decidimos dirigirnos hacia la playa de Perissa. La playa es conocida por su arena negra volcánica y sus aguas cristalinas. Louis está encantado con la nueva vista, y yo me siento aliviada al ver que se divierte tanto.

—Este lugar es asombroso —dice Edward mientras caminamos por la playa—. Es diferente a cualquier otra playa que haya visto.

—Sí, es impresionante —respondo—. Me alegra que todos estemos disfrutando tanto.

Pasamos la tarde en la playa, relajándonos y jugando en la arena. Louis se toma una siesta bajo la sombra de una sombrilla, y nosotros aprovechamos para relajarnos y disfrutar de la tranquilidad del lugar.

—¿Vamos a cenar en algún lugar especial esta noche? —pregunta mi madre mientras nos preparamos para dejar la playa.

—Podemos ir a uno de los restaurantes recomendados por el personal del hotel —sugiere Edward—. Dicen que tienen una vista increíble del atardecer.

—Me parece una excelente idea —respondo—. Será una forma perfecta de terminar el día.

Regresamos al hotel para prepararnos para la cena. El tiempo pasa rápidamente, y antes de darnos cuenta, estamos listos para salir nuevamente. Louis está en su cochecito, preparado para una noche más de exploración.

El restaurante al que vamos tiene una terraza con vistas al mar, y el ambiente es acogedor y elegante. Pedimos una variedad de platos locales, desde mariscos frescos hasta platos tradicionales griegos. La comida es deliciosa, y mientras cenamos, el sol comienza a descender hacia el horizonte.

—Mira cómo el sol se pone —dice Edward, señalando el atardecer—. Es increíblemente hermoso.

—Es perfecto —respondo—. No podría haber pedido un día mejor.

Disfrutamos de la cena y del espectáculo del atardecer, y mientras el sol se oculta, las luces de la terraza se encienden, creando una atmósfera mágica. La noche continúa con risas y buena conversación, y todos parecen estar disfrutando de cada momento.

Finalmente, después de una noche maravillosa, regresamos al hotel. Louis está cansado y se duerme rápidamente en su cuna. Edward y yo nos acomodamos en la cama, sintiendo la satisfacción de un día bien aprovechado.

—Hoy ha sido perfecto —le digo a Edward—. Estoy tan feliz de estar aquí con nuestra familia.

—Yo también —responde él, abrazándome—. Ha sido un día increíble, y no puedo esperar para ver qué nos depara el resto de la semana.

Nos relajamos en la cama, disfrutando de la calma después de un día tan lleno de actividades. Mientras cerramos los ojos, no puedo evitar sentir una profunda gratitud por estos momentos especiales y por la oportunidad de compartirlos con nuestros seres queridos.

—¿Qué te parece si nos metemos al jacuzzi de la habitación? —me pregunta Edward con una sonrisa traviesa mientras entramos en la habitación.

La idea suena perfecta. La suite tiene un jacuzzi privado en el balcón, con vistas panorámicas al mar. Me imagino sumergida en el agua caliente, relajándome después de un día tan ajetreado.

—¡Me parece una excelente idea! —respondo, emocionada—. Vamos a pedir algo de champán para acompañar.

Edward se ríe y va al teléfono para hacer el pedido. Mientras tanto, me preparo para el jacuzzi. Me cambio a un bikini cómodo y pongo una toalla cerca del área del jacuzzi. El agua burbujeante y caliente parece muy tentadora.

Cuando Edward regresa con una botella de champán y dos copas, ya estoy lista para disfrutar. Él se cambia también y se une a mí en el área del jacuzzi. Abre la botella con un suave pop y sirve el champán en las copas, ofreciéndome una.

—Por nosotros, por este día tan especial y por todo lo que está por venir —dice Edward, levantando su copa.

—Salud —respondo, chocando mi copa con la suya.

Nos metemos en el jacuzzi, el calor del agua se siente increíble contra la piel. Nos acomodamos y dejamos que el agua burbujeante haga su trabajo, relajando nuestros músculos. La vista desde el jacuzzi es impresionante: las luces de Santorini brillan a lo lejos, y el sonido del agua añaden una atmósfera tranquila a la noche.

—Este lugar es perfecto —digo, mirando a Edward—. No puedo creer lo afortunados que somos de estar aquí.

—Sí, ha sido un día increíble —responde Edward—. Me alegra que estemos disfrutando de esto juntos.

Nos relajamos en el jacuzzi, disfrutando de la tranquilidad y la compañía mutua. El champán burbujea en nuestras copas y el ambiente es simplemente perfecto. Hablamos de todo lo que hemos vivido en los últimos días: la boda, nuestra vida juntos, y nuestros planes para el futuro.

De repente, Edward se inclina hacia mí y me besa suavemente. El contacto de sus labios con los míos es cálido y reconfortante, y me siento completamente en paz. La noche, el jacuzzi, y el champán hacen que el momento sea aún más especial.

—Te amo —susurra Edward contra mis labios—. No puedo esperar para ver qué nos depara el futuro.

—Yo también te amo —respondo, abrazándolo—. Estoy emocionada por todo lo que viene.

Pasamos el resto de la noche en el jacuzzi, hablando y riendo, disfrutando de nuestra burbujeante escapada bajo las estrellas. El tiempo parece detenerse mientras nos relajamos y nos conectamos en este hermoso rincón del mundo.

Finalmente, nos retiramos del jacuzzi, nos secamos con las toallas y nos envolvemos en albornoces suaves. Nos dirigimos de vuelta a la habitación, con el corazón ligero y una sensación de satisfacción total.

La noche ha sido perfecta, y mientras nos acomodamos en la cama, ambos nos sentimos agradecidos por cada momento. Esta es una etapa especial en nuestras vidas, y estoy emocionada por todo lo que está por venir.

Con una sonrisa en el rostro, cierro los ojos, sabiendo que el futuro es brillante y que lo mejor está aún por llegar.

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