Llegamos a Santorini en medio de un cielo despejado, con el sol resplandeciente reflejándose en el agua azul del mar Egeo. Al bajar del avión, siento la brisa cálida en mi rostro, un recordatorio perfecto de que estamos a punto de vivir uno de los momentos más importantes de nuestras vidas. Con Sam a mi lado y Louis en mis brazos, todo parece encajar a la perfección.
Después de recoger nuestras maletas, nos dirigimos hacia la salida del aeropuerto, donde un taxi ya nos está esperando. El conductor, un hombre mayor con una sonrisa amable, nos ayuda a cargar las maletas en el maletero antes de indicarnos que subamos. El trayecto hacia el hotel es impresionante. Pasamos por pequeños pueblos encalados con casas de techos azules que se mezclan armoniosamente con el paisaje montañoso. El contraste de colores, el blanco de las paredes y el azul intenso del mar y el cielo, es simplemente asombroso. Sam no puede evitar sacar su cámara para capturar algunas fotos desde la ventana del taxi, y yo sonrío al ver la emoción en su rostro. —Este lugar es aún más hermoso de lo que imaginé —comenta, mirando hacia el horizonte. —Lo es —respondo, tomando su mano y apretándola suavemente—. Estoy tan feliz de que hayamos decidido casarnos aquí. Louis, quien ha estado durmiendo plácidamente durante todo el trayecto, empieza a moverse en mis brazos. Lo miro con ternura, pensando en cómo este pequeño ser ha cambiado nuestras vidas de maneras que nunca hubiera imaginado. Al sentir el movimiento del taxi, Louis abre los ojos y mira a su alrededor, como si estuviera tratando de procesar todas las nuevas sensaciones. —Parece que nuestro pequeño también está disfrutando del paisaje —digo, acariciando su cabecita. Finalmente, el taxi se detiene frente al lujoso hotel donde nos hospedaremos. Es un edificio imponente, con una arquitectura que combina a la perfección el estilo tradicional griego con detalles modernos. Las paredes blancas y las terrazas con vistas al mar hacen que el lugar se vea como un auténtico paraíso. El personal del hotel nos recibe con una cálida bienvenida, ayudándonos con el equipaje mientras nos acompañan a la recepción. Después de hacer el check-in, nos llevan a nuestra suite, una habitación espaciosa con una terraza privada que ofrece una vista espectacular del mar y del atardecer que ya comienza a pintarse en el horizonte. —Esto es increíble —susurra Sam, caminando hacia la terraza y dejando que la brisa marina juegue con su cabello. Coloco a Louis en la cuna que el hotel ha preparado para él y me acerco a Sam. La rodeo con mis brazos desde atrás, disfrutando del momento y del silencio que solo es interrumpido por el suave sonido de las olas rompiendo contra la costa. —Estamos aquí —digo, más para mí mismo que para ella—. En unos días, serás mi esposa en este lugar. Sam se gira y me mira con sus ojos brillantes, sonriendo con esa dulzura que siempre me desarma. —No puedo esperar —responde, inclinándose para besarme suavemente. Comienzo a besarla, suavemente al principio, dejando que nuestros labios se encuentren en una danza lenta y llena de cariño. La cercanía entre nosotros es palpable, y siento cómo la tensión del viaje y de los preparativos se disuelve en este momento de intimidad. Sam responde al beso con la misma intensidad, sus manos suben por mi cuello, acariciando la piel con la suavidad que solo ella sabe cómo expresar. Sin romper el contacto, la guío hacia la cama, ambos moviéndonos con cuidado para no despertar a Louis. El mundo exterior parece desvanecerse, quedando solo nosotros dos en esta burbuja de amor y deseo. La habitación, con su ambiente sereno y las luces tenues del atardecer, se convierte en el escenario perfecto para este momento que compartimos. Dejo que Sam se recueste sobre la cama, inclinándome sobre ella mientras nuestras respiraciones se sincronizan. Mi mano recorre su rostro, bajando lentamente por su cuello y siguiendo las curvas de su cuerpo. Cada toque es un recordatorio de cuánto la amo, de cómo hemos llegado hasta aquí, superando obstáculos y disfrutando de nuestras victorias. Nuestros labios se encuentran de nuevo, esta vez con más urgencia, dejando que el deseo nos consuma. Todo lo que he sentido por Sam a lo largo de los años—amor, respeto, admiración—se concentra en estos momentos. Nos movemos juntos, guiados por una conexión que va más allá de lo físico. Los besos se vuelven mas profundos, mas apasionados, mis manos recorren su cuerpo. Quiero disfrutar de ella todo el tiempo. La noche cae lentamente sobre Santorini, pero en este momento, el tiempo parece detenerse. Con cada beso, con cada caricia, nos sumergimos más profundamente en nuestro amor, dejándonos llevar por la pasión y la cercanía. Todo lo que importa es estar aquí, juntos, conectándonos en un nivel que va más allá de las palabras, más allá de lo físico, en un lugar donde solo existe el amor que compartimos. Finalmente, nos dejamos caer juntos sobre la cama, manteniéndonos abrazados mientras nuestros cuerpos se relajan. Los latidos de nuestros corazones comienzan a calmarse, pero esa conexión intensa sigue presente, como una energía que nos envuelve y nos une aún más. Después de un largo rato disfrutando de nuestra intimidad, Sam y yo nos quedamos en la cama, abrazados, mientras la noche se despliega por completo. La calma en la habitación es reconfortante, pero pronto notamos cómo nuestras tripas empiezan a reclamar atención. Miro la hora en el reloj de la mesita de noche y luego la miro a ella. —¿Tienes hambre? —le pregunto, y ella asiente con una sonrisa perezosa. —Mucha. Creo que después de todo lo que hemos pasado hoy, lo mínimo que nos merecemos es una buena comida —responde, mientras sus ojos brillan con una mezcla de satisfacción y cansancio. Louis, que hasta ahora ha estado durmiendo pacíficamente en su cuna, comienza a moverse un poco, emitiendo esos sonidos suaves que siempre indican que está a punto de despertar. Sam lo mira con ternura y se incorpora con cuidado, deslizándose fuera de la cama para acercarse a la cuna. —Bueno, parece que Louis también tiene hambre —comenta mientras lo recoge con suavidad y lo acuna en sus brazos. Me levanto de la cama, estirándome un poco antes de buscar algo de ropa más adecuada para bajar al restaurante. Sam sigue abrazando a Louis, su mirada atenta a cada pequeño gesto de nuestro hijo mientras comienza a preparar las cosas para alimentarlo en el restaurante. —¿Listos para una cena en familia? —pregunto con una sonrisa mientras le tiendo una mano a Sam. Ella asiente, todavía con esa calidez en sus ojos que me hace sentir como el hombre más afortunado del mundo. Caminamos juntos hacia la puerta, saliendo de la habitación y dirigiéndonos al restaurante del hotel. El hotel, iluminado por luces suaves y cálidas, tiene un ambiente relajante, perfecto para una cena tranquila después de un día tan ajetreado. El restaurante es amplio, con grandes ventanales que dan una vista espectacular de la isla iluminada por la luz de la luna. El mar, apenas visible en la oscuridad, añade un toque de serenidad al ambiente. Nos acomodamos en una mesa cerca de una de las ventanas, y un camarero se acerca de inmediato para tomar nuestros pedidos. Sam pide algo ligero pero reconfortante, mientras yo opto por un plato más sustancioso, sabiendo que ambos necesitamos reponer fuerzas. Mientras esperamos la comida, Sam comienza a alimentar a Louis, meciéndolo suavemente en sus brazos. —Es increíble lo rápido que está creciendo —digo, observando cómo Louis se acurruca contra ella mientras come. —Sí, cada día parece un poco más grande, un poco más fuerte. Es hermoso verlo crecer, pero también asusta un poco, ¿no crees? —responde Sam, mirándome con una mezcla de orgullo y preocupación en su expresión. Asiento, entendiendo perfectamente lo que quiere decir. La responsabilidad de ser padres, de criar a un ser humano, es algo que pesa, pero es un peso que llevo con gusto. Louis termina de comer y empieza a quedarse dormido nuevamente. Sam lo acomoda con cuidado en su regazo, y justo en ese momento, nuestros platos llegan a la mesa. Mientras comemos, mantenemos una conversación tranquila, disfrutando de la comida y de la compañía mutua. Aunque el día ha sido largo, este momento de paz y conexión familiar hace que todo haya valido la pena. Al final de la cena, Louis sigue dormido, acurrucado en los brazos de Sam. Pago la cuenta, y después de asegurarnos de que tenemos todo, nos levantamos de la mesa. Mientras caminamos de regreso a nuestra habitación, no puedo evitar sentir una profunda satisfacción y un amor inmenso por la pequeña familia que hemos formado. A medida que nos acercamos a la puerta de nuestra habitación, siento que este viaje a Santorini es solo el comienzo de una nueva y emocionante etapa en nuestras vidas, una que estoy ansioso por vivir junto a Sam y Louis.Abro la puerta de la habitación donde me estoy preparando y me encuentro con Drake, quien tiene una expresión que mezcla diversión y seriedad, algo que raramente veo en él. Me toma del hombro y me da una palmada firme, un gesto que me reconforta un poco.—Vamos, Edward. Es ahora o nunca —dice con una sonrisa que trata de ocultar sus propios nervios.Caminamos juntos por los pasillos del hotel hacia el lugar donde se llevará a cabo la ceremonia. Todo está preparado para el gran momento. A lo lejos, puedo escuchar el murmullo de los invitados, el sonido del viento que se cuela por las ventanas, y el suave tintineo de la música que comienza a tocar, una melodía que me llena de emoción y ansiedad a partes iguales. El ambiente es electrizante, casi surrealista. El aire está cargado con la expectativa de lo que está por suceder.A medida que nos acercamos, siento que el corazón me late más rápido. Este no es un simple paso más en nuestra relación; es el paso definitivo. Sam y yo hemos pasad
Hoy es un día emocionante. Finalmente, saldremos a recorrer Santorini con nuestra familia. Mientras la ciudad empieza a despertarse bajo la luz dorada de la mañana, me preparo para un día lleno de exploraciones y momentos compartidos. Coloco a Louis en su cochecito, asegurándome de que esté cómodo y bien abrigado, antes de salir del hotel. Edward ya está listo, y junto con nuestros familiares, nos dirigimos a descubrir la belleza de esta isla.El primer destino es Oia, famoso por sus vistas panorámicas y sus calles estrechas y pintorescas. La carretera serpentea a lo largo de la costa, y cada vuelta revela una vista más impresionante que la anterior. Cuando llegamos, el sol brilla intensamente sobre las casas blancas encaladas y las cúpulas azules que caracterizan el paisaje.—¡Miren qué hermoso es todo esto! —exclama mi madre, maravillada por el entorno.—Es impresionante —responde Edward, tomándome de la mano y dándome un rápido beso en la mejilla—. No p
Hemos regresado a casa después de unos días inolvidables en Santorini. Aunque nuestra boda fue todo lo que había soñado y más, el viaje de regreso nos deja completamente exhaustos. El clima cálido y la belleza de la isla ya quedaron atrás, y ahora estamos de vuelta en nuestra acogedora casa, rodeados por la familiaridad de nuestras propias paredes. Louis es el más cansado de todos. Duerme todo el vuelo, apenas se mueve en mis brazos mientras volamos de regreso. Su pequeño cuerpo está relajado, con sus puños cerrados cerca de su carita, y su respiración suave es lo único que rompe el silencio. Su paz hace que el vuelo se sienta un poco más corto, aunque todavía siento el cansancio profundo en mis huesos cuando finalmente aterrizamos. Edward y yo apenas intercambiamos palabras mientras tomamos nuestras maletas y nos dirigimos al auto. Ambos estamos demasiado agotados para conversar, y el simple hecho de pensar en desempacar se siente como una tarea monumental. Al menos tenemos un par
El sonido suave de la alarma me despierta, anunciando el inicio de un nuevo día. Me estiro en la cama y, al girar, veo a Sam todavía dormida, con Louis acurrucado en sus brazos. No puedo evitar sonreír al ver la tranquilidad en sus rostros, pero sé que tenemos un día importante por delante. Hoy, Louis recibirá sus primeras vacunas, y aunque sé que es algo necesario, no puedo evitar sentir una ligera inquietud en el estómago.Desactivo la alarma para que no despierte a Sam, y me levanto con cuidado para no hacer ruido. Me acerco a la cuna y preparo todo lo que necesitaremos para el día. Cuando termino, regreso a la cama y acaricio suavemente el cabello de Sam, inclinándome para darle un beso en la mejilla.—Amor, es hora de despertar —le susurro.Sam se remueve un poco antes de abrir los ojos, y una sonrisa suave aparece en sus labios al verme.—Buenos días —dice en un susurro, todavía medio dormida.—Buenos días —respondo, devolviéndole la sonrisa—. Hoy es el día de las vacunas para L
**Capítulo Final - Narrado por Sam**El amanecer se cuela tímidamente a través de las cortinas, anunciando la llegada de un nuevo día. Los rayos del sol dorado acarician suavemente el rostro de Edward, quien duerme profundamente a mi lado, con una expresión de paz que rara vez tiene. Observo cómo su pecho sube y baja en un ritmo constante, y me permito unos momentos para admirarlo, sintiendo una oleada de amor y gratitud.Mi vida ha cambiado tanto desde que lo conocí. Cada momento, cada risa, cada lágrima compartida ha sido un ladrillo en la construcción de esta vida que ahora tenemos juntos. Y aunque han habido desafíos, el amor que compartimos siempre ha sido nuestro faro, guiándonos a través de las tormentas.Miro a la cuna de Louis, nuestro pequeño milagro, que duerme plácidamente, envuelto en su manta favorita. Ya ha pasado un año desde su llegada, y aunque el tiempo parece haberse desvanecido en un abrir y cerrar de ojos, las huellas de cada momento se han quedado grabadas en mi
Siento los besos de Edward en toda mi espalda. Sonrío un poco al tener esta deliciosa manera de despertar. Me acerco un poco a él y pongo mi trasero en su miembro, sintiendo como va creciendo cada vez más.—¿Me estás provocando, nena? —su voz suena más ronca de lo normal.—Tú empezaste —me defiendo.Pongo mi mano en su miembro y comienzo a acariciarlo por encima de la pijama. Sus ojos me ven con mucho deseo y sonrío por eso. Me hago encima de Edward y comienzo a mover mis caderas contra su miembro.—Qué duro estas, amor —muerdo su labio.Unos golpes suenan en la puerta y me bajo de inmediato para cubrirme con la cobija. Las voces de nuestros hijos se escuchan desde afuera de la puerta y niego con una sonrisa.—Yo quería sexo mañanero —Edward muerde el lóbulo de mi oreja.Me acomodo la pijama para abrirle la puerta a mis hijos. Sonrío al ver sus caritas brillantes de emoción, sus ojos reflejan la inocencia y la alegría de la infancia.—Mamá, papá —exclaman con entusiasmo mient
Estoy sentada en Starbucks con mi novio y mis amigas, disfrutando del bullicio y el aroma a café recién hecho. Es uno de esos lugares que siempre me hacen sentir viva, conectada con el mundo. Acabo de pedir un frappuccino y me dejo envolver por el dulce y frío sabor mientras escucho las animadas conversaciones a mi alrededor.—¿Y qué planes tienes para el fin de semana? —pregunta Ana, una de mis mejores amigas, mientras juguetea con su taza de café.—No lo sé, tal vez solo relajarme en casa —responde María con una sonrisa perezosa.Mis amigas están sumergidas en sus charlas, riendo y compartiendo historias. Mi novio, siempre a mi lado, me da una sensación de confort y familiaridad. Entonces, de repente, su voz corta el aire, trayendo consigo una propuesta inesperada.—Hoy vamos a una discoteca —dice, con un brillo en sus ojos que no había visto en mucho tiempo.Levanto la vista, sorprendida pero curiosa.—¿Una discoteca? ¿Esta noche? —pregunto, tratando de asimilar la idea.—Sí, ¿por
Samantha Subimos al auto de Edward, y mientras él arranca el motor, me siento un poco nerviosa y emocionada por la noche que nos espera. La radio está encendida, y una canción animada llena el coche, creando una atmósfera vibrante. Edward dirige la conversación con naturalidad, pero sus ojos vuelven a mí de vez en cuando. Finalmente, suelta una observación que me toma por sorpresa. —Sabes, Samantha, la falda que llevas es bastante corta —dice, con un tono que mezcla admiración y crítica. Lo miro, sorprendida. —¿Ah, sí? No sabía que te estabas fijando en mis piernas —respondo, intentando sonar despreocupada mientras una ligera risa se escapa de mis labios. Edward sonríe, aparentemente divertido por mi respuesta. —No es que esté fijándome en tus piernas, solo que es un comentario que tenía que hacer. —Bueno, es un look para salir, ¿no? —digo, tratando de justificar mi elección—. A veces hay que arriesgarse un poco para divertirse. —Lo entiendo, solo quería decirlo para que