Capítulo 53

**Capítulo Final - Narrado por Sam**

El amanecer se cuela tímidamente a través de las cortinas, anunciando la llegada de un nuevo día. Los rayos del sol dorado acarician suavemente el rostro de Edward, quien duerme profundamente a mi lado, con una expresión de paz que rara vez tiene. Observo cómo su pecho sube y baja en un ritmo constante, y me permito unos momentos para admirarlo, sintiendo una oleada de amor y gratitud.

Mi vida ha cambiado tanto desde que lo conocí. Cada momento, cada risa, cada lágrima compartida ha sido un ladrillo en la construcción de esta vida que ahora tenemos juntos. Y aunque han habido desafíos, el amor que compartimos siempre ha sido nuestro faro, guiándonos a través de las tormentas.

Miro a la cuna de Louis, nuestro pequeño milagro, que duerme plácidamente, envuelto en su manta favorita. Ya ha pasado un año desde su llegada, y aunque el tiempo parece haberse desvanecido en un abrir y cerrar de ojos, las huellas de cada momento se han quedado grabadas en mi corazón. Su primera sonrisa, sus primeros pasos tambaleantes, la forma en que sus ojos se iluminan cuando nos ve... todos esos recuerdos me llenan de una alegría indescriptible.

Aun así, hay algo más profundo, algo más conmovedor, que siento en este preciso instante. No es solo la satisfacción de haber formado una familia; es la realización de que hemos creado un hogar. Un hogar donde el amor, la risa y la comprensión son los pilares que lo sostienen.

Mis pensamientos se ven interrumpidos cuando Edward se mueve ligeramente, abriendo los ojos con un suspiro. Me mira y sonríe con esa expresión somnolienta que tanto adoro.

—Buenos días —susurra, acercándose para besarme suavemente en los labios.

—Buenos días —respondo, devolviéndole el beso con la misma ternura.

Nos quedamos así por unos minutos, en silencio, simplemente disfrutando de la presencia del otro. No necesitamos palabras para comunicar lo que sentimos; el amor que compartimos lo dice todo.

Finalmente, Edward se incorpora y mira hacia la cuna de Louis. Una sonrisa aparece en su rostro al ver que nuestro pequeño sigue durmiendo.

—Cada día me sorprendo más de lo rápido que crece —dice, casi con un tono de asombro.

—Lo sé. Parece que fue ayer cuando lo teníamos en brazos por primera vez.

Edward me toma de la mano y me ayuda a levantarme de la cama. Caminamos juntos hacia la cuna, donde nos detenemos a mirar a Louis. Es increíble pensar en lo lejos que hemos llegado, desde esos primeros días de incertidumbre hasta ahora, cuando todo parece haber encontrado su lugar.

—Hay algo que quiero decirte —dice Edward, rompiendo el silencio.

Me giro para mirarlo, notando la seriedad en su expresión. Sus ojos brillan con una mezcla de emoción y nerviosismo, algo que no veo en él con frecuencia.

—¿Qué pasa? —pregunto suavemente, apretando su mano con la mía.

—Sam... No hay nada en el mundo que desee más que pasar el resto de mi vida contigo y con nuestro hijo —comienza, con la voz llena de emoción—. Pero sé que la vida puede ser impredecible, y quiero asegurarme de que, pase lo que pase, siempre sabrás cuánto significas para mí.

Mi corazón se acelera, y siento un nudo en la garganta al escuchar sus palabras. No puedo evitar que mis ojos se llenen de lágrimas, sabiendo que lo que está diciendo viene directamente de lo más profundo de su ser.

—Edward, tú eres mi todo —respondo, tratando de mantener la compostura—. No importa lo que la vida nos depare, siempre estaré a tu lado. Porque te amo, más de lo que las palabras pueden expresar.

Él asiente, y puedo ver que también está luchando por contener sus emociones. Me envuelve en un abrazo, uno que me hace sentir segura y amada, como si nada en el mundo pudiera separarnos.

Nos quedamos así durante lo que parecen minutos, simplemente abrazándonos, permitiendo que nuestras emociones se entrelacen en un silencio que dice más que cualquier palabra. Es en estos momentos de tranquilidad que siento la verdadera magnitud de nuestro amor, un amor que ha resistido el paso del tiempo y las adversidades.

Finalmente, Edward se separa un poco y me mira a los ojos, con una sonrisa suave en su rostro.

—Quiero que construyamos más recuerdos, Sam. Quiero que viajemos, que exploremos el mundo juntos, que le mostremos a Louis todo lo que este maravilloso planeta tiene para ofrecer. Quiero que cada día sea una nueva aventura contigo.

Las lágrimas que había estado conteniendo finalmente caen, pero son lágrimas de felicidad. Asiento, incapaz de hablar por un momento, y luego finalmente logro decir:

—Yo también quiero eso, Edward. Quiero todo eso y más. Quiero envejecer a tu lado, quiero ser tu compañera en cada paso del camino. Y quiero que Louis crezca sabiendo que es amado, que tiene un hogar lleno de amor y seguridad.

Edward me besa de nuevo, y esta vez, es un beso lleno de promesas, de sueños compartidos, de un futuro que ambos anhelamos construir juntos. Es un momento que encapsula todo lo que hemos vivido y todo lo que aún nos queda por vivir.

Después de un rato, nos sentamos en la cama, aún tomados de la mano. Louis comienza a moverse en su cuna, emitiendo esos pequeños sonidos adorables que hace cuando está a punto de despertar. Nos reímos suavemente, sabiendo que nuestro pequeño está a punto de unirse a nosotros.

—¿Qué te parece si preparamos un desayuno especial para nuestro hijo hoy? —sugiere Edward, con una sonrisa traviesa.

—Me parece perfecto —respondo, riendo.

Nos levantamos y comenzamos a prepararnos para el día, sintiendo que hoy será un día especial. A lo largo de nuestra vida juntos, ha habido muchos momentos como este, pero cada uno es único y valioso, porque son los momentos que forman la esencia de nuestra familia.

Mientras preparamos el desayuno, con Louis ahora en brazos de Edward, me doy cuenta de que este es solo el comienzo de muchas más aventuras juntos. Nuestra historia está lejos de terminar; de hecho, recién comienza. Y estoy lista para enfrentar lo que venga, con Edward a mi lado y nuestro hijo en nuestros corazones.

El futuro puede ser incierto, pero una cosa es segura: no importa lo que nos depare, lo enfrentaremos juntos, como la familia que somos. Porque al final del día, no hay mayor aventura que la vida misma, y no hay mayor alegría que compartirla con aquellos que amamos.

Nos sentamos juntos a desayunar, con Louis en su silla alta, balbuceando felizmente. El sol de la mañana ilumina la habitación, llenándola de una cálida luz que refleja la felicidad que sentimos en este momento. Mientras Edward y yo intercambiamos miradas y sonrisas, sé que estamos donde se supone que debemos estar, y que juntos, podemos enfrentar cualquier cosa.

Este es nuestro hogar, nuestro refugio, y mientras tengamos esto, no necesitamos nada más. Todo lo que realmente importa está aquí, en este momento, y en los innumerables momentos que aún están por venir.

Después de terminar nuestro desayuno, Edward me mira con una expresión que mezcla emoción y determinación. No es una mirada inusual, pero esta vez hay algo más en sus ojos, algo que no puedo identificar de inmediato.

—Sam, he estado pensando en hacer algo especial para recordar siempre lo que significan para mí tú y Louis —me dice, su voz suave pero firme.

Lo miro, curiosa y ligeramente confundida.

—¿Qué tienes en mente?

Edward sonríe y saca su teléfono, mostrándome un diseño que ha estado trabajando en secreto. Es un tatuaje, sencillo pero profundamente significativo: nuestras fechas de nacimiento, entrelazadas de una manera que las hace parecer parte de un todo, como si estuvieran unidas por un lazo invisible.

—Quiero tatuarme la fecha de tu nacimiento y la de Louis. Algo que siempre pueda llevar conmigo, para recordarme cada día lo afortunado que soy de tenerlos en mi vida —explica, su tono cargado de emoción.

Las lágrimas llenan mis ojos al ver el diseño y comprender lo que significa para él. Es un gesto que va más allá de lo que las palabras pueden expresar, un recordatorio tangible del amor y el compromiso que compartimos.

—Es hermoso, Edward —susurro, mi voz cargada de emoción—. Estoy segura de que a Louis le encantará saber que su papá lleva algo tan especial siempre consigo.

Él sonríe y me besa suavemente en la frente, luego en los labios. Siento la calidez de su amor, y una sensación de seguridad me envuelve. Sé que esto es algo que significa mucho para él, y estoy emocionada de acompañarlo en este momento tan importante.

—¿Te parece si lo hacemos hoy? —me pregunta, con una chispa de emoción en sus ojos.

—¡Por supuesto! Louis y yo estaremos allí contigo.

Minutos después, nos encontramos preparando a Louis para salir. Aunque aún es pequeño, ya es curioso y le encanta explorar todo a su alrededor. Mientras lo visto, Edward se asegura de tener todo listo para nuestra pequeña aventura.

El estudio de tatuajes no está lejos, así que decidimos caminar. El día es fresco y agradable, con una brisa suave que hace que la caminata sea aún más placentera. Louis observa todo a su alrededor con ojos grandes y brillantes, fascinado por el mundo que lo rodea. Es en momentos como estos cuando me doy cuenta de cuánto ha cambiado mi vida desde que él llegó, y de lo agradecida que estoy por cada segundo que compartimos como familia.

Cuando llegamos al estudio, Edward abre la puerta para que entre con Louis en brazos. El lugar tiene un ambiente acogedor, con una mezcla de arte en las paredes y una música suave que se escucha de fondo. Edward se acerca al artista que lo estará tatuando, un hombre amable y profesional que lo recibe con una sonrisa.

—¿Estás listo? —pregunta el tatuador, mientras prepara sus herramientas.

Edward asiente, y yo tomo asiento en un pequeño sofá, con Louis en mis brazos. Miro a mi alrededor, observando los diversos diseños en las paredes, pero mis ojos vuelven rápidamente a Edward. Hay una intensidad en su mirada mientras se sienta en la silla y se prepara para el tatuaje, una mezcla de anticipación y serenidad.

El tatuador comienza a trabajar, trazando con cuidado las líneas que se convertirán en un símbolo permanente en la piel de Edward. Cada trazo es preciso, y puedo ver cómo el diseño cobra vida poco a poco. Edward apenas se inmuta, aunque sé que debe doler un poco. En cambio, mantiene sus ojos en mí y en Louis, como si de alguna manera, el dolor fuera insignificante en comparación con lo que significa este gesto.

Louis, ajeno a todo lo que está sucediendo, se acomoda en mis brazos y comienza a dormirse. Lo mezo suavemente, manteniendo mis ojos en Edward, que me devuelve una mirada llena de amor y compromiso. Sé que este momento quedará grabado en nuestras memorias para siempre.

Finalmente, el tatuador termina, y Edward se levanta para mirarse en el espejo. Puedo ver la satisfacción en su rostro al observar el resultado: dos fechas que representan todo lo que es importante para él, ahora marcadas en su piel para siempre.

—Es perfecto —dice, volviéndose hacia mí.

—Lo es —respondo, levantándome para acercarme a él.

Edward me envuelve con un brazo, y juntos miramos a Louis, que sigue durmiendo plácidamente en mis brazos. Es un momento de paz, de conexión, que encapsula todo lo que hemos vivido y todo lo que aún está por venir.

Salimos del estudio con una sensación de plenitud y felicidad. El tatuaje es más que un simple diseño en la piel; es una declaración de amor, un compromiso eterno que nos une como familia. Y mientras caminamos de regreso a casa, con Louis aún dormido, siento que este es solo el comienzo de muchas más aventuras juntos.

Lo que más importa es que tenemos el uno al otro, y eso, para nosotros, es todo lo que necesitamos.

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