Samantha
Papá se da la vuelta y se dirige a su oficina para atender una llamada importante de un inversionista de la empresa. Me quedo sola con Edward, y no puedo evitar sentirme incómoda con su presencia, aunque no sé exactamente por qué. —¿Quién era el chico que te dejó? —pregunta Edward, con un tono que no admite evasivas. —Edward, ¿qué haces aquí? —pregunto, nerviosa y tratando de mantener la compostura. —Te hice una pregunta —su tono se vuelve más serio—. Es de mala educación no responder. —Luke —respondo con un tono menos amistoso—. Te lo mencioné esta mañana. —No, no se me olvida —responde, girando los ojos—. Vine porque tu papá quería hablar conmigo. —¿Y ya hablaron? —Claramente. —¿Y sobre qué? —No te lo voy a decir —se burla ligeramente—. Ellos se van esta noche. Quería enseñarme toda la casa y mostrarme dónde están las alarmas para que no te escapes. —Tengo permiso para salir, ¿sabes? —le digo, tratando de mantener un tono firme. —Conmigo no vas a necesitar salir, Sam. Me quedo confundida por su comentario. —¿Entonces, voy a traer a mis amigos? —No —responde, rodando los ojos—. Soy la mejor compañía del mundo. Siento sed y decido ir a la cocina a buscar una botella de agua. Al girarme, noto que Edward me sigue. —¿Quieres algo de beber? —pregunto, girándome hacia él, quedando a centímetros de su boca. Él mira mis labios por un momento antes de retroceder un poco, visiblemente nervioso. —Sí, por favor —dice, intentando sonar tranquilo—. Dame una botella de agua. Saco la botella y se la entrego, sintiéndome desconcertada por la cercanía y la reacción de Edward. Él quedó demasiado cerca de mí, y su nerviosismo es evidente. —¿Y cómo te fue en la cita? —pregunta, intentando desviar la conversación. —No era una cita —lo corrijo—. Fui a comer con Luke y su madre. —¿Estás muy enamorada de él? —Sí. —Eso no pareció anoche —dice Edward, rodando los ojos mientras me toma de la cintura. Siento mi corazón acelerarse y me atrevo a mirarlo a los ojos. —Suéltame —le pido, intentando separarme—. Tengo que ir a mi habitación. La voz de mi padre me hace detenerme y girarme hacia él. —Nena, le estaba comentando a Edward sobre la seguridad en la casa y todo eso. —Y dile que puedo salir —le digo a mi padre, lanzándole una sonrisa victoriosa. —No creemos que debas salir mucho —responde mi papá—. Es diferente cuando estamos fuera del país. Algo malo podría pasarte. —No pienso quedarme aquí encerrada. —Saldrás con Edward —dice, sonriendo—. Él estará contigo en todo momento. —Está bien, papá. La puerta se abre y mi madre entra en la sala cargada de bolsas, claramente preparadas para sus vacaciones. —También hice mercado —nos informa—. Dejaré dinero para que pidan comida. —No te preocupes por el dinero —responde Edward—. No es problema invitar a Samantha. —Gracias por la comida y el dinero —digo, recibiendo lo que mi madre me entrega. —No lo gastes en salir con tus amigos este fin de semana —me advierte. —Podemos ir a la finca del lago de mis padres —sugiere Edward—. Así podemos hacer algo diferente en lugar de quedarnos en casa. —Es una excelente idea —apoya mi padre—. Sé que se divertirán. —Sí. —Es hora de que bajemos las maletas y todo lo necesario para el viaje. —Nosotros nos encargamos de eso —ofrece Edward. —Gracias, eres muy atento. Esperamos a que mis padres terminen de hacer las maletas y, cuando finalmente están listos, comenzamos a cargar las cosas en la camioneta de Edward. Me acomodo en el asiento trasero con mi madre y escucho música en mi celular. Siento nervios por quedarme a solas con Edward; últimamente lo he notado mucho más atento conmigo y siento que me está gustando más de lo que esperaba. Llegamos al aeropuerto, mis padres bajan las maletas de la camioneta, y me despido de ellos. Edward les asegura que estaremos bien y que estoy en buenas manos. Una vez en el auto, Edward comienza a conducir en silencio, y yo también permanezco callada. —¿Qué planeas hacer esta noche? —pregunta, volteando a mirarme. —Tengo una fiesta mañana —respondo con una sonrisa—. La haré en mi casa, en la piscina, y mis padres me dieron permiso. —Entonces, tenemos una fiesta mañana. —Tengo una fiesta —lo corrijo—. Puedes salir con alguna de tus novias. No te preocupes por mí. —No tengo ninguna novia —protesta—. Ya te lo había dicho, Sam. Mi celular comienza a sonar, mostrando que Luke me está llamando. —Hola, Luke —respondo con una sonrisa. —¿Qué harás esta noche? —pregunta. —Nada en particular. Mis papás ya se fueron de viaje. ¿Vas a mi casa? —Sí, también podríamos ir al cine —sugiere. —Me parece una excelente idea. Te aviso en cuanto llegue a casa. Te amo. —Te amo. Cuelgo y veo que Edward me mira de reojo. —¿Por qué lo invitaste a casa? —pregunta con curiosidad. —Porque es mi novio. —¿Pero qué? —Edward golpea el volante con frustración—. ¿Y qué planean hacer? —¿Acaso eres el FBI? —frunzo el ceño—. ¿Qué te pasa? —Nada —responde con desdén. Edward acelera, y en poco tiempo llegamos a casa. Subo corriendo a mi habitación y llamo a Luke para decirle que ya puede venir. —Luke, ya estoy en casa. —¿Quieres que lleve algo para cenar? —¿Qué te apetece a ti? —Te pregunté primero. —Pizza —respondo entusiasmada—. Me encanta la pizza. —Llego en quince minutos —dice antes de colgar. Mientras me apresuro a arreglar mi habitación, Edward se asoma por la puerta. —¿Por qué estás arreglando tu habitación? —Luke viene en camino —digo con tranquilidad. —¿Y van a estar en tu habitación? —pregunta, sorprendido. —Sí. —No. —Sí. —¿Por qué? —le pregunto, acercándome a él. —Olvídalo —rueda los ojos y sale de la habitación. ¿Qué le pasa? ¿Acaso está celoso de Luke? No tenía idea de que se sentiría así. Decido ir a la habitación de invitados para hablar con Edward, pero dudo un momento. Finalmente, me armo de valor y me dirijo hacia allí. —No puedo, linda —escucho decir—. Sabes que estoy ocupado. Te lo compensaré cuando nos veamos. Yo también te quiero mucho, besos. Me doy media vuelta y corro de regreso a mi habitación. No tengo ganas de escuchar su conversación. El timbre suena, y bajo rápidamente para recibir a Luke. —Huele delicioso —digo al llegar a mi habitación, observando la pizza con una sonrisa. Nos sentamos en mi cama y me doy cuenta de que no le he ofrecido nada de beber a Luke. Me dice que le gustaría jugo de naranja, así que bajo a la cocina por dos botellas. Al regresar, veo que Edward está recostado en la puerta de mi habitación. —Con permiso, gracias —digo, pasando por debajo de su brazo. —No cierren la puerta —advierte. —Es mi vida, yo decidiré si cierro la puerta —respondo, mientras me siento al lado de Luke—. ¿Vas a quedarte a ver películas con nosotros o prefieres irte a tu habitación? Edward niega con la cabeza y sale de la habitación. —Lo odio —murmuro mientras enciendo el televisor. —¿Qué película quieres ver? —pregunto. —¿Terror? —responde Luke. —Me da miedo, pero la veré por ti —acepto con una sonrisa. —Gracias —dice y me besa en la mejilla. Terminamos de comer la pizza y nos acomodamos en la cama para comenzar la película. Me recuesto sobre el pecho de Luke y él acaricia mi cabello de vez en cuando. —Voy a ponerme la pijama —le digo mientras me levanto. Abro mi armario y me pongo una pijama de pantalón largo y una blusa de tiras. —Lista —anuncio al lanzarme de nuevo en la cama. —Ya se está haciendo tarde —mira su celular—. Debo irme. Mañana tengo compromisos con mi madre. —Me haces ver una película de terror y luego te vas —digo con un largo suspiro—. ¿Podemos hacer una videollamada? —Por supuesto —me dice mientras me da un beso en la mejilla. Bajamos juntos a la puerta principal y le doy un abrazo antes de que se marche. Me surge un impulso, pero no estoy segura si es apropiado. —Luke —lo tomo de la mano y le doy un breve beso en los labios—. Avísame cuando llegues a casa, ¿sí? —Claro —responde con una sonrisa. —¿Ya te vas a dormir? —pregunta mientras se apoya en el marco de la puerta. No puedo evitarlo: se ve increíblemente atractivo. Mi mirada se dirige involuntariamente hacia su abdomen bien definido, y me encuentro imaginando lo que podría suceder. —No tengo sueño —dice—. ¿Te gustaría ver una película? Lo considero por un momento antes de responder—. Sí. Se acomoda en mi cama y comienza a buscar una película. Afortunadamente, elige una de acción. Mi celular suena; es Luke informándome que ha llegado a casa. —¿Luke? —pregunta Edward, tensándose ligeramente. —Sí —respondo. —Ah. —¿Y tu novia no se molesta de que estés aquí conmigo? —pregunta Edward, acercándose un poco. Él se inclina hacia mí—. Ya te he dicho que no tengo novia, Sam. —Edward —digo para captar su atención—, ¿quieres quedarte aquí? Vi una película que... —Sí —me interrumpe. Se acomoda a mi lado y apaga la luz. Me acerco un poco a él, y el suave aroma de su perfume sigue presente, envolviéndome. Siento que esta noche será una de las más difíciles.Samantha Edward comienza a besar mi cuello y yo me estremezco al sentir sus labios sobre mi cuerpo. Me atrevo a mirarlo a los ojos y me inclino hacia él para atrapar sus labios y morderlos un poco, haciéndolo soltar un gemido.—Desde hace mucho deseaba hacer esto —va dejando besos por todo mi cuerpo hasta llegar a mi parte íntima.—Yo también deseaba mucho esto —le doy la vuelta y me subo encima de él —¿Te gusta lo que hago?—Si —dice con su voz ronca —Samantha, te he deseado toda mi vida.—¿Y tú crees que yo no?—¿Y que pasara con Luke?Detengo mis movimientos por un momento —No sé. Solo quiero estar contigo, Edward.—Yo igual.Edward mete sus manos por mi blusa y la lanza a cualquier lado de la habitación. Sus manos atrapan mis senos y comienza a darle varios masajes. Puedo sentir lo excitado que estar.—Me encanta ponerte de esta forma —lo toco encima de la ropa.—¿Y yo te coloco de alguna forma?Él me toca encima de mi panty y muerdo mi labio al saber que él está sintiendo
SamanthaMientras me cambio en el baño, la puerta se abre de par en par. Edward entra y, al verme en ropa interior, se cubre los ojos con un gesto de cortesía.—Es lo mismo que un traje de baño —le digo, rodando los ojos.—Soy un caballero y no voy a mirarte —responde, sin mirar hacia mi dirección.—Bueno, tú te lo pierdes —murmuro, casi inaudible.A través del espejo, noto que, a pesar de sus intentos de no mirar, su atención parece estar dirigida hacia mi trasero.—¿Todo un caballero, verdad? —le digo con una sonrisa irónica.—Lo siento —dice, sacudiendo la cabeza —Me daré un baño y luego iremos a la empresa. ¿Te gustaría desayunar?—¿Quieres que cocine? —pregunto.—En realidad, pensaba en invitarte a desayunar en algún restaurante —responde.—Me parece una excelente idea —sonrío —Te esperaré, Eddie.—¿Eddie? —se sorprende.—Edward —corrijo de inmediato —Quise decir Edward.—Eddie suena lindo —dice con una sonrisa.Edward sale de mi habitación y me quedo sentada en la cama, inmersa
Edward No entiendo a Samantha, ni a ninguna mujer en el mundo, para ser honesto. Hoy besé a Sam en su habitación y ella me rechazó, diciendo que era porque está con Luke. Seamos sinceros, ni ella misma se cree ese cuento de sentir algo por Luke. Esta mañana estuvimos desayunando en McDonald's cuando me encontré con Erika. Erika y yo fuimos a la misma secundaria y éramos buenos amigos. En una ocasión, Erika se me declaró, pero la verdad es que yo no sentía nada por ella. —¿Puedo quedarme un rato? —Erika mira la casa de Sam. —No creo que sea buena idea —admito. —No haremos nada malo —sonríe— Solo quiero hablar un rato más contigo. —Bueno. Estaciono el auto y entramos sin hacer ruido. —Sam está dormida y creo que es mejor que te deje en casa, Erika —trato de sonar amable. —¡No! Al contrario, tenemos que aprovechar que ella está dormida. —¡No! —digo decidido— Sam se va a enloquecer cuando te vea dentro de su casa. —No va a pasar nada —me toma del brazo. —No, Erik
SamanthaTodo en mi habitación da vueltas mientras los eventos de anoche invaden mi mente.¡Mierda!Recuerdo cada cosa que le dije a Edward y también cuando estábamos en la ducha. Decido hacerme la que no recuerda nada, será más fácil así.—Sam —escucho unos golpes en mi puerta.¿Qué hago?¿Me hago la dormida?Actúa normal, Samantha.—Hola —abro la puerta de mi habitación—. ¿Te sucede algo?—¿Quieres una pastilla o algo?—No, tranquilo —sonrío—. Amanecí demasiado bien.—¿Quieres ir a la casa del lago?—¿Casa del lago?—Con mis padres.—No, me da mucha pena —admito—. Solo he visto a tus padres dos veces y eso fue hace tiempo.—Vamos, Sam —me suplica—. Además, creo que los dos nos debemos una charla.Dudo un momento, pero sé que tiene razón. Hay muchas cosas que necesitamos aclarar.—Y yo que iba a hacerme la que no recordaba —él ríe un poco.—¿No quieres hablar?—No es eso —muerdo mi labio—. Bien, iré a la casa del lago y hablaremos de lo que necesites.—Ambos lo necesitamos —me aclar
Samantha Abro los ojos y veo que Edward sigue dormido. Su mano está alrededor de mi cintura, y no puedo evitar sonreír como una tonta. —Sam, ¿estás despierta? —pregunta Drake desde su cama. Como respuesta, le lanzo una almohada y él suelta una carcajada. —¿Y a mí me das un beso? —susurra Edward—. Un beso de buenos días. Me acerco y le doy un beso corto. —Buenos días. —Buenos días, linda. —Yo no pienso bañarme —dice Drake. —Yo no quiero llegar sucia —respondo. —Yo tampoco —apoya Edward—. ¿Tú primero o yo? —Tú. Edward se levanta de la cama y se mete al baño. Yo me quedo viendo mi pequeña maleta y saco la ropa que traje para hoy. —Tu turno —dice Edward al salir del baño. Abro los ojos y veo que Edward sigue dormido. Su mano está alrededor de mi cintura y no puedo evitar sonreír como una tonta. —Sam, ¿estás despierta? —pregunta Drake desde su cama. Como respuesta, le lanzo una almohada y él suelta una carcajada. —¿Y a mí me das un beso? —susurra Edward—.
Samantha Estoy demasiado aburrida en mi casa, así que le pregunto a Edward qué va a hacer hoy. Me responde que va a salir con una amiga llamada Rebekah. Me pregunto si Rebekah será solo una amiga o si también se acuesta con ella. Cualquiera que sea la respuesta, siento como me hierve la sangre al pensar que está con otra chica. Decido llamarlo para saber si va a venir o pasará todo el día con su estúpida amiga. —¿Hola? —contesta una mujer— ¿Quién es? Escucho a Edward en el fondo— ¿Sam? —toma el teléfono. —No sabía que estabas tan ocupado —es lo primero que le digo. —Oye, ¿qué sucede? Nada, solo soy una estúpida por haberte llamado. —Solo quería saber si vas a venir a almorzar. —No te preocupes por mí. —Bien —siento demasiada rabia. —Adiós. Cuelgo el teléfono y lanzo un suspiro de frustración. No soporto la idea de que esté con otra chica, aunque sé que no tengo derecho a sentirme así. Intento distraerme con cualquier cosa, pero no puedo sacármelo de la cabeza. Después de
Samantha Mi celular empieza a sonar y, al escuchar el tono, noto que Edward emite un gruñido de frustración desde la cama. —¿Hola? —respondo, aún adormilada. —Señorita Jenner —dice una voz grave—. Soy Pedro, de la empresa de seguridad que trabaja para su familia. Hemos recibido una alerta de que las alarmas de seguridad están activadas. —Voy en camino —digo y cuelgo rápidamente. Me levanto de la cama con urgencia, mientras Edward abre los ojos y se sienta, preocupado. —¿Qué pasa? —pregunta, frotándose los ojos. —Las alarmas del edificio están sonando —le explico. —Vamos —se levanta de un salto—. No pienso dejarte ir sola, Sam. —Déjame ponerme algo —le digo, mientras me visto con un conjunto de sudadera rosa y unas zapatillas deportivas. Recojo mi cabello en una coleta rápida y veo a Edward esperando con las llaves del auto en la mano. —¿Qué crees que haya pasado? —pregunto mientras miro por la ventana del auto. —No estoy seguro —toma mi mano—. Probablemente se t
El sonido insistente de mi celular me arranca de mis sueños. Con los ojos aún entrecerrados, veo el nombre de mi madre en la pantalla. —Hola, mamá —digo, tratando de sonar más despierta de lo que realmente estoy. —Sam, cariño, solo quería informarte que regresamos la semana que viene —responde ella con un tono animado. El anuncio me hace sentarme de golpe en la cama, mi corazón acelerándose. ¿Cómo les diré a mis padres que estoy saliendo con Edward, el socio de mi padre? —¿Por qué tan pronto? —pregunto, tratando de disimular mi preocupación. —Pensé que te ibas a alegrar —dice mamá, sorprendida por mi reacción. —Sí... claro —digo, frotándome los ojos —Es que recién me despierto. —Ya veo. No te preocupes, hablaremos más tarde. Te quiero, Sam. —Yo también te quiero, mamá. Te llamo luego, adiós. Cuelgo la llamada y dejo escapar un suspiro. Miro el reloj y veo que apenas son las ocho de la mañana. La luz del sol se filtra a través de las cortinas, iluminando suavemente la habitaci