Capítulo 52

El sonido suave de la alarma me despierta, anunciando el inicio de un nuevo día. Me estiro en la cama y, al girar, veo a Sam todavía dormida, con Louis acurrucado en sus brazos. No puedo evitar sonreír al ver la tranquilidad en sus rostros, pero sé que tenemos un día importante por delante. Hoy, Louis recibirá sus primeras vacunas, y aunque sé que es algo necesario, no puedo evitar sentir una ligera inquietud en el estómago.

Desactivo la alarma para que no despierte a Sam, y me levanto con cuidado para no hacer ruido. Me acerco a la cuna y preparo todo lo que necesitaremos para el día. Cuando termino, regreso a la cama y acaricio suavemente el cabello de Sam, inclinándome para darle un beso en la mejilla.

—Amor, es hora de despertar —le susurro.

Sam se remueve un poco antes de abrir los ojos, y una sonrisa suave aparece en sus labios al verme.

—Buenos días —dice en un susurro, todavía medio dormida.

—Buenos días —respondo, devolviéndole la sonrisa—. Hoy es el día de las vacunas para Louis.

Ella asiente, estirándose antes de mirar a nuestro pequeño, que aún duerme plácidamente en sus brazos. Es increíble cómo cada día parece un milagro con él. Sam lo mira con ternura y, con cuidado, lo coloca en la cama entre nosotros mientras se despereza un poco más.

—No puedo creer que ya sea el momento de sus primeras vacunas —comenta Sam, su voz cargada de una mezcla de preocupación y resignación.

—Lo sé, yo tampoco. Pero es importante para su salud —respondo, aunque parte de mí desea evitar el dolor que probablemente sentirá.

Nos tomamos nuestro tiempo para levantarnos, disfrutando de unos minutos más de tranquilidad antes de enfrentar el día. Cuando finalmente estamos listos, vestimos a Louis con una de sus pequeñas ropas que lo hacen parecer aún más adorable, si es que eso es posible. Mientras lo hago, él abre los ojos y me mira, como si ya supiera que algo importante está por suceder.

—Va a estar bien, pequeño —le digo en voz baja, mientras termino de abrochar los botones de su enterizo—. Papá y mamá estarán contigo todo el tiempo.

Sam se acerca y lo toma en brazos, dándole un beso en la frente. Luego, se vuelve hacia mí, y veo en sus ojos la misma mezcla de emociones que estoy sintiendo. Sabemos que este es solo uno de los muchos momentos difíciles que enfrentaremos como padres, pero también sabemos que lo haremos juntos.

Salimos de casa con Louis bien protegido en su asiento para el coche, y mientras conduzco hacia la clínica, Sam y yo hablamos sobre lo rápido que está creciendo. Parece que fue ayer cuando lo trajimos a casa por primera vez, y ahora ya estamos llevando a nuestro hijo a su primera cita de vacunación.

Al llegar a la clínica, el ambiente se siente algo tenso. Nos registramos y tomamos asiento en la sala de espera. Louis, ajeno a lo que está por venir, juega con uno de sus juguetes, emitiendo pequeños sonidos de alegría que logran relajarnos un poco.

—Está tan tranquilo —dice Sam, mientras lo mira con una mezcla de orgullo y ternura.

—Sí, parece que él es el único que no está nervioso por esto —bromeo, intentando aliviar un poco la tensión que siento en el pecho.

Finalmente, nos llaman y entramos a la sala de vacunación. La enfermera nos saluda con una sonrisa, pero yo apenas puedo concentrarme en sus palabras. Solo puedo pensar en cómo Louis reaccionará cuando le administren las vacunas.

Sam lo coloca en la camilla, y mientras lo sostiene, yo me acerco y le tomo una de sus manitas. La enfermera comienza a preparar todo, explicándonos el proceso, aunque para mí todo parece una neblina. El momento llega, y veo cómo la aguja se acerca a su pequeña pierna. Louis sigue mirando a su alrededor con curiosidad, pero cuando la aguja penetra su piel, su carita se transforma. Sus ojos se llenan de lágrimas y su boca se abre para emitir un llanto que parte mi corazón.

—Tranquilo, Louis, ya pasó, papá está aquí —le digo, tratando de mantener mi voz calmada, aunque por dentro me siento terrible.

Sam también le habla suavemente, tratando de consolarlo, y entre los dos logramos calmarlo después de unos minutos. La enfermera es rápida y eficiente, y en cuanto termina, Louis se calma un poco, aunque sigue sollozando.

—Lo hiciste muy bien, campeón —le dice Sam, dándole un beso en la cabeza—. Estamos tan orgullosos de ti.

Yo también lo abrazo, sosteniéndolo en mis brazos mientras él comienza a relajarse nuevamente. Salimos de la clínica con una mezcla de alivio y cansancio, pero sabiendo que hemos hecho lo correcto.

—Lo peor ya pasó —le digo a Sam mientras nos dirigimos al coche—. Ahora solo tenemos que asegurarnos de que esté cómodo el resto del día.

De regreso a casa, hacemos todo lo posible por mantener a Louis cómodo y distraído. Jugamos con él, lo acurrucamos, y aunque está un poco más inquieto de lo habitual, parece que el peor momento ya quedó atrás.

Después de un día tan agitado, decidimos que la mejor manera de terminarlo es con una comida fácil y rápida. Sam y yo no estamos de humor para cocinar, así que optamos por pedir una pizza. Es lo único que se siente como un pequeño lujo después de un día lleno de emociones.

Mientras espero la confirmación del pedido en mi teléfono, me doy la vuelta para ver a Sam, que está sentada en el sofá con Louis en sus brazos. Se ha acomodado en el rincón más acogedor de la sala, y Louis, todavía un poco inquieto después de las vacunas, se mueve ligeramente mientras ella lo arrulla con cariño.

—Creo que ya está llegando —le digo, asintiendo hacia el teléfono.

—Perfecto. Louis estaba empezando a dormirse, pero parece que tiene hambre otra vez —responde Sam con una sonrisa.

Ella acomoda a Louis para darle pecho, y me tomo un momento para observarla. Es increíble ver cómo se ha adaptado tan naturalmente a ser madre. A veces, me parece que fue ayer cuando estábamos en Santorini, emocionados por la boda, y ahora aquí estamos, criando a este pequeño ser que depende tanto de nosotros.

—Eres increíble, ¿sabes? —le digo en voz baja, para no molestar a Louis mientras se alimenta.

Sam levanta la mirada hacia mí, su rostro suavizado por el cansancio, pero lleno de amor y gratitud.

—No sé qué haría sin ti, Edward —responde—. Esto ha sido todo un viaje, pero tenerte a mi lado lo hace mucho más fácil.

Me acerco y me siento a su lado, colocando mi brazo alrededor de sus hombros mientras la observo alimentar a nuestro hijo. En momentos como este, todo lo demás parece desvanecerse, y lo único que importa es nuestra pequeña familia. Louis comienza a relajarse en sus brazos, sus ojitos pesados mientras succiona, y el sonido rítmico de su alimentación llena la sala con una paz que solo un bebé puede traer.

Finalmente, la notificación en mi teléfono suena, indicando que la pizza está en camino. Sam termina de alimentar a Louis, y lo coloca con cuidado en su cuna cercana, asegurándose de que esté cómodo antes de unirse a mí en la mesa para esperar nuestra cena.

—¿Te has dado cuenta de lo mucho que ha cambiado nuestra vida en tan poco tiempo? —le pregunto, todavía asombrado por todo lo que hemos pasado en tan poco tiempo.

—Sí, y me encanta cada minuto de ello —responde ella—. Aunque debo admitir que estoy deseando disfrutar de esa pizza.

El timbre de la puerta suena, y me levanto para recibir la pizza. El aroma cálido y familiar llena el ambiente en cuanto abro la caja, haciendo que mi estómago gruñe en anticipación. Llevo la pizza a la mesa, y Sam sonríe, claramente igual de emocionada por la comida.

—Huele delicioso —dice, levantándose del sofá con Louis en brazos. Está envuelto en su pequeña manta, con los ojos medio cerrados, claramente listo para quedarse dormido.

—Espero que podamos comer antes de que él se despierte de nuevo —respondo, mientras coloco un par de platos sobre la mesa.

Sam se sienta y comienza a servirse una rebanada de pizza con una mano, mientras con la otra arrulla suavemente a Louis, que parece estar luchando contra el sueño. Es una escena que nunca deja de sorprenderme: la forma en que Sam equilibra ser madre y todo lo demás con tanta naturalidad.

—Tienes que probar esto —dice, ofreciéndome un pedazo de su pizza—. Está realmente buena.

Tomo el pedazo que me ofrece y asiento, saboreando el momento. Louis se acomoda en los brazos de Sam, acurrucándose más cerca mientras ella lo arrulla suavemente. Sus ojos pequeños comienzan a cerrarse por completo, y su respiración se vuelve profunda y regular.

—Creo que está finalmente durmiéndose —susurra Sam, casi en un suspiro de alivio. Con cuidado, se levanta y lo lleva a su cuna, asegurándose de que esté bien cubierto antes de regresar a la mesa.

Mientras ella vuelve a su lugar, noto el brillo en sus ojos, una mezcla de satisfacción y cansancio. Aunque ha sido un día largo, hay algo en la tranquilidad de este momento que hace que todo valga la pena.

—Ya está dormido —dice, tomando su rebanada de pizza de nuevo.

—Eres una madre increíble, ¿lo sabes? —le digo, mirándola con admiración.

Ella se sonroja un poco, siempre modesta cuando se trata de elogios, pero me lanza una sonrisa agradecida antes de tomar otro bocado. Miro a Louis, ahora profundamente dormido en su cuna, y luego regreso mi mirada a Sam. En este pequeño rincón de nuestra vida, con la pizza caliente en la mesa y nuestro hijo descansando tranquilamente, todo parece estar en su lugar.

El silencio de la noche, interrumpido solo por el ocasional crujido de la pizza al morder, se convierte en un recordatorio de lo que hemos construido juntos. Mientras Sam disfruta de su comida, la veo acariciar suavemente la manta de Louis, asegurándose de que esté bien abrigado.

Finalmente, termino mi pedazo y me recuesto en la silla, sintiendo una satisfacción que va más allá del simple hecho de haber comido. Es el tipo de satisfacción que solo viene cuando sabes que, a pesar de todas las dificultades y noches sin dormir, estás exactamente donde quieres estar.

—Este es el mejor final para un día largo —comento, alcanzando su mano sobre la mesa.

Sam asiente, entrelazando sus dedos con los míos.

—Sí, lo es.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo