Abro la puerta de la habitación donde me estoy preparando y me encuentro con Drake, quien tiene una expresión que mezcla diversión y seriedad, algo que raramente veo en él. Me toma del hombro y me da una palmada firme, un gesto que me reconforta un poco.
—Vamos, Edward. Es ahora o nunca —dice con una sonrisa que trata de ocultar sus propios nervios. Caminamos juntos por los pasillos del hotel hacia el lugar donde se llevará a cabo la ceremonia. Todo está preparado para el gran momento. A lo lejos, puedo escuchar el murmullo de los invitados, el sonido del viento que se cuela por las ventanas, y el suave tintineo de la música que comienza a tocar, una melodía que me llena de emoción y ansiedad a partes iguales. El ambiente es electrizante, casi surrealista. El aire está cargado con la expectativa de lo que está por suceder. A medida que nos acercamos, siento que el corazón me late más rápido. Este no es un simple paso más en nuestra relación; es el paso definitivo. Sam y yo hemos pasado por tantas cosas juntos, desde los momentos más felices hasta los desafíos más difíciles. Hoy todo eso cobra sentido. Hoy, la mujer que amo se convertirá en mi esposa, y juntos comenzaremos una nueva vida como una familia, con Louis en camino. —Respira, hermano. Solo respira —me dice Drake, notando que estoy algo pálido. Siento su mano en mi espalda, dándome apoyo mientras nos acercamos a la entrada del salón donde se celebrará la ceremonia. Al entrar, mis ojos recorren el lugar. Está decorado con flores blancas y lilas, las mismas que Sam escogió con tanto cariño. La luz del sol se filtra a través de los ventanales, bañando la sala en un resplandor dorado. Es perfecto, como si cada detalle hubiera sido diseñado específicamente para este momento. De pie en el altar, me giro para ver a los invitados. Algunos son familiares cercanos, otros amigos de toda la vida. Todos han venido desde lejos para compartir este día con nosotros, y ver sus sonrisas y la emoción en sus rostros solo añade más peso a lo que estoy sintiendo. Miro hacia la entrada, esperando ansioso la aparición de Sam. Mi mente va a mil por hora, reviviendo todos los momentos que nos han traído hasta aquí. Recuerdo la primera vez que la vi, esa sonrisa que me desarmó por completo. Recuerdo la primera vez que me dijo "te amo", y cómo esas palabras resonaron en mi cabeza y en mi corazón. Recuerdo los días difíciles, las noches en las que no pudimos dormir, preocupados por el futuro, y cómo, a pesar de todo, siempre encontramos la manera de apoyarnos mutuamente. Ahora, todo eso culmina en este instante. El sonido de la música cambia, volviéndose más solemne, más significativa. Los murmullos de los invitados cesan de repente, y todos giran sus cabezas hacia la entrada. Mis ojos se clavan en ese punto, y mi respiración se detiene cuando la veo. Sam aparece en la puerta, vestida con un hermoso vestido blanco que parece hecho a medida para ella. El velo cubre su rostro, pero puedo ver la sonrisa que adorna sus labios, y sus ojos, que brillan con la misma mezcla de amor y emoción que siento en este momento. A su lado, su padre la acompaña, con una expresión de orgullo y ternura. Ella camina hacia mí, y cada paso que da parece un latido en mi pecho. El tiempo parece detenerse mientras avanza por el pasillo, rodeada de flores y luces. No puedo apartar la vista de ella, y todo lo demás se desvanece. En este momento, solo existimos ella y yo. Cuando finalmente llega al altar, su padre le da un beso en la mejilla antes de entregarle su mano a la mía. Nuestros dedos se entrelazan, y de repente, todos los nervios desaparecen. Todo lo que queda es una profunda paz, una certeza de que esto es lo correcto, de que ella es la mujer con la que quiero pasar el resto de mi vida. El oficiante comienza a hablar, pero sus palabras se desvanecen en el fondo mientras miro a Sam a los ojos. Nos miramos con una intensidad que solo nosotros podemos entender. Es como si estuviéramos comunicándonos sin necesidad de palabras, como si estuviéramos prometiéndonos el uno al otro que, pase lo que pase, siempre estaremos juntos. —Edward, ¿aceptas a Samantha como tu legítima esposa, para amarla y cuidarla, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte los separe? —pregunta el oficiante, sacándome de mis pensamientos. —Acepto —respondo, mi voz firme y clara, sin una pizca de duda. Luego le toca a Sam, quien repite las mismas palabras, y escucharlas salir de su boca me llena de una alegría indescriptible. Estamos tan cerca de ser marido y mujer, tan cerca de comenzar esta nueva aventura juntos. El intercambio de anillos es simple, pero simbólico. Cuando deslizo el anillo en su dedo, siento como si estuviera sellando un pacto que va más allá de lo físico, un compromiso que es tanto espiritual como emocional. Sam hace lo mismo conmigo, y el peso del anillo en mi dedo me recuerda la responsabilidad y el honor que conlleva ser su esposo. Finalmente, llega el momento que todos estaban esperando. —Puedes besar a la novia —dice el oficiante. No necesito que me lo diga dos veces. Inclino la cabeza y nuestros labios se encuentran en un beso suave, lleno de amor y promesas silenciosas. Los aplausos y las ovaciones estallan a nuestro alrededor, pero todo lo que siento es a Sam en mis brazos, y la certeza de que, pase lo que pase, siempre seremos nosotros contra el mundo. Nos separamos, pero seguimos unidos por las manos, y no puedo evitar sonreír al verla sonrojada y feliz. Ella me devuelve la sonrisa, y en ese momento sé, sin lugar a dudas, que tomé la mejor decisión de mi vida. —¿Estás lista para la aventura, señora Calum? —le pregunto, usando su nuevo apellido por primera vez. —Siempre lo estuve, señor Calum —responde con una risita. Bajamos del altar, caminando juntos hacia nuestra nueva vida, con el futuro brillando ante nosotros como el sol que se pone en el horizonte. Al salir del lugar de la ceremonia, el sol de la tarde nos envuelve en un cálido abrazo. La tarde está perfecta, con un cielo despejado y una ligera brisa que parece celebrar con nosotros. Los invitados nos rodean, ofreciéndonos felicitaciones y abrazos. La alegría y la emoción están en el aire, y todo parece haber salido a la perfección. El jardín del hotel se ha transformado para la recepción. Las mesas están adornadas con centros de mesa florales y velas que parpadean suavemente. El área de la pista de baile está lista para que los invitados se diviertan, y los platos de la cena están perfectamente dispuestos, prometiendo una noche de buena comida y compañía. Sam y yo, tomados de la mano, nos dirigimos hacia la recepción, donde nos encontramos con nuestros seres queridos. Mi madre, con lágrimas de felicidad en los ojos, nos abraza con fuerza. —Estoy tan orgullosa de ti, Edward —dice con voz emocionada. —Gracias, mamá —respondo, abrazándola de vuelta. El calor en su abrazo me recuerda a los días de mi infancia, a la seguridad y al amor incondicional que siempre me ha brindado. Mis padres se unen a la celebración, y pronto estamos rodeados de amigos y familiares que comparten nuestra alegría. El brindis comienza, y Drake se levanta para hacer el suyo. —Para Edward y Sam —dice, levantando su copa—. No puedo imaginar a un par más perfecto. Son el uno para el otro, y estoy emocionado de ver todo lo que el futuro les tiene reservado. Brindemos por una vida llena de amor y felicidad. Los aplausos y los brindis continúan mientras la noche avanza. La comida está deliciosa, y los sabores son tan variados como las conversaciones que se llevan a cabo en las mesas. El ambiente es alegre y relajado, y no puedo dejar de sonreír mientras observo a Sam disfrutando de cada momento. Después de la cena, la pista de baile se abre para todos. Tomo a Sam de la mano y la conduzco hacia el centro. La primera canción que elegimos para nuestro primer baile como pareja casada es una balada suave que tiene un significado especial para nosotros. Nos movemos lentamente al ritmo de la música, nuestras miradas fijas la una en la otra. —No puedo creer que estemos aquí —le susurro al oído mientras bailamos. —Yo tampoco —responde ella con una sonrisa—. Pero me siento increíblemente feliz. El resto de la noche pasa en un torbellino de risas, baile y alegría. La gente se une a nosotros en la pista de baile, y aunque estoy exhausto, el ambiente es tan contagioso que la energía no decae. La música cambia a ritmos más rápidos, y nos unimos a nuestros amigos para disfrutar del momento. Finalmente, cuando la fiesta comienza a disminuir, y el cansancio se hace notar, nos tomamos un momento para estar a solas. Nos alejamos un poco de la pista y nos dirigimos a un rincón tranquilo del jardín. La noche está estrellada y serena, y el aire fresco es un contraste agradable con el bullicio de la fiesta. —Hoy ha sido perfecto —digo, rodeando a Sam con los brazos—. No podría haber imaginado un día mejor. —Yo tampoco —responde ella, apoyando la cabeza en mi pecho—. Ha sido el comienzo de una nueva vida para nosotros. Nos quedamos en silencio durante unos minutos, disfrutando de la paz y la tranquilidad que nos rodea. Luego, mientras la fiesta sigue en el interior, decidimos regresar al salón para despedirnos de nuestros invitados y prepararnos para la noche que viene. La última parte de la noche la pasamos en el salón de recepción, rodeados de nuestras personas más cercanas. Cada despedida está llena de abrazos y buenos deseos, y aunque la noche está llegando a su fin, el calor de las felicitaciones y el amor que nos rodea hace que todo valga la pena. Finalmente, cuando el último invitado se ha ido, y el salón queda vacío, nos tomamos un momento para reflexionar sobre el día. Miramos el lugar que ha sido el escenario de nuestra celebración y sentimos una mezcla de satisfacción y gratitud. —¿Lista para la próxima aventura? —le pregunto a Sam mientras nos dirigimos a nuestra habitación. —Siempre —responde ella con una sonrisa. Nos dirigimos hacia nuestra habitación, preparándonos para el descanso que, después de un día tan ajetreado, es más que merecido. La emoción del día se disuelve en una sensación de calma y felicidad, y mientras nos acostamos, no puedo evitar pensar en el futuro que nos espera. Hoy hemos dado un gran paso en nuestra vida juntos, y aunque el camino por delante estará lleno de nuevos desafíos, sé que, mientras estemos juntos, no hay nada que no podamos enfrentar. Con Sam a mi lado, estoy listo para cualquier cosa que venga. La noche se cierra suavemente alrededor de nosotros, y mientras cierro los ojos, me siento en paz, sabiendo que, al final del día, todo ha salido perfecto.Hoy es un día emocionante. Finalmente, saldremos a recorrer Santorini con nuestra familia. Mientras la ciudad empieza a despertarse bajo la luz dorada de la mañana, me preparo para un día lleno de exploraciones y momentos compartidos. Coloco a Louis en su cochecito, asegurándome de que esté cómodo y bien abrigado, antes de salir del hotel. Edward ya está listo, y junto con nuestros familiares, nos dirigimos a descubrir la belleza de esta isla.El primer destino es Oia, famoso por sus vistas panorámicas y sus calles estrechas y pintorescas. La carretera serpentea a lo largo de la costa, y cada vuelta revela una vista más impresionante que la anterior. Cuando llegamos, el sol brilla intensamente sobre las casas blancas encaladas y las cúpulas azules que caracterizan el paisaje.—¡Miren qué hermoso es todo esto! —exclama mi madre, maravillada por el entorno.—Es impresionante —responde Edward, tomándome de la mano y dándome un rápido beso en la mejilla—. No p
Hemos regresado a casa después de unos días inolvidables en Santorini. Aunque nuestra boda fue todo lo que había soñado y más, el viaje de regreso nos deja completamente exhaustos. El clima cálido y la belleza de la isla ya quedaron atrás, y ahora estamos de vuelta en nuestra acogedora casa, rodeados por la familiaridad de nuestras propias paredes. Louis es el más cansado de todos. Duerme todo el vuelo, apenas se mueve en mis brazos mientras volamos de regreso. Su pequeño cuerpo está relajado, con sus puños cerrados cerca de su carita, y su respiración suave es lo único que rompe el silencio. Su paz hace que el vuelo se sienta un poco más corto, aunque todavía siento el cansancio profundo en mis huesos cuando finalmente aterrizamos. Edward y yo apenas intercambiamos palabras mientras tomamos nuestras maletas y nos dirigimos al auto. Ambos estamos demasiado agotados para conversar, y el simple hecho de pensar en desempacar se siente como una tarea monumental. Al menos tenemos un par
El sonido suave de la alarma me despierta, anunciando el inicio de un nuevo día. Me estiro en la cama y, al girar, veo a Sam todavía dormida, con Louis acurrucado en sus brazos. No puedo evitar sonreír al ver la tranquilidad en sus rostros, pero sé que tenemos un día importante por delante. Hoy, Louis recibirá sus primeras vacunas, y aunque sé que es algo necesario, no puedo evitar sentir una ligera inquietud en el estómago.Desactivo la alarma para que no despierte a Sam, y me levanto con cuidado para no hacer ruido. Me acerco a la cuna y preparo todo lo que necesitaremos para el día. Cuando termino, regreso a la cama y acaricio suavemente el cabello de Sam, inclinándome para darle un beso en la mejilla.—Amor, es hora de despertar —le susurro.Sam se remueve un poco antes de abrir los ojos, y una sonrisa suave aparece en sus labios al verme.—Buenos días —dice en un susurro, todavía medio dormida.—Buenos días —respondo, devolviéndole la sonrisa—. Hoy es el día de las vacunas para L
**Capítulo Final - Narrado por Sam**El amanecer se cuela tímidamente a través de las cortinas, anunciando la llegada de un nuevo día. Los rayos del sol dorado acarician suavemente el rostro de Edward, quien duerme profundamente a mi lado, con una expresión de paz que rara vez tiene. Observo cómo su pecho sube y baja en un ritmo constante, y me permito unos momentos para admirarlo, sintiendo una oleada de amor y gratitud.Mi vida ha cambiado tanto desde que lo conocí. Cada momento, cada risa, cada lágrima compartida ha sido un ladrillo en la construcción de esta vida que ahora tenemos juntos. Y aunque han habido desafíos, el amor que compartimos siempre ha sido nuestro faro, guiándonos a través de las tormentas.Miro a la cuna de Louis, nuestro pequeño milagro, que duerme plácidamente, envuelto en su manta favorita. Ya ha pasado un año desde su llegada, y aunque el tiempo parece haberse desvanecido en un abrir y cerrar de ojos, las huellas de cada momento se han quedado grabadas en mi
Siento los besos de Edward en toda mi espalda. Sonrío un poco al tener esta deliciosa manera de despertar. Me acerco un poco a él y pongo mi trasero en su miembro, sintiendo como va creciendo cada vez más.—¿Me estás provocando, nena? —su voz suena más ronca de lo normal.—Tú empezaste —me defiendo.Pongo mi mano en su miembro y comienzo a acariciarlo por encima de la pijama. Sus ojos me ven con mucho deseo y sonrío por eso. Me hago encima de Edward y comienzo a mover mis caderas contra su miembro.—Qué duro estas, amor —muerdo su labio.Unos golpes suenan en la puerta y me bajo de inmediato para cubrirme con la cobija. Las voces de nuestros hijos se escuchan desde afuera de la puerta y niego con una sonrisa.—Yo quería sexo mañanero —Edward muerde el lóbulo de mi oreja.Me acomodo la pijama para abrirle la puerta a mis hijos. Sonrío al ver sus caritas brillantes de emoción, sus ojos reflejan la inocencia y la alegría de la infancia.—Mamá, papá —exclaman con entusiasmo mient
Estoy sentada en Starbucks con mi novio y mis amigas, disfrutando del bullicio y el aroma a café recién hecho. Es uno de esos lugares que siempre me hacen sentir viva, conectada con el mundo. Acabo de pedir un frappuccino y me dejo envolver por el dulce y frío sabor mientras escucho las animadas conversaciones a mi alrededor.—¿Y qué planes tienes para el fin de semana? —pregunta Ana, una de mis mejores amigas, mientras juguetea con su taza de café.—No lo sé, tal vez solo relajarme en casa —responde María con una sonrisa perezosa.Mis amigas están sumergidas en sus charlas, riendo y compartiendo historias. Mi novio, siempre a mi lado, me da una sensación de confort y familiaridad. Entonces, de repente, su voz corta el aire, trayendo consigo una propuesta inesperada.—Hoy vamos a una discoteca —dice, con un brillo en sus ojos que no había visto en mucho tiempo.Levanto la vista, sorprendida pero curiosa.—¿Una discoteca? ¿Esta noche? —pregunto, tratando de asimilar la idea.—Sí, ¿por
Samantha Subimos al auto de Edward, y mientras él arranca el motor, me siento un poco nerviosa y emocionada por la noche que nos espera. La radio está encendida, y una canción animada llena el coche, creando una atmósfera vibrante. Edward dirige la conversación con naturalidad, pero sus ojos vuelven a mí de vez en cuando. Finalmente, suelta una observación que me toma por sorpresa. —Sabes, Samantha, la falda que llevas es bastante corta —dice, con un tono que mezcla admiración y crítica. Lo miro, sorprendida. —¿Ah, sí? No sabía que te estabas fijando en mis piernas —respondo, intentando sonar despreocupada mientras una ligera risa se escapa de mis labios. Edward sonríe, aparentemente divertido por mi respuesta. —No es que esté fijándome en tus piernas, solo que es un comentario que tenía que hacer. —Bueno, es un look para salir, ¿no? —digo, tratando de justificar mi elección—. A veces hay que arriesgarse un poco para divertirse. —Lo entiendo, solo quería decirlo para que
SamanthaCierro los ojos en cuanto nos montamos en su auto, intentando evitar cualquier conversación con Edward mientras nos dirigimos a casa. El alcohol ha dejado mi mente aturdida, y el silencio parece la mejor opción en este momento.El motor arranca y el suave murmullo del coche me envuelve, creando un ambiente casi hipnótico. Siento el leve movimiento del auto mientras avanzamos por las calles, y cada giro y frenada se mezclan con los latidos de mi corazón, que parecen haberse calmado finalmente.No sé cuánto tiempo pasa mientras mantengo los ojos cerrados, pero el viaje se siente eterno y, al mismo tiempo, fugaz. A través de mis párpados cerrados, puedo percibir las luces de la ciudad parpadeando, creando sombras y destellos que bailan en el interior del coche.Mi mente divaga, repasando los eventos de la noche. Luke, la discoteca, el juego de verdad o reto, y la mirada fija de Edward que parecía seguirme a cada paso. Una mezcla de emociones se arremolina en mi interior: confusi