Capítulo 7

Samantha

Mientras me cambio en el baño, la puerta se abre de par en par. Edward entra y, al verme en ropa interior, se cubre los ojos con un gesto de cortesía.

—Es lo mismo que un traje de baño —le digo, rodando los ojos.

—Soy un caballero y no voy a mirarte —responde, sin mirar hacia mi dirección.

—Bueno, tú te lo pierdes —murmuro, casi inaudible.

A través del espejo, noto que, a pesar de sus intentos de no mirar, su atención parece estar dirigida hacia mi trasero.

—¿Todo un caballero, verdad? —le digo con una sonrisa irónica.

—Lo siento —dice, sacudiendo la cabeza —Me daré un baño y luego iremos a la empresa. ¿Te gustaría desayunar?

—¿Quieres que cocine? —pregunto.

—En realidad, pensaba en invitarte a desayunar en algún restaurante —responde.

—Me parece una excelente idea —sonrío —Te esperaré, Eddie.

—¿Eddie? —se sorprende.

—Edward —corrijo de inmediato —Quise decir Edward.

—Eddie suena lindo —dice con una sonrisa.

Edward sale de mi habitación y me quedo sentada en la cama, inmersa en pensamientos sobre la situación entre nosotros. Reflexiono sobre Edward y los recientes acontecimientos entre nosotros, y también sobre Luke y nuestra relación. La confusión sobre mi vida amorosa me abrumaba.

Mi celular interrumpe mis pensamientos. Es un mensaje de Luke.

—Hola, Luke —le digo, tratando de sonreír.

—Hola, linda. ¿Qué planes tienes para hoy?

—Voy a desayunar y luego a la empresa de mi padre —respondo.

—Quería decirte que tengo entradas para el cine esta noche. ¿Te gustaría ir?

—Sí —trato de sonar segura—. Te llamaré más tarde para confirmarlo.

—Perfecto, nos vemos.

Me aplico un poco de labial, me pongo perfume y bajo a la sala de la casa, esperando a Edward.

—¡Vamos rápido! —grito desde abajo—. Te estás demorando más que yo.

Oigo su risa y lo veo aparecer en la sala, vestido con un jean y una camiseta negra que resalta su atractivo.

—¿Listos para irnos? —se acerca a mí.

—Sí —respondo.

Nos subimos a su auto y le menciono que tengo antojo de McDonald's. Me sorprende que él también lo considere uno de sus lugares favoritos; parece que hemos descubierto algo en común.

—¿Prefieres bajar a comer o prefieres desayunar en la oficina? —me pregunta.

—Como prefieras —digo, sintiéndome un poco incómoda.

—Perfecto, entonces vamos —responde Edward con una sonrisa.

Nos bajamos del auto y entramos al McDonald's. Hacemos nuestro pedido en la caja y luego buscamos una mesa al aire libre. Mientras nos dirigimos hacia la mesa, una chica rubia de cabello rizado se queda mirándonos con evidente sorpresa.

—¡Edward! —exclama ella, acercándose con entusiasmo.

—¿Erika? —Edward parece sorprendido—. No esperaba verte aquí.

—Yo tampoco —responde Erika, visiblemente nerviosa—. ¿Cómo has estado?

—Muy bien —dice Edward, pero su nerviosismo es palpable—. Estás diferente.

—¿Para bien o para mal? —Erika pregunta con una sonrisa curiosa.

Mientras ellos conversan, me siento como si fuera invisible, notando que la conversación no incluye mi presencia.

—Erika, te presento a Samantha —dice Edward, finalmente notando mi incomodidad—. Ella es hija de un amigo mío.

Erika me mira con una mezcla de curiosidad y desdén. Edward parece incómodo, como si se diera cuenta tarde de lo mal que podría haber salido la situación.

—Mucho gusto, Samantha —dice Erika con una sonrisa que parece un poco forzada—. No sabía que Edward estaba en compañía.

—El gusto es mío —respondo, tratando de mantener la compostura a pesar de la incomodidad que siento.

Mientras Edward y Erika continúan charlando, me esfuerzo por no parecer completamente desubicada.

¿La hija de su amigo? Pensé que diría que soy su amiga o algo por el estilo.

—Un gusto —me dice Erika, mirándome de arriba abajo con una mezcla de curiosidad y desdén.

—Oh, mira, nuestro desayuno —respondo, ignorándola completamente mientras tomo mi café.

Me siento en una mesa vacía y Edward se sienta frente a mí. Me concentro en mi café, evitando mirarlo, ya que sé que mi reacción anterior no fue la mejor.

—¿Qué fue eso? —Edward rompe el silencio—. Erika intentó ser amable contigo.

—Solo me dijo que era un gusto conocerme —digo, haciendo una mueca—. No veo lo amable en eso.

—No te entiendo —responde, rodando los ojos.

Le doy un mordisco a mi muffin, y en ese momento, escucho unos pasos acercándose. Es Erika nuevamente.

—Ed, ¿qué planes tienes para esta noche? —pregunta ella.

Edward me mira—. Estaremos...

—Yo saldré con Luke —interrumpo de repente.

—¿Quieres salir conmigo? —le pregunta Erika a Edward.

—Sí —siento una punzada en el corazón—. Te escribiré en la tarde, Erika.

—Adiós, Ed —le da un beso en la mejilla—. Adiós, nena.

¿"Nena"? ¿Acaso piensa que tengo catorce años?

—Samantha —la corrijo—. Adiós.

Erika se aleja y termino mi desayuno en silencio. El trayecto hacia la empresa es silencioso y bastante incómodo. Me siento molesta sin una razón clara. No debería importarme si Edward sale con alguien más. Al final del día, estoy con Luke, y lo que haga Edward no debería afectarme.

—Buenos días, Sam —saluda la recepcionista cuando llego a la empresa.

Saludo a todo el personal mientras subo al último piso y me encuentro con uno de los hijos de un socio de mi padre.

—Un placer volver a verte —sonríe Noah.

Noah es bastante atractivo, pero tiene fama de mujeriego, así que prefiero mantener distancia. No obstante, debo admitir que es encantador, con su cabello negro rizado y sus ojos color miel.

—Igualmente, Noah —respondo mientras él besa mi mano—. Sam, he venido a entregar los diseños que tu padre solicitó.

Hago que Noah me siga hasta la oficina, donde nos sentamos los tres en la mesa para debatir sobre los elementos que mejorarán la próxima colección.

—¿Está decidido? —pregunta Noah.

—Sí, gracias —respondo.

—Oye, Sam —se acerca a mí—, estás muy linda. ¿Ya te lo habían dicho?

—Gracias, Noah —sonrío—. Pero no va a funcionar coquetear conmigo.

—Solo tenía que intentarlo —se ríe—. Creo que tu novio está celoso —me susurra con complicidad.

—No es mi novio —respondo en el mismo tono.

—Nos vemos —se despide de nosotros.

Noah se va de la oficina, y me quedo a solas con Edward, que tiene el ceño fruncido y una expresión de enojo.

—Estás muy linda —imita Edward en un tono burlón.

—Noah ni siquiera habla así —respondo, rodando los ojos—. ¿Y qué tal esto? ¡Edward! —imito a Erika.

—Erika tampoco habla así —protesta Edward.

—Tiene una voz muy fastidiosa.

—O estás celosa —dice, acercándose a mí.

Mi respiración se acelera a medida que Edward se acerca, quedando a pocos centímetros de mi boca. Alzo la mirada y noto que sus ojos están fijos en mis labios. Está a punto de besarme cuando unos golpes en la puerta nos interrumpen.

—Sam, se me olvidó darte esto —dice Noah al entrar en la oficina—. Son unos documentos para tu padre.

—Gracias, Noah —respondo con amabilidad.

Noah sale de la oficina y me obligo a desviar la mirada de Edward. Edward intenta hablar, pero el sonido de mi celular lo interrumpe.

—Hola, Luke.

—¿A qué hora paso por ti?

—Estoy en la empresa. ¿Podrías recogerme aquí?

—Claro que sí.

—Nos vemos entonces.

Cuelgo la llamada y noto que Edward está ocupado con su celular.

—¿Vas a quedarte aquí? —le pregunto.

—Voy al cine con Erika —responde con una sonrisa—. Llegaré tarde a casa.

—¿Qué? —exclamo, casi gritando—. ¿Qué vas a hacer?

—¿Acaso te importa? —pregunta con una mirada desafiante.

¿A qué está jugando?

—Yo también llegaré tarde a casa —digo con una sonrisa que intento que sea convincente.

—Bien.

—Bien.

Él sale de la oficina y me quedo sentada en el sofá de mi papá, esperando a que Luke llegue por mí. Tomo un vaso de agua y luego bajo al vestíbulo en el ascensor para esperarlo. Al escuchar la bocina de su auto, salgo del edificio.

—¿Cómo estás? —me saluda con un breve beso.

Hay algo extraño en esto, y no estoy segura si es por el hecho de que Luke es mi mejor amigo de toda la vida o porque estoy confundida acerca de Edward.

—Bien, estuve eligiendo algunos diseños para la próxima colección de alfombras y otros asuntos. ¿Y tú?

—Ayudé a mi madre con unas compras.

—¿Qué película vamos a ver?

—Una película de Marvel —responde mientras me muestra las entradas.

—Amo las películas de Marvel —sonrío con entusiasmo.

—Lo sé.

Luke empieza a conducir hacia el cine y yo reviso mi celular, esperando algún mensaje de Edward, pero no recibo nada. Reviso mis redes sociales y accedo a un perfil falso para ver las historias de Erika en I*******m. Las imágenes muestran que están en un restaurante.

—Idiota —murmuro para mí misma.

—¿Dijiste algo? —pregunta Luke mientras toma mi mano.

—Nada, solo que ya tengo hambre por las palomitas —sonrío.

Llegamos al cine y Luke compra una gran cantidad de comida: palomitas, perros calientes, nachos con queso y dos gaseosas. Me siento un poco preocupada por la cantidad de calorías que estoy a punto de consumir.

—Sala cinco —indica mientras me muestra las boletas.

Entramos a la sala de cine y nos sentamos en la última fila. Mientras los comerciales se reproducen, comenzamos a comer los perros calientes, y cuando empieza la película, pasamos a las palomitas y al resto de la comida.

La película dura más de dos horas y, al revisar mi celular, veo que son las diez de la noche. Como no he recibido ningún mensaje de Edward confirmando que ha llegado a casa, decido enviarle un mensaje yo misma.

Luke me toma de la mano cuando salimos del cine y paga el parqueadero del auto. Nos montamos en el auto y Luke maneja hasta mi casa.

—Gracias por la salida —le doy un corto beso —Y avísame cuando llegues a casa.

—Siempre lo hago, Sam.

Entro a casa y me doy cuenta de que el idiota no ha llegado.

¿En dónde estará?

¿Estará teniendo sexo con ella?

Subo a mi habitación, me cambio a la pijama y me acomodo en la cama con la intención de ver algunas películas para relajarnos. Sin embargo, el agotamiento acumulado del día me vence. Me envuelvo en las sábanas y cierro los ojos, sintiendo cómo el cansancio se apodera de mí. En poco tiempo, el sueño se convierte en un profundo y reparador descanso. Mientras las imágenes de las películas comienzan a desdibujarse en mi mente, mi respiración se vuelve lenta y constante, y el mundo exterior desaparece, dejando solo la tranquilidad de la noche.

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