Capítulo 8

Edward

No entiendo a Samantha, ni a ninguna mujer en el mundo, para ser honesto.

Hoy besé a Sam en su habitación y ella me rechazó, diciendo que era porque está con Luke. Seamos sinceros, ni ella misma se cree ese cuento de sentir algo por Luke.

Esta mañana estuvimos desayunando en McDonald's cuando me encontré con Erika. Erika y yo fuimos a la misma secundaria y éramos buenos amigos. En una ocasión, Erika se me declaró, pero la verdad es que yo no sentía nada por ella.

—¿Puedo quedarme un rato? —Erika mira la casa de Sam.

—No creo que sea buena idea —admito.

—No haremos nada malo —sonríe— Solo quiero hablar un rato más contigo.

—Bueno.

Estaciono el auto y entramos sin hacer ruido.

—Sam está dormida y creo que es mejor que te deje en casa, Erika —trato de sonar amable.

—¡No! Al contrario, tenemos que aprovechar que ella está dormida.

—¡No! —digo decidido— Sam se va a enloquecer cuando te vea dentro de su casa.

—No va a pasar nada —me toma del brazo.

—No, Erika.

—Te dije que no pasa nada, Edward.

Ella se abalanza sobre mí, tumbándome en el sofá de la sala y se sube encima de mí. Comienza a besarme el cuello y yo trato de quitarla de encima. No me parece correcto hacer esto en la casa de Sam.

—Erika, esto no está bien —trato de quitarla.

—Eres muy salvaje, Edward —comienza a reír demasiado fuerte.

—De verdad, esto no está bien —quito la cara cuando intenta besarme.

—Cállate y sígueme el beso —estampa sus labios en los míos.

Escucho unos pasos y, seguido de eso, un grito lleno de furia.

—¿Edward? —escucho la voz de Sam.

Nos levantamos del sofá y me quedo viéndola.

—Sam, esto no es lo que parece.

Ella se acerca a mí y lo primero que hace es darme una cachetada que, supongo, me la merezco.

—Largo de aquí —me grita.

—Te tengo que explicar —levanto la voz para que me escuche.

—No me expliques nada —me grita— Y tú, zorra, vete de mi casa. Lárgate, zorra de esquina.

—Eres una niña —le grita Erika.

Y con eso le basta para tirarse encima de Erika y jalarla del cabello. Erika lo único que hace es enterrar sus uñas en los brazos de Samantha y luego veo que su mano viaja a su cara.

—¡Basta! —me interpongo entre ellas.

—Que te vayas —me golpea en el brazo— Lárguense.

Trato de acercarme a ella y comienza a gritarme otra vez.

—Edward, largo de aquí o juro que llamaré a mis amigos para que te saquen.

Salgo de la casa y veo que Erika tiene una sonrisa en su cara.

—¿De qué te ríes?

—Es que no puedo creer que estés con esa —no me gusta la manera en la que se refiere a Sam.

—Se llama Sam.

—Y es una niña.

—Pues es mucho mejor que tú.

Le doy dinero a Erika para que se vaya en un Uber y me monto en el auto. Comienzo a conducir hacia un bar al que solía ir cuando era más joven.

Lo sucedido en casa de Sam se repite en mi cabeza y aprieto mis manos contra el volante.

Cuando llego al bar, la música no está alta y apenas hay gente. La rubia detrás de la barra me mira sorprendida, interesada.

—Hace mucho que no te veía por aquí —dice la chica que está en la barra— ¿Me has extrañado?

—Algo —hago una mueca— ¿Me das una copa?

—Por supuesto.

Ella me sirve un vaso lleno de whisky y lo tomo más rápido de lo normal. Necesito sacarme de la cabeza lo que sucedió esta noche. Traté de quitarme a Erika de encima y justo cuando me besó, Sam llegó a la sala. Esto suena como un estúpido libro o una película, es tan cliché.

Sigo bebiendo de mi vaso hasta que siento que ya no puedo más con el sueño y que es momento de regresar a casa. Creo que esta noche no iré a casa de Sam; no creo que quiera verme y lo tengo merecido.

Mi celular comienza a sonar y veo que es una llamada de Sam.

—No puedo dormir —es lo primero que dice.

—Yo pensé que no volverías a hablarme.

—Luke no me contesta y mi segunda opción fue llamarte a ti.

—¡Auch!

—¿Vas a venir o te vas a quedar con tu novia?

—No es mi novia y las cosas no son como las viste.

—Vi las cámaras de mi casa —me dice— Vi que la trataste de quitar.

—Sí.

—Igual no tiene que importarme porque al final de todo es tu vida.

—Es tu casa y debo respetarla —comienzo a manejar con preocupación— ¿Quieres que vaya?

—Sí, por favor.

—Ya voy.

—Oye, me tomé una botella casi entera de licor.

—Samantha, ¿por qué?

—Bueno... solo ven a casa.

—No suenas borracha.

—¿Y por qué lo haría? —se ríe— Eres patético, pero así me gustas.

¿Qué?

¿Qué acaba de decir?

—Ya voy para allá —cuelgo la llamada.

Conduzco más rápido de lo habitual. Necesito verla, necesito saber que está bien.

Llego a la casa y, por suerte, tengo una copia de las llaves. Al entrar, veo a Sam en la barra de la cocina, cantando en voz baja. Amo el tono de su voz.

—Hola —trago saliva.

¡Mierda! ¿Por qué me siento nervioso?

—Ah, viniste —mira el techo.

—Tienes una linda voz —me acerco a ella.

—Qué vergüenza —se cubre el rostro— Estoy medio borracha y tú me has escuchado cantar.

—¿Quieres ir a tu habitación? —la tomo en mis brazos.

—Quiero no estar borracha —pone sus manos en mi cara— Eres muy lindo, ¿sabes?

—Gracias —sonrío— Tú eres la chica más linda que he visto.

—Eso le dices a todas tus conquistas —rueda sus ojos.

—¿Qué te hace pensar eso?

La siento en la cama y entro al baño para abrir el agua y prepararla para un baño.

—Quiero quitarme la ropa —yo la detengo.

—No —me acerco a ella— Vas a pensar que quiero aprovecharme, así que déjate la ropa puesta.

Ella no me hace caso y se saca la ropa, queda solo en ropa interior y no puedo enviar mirar su brasier y sus perfectos senos.

—Mi cara está arriba —se ríe —¿Ya está calientita el agua?

—Si —sacudo mi cabeza —Date un baño y yo te espero afuera.

—No puedo sostenerme —entra a la ducha —¿Y si te bañas conmigo?

—No creo que sea buena idea.

—Eres tan aburrido —se queda debajo del agua.

Ella me toma de la mano y me hace entrar a la ducha con ella. Pongo mis manos en sus caderas y la atraigo un poco hacia mí.

—Quítate esto —mete sus manos por debajo de mi camisa y la quita con facilidad.

Ella comienza a pasar sus manos por mi abdomen y puedo sentir la excitación que comienza a provocarme.

—¿Te gusta? —susurra en mi oído.

—Sam, no... —la separo de mí.

En verdad, me gusta Sam. Ella no lo sabe, pero no pienso decírselo en el estado en el que se encuentra. Quiero hablar con ella cuando esté sobria. Tal vez mañana la pueda invitar a salir y decirle todo lo que siento.

—Sabía que esto no iba a funcionar —se aparta de mí.

—¿Qué cosa? —pregunto, confuso.

—Esto. ¿Es porque soy menor que tú?

—Tú misma me dijiste que querías estar con Luke y que yo era un mujeriego.

—No he cambiado de opinión —comienza a enjabonarse—. Solo quiero que me beses, Edward.

No puedo resistirme. La tomo del cuello y la acerco a mí para darle un profundo beso. Ella rodea mi cuello con sus manos y yo la presiono contra la pared, intensificando el beso.

Esto no es correcto, Edward.

Me aparto de ella y espero a que la última gota de jabón resbale por su cuerpo. Ella me mira con desagrado y yo le paso una toalla.

—Para que te seques.

—Eres un idiota —rueda los ojos.

—Sam, esto no está bien. Quiero hablar contigo cuando estés sobria y podamos tener una conversación honesta.

Ella se envuelve en la toalla y sale del baño sin decir una palabra más. La sigo hasta su habitación, donde se deja caer en la cama, claramente molesta.

—Por favor, déjame en paz —dice, dándome la espalda.

Suspiro y me acerco a la puerta.

—Mañana hablaremos, Sam. Prometo que todo esto tendrá sentido.

—Vete a dormir a tu habitación —me empuja—. Y no te quiero volver a ver nunca más en mi vida.

—Sam, mañana hablaré contigo —paso mi pulgar por su rostro—. Que tengas buena noche, nena.

—Largo —me mira con ojos llenos de frustración y dolor.

Salgo de su habitación y me lanzo sobre mi cama. Pongo mis manos detrás de mi cabeza y me pongo a pensar en todo lo que acaba de suceder. Mi mente no deja de repasar cada detalle, desde la desesperación de Sam hasta el momento en que decidí apartarme de ella.

¿Debo hablar con ella sobre esto?

Tal vez está tan borracha que mañana no va a acordarse de lo sucedido y así yo no tengo que confesarle mis sentimientos. Me da miedo enamorarme de ella y que a sus padres no les parezca correcto esto. Además, la diferencia de edad y mi reputación como mujeriego complican aún más la situación. ¿Qué pensaría su familia si supieran lo que siento por ella? ¿Podrían aceptarlo?

No puedo dejar de pensar en cómo se sentiría si supiera que me importa más de lo que puedo expresar. La verdad es que cada vez que la veo, mi corazón late más rápido y me siento completo. Pero el temor al rechazo y a las complicaciones me paraliza.

Mañana será un largo día. Necesitaré toda mi valentía para enfrentar lo que venga. Mientras tanto, me dejo llevar por la oscuridad y el cansancio, esperando que el sueño me otorgue algo de claridad.

Pero, ¿qué pasa si mañana todo sigue igual? ¿Si sus palabras de hoy resuenan en mi cabeza y no logro acercarme a ella como quiero? ¿Si nunca logro expresarle lo que siento?

El miedo y la incertidumbre son mis compañeros esta noche, y solo el tiempo dirá si tengo la fuerza para enfrentar lo que realmente deseo: el amor de Sam.

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