Edward
No entiendo a Samantha, ni a ninguna mujer en el mundo, para ser honesto. Hoy besé a Sam en su habitación y ella me rechazó, diciendo que era porque está con Luke. Seamos sinceros, ni ella misma se cree ese cuento de sentir algo por Luke. Esta mañana estuvimos desayunando en McDonald's cuando me encontré con Erika. Erika y yo fuimos a la misma secundaria y éramos buenos amigos. En una ocasión, Erika se me declaró, pero la verdad es que yo no sentía nada por ella. —¿Puedo quedarme un rato? —Erika mira la casa de Sam. —No creo que sea buena idea —admito. —No haremos nada malo —sonríe— Solo quiero hablar un rato más contigo. —Bueno. Estaciono el auto y entramos sin hacer ruido. —Sam está dormida y creo que es mejor que te deje en casa, Erika —trato de sonar amable. —¡No! Al contrario, tenemos que aprovechar que ella está dormida. —¡No! —digo decidido— Sam se va a enloquecer cuando te vea dentro de su casa. —No va a pasar nada —me toma del brazo. —No, Erika. —Te dije que no pasa nada, Edward. Ella se abalanza sobre mí, tumbándome en el sofá de la sala y se sube encima de mí. Comienza a besarme el cuello y yo trato de quitarla de encima. No me parece correcto hacer esto en la casa de Sam. —Erika, esto no está bien —trato de quitarla. —Eres muy salvaje, Edward —comienza a reír demasiado fuerte. —De verdad, esto no está bien —quito la cara cuando intenta besarme. —Cállate y sígueme el beso —estampa sus labios en los míos. Escucho unos pasos y, seguido de eso, un grito lleno de furia. —¿Edward? —escucho la voz de Sam. Nos levantamos del sofá y me quedo viéndola. —Sam, esto no es lo que parece. Ella se acerca a mí y lo primero que hace es darme una cachetada que, supongo, me la merezco. —Largo de aquí —me grita. —Te tengo que explicar —levanto la voz para que me escuche. —No me expliques nada —me grita— Y tú, zorra, vete de mi casa. Lárgate, zorra de esquina. —Eres una niña —le grita Erika. Y con eso le basta para tirarse encima de Erika y jalarla del cabello. Erika lo único que hace es enterrar sus uñas en los brazos de Samantha y luego veo que su mano viaja a su cara. —¡Basta! —me interpongo entre ellas. —Que te vayas —me golpea en el brazo— Lárguense. Trato de acercarme a ella y comienza a gritarme otra vez. —Edward, largo de aquí o juro que llamaré a mis amigos para que te saquen. Salgo de la casa y veo que Erika tiene una sonrisa en su cara. —¿De qué te ríes? —Es que no puedo creer que estés con esa —no me gusta la manera en la que se refiere a Sam. —Se llama Sam. —Y es una niña. —Pues es mucho mejor que tú. Le doy dinero a Erika para que se vaya en un Uber y me monto en el auto. Comienzo a conducir hacia un bar al que solía ir cuando era más joven. Lo sucedido en casa de Sam se repite en mi cabeza y aprieto mis manos contra el volante. Cuando llego al bar, la música no está alta y apenas hay gente. La rubia detrás de la barra me mira sorprendida, interesada. —Hace mucho que no te veía por aquí —dice la chica que está en la barra— ¿Me has extrañado? —Algo —hago una mueca— ¿Me das una copa? —Por supuesto. Ella me sirve un vaso lleno de whisky y lo tomo más rápido de lo normal. Necesito sacarme de la cabeza lo que sucedió esta noche. Traté de quitarme a Erika de encima y justo cuando me besó, Sam llegó a la sala. Esto suena como un estúpido libro o una película, es tan cliché. Sigo bebiendo de mi vaso hasta que siento que ya no puedo más con el sueño y que es momento de regresar a casa. Creo que esta noche no iré a casa de Sam; no creo que quiera verme y lo tengo merecido. Mi celular comienza a sonar y veo que es una llamada de Sam. —No puedo dormir —es lo primero que dice. —Yo pensé que no volverías a hablarme. —Luke no me contesta y mi segunda opción fue llamarte a ti. —¡Auch! —¿Vas a venir o te vas a quedar con tu novia? —No es mi novia y las cosas no son como las viste. —Vi las cámaras de mi casa —me dice— Vi que la trataste de quitar. —Sí. —Igual no tiene que importarme porque al final de todo es tu vida. —Es tu casa y debo respetarla —comienzo a manejar con preocupación— ¿Quieres que vaya? —Sí, por favor. —Ya voy. —Oye, me tomé una botella casi entera de licor. —Samantha, ¿por qué? —Bueno... solo ven a casa. —No suenas borracha. —¿Y por qué lo haría? —se ríe— Eres patético, pero así me gustas. ¿Qué? ¿Qué acaba de decir? —Ya voy para allá —cuelgo la llamada. Conduzco más rápido de lo habitual. Necesito verla, necesito saber que está bien. Llego a la casa y, por suerte, tengo una copia de las llaves. Al entrar, veo a Sam en la barra de la cocina, cantando en voz baja. Amo el tono de su voz. —Hola —trago saliva. ¡Mierda! ¿Por qué me siento nervioso? —Ah, viniste —mira el techo. —Tienes una linda voz —me acerco a ella. —Qué vergüenza —se cubre el rostro— Estoy medio borracha y tú me has escuchado cantar. —¿Quieres ir a tu habitación? —la tomo en mis brazos. —Quiero no estar borracha —pone sus manos en mi cara— Eres muy lindo, ¿sabes? —Gracias —sonrío— Tú eres la chica más linda que he visto. —Eso le dices a todas tus conquistas —rueda sus ojos. —¿Qué te hace pensar eso? La siento en la cama y entro al baño para abrir el agua y prepararla para un baño. —Quiero quitarme la ropa —yo la detengo. —No —me acerco a ella— Vas a pensar que quiero aprovecharme, así que déjate la ropa puesta. Ella no me hace caso y se saca la ropa, queda solo en ropa interior y no puedo enviar mirar su brasier y sus perfectos senos. —Mi cara está arriba —se ríe —¿Ya está calientita el agua? —Si —sacudo mi cabeza —Date un baño y yo te espero afuera. —No puedo sostenerme —entra a la ducha —¿Y si te bañas conmigo? —No creo que sea buena idea. —Eres tan aburrido —se queda debajo del agua. Ella me toma de la mano y me hace entrar a la ducha con ella. Pongo mis manos en sus caderas y la atraigo un poco hacia mí. —Quítate esto —mete sus manos por debajo de mi camisa y la quita con facilidad. Ella comienza a pasar sus manos por mi abdomen y puedo sentir la excitación que comienza a provocarme. —¿Te gusta? —susurra en mi oído. —Sam, no... —la separo de mí. En verdad, me gusta Sam. Ella no lo sabe, pero no pienso decírselo en el estado en el que se encuentra. Quiero hablar con ella cuando esté sobria. Tal vez mañana la pueda invitar a salir y decirle todo lo que siento. —Sabía que esto no iba a funcionar —se aparta de mí. —¿Qué cosa? —pregunto, confuso. —Esto. ¿Es porque soy menor que tú? —Tú misma me dijiste que querías estar con Luke y que yo era un mujeriego. —No he cambiado de opinión —comienza a enjabonarse—. Solo quiero que me beses, Edward. No puedo resistirme. La tomo del cuello y la acerco a mí para darle un profundo beso. Ella rodea mi cuello con sus manos y yo la presiono contra la pared, intensificando el beso. Esto no es correcto, Edward. Me aparto de ella y espero a que la última gota de jabón resbale por su cuerpo. Ella me mira con desagrado y yo le paso una toalla. —Para que te seques. —Eres un idiota —rueda los ojos. —Sam, esto no está bien. Quiero hablar contigo cuando estés sobria y podamos tener una conversación honesta. Ella se envuelve en la toalla y sale del baño sin decir una palabra más. La sigo hasta su habitación, donde se deja caer en la cama, claramente molesta. —Por favor, déjame en paz —dice, dándome la espalda. Suspiro y me acerco a la puerta. —Mañana hablaremos, Sam. Prometo que todo esto tendrá sentido. —Vete a dormir a tu habitación —me empuja—. Y no te quiero volver a ver nunca más en mi vida. —Sam, mañana hablaré contigo —paso mi pulgar por su rostro—. Que tengas buena noche, nena. —Largo —me mira con ojos llenos de frustración y dolor. Salgo de su habitación y me lanzo sobre mi cama. Pongo mis manos detrás de mi cabeza y me pongo a pensar en todo lo que acaba de suceder. Mi mente no deja de repasar cada detalle, desde la desesperación de Sam hasta el momento en que decidí apartarme de ella. ¿Debo hablar con ella sobre esto? Tal vez está tan borracha que mañana no va a acordarse de lo sucedido y así yo no tengo que confesarle mis sentimientos. Me da miedo enamorarme de ella y que a sus padres no les parezca correcto esto. Además, la diferencia de edad y mi reputación como mujeriego complican aún más la situación. ¿Qué pensaría su familia si supieran lo que siento por ella? ¿Podrían aceptarlo? No puedo dejar de pensar en cómo se sentiría si supiera que me importa más de lo que puedo expresar. La verdad es que cada vez que la veo, mi corazón late más rápido y me siento completo. Pero el temor al rechazo y a las complicaciones me paraliza. Mañana será un largo día. Necesitaré toda mi valentía para enfrentar lo que venga. Mientras tanto, me dejo llevar por la oscuridad y el cansancio, esperando que el sueño me otorgue algo de claridad. Pero, ¿qué pasa si mañana todo sigue igual? ¿Si sus palabras de hoy resuenan en mi cabeza y no logro acercarme a ella como quiero? ¿Si nunca logro expresarle lo que siento? El miedo y la incertidumbre son mis compañeros esta noche, y solo el tiempo dirá si tengo la fuerza para enfrentar lo que realmente deseo: el amor de Sam.SamanthaTodo en mi habitación da vueltas mientras los eventos de anoche invaden mi mente.¡Mierda!Recuerdo cada cosa que le dije a Edward y también cuando estábamos en la ducha. Decido hacerme la que no recuerda nada, será más fácil así.—Sam —escucho unos golpes en mi puerta.¿Qué hago?¿Me hago la dormida?Actúa normal, Samantha.—Hola —abro la puerta de mi habitación—. ¿Te sucede algo?—¿Quieres una pastilla o algo?—No, tranquilo —sonrío—. Amanecí demasiado bien.—¿Quieres ir a la casa del lago?—¿Casa del lago?—Con mis padres.—No, me da mucha pena —admito—. Solo he visto a tus padres dos veces y eso fue hace tiempo.—Vamos, Sam —me suplica—. Además, creo que los dos nos debemos una charla.Dudo un momento, pero sé que tiene razón. Hay muchas cosas que necesitamos aclarar.—Y yo que iba a hacerme la que no recordaba —él ríe un poco.—¿No quieres hablar?—No es eso —muerdo mi labio—. Bien, iré a la casa del lago y hablaremos de lo que necesites.—Ambos lo necesitamos —me aclar
Samantha Abro los ojos y veo que Edward sigue dormido. Su mano está alrededor de mi cintura, y no puedo evitar sonreír como una tonta. —Sam, ¿estás despierta? —pregunta Drake desde su cama. Como respuesta, le lanzo una almohada y él suelta una carcajada. —¿Y a mí me das un beso? —susurra Edward—. Un beso de buenos días. Me acerco y le doy un beso corto. —Buenos días. —Buenos días, linda. —Yo no pienso bañarme —dice Drake. —Yo no quiero llegar sucia —respondo. —Yo tampoco —apoya Edward—. ¿Tú primero o yo? —Tú. Edward se levanta de la cama y se mete al baño. Yo me quedo viendo mi pequeña maleta y saco la ropa que traje para hoy. —Tu turno —dice Edward al salir del baño. Abro los ojos y veo que Edward sigue dormido. Su mano está alrededor de mi cintura y no puedo evitar sonreír como una tonta. —Sam, ¿estás despierta? —pregunta Drake desde su cama. Como respuesta, le lanzo una almohada y él suelta una carcajada. —¿Y a mí me das un beso? —susurra Edward—.
Samantha Estoy demasiado aburrida en mi casa, así que le pregunto a Edward qué va a hacer hoy. Me responde que va a salir con una amiga llamada Rebekah. Me pregunto si Rebekah será solo una amiga o si también se acuesta con ella. Cualquiera que sea la respuesta, siento como me hierve la sangre al pensar que está con otra chica. Decido llamarlo para saber si va a venir o pasará todo el día con su estúpida amiga. —¿Hola? —contesta una mujer— ¿Quién es? Escucho a Edward en el fondo— ¿Sam? —toma el teléfono. —No sabía que estabas tan ocupado —es lo primero que le digo. —Oye, ¿qué sucede? Nada, solo soy una estúpida por haberte llamado. —Solo quería saber si vas a venir a almorzar. —No te preocupes por mí. —Bien —siento demasiada rabia. —Adiós. Cuelgo el teléfono y lanzo un suspiro de frustración. No soporto la idea de que esté con otra chica, aunque sé que no tengo derecho a sentirme así. Intento distraerme con cualquier cosa, pero no puedo sacármelo de la cabeza. Después de
Samantha Mi celular empieza a sonar y, al escuchar el tono, noto que Edward emite un gruñido de frustración desde la cama. —¿Hola? —respondo, aún adormilada. —Señorita Jenner —dice una voz grave—. Soy Pedro, de la empresa de seguridad que trabaja para su familia. Hemos recibido una alerta de que las alarmas de seguridad están activadas. —Voy en camino —digo y cuelgo rápidamente. Me levanto de la cama con urgencia, mientras Edward abre los ojos y se sienta, preocupado. —¿Qué pasa? —pregunta, frotándose los ojos. —Las alarmas del edificio están sonando —le explico. —Vamos —se levanta de un salto—. No pienso dejarte ir sola, Sam. —Déjame ponerme algo —le digo, mientras me visto con un conjunto de sudadera rosa y unas zapatillas deportivas. Recojo mi cabello en una coleta rápida y veo a Edward esperando con las llaves del auto en la mano. —¿Qué crees que haya pasado? —pregunto mientras miro por la ventana del auto. —No estoy seguro —toma mi mano—. Probablemente se t
El sonido insistente de mi celular me arranca de mis sueños. Con los ojos aún entrecerrados, veo el nombre de mi madre en la pantalla. —Hola, mamá —digo, tratando de sonar más despierta de lo que realmente estoy. —Sam, cariño, solo quería informarte que regresamos la semana que viene —responde ella con un tono animado. El anuncio me hace sentarme de golpe en la cama, mi corazón acelerándose. ¿Cómo les diré a mis padres que estoy saliendo con Edward, el socio de mi padre? —¿Por qué tan pronto? —pregunto, tratando de disimular mi preocupación. —Pensé que te ibas a alegrar —dice mamá, sorprendida por mi reacción. —Sí... claro —digo, frotándome los ojos —Es que recién me despierto. —Ya veo. No te preocupes, hablaremos más tarde. Te quiero, Sam. —Yo también te quiero, mamá. Te llamo luego, adiós. Cuelgo la llamada y dejo escapar un suspiro. Miro el reloj y veo que apenas son las ocho de la mañana. La luz del sol se filtra a través de las cortinas, iluminando suavemente la habitaci
¿Por qué Edward tuvo que invitarme a salir hoy? No tengo ropa para ir a cenar con sus amigos. Así es, me dijo que quería presentarme a sus amigos y no puedo evitar sentirme nerviosa. Quiero causar una buena impresión. Reviso mi armario minuciosamente, mirando cada prenda que tengo hasta que me decido por un body negro, una falda negra y unos tacones. —Te ves preciosa —dice mi mejor amiga, Lucy. —Lucy, ¿a dónde crees que vamos a ir? —A un restaurante elegante o a un bar elegante. Empiezo a peinarme y decido hacerme una cola alta. Siento que me hace ver segura y empoderada. —Sam, tengo que confesarte algo. Me volteo a verla —¿Qué pasa? —Estoy feliz por ti, de que él finalmente haya confesado sus sentimientos hacia ti. Solo quiero que tengas mucho cuidado, por favor. —Tendré mucho cuidado —le aseguro. Mi celular comienza a sonar y Edward me dice que ya está abajo. Me despido de Lucy y me dirijo a la puerta con el corazón en la garganta. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Al salir
Salimos del club y subimos al auto. Mi respiración está agitada, el enojo me consume. En mi mente, me imagino arrastrando a Jennifer por el suelo, arrancándole esas extensiones baratas que tanto presume. Cuando llegamos al apartamento de Edward, noto con sorpresa que su madre está allí. Su presencia inesperada sólo añade tensión a mi ya revuelta emoción. —Te esperaré en la habitación —le digo mientras nos dirigimos hacia la entrada. —¿Por qué? —responde Edward con una sonrisa pícara—. Dúchate conmigo. —Tu madre está en la habitación de al lado —le explico en voz baja, tratando de mantener la calma. —Sam, es solo un baño. Relájate —dice él, con una sonrisa que refleja la confianza que tiene en su capacidad para desarmar mi resistencia. No puedo negarme a su propuesta, y él lo sabe. La sonrisa triunfante en su rostro al ver mi suspiro de derrota es la prueba de que ha ganado esta pequeña batalla. —¿Me bajas la cremallera? —le pido, y me pongo de espaldas a él. Me levanto el pelo
Hoy llegan mis padres y no puedo evitar sentirme algo nerviosa. Sé que ellos no tienen problema con que Edward y yo tengamos una relación, pero aun así estoy nerviosa y es inevitable. —¿Quieres desayunar? —Edward besa mi frente. —Sí. ¿Salimos? —Por supuesto —se queda viéndome —Tal vez puedas ayudarme, amor. Odio las erecciones en la mañana. —¿De verdad? —me burlo. —Es difícil controlarla y más cuando estás vestida así. Tienes un cabello tan hermoso, Sam —su boca se encuentra cerca de mi oído y siento su aliento, aunque sus labios no me tocan —Eres solo mía. —Ed... —suelto un gemido. —Silencio —me advierte —Tan hermosa —dice mientras deshace de su bóxer. Cada palabra es un placer. Cierro los ojos e inclino la cabeza, dándole un acceso más fácil a mi cuello. —Mía —susurra una vez más —Date la vuelta — me dice con su voz de repente ronca. Lo hago y él jadea. Llevo puesta su camisera negra y mi panty de encaje color blanco. —¿Te gusta? —susurro. —Más que eso, nena. Te v