Samantha
Abro los ojos y veo que Edward sigue dormido. Su mano está alrededor de mi cintura, y no puedo evitar sonreír como una tonta. —Sam, ¿estás despierta? —pregunta Drake desde su cama. Como respuesta, le lanzo una almohada y él suelta una carcajada. —¿Y a mí me das un beso? —susurra Edward—. Un beso de buenos días. Me acerco y le doy un beso corto. —Buenos días. —Buenos días, linda. —Yo no pienso bañarme —dice Drake. —Yo no quiero llegar sucia —respondo. —Yo tampoco —apoya Edward—. ¿Tú primero o yo? —Tú. Edward se levanta de la cama y se mete al baño. Yo me quedo viendo mi pequeña maleta y saco la ropa que traje para hoy. —Tu turno —dice Edward al salir del baño. Abro los ojos y veo que Edward sigue dormido. Su mano está alrededor de mi cintura y no puedo evitar sonreír como una tonta. —Sam, ¿estás despierta? —pregunta Drake desde su cama. Como respuesta, le lanzo una almohada y él suelta una carcajada. —¿Y a mí me das un beso? —susurra Edward—. Un beso de buenos días. Me acerco y le doy un beso corto. —Buenos días. —Buenos días, linda. —Yo no pienso bañarme —dice Drake. —Yo no quiero llegar sucia —respondo. —Yo tampoco —apoya Edward—. ¿Tú primero o yo? —Tú. Edward se levanta de la cama y se mete al baño. Yo me quedo viendo mi pequeña maleta y saco la ropa que traje para hoy. —Tu turno —dice Edward al salir del baño. Entro al baño y me doy una ducha rápida. No me provoca estar mucho tiempo en esta ducha, especialmente cuando miro el techo y veo una araña. Salgo corriendo envuelta en la toalla y ambos chicos se quedan mirándome. —Es que hay una araña —les explico—. Me quiero vestir. —Nosotros saldremos para que te cambies. Me quedo sola en la habitación y me pongo una falda negra corta y una blusa de tirantes. Me acomodo el cabello y salgo. —Edward está abajo —dice Drake al verme—. ¿Tú y mi hermano están saliendo? —No, no sé —explico. —Está bien —me mira extrañado—. Te extrañé mucho, ¿sabes? —Yo también —le doy un abrazo. Llegamos al estacionamiento y nos subimos al auto. El auto se pone en marcha y después de varias horas, Edward gira en uno de los cruces, entrando a una carretera más pequeña y con un poco de barro. —¿Ya casi llegamos? —pregunto, impaciente. —Sí, ya casi. Después de diez minutos, Edward comienza a detener el auto y veo una enorme puerta de madera. Saca un control y abre la gran puerta para poder entrar. El camino hacia la casa está hecho de grava. Veo un sitio donde están dos autos estacionados y Edward pone su auto ahí. La casa ante nosotros es imponente y majestuosa, situada en un terreno amplio rodeado de naturaleza. Al acercarnos, noto que está construida con una combinación de roble oscuro, mármol blanco y piedra pulida, lo que le da una apariencia rústica pero elegante. El camino hacia la entrada está hecho de losas de cemento perfectamente alineadas, flanqueado por jardines bien cuidados y arbustos de flores coloridas. A los lados del camino, hay pequeñas lámparas de hierro forjado que seguramente iluminan el sendero por la noche. —Está haciendo calor —digo al lado de Edward. —Te puedes quitar la ropa, no voy a detenerte cuando lo hagas. —Qué gracioso —entrecierro los ojos. —En la noche hace frío —sonríe Edward—. Podemos dormir muy abrazados. Me toma de la mano y Drake toca el timbre, haciendo que mis nervios aumenten. Una señora mayor abre la puerta y se queda mirando nuestras manos entrelazadas con una sonrisa cómplice. Al entrar en la casa, el aroma de la comida casera me hace gruñir el estómago. La sala es espaciosa, decorada con varios sillones cómodos y muebles elegantes, predominando los tonos oscuros, especialmente el negro, que le dan un aire sofisticado. —Ven, debemos ir a la habitación para dejar nuestras cosas —dice Edward, guiándome hacia las escaleras. Subimos al segundo piso y entramos en una habitación enorme. Una cama king-size domina el centro, flanqueada por mesas de noche de madera oscura. Las cortinas son gruesas, perfectas para mantener la luz fuera en las mañanas perezosas. —Espero que disfrutes estar aquí —dice Edward, lanzándose sobre la cama—. Sam, ¿qué sientes por mí? —Ya te lo dije, Ed —me siento a su lado—. Me gustas. —Es que yo siento que me gustas mucho —confiesa, mirándome a los ojos—. Nunca he tenido una relación formal, así que me da mucho miedo no saber hacer las cosas bien. —Tranquilo, Eddie —le acaricio la mejilla—. Solo dejemos que las cosas fluyan y veremos qué sucede. Hablaré con Luke mañana cuando regresemos. —Gracias —me da un corto beso—. Me siento medio estúpido a tu lado. —Para mí eres perfecto —sonrío—. ¿Por qué nunca vienes aquí? —Demasiado lejos —responde con una mueca. —Ed, eres demasiado exagerado —ruedo los ojos, pero no puedo evitar reír. Nos quedamos un momento en silencio, disfrutando de la compañía y la tranquilidad del lugar. Finalmente, decidimos bajar para comer algo y unirnos a los demás. La casa del lago es más que un refugio; es el lugar perfecto para redescubrir lo que realmente importa. Edward me toma del brazo y me coloca sobre él, comenzando a besarme y descendiendo hasta mi oreja. —Edward —me separo—. Alguien podría venir a vernos. —¿Quién, por ejemplo? —La señora que nos abrió la puerta. —Es la encargada de la casa, vive en una cabaña aparte. —¡Mamá ha llegado! —grita Drake desde abajo. Descendemos las escaleras y veo a su madre sonriéndome. Corre hacia mí y me abraza con calidez. —¿Eres la hija de Richard? —asiento—. ¡Oh, Dios! ¡Estás tan grande y hermosa! Es un placer volver a verte. —Lo mismo digo. —Espero que te haya gustado la casa. —Sí, le decía a Edward que es muy linda y acogedora. —¿Estos maleducados te ofrecieron algo para tomar? —Recién llegamos —se defiende Edward. —¡Qué malos anfitriones! —los regaña su madre. Río un poco mientras ella me ofrece un vaso de jugo de naranja, que está delicioso. —Pensé que llegarían ayer —se sienta con nosotros. —El auto se descompuso —dice Drake—. Tuvimos que quedarnos en un motel los tres. —¡Qué pena! —me mira con simpatía—. Mis hijos te hicieron sufrir, por lo que veo —se ríe. —Me divierto mucho con ellos. —¿Cómo están tus padres? —Bien, ahora están de viaje. —¿Te dejan sola en casa? Edward voltea y sonríe. —Yo la acompaño —dice—. Me quedo con ella en su casa. Su madre pone cara de sorpresa y me sonríe. —¿Quieren jugar a las cartas? —propone. —Nosotros estaremos en la habitación —Edward me mira. Subimos a la habitación y nos acostamos en la cama. —¿Estás bien? —acaricia mi cabello. —Sí. —Espero que no te sientas incómoda aquí. —Para nada —lo beso—. Me siento bien. Tomo mi celular y veo una llamada perdida de mi mamá. Le envío un mensaje contándole que estoy en la casa del lago con Edward y su familia. —¿Con quién hablas? —Con mi mamá —doy un suspiro—. ¿Por qué? —Por nada. La madre de Edward nos llama a almorzar y veo que el padre de los chicos entra por la puerta. —Hola, Sam —sonríe. Pensaba que no se acordaba de mí. —Hola —me acerco a él. —Hola, papá. Leonardo se sienta a ver televisión mientras su esposa sirve el almuerzo. Voy a la cocina y le ayudo con las bebidas. —Hace mucho que no te veía —dice Leonardo—. Has cambiado mucho. —Espero que para bien —río un poco. —¿Cuál de los dos es el afortunado? —mira a sus hijos. Me siento algo intimidada y bebo para calmarme. —Edward —dice Drake. —Somos amigos —dice Edward. Él sabe que no me siento cómoda por el momento para contar sobre nosotros. Terminamos de almorzar el delicioso arroz con pollo que había preparado Dorotea y no quedamos en la sala hablando un rato. —¿Quieres que vayamos a caminar? —me mira Ed. —Sí. Salimos de la casa y caminamos por todo el lugar. El terreno es bastante grande y tranquilo. No hay más casas alrededor, solo somos él y yo. —Siento mucho si mi papá té incómodo. –Tranquilo —tomo su mano —Gracias por haberme rescatado de ese incómodo momento. —Sé que no estás lista. Además, tenemos que ver como van las cosas. Quiero que tú estés realmente segura de esto, nena. —Lo estoy —me giro hacia él —Te quiero, Ed. —Yo a ti —me besa —¿Quieres que nos metamos al lago? —¿Y si nos comen los cocodrilos? Él comienza a reír y me siento como una completa inútil por haber dicho eso. —No hay cocodrilos, ¿verdad? —me aguanto la risa. —No. Edward me sube en su espalda y caminamos hasta el lago. Me acerco a tocar el agua y siento que está demasiado fría. —Está bastante fría —lo miro. Él sonríe malvadamente y me carga en su hombro. —Edward —comienzo a darle pequeños golpes. —Sam, tienes que comportarte o te tendré que dar unas nalgadas. —Y yo te voy a morder. Me aferro a el cuándo salta al lago. —Te odio —siento que se me eriza la piel —Está demasiado fría. —No seas chillona. Me acerco a él y comienzo a besarlo. —Sam... —suena a tono de advertencia. —¿Si? —Te lo voy a hacer aquí mismo. —No —digo casi en un grito —Alguien puede vernos. —Mi mamá nunca viene al lago, mi papá tampoco y Drake menos. —Pero... —Tú comenzaste —muerde mi oreja. —Podemos ir a bañarnos —meto mis manos por debajo de su camiseta. —Prefiero hacértelo aquí. —Que bueno que vine en falda —le toco su miembro. —Sam... Edward entra en mi y tiro mi cabeza para atrás cuando siento todo su pene adentro, suelto un gemido lleno de placer. ¡Mierda! No sabía que esto se sentía tan rico en el agua. Puedo sentir como entra y sale con facilidad, cosa que me excita muchísimo más. Paso mis manos por su pecho y no puedo evitar lamer mis labios. Muevo mis caderas un poco, haciendo círculos sobre su miembro. Estoy tan caliente que comienzo a moverme con intensidad haciendo que Edward diga mi nombre repetidas veces. —Sam... Comienzo a gemir su nombre en su oído y parece que eso lo prende porque me da estocadas fuertes y dice que esta por venirse. —Dios, quiero hacer esto de nuevo —admito cuando acabamos. Después de unos minutos nos separamos y salimos del lago para regresar a casa. Entramos a la bañera y nos damos un baño para luego ponernos la pijama.Samantha Estoy demasiado aburrida en mi casa, así que le pregunto a Edward qué va a hacer hoy. Me responde que va a salir con una amiga llamada Rebekah. Me pregunto si Rebekah será solo una amiga o si también se acuesta con ella. Cualquiera que sea la respuesta, siento como me hierve la sangre al pensar que está con otra chica. Decido llamarlo para saber si va a venir o pasará todo el día con su estúpida amiga. —¿Hola? —contesta una mujer— ¿Quién es? Escucho a Edward en el fondo— ¿Sam? —toma el teléfono. —No sabía que estabas tan ocupado —es lo primero que le digo. —Oye, ¿qué sucede? Nada, solo soy una estúpida por haberte llamado. —Solo quería saber si vas a venir a almorzar. —No te preocupes por mí. —Bien —siento demasiada rabia. —Adiós. Cuelgo el teléfono y lanzo un suspiro de frustración. No soporto la idea de que esté con otra chica, aunque sé que no tengo derecho a sentirme así. Intento distraerme con cualquier cosa, pero no puedo sacármelo de la cabeza. Después de
Samantha Mi celular empieza a sonar y, al escuchar el tono, noto que Edward emite un gruñido de frustración desde la cama. —¿Hola? —respondo, aún adormilada. —Señorita Jenner —dice una voz grave—. Soy Pedro, de la empresa de seguridad que trabaja para su familia. Hemos recibido una alerta de que las alarmas de seguridad están activadas. —Voy en camino —digo y cuelgo rápidamente. Me levanto de la cama con urgencia, mientras Edward abre los ojos y se sienta, preocupado. —¿Qué pasa? —pregunta, frotándose los ojos. —Las alarmas del edificio están sonando —le explico. —Vamos —se levanta de un salto—. No pienso dejarte ir sola, Sam. —Déjame ponerme algo —le digo, mientras me visto con un conjunto de sudadera rosa y unas zapatillas deportivas. Recojo mi cabello en una coleta rápida y veo a Edward esperando con las llaves del auto en la mano. —¿Qué crees que haya pasado? —pregunto mientras miro por la ventana del auto. —No estoy seguro —toma mi mano—. Probablemente se t
El sonido insistente de mi celular me arranca de mis sueños. Con los ojos aún entrecerrados, veo el nombre de mi madre en la pantalla. —Hola, mamá —digo, tratando de sonar más despierta de lo que realmente estoy. —Sam, cariño, solo quería informarte que regresamos la semana que viene —responde ella con un tono animado. El anuncio me hace sentarme de golpe en la cama, mi corazón acelerándose. ¿Cómo les diré a mis padres que estoy saliendo con Edward, el socio de mi padre? —¿Por qué tan pronto? —pregunto, tratando de disimular mi preocupación. —Pensé que te ibas a alegrar —dice mamá, sorprendida por mi reacción. —Sí... claro —digo, frotándome los ojos —Es que recién me despierto. —Ya veo. No te preocupes, hablaremos más tarde. Te quiero, Sam. —Yo también te quiero, mamá. Te llamo luego, adiós. Cuelgo la llamada y dejo escapar un suspiro. Miro el reloj y veo que apenas son las ocho de la mañana. La luz del sol se filtra a través de las cortinas, iluminando suavemente la habitaci
¿Por qué Edward tuvo que invitarme a salir hoy? No tengo ropa para ir a cenar con sus amigos. Así es, me dijo que quería presentarme a sus amigos y no puedo evitar sentirme nerviosa. Quiero causar una buena impresión. Reviso mi armario minuciosamente, mirando cada prenda que tengo hasta que me decido por un body negro, una falda negra y unos tacones. —Te ves preciosa —dice mi mejor amiga, Lucy. —Lucy, ¿a dónde crees que vamos a ir? —A un restaurante elegante o a un bar elegante. Empiezo a peinarme y decido hacerme una cola alta. Siento que me hace ver segura y empoderada. —Sam, tengo que confesarte algo. Me volteo a verla —¿Qué pasa? —Estoy feliz por ti, de que él finalmente haya confesado sus sentimientos hacia ti. Solo quiero que tengas mucho cuidado, por favor. —Tendré mucho cuidado —le aseguro. Mi celular comienza a sonar y Edward me dice que ya está abajo. Me despido de Lucy y me dirijo a la puerta con el corazón en la garganta. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Al salir
Salimos del club y subimos al auto. Mi respiración está agitada, el enojo me consume. En mi mente, me imagino arrastrando a Jennifer por el suelo, arrancándole esas extensiones baratas que tanto presume. Cuando llegamos al apartamento de Edward, noto con sorpresa que su madre está allí. Su presencia inesperada sólo añade tensión a mi ya revuelta emoción. —Te esperaré en la habitación —le digo mientras nos dirigimos hacia la entrada. —¿Por qué? —responde Edward con una sonrisa pícara—. Dúchate conmigo. —Tu madre está en la habitación de al lado —le explico en voz baja, tratando de mantener la calma. —Sam, es solo un baño. Relájate —dice él, con una sonrisa que refleja la confianza que tiene en su capacidad para desarmar mi resistencia. No puedo negarme a su propuesta, y él lo sabe. La sonrisa triunfante en su rostro al ver mi suspiro de derrota es la prueba de que ha ganado esta pequeña batalla. —¿Me bajas la cremallera? —le pido, y me pongo de espaldas a él. Me levanto el pelo
Hoy llegan mis padres y no puedo evitar sentirme algo nerviosa. Sé que ellos no tienen problema con que Edward y yo tengamos una relación, pero aun así estoy nerviosa y es inevitable. —¿Quieres desayunar? —Edward besa mi frente. —Sí. ¿Salimos? —Por supuesto —se queda viéndome —Tal vez puedas ayudarme, amor. Odio las erecciones en la mañana. —¿De verdad? —me burlo. —Es difícil controlarla y más cuando estás vestida así. Tienes un cabello tan hermoso, Sam —su boca se encuentra cerca de mi oído y siento su aliento, aunque sus labios no me tocan —Eres solo mía. —Ed... —suelto un gemido. —Silencio —me advierte —Tan hermosa —dice mientras deshace de su bóxer. Cada palabra es un placer. Cierro los ojos e inclino la cabeza, dándole un acceso más fácil a mi cuello. —Mía —susurra una vez más —Date la vuelta — me dice con su voz de repente ronca. Lo hago y él jadea. Llevo puesta su camisera negra y mi panty de encaje color blanco. —¿Te gusta? —susurro. —Más que eso, nena. Te v
Abro la puerta y una ráfaga de aire frío me golpea en la cara.—Eddie, ¿apagaste la calefacción? —Sam pregunta, su voz temblando de frío.—No, la dejé encendida esta mañana —respondo, sorprendido. Me acerco al termostato y veo que marca veinticinco grados, pero claramente la temperatura en la sala no está ni cerca de eso.—Voy a llamar al servicio técnico —dice ella, sacando su teléfono con determinación.La escucho hablar con urgencia mientras marco el número del servicio técnico.—Hola, tengo un problema con la calefacción. Mi novia está temblando de frío y necesitamos que vengan a arreglarlo lo antes posible. ¿Pueden enviar a alguien ya?La operadora promete enviar a alguien en diez minutos. Sam cuelga y me lanza una mirada de alivio mientras se sienta en el sofá, intentando recuperar el calor.—Ya vienen en camino —le digo mientras me siento a su lado.La observo temblar ligeramente y veo cómo trata de disimularlo. No puedo evitar sonreír ante su esfuerzo por mantener la calma.—G
Hace tiempo que no salgo con Luke. De hecho, no he tenido mucho tiempo para mis amigos desde que me he dedicado a estar con Edward. —¡Lucy! —grito cuando contesta la llamada—. ¿Qué planes tienes hoy?—Estaba pensando en organizar algo tranquilo. ¿Te gustaría una fiesta en la piscina?—Suena perfecto —digo con entusiasmo—. Cuéntame más detalles.—Le diré a la gente que venga. ¿Te parece si te espero a las cuatro?—Claro, comenzaré a arreglarme.Busco mi bikini rosa en el armario y me miro en el espejo mientras me lo pongo. Encima, me coloco un short negro y una blusa blanca de tirantes. Me siento lista y a gusto con el look.—¿A dónde vas? —me pregunta mi mamá mientras paso por la sala.—Iré a casa de Lucy.—¿Alguien viene por ti?—Voy a pedir un Uber, mamá.Pido un Uber y le doy la dirección de Lucy. Me pregunto si debería contarle a Edward sobre mis planes, pero al final decido que no es necesario. No creo que tenga que informarle de cada detalle de mi vida.Cuando llego a la casa d