Capítulo 10

Samantha

Abro los ojos y veo que Edward sigue dormido. Su mano está alrededor de mi cintura, y no puedo evitar sonreír como una tonta.

—Sam, ¿estás despierta? —pregunta Drake desde su cama.

Como respuesta, le lanzo una almohada y él suelta una carcajada.

—¿Y a mí me das un beso? —susurra Edward—. Un beso de buenos días.

Me acerco y le doy un beso corto.

—Buenos días.

—Buenos días, linda.

—Yo no pienso bañarme —dice Drake.

—Yo no quiero llegar sucia —respondo.

—Yo tampoco —apoya Edward—. ¿Tú primero o yo?

—Tú.

Edward se levanta de la cama y se mete al baño. Yo me quedo viendo mi pequeña maleta y saco la ropa que traje para hoy.

—Tu turno —dice Edward al salir del baño.

Abro los ojos y veo que Edward sigue dormido. Su mano está alrededor de mi cintura y no puedo evitar sonreír como una tonta.

—Sam, ¿estás despierta? —pregunta Drake desde su cama.

Como respuesta, le lanzo una almohada y él suelta una carcajada.

—¿Y a mí me das un beso? —susurra Edward—. Un beso de buenos días.

Me acerco y le doy un beso corto.

—Buenos días.

—Buenos días, linda.

—Yo no pienso bañarme —dice Drake.

—Yo no quiero llegar sucia —respondo.

—Yo tampoco —apoya Edward—. ¿Tú primero o yo?

—Tú.

Edward se levanta de la cama y se mete al baño. Yo me quedo viendo mi pequeña maleta y saco la ropa que traje para hoy.

—Tu turno —dice Edward al salir del baño.

Entro al baño y me doy una ducha rápida. No me provoca estar mucho tiempo en esta ducha, especialmente cuando miro el techo y veo una araña. Salgo corriendo envuelta en la toalla y ambos chicos se quedan mirándome.

—Es que hay una araña —les explico—. Me quiero vestir.

—Nosotros saldremos para que te cambies.

Me quedo sola en la habitación y me pongo una falda negra corta y una blusa de tirantes. Me acomodo el cabello y salgo.

—Edward está abajo —dice Drake al verme—. ¿Tú y mi hermano están saliendo?

—No, no sé —explico.

—Está bien —me mira extrañado—. Te extrañé mucho, ¿sabes?

—Yo también —le doy un abrazo.

Llegamos al estacionamiento y nos subimos al auto.

El auto se pone en marcha y después de varias horas, Edward gira en uno de los cruces, entrando a una carretera más pequeña y con un poco de barro.

—¿Ya casi llegamos? —pregunto, impaciente.

—Sí, ya casi.

Después de diez minutos, Edward comienza a detener el auto y veo una enorme puerta de madera. Saca un control y abre la gran puerta para poder entrar.

El camino hacia la casa está hecho de grava. Veo un sitio donde están dos autos estacionados y Edward pone su auto ahí.

La casa ante nosotros es imponente y majestuosa, situada en un terreno amplio rodeado de naturaleza. Al acercarnos, noto que está construida con una combinación de roble oscuro, mármol blanco y piedra pulida, lo que le da una apariencia rústica pero elegante.

El camino hacia la entrada está hecho de losas de cemento perfectamente alineadas, flanqueado por jardines bien cuidados y arbustos de flores coloridas. A los lados del camino, hay pequeñas lámparas de hierro forjado que seguramente iluminan el sendero por la noche.

—Está haciendo calor —digo al lado de Edward.

—Te puedes quitar la ropa, no voy a detenerte cuando lo hagas.

—Qué gracioso —entrecierro los ojos.

—En la noche hace frío —sonríe Edward—. Podemos dormir muy abrazados.

Me toma de la mano y Drake toca el timbre, haciendo que mis nervios aumenten. Una señora mayor abre la puerta y se queda mirando nuestras manos entrelazadas con una sonrisa cómplice.

Al entrar en la casa, el aroma de la comida casera me hace gruñir el estómago. La sala es espaciosa, decorada con varios sillones cómodos y muebles elegantes, predominando los tonos oscuros, especialmente el negro, que le dan un aire sofisticado.

—Ven, debemos ir a la habitación para dejar nuestras cosas —dice Edward, guiándome hacia las escaleras.

Subimos al segundo piso y entramos en una habitación enorme. Una cama king-size domina el centro, flanqueada por mesas de noche de madera oscura. Las cortinas son gruesas, perfectas para mantener la luz fuera en las mañanas perezosas.

—Espero que disfrutes estar aquí —dice Edward, lanzándose sobre la cama—. Sam, ¿qué sientes por mí?

—Ya te lo dije, Ed —me siento a su lado—. Me gustas.

—Es que yo siento que me gustas mucho —confiesa, mirándome a los ojos—. Nunca he tenido una relación formal, así que me da mucho miedo no saber hacer las cosas bien.

—Tranquilo, Eddie —le acaricio la mejilla—. Solo dejemos que las cosas fluyan y veremos qué sucede. Hablaré con Luke mañana cuando regresemos.

—Gracias —me da un corto beso—. Me siento medio estúpido a tu lado.

—Para mí eres perfecto —sonrío—. ¿Por qué nunca vienes aquí?

—Demasiado lejos —responde con una mueca.

—Ed, eres demasiado exagerado —ruedo los ojos, pero no puedo evitar reír.

Nos quedamos un momento en silencio, disfrutando de la compañía y la tranquilidad del lugar. Finalmente, decidimos bajar para comer algo y unirnos a los demás. La casa del lago es más que un refugio; es el lugar perfecto para redescubrir lo que realmente importa.

Edward me toma del brazo y me coloca sobre él, comenzando a besarme y descendiendo hasta mi oreja.

—Edward —me separo—. Alguien podría venir a vernos.

—¿Quién, por ejemplo?

—La señora que nos abrió la puerta.

—Es la encargada de la casa, vive en una cabaña aparte.

—¡Mamá ha llegado! —grita Drake desde abajo.

Descendemos las escaleras y veo a su madre sonriéndome. Corre hacia mí y me abraza con calidez.

—¿Eres la hija de Richard? —asiento—. ¡Oh, Dios! ¡Estás tan grande y hermosa! Es un placer volver a verte.

—Lo mismo digo.

—Espero que te haya gustado la casa.

—Sí, le decía a Edward que es muy linda y acogedora.

—¿Estos maleducados te ofrecieron algo para tomar?

—Recién llegamos —se defiende Edward.

—¡Qué malos anfitriones! —los regaña su madre.

Río un poco mientras ella me ofrece un vaso de jugo de naranja, que está delicioso.

—Pensé que llegarían ayer —se sienta con nosotros.

—El auto se descompuso —dice Drake—. Tuvimos que quedarnos en un motel los tres.

—¡Qué pena! —me mira con simpatía—. Mis hijos te hicieron sufrir, por lo que veo —se ríe.

—Me divierto mucho con ellos.

—¿Cómo están tus padres?

—Bien, ahora están de viaje.

—¿Te dejan sola en casa?

Edward voltea y sonríe.

—Yo la acompaño —dice—. Me quedo con ella en su casa.

Su madre pone cara de sorpresa y me sonríe.

—¿Quieren jugar a las cartas? —propone.

—Nosotros estaremos en la habitación —Edward me mira.

Subimos a la habitación y nos acostamos en la cama.

—¿Estás bien? —acaricia mi cabello.

—Sí.

—Espero que no te sientas incómoda aquí.

—Para nada —lo beso—. Me siento bien.

Tomo mi celular y veo una llamada perdida de mi mamá. Le envío un mensaje contándole que estoy en la casa del lago con Edward y su familia.

—¿Con quién hablas?

—Con mi mamá —doy un suspiro—. ¿Por qué?

—Por nada.

La madre de Edward nos llama a almorzar y veo que el padre de los chicos entra por la puerta.

—Hola, Sam —sonríe.

Pensaba que no se acordaba de mí.

—Hola —me acerco a él.

—Hola, papá.

Leonardo se sienta a ver televisión mientras su esposa sirve el almuerzo. Voy a la cocina y le ayudo con las bebidas.

—Hace mucho que no te veía —dice Leonardo—. Has cambiado mucho.

—Espero que para bien —río un poco.

—¿Cuál de los dos es el afortunado? —mira a sus hijos.

Me siento algo intimidada y bebo para calmarme.

—Edward —dice Drake.

—Somos amigos —dice Edward.

Él sabe que no me siento cómoda por el momento para contar sobre nosotros.

Terminamos de almorzar el delicioso arroz con pollo que había preparado Dorotea y no quedamos en la sala hablando un rato.

—¿Quieres que vayamos a caminar? —me mira Ed.

—Sí.

Salimos de la casa y caminamos por todo el lugar. El terreno es bastante grande y tranquilo. No hay más casas alrededor, solo somos él y yo.

—Siento mucho si mi papá té incómodo.

–Tranquilo —tomo su mano —Gracias por haberme rescatado de ese incómodo momento.

—Sé que no estás lista. Además, tenemos que ver como van las cosas. Quiero que tú estés realmente segura de esto, nena.

—Lo estoy —me giro hacia él —Te quiero, Ed.

—Yo a ti —me besa —¿Quieres que nos metamos al lago?

—¿Y si nos comen los cocodrilos?

Él comienza a reír y me siento como una completa inútil por haber dicho eso.

—No hay cocodrilos, ¿verdad? —me aguanto la risa.

—No.

Edward me sube en su espalda y caminamos hasta el lago. Me acerco a tocar el agua y siento que está demasiado fría.

—Está bastante fría —lo miro.

Él sonríe malvadamente y me carga en su hombro.

—Edward —comienzo a darle pequeños golpes.

—Sam, tienes que comportarte o te tendré que dar unas nalgadas.

—Y yo te voy a morder.

Me aferro a el cuándo salta al lago.

—Te odio —siento que se me eriza la piel —Está demasiado fría.

—No seas chillona.

Me acerco a él y comienzo a besarlo.

—Sam... —suena a tono de advertencia.

—¿Si?

—Te lo voy a hacer aquí mismo.

—No —digo casi en un grito —Alguien puede vernos.

—Mi mamá nunca viene al lago, mi papá tampoco y Drake menos.

—Pero...

—Tú comenzaste —muerde mi oreja.

—Podemos ir a bañarnos —meto mis manos por debajo de su camiseta.

—Prefiero hacértelo aquí.

—Que bueno que vine en falda —le toco su miembro.

—Sam...

Edward entra en mi y tiro mi cabeza para atrás cuando siento todo su pene adentro, suelto un gemido lleno de placer.

¡Mierda! No sabía que esto se sentía tan rico en el agua.

Puedo sentir como entra y sale con facilidad, cosa que me excita muchísimo más. Paso mis manos por su pecho y no puedo evitar lamer mis labios. Muevo mis caderas un poco, haciendo círculos sobre su miembro. Estoy tan caliente que comienzo a moverme con intensidad haciendo que Edward diga mi nombre repetidas veces.

—Sam...

Comienzo a gemir su nombre en su oído y parece que eso lo prende porque me da estocadas fuertes y dice que esta por venirse.

—Dios, quiero hacer esto de nuevo —admito cuando acabamos.

Después de unos minutos nos separamos y salimos del lago para regresar a casa. Entramos a la bañera y nos damos un baño para luego ponernos la pijama.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo