Capítulo 16

Hoy llegan mis padres y no puedo evitar sentirme algo nerviosa. Sé que ellos no tienen problema con que Edward y yo tengamos una relación, pero aun así estoy nerviosa y es inevitable.

—¿Quieres desayunar? —Edward besa mi frente.

—Sí. ¿Salimos?

—Por supuesto —se queda viéndome —Tal vez puedas ayudarme, amor. Odio las erecciones en la mañana.

—¿De verdad? —me burlo.

—Es difícil controlarla y más cuando estás vestida así. Tienes un cabello tan hermoso, Sam —su boca se encuentra cerca de mi oído y siento su aliento, aunque sus labios no me tocan —Eres solo mía.

—Ed... —suelto un gemido.

—Silencio —me advierte —Tan hermosa —dice mientras deshace de su bóxer.

Cada palabra es un placer. Cierro los ojos e inclino la cabeza, dándole un acceso más fácil a mi cuello.

—Mía —susurra una vez más —Date la vuelta — me dice con su voz de repente ronca. Lo hago y él jadea.

Llevo puesta su camisera negra y mi panty de encaje color blanco.

—¿Te gusta? —susurro.

—Más que eso, nena. Te ves sensacional.

Sonrío por su comentario.

—No te muevas —murmura, y sin despegar sus ojos oscurecidos de mí, recorre con su dedo medio mis pechos.

Suavemente, acuna mis senos, jugando con ellos, mientras que sus pulgares hacen círculos sobre mis pezones presionando la tela de su camiseta.

—¿Eres mía?

—Soy tuya.

Dejando mis pechos desprovistos, desliza sus manos por mi estómago, por encima de mi vientre y hacia mis muslos, rozando mi sexo con su pulgar. Él gime, y en un suave movimiento, abraza mi cintura y me tumba en la cama, siguiéndome. Sus labios me encuentran, sus manos se enroscan alrededor de mi cabeza, abrazándome, sosteniéndome mientras nuestras lenguas llenan de gloria al otro.

—Te quiero desnuda, nena —susurra en mi oído.

—Y yo te quiero a ti dentro de mí.

—Que impaciente.

—Tú empezaste —me defiendo.

Edward me quita mi panty y ambos quedamos desnudos.

Nos quedamos viendo el uno al otro y Edward entra en mí haciendo que entierre mis uñas en su espalda.

Comienza con movimientos lentos, pero que me llenan de placer. Le acaricio el cabello mientras él acelera sus movimientos.

—Ed... —suelto un gemido.

Edward pone su mano en mi boca y eso me excita aún más. Lo miro a los ojos y veo que están llenos de deseo. Descubre mi boca y yo muerdo mi labio inferior.

—Más duro —le pido.

Edward acelera sus movimientos y el impacto cada vez es más fuerte. Sé que no voy a aguantar mucho y él tampoco.

—Oh nena —siento como el semen cae en mi pierna.

—Te amo.

—Te amo —me da un corto beso.

Nos metemos a la ducha y él me pone de espaldas a él. El agua cae por nuestros cuerpos y Edward pone sus manos en mis senos para comenzar a masajearlos. Bajo mi mano a su miembro y comienzo a masturbarlo.

—Mierda, Sam.

—¿Te gusta?

—No te detengas, nena.

Continúo masturbando a Edward hasta que siento que se corre sobre mi mano.

Después de darnos un baño. Busco ropa cómoda para salir a desayunar con Ed. Me pongo un jean y una camiseta de color blanco junto con unas zapatillas.

—Vamos, nena.

Nos montamos en el auto y Edward maneja hacia un brunch cercano a su apartamento. A medida que nos acercamos, noto que el lugar está bastante concurrido. Cuando entramos, la atmósfera es vibrante y acogedora, con el aroma de café fresco y pan recién horneado llenando el aire.

—Buenos días —saluda una mujer de la misma edad que Edward, con una sonrisa profesional.

—¿Tienen mesas disponibles? —pregunta Edward, mientras yo me acomodo a su lado.

—Síganme, por favor —responde la mesera, guiándonos hacia una mesa en un rincón que parece ofrecer un poco más de privacidad.

A medida que caminamos, no puedo evitar notar cómo la mesera le sonríe a Edward con una atención que me resulta incómoda. Él se da cuenta y coloca su mano en mi cintura, atrayéndome hacia él de manera protectora.

—¿Qué desean ordenar? —pregunta la mesera, mientras sigue lanzándole miradas a Edward.

—Amor, ¿qué quieres? —Edward me sonríe, su mano aún en mi cintura.

—Huevos con tocino —respondo, intentando mantener la calma.

—Para mi novia, huevos con tocino y un jugo de naranja. Para mí, huevos con papas fritas y jugo de mandarina —ordena Edward, manteniendo su mano en mi cintura, como si quisiera reafirmar su presencia.

—En un momento regreso con sus pedidos —dice la mesera antes de alejarse.

No puedo evitar lanzar una mirada de desdén a su espalda, sintiendo un pequeño remordimiento por mi actitud.

—No tienes que ponerte celosa, y lo sabes —dice Edward, notando mi expresión.

—No estoy celosa —respondo, rodando los ojos—. Solo no me gusta la forma en que ella te mira.

—No tienes nada de qué preocuparte —me asegura—. A ti te miro con todo mi corazón.

Nos sentamos y Edward toma mi mano, dándole un suave apretón. La sinceridad en sus ojos me tranquiliza.

Miro mi celular y veo que mi mamá me ha enviado un mensaje indicando que llegarán al mediodía. Le muestro el mensaje a Edward, y noto que su expresión cambia, mostrando un indicio de nerviosismo.

El desayuno llega y nos sentamos a comer. A pesar de la atmósfera tranquila del lugar, puedo sentir que Edward está tenso. Sé que es la primera vez que tiene una relación seria, y eso lo tiene un poco inquieto.

—Gracias, Ed —le digo mientras doy el primer bocado a mi plato.

Miramos la hora y Edward sugiere que es mejor que empecemos a ir al aeropuerto para recoger a mis padres. El tiempo pasa volando, y su nerviosismo es palpable.

—Oye... en caso de que Richard no acepte de inmediato...

—No te atrevas a mencionar eso —le advierto con firmeza—. Sé más positivo.

—Eres mi primera novia, y me importas muchísimo —responde con una mezcla de preocupación y cariño.

—Y seguirás siendo así —le aseguro—. Lo hablaremos durante el almuerzo.

Edward asiente y nos dirigimos al auto. Después de quince minutos de manejo, llegamos al aeropuerto. Mi ansiedad aumenta con cada minuto que pasa. Aunque sé que mi papá no tendrá problemas con que salga con Edward, los nervios no se van fácilmente.

Al llegar, nos dirigimos a la zona de llegadas. Con cada paso, siento el peso de la expectativa. Finalmente, los diviso entre la multitud.

—¡Mamá! —llamo, alzando la mano para que me vean.

Vuelvo a mirar a Edward y le enseño el mensaje que recibí.

—Vamos —le indico, tratando de mantener la calma.

Edward arranca el auto y vamos despacio hacia el área de recogida. La emoción se mezcla con la ansiedad mientras busco a mis padres entre la multitud.

—Ahí están —le digo, señalando a mis padres que finalmente aparecen a la vista.

El corazón me late con fuerza mientras Edward se prepara para hacer la primera impresión. Este momento marcará el comienzo de una nueva etapa, y espero que todo salga bien.

Edward detiene el auto con una suavidad que apenas disimula la tensión palpable en el aire. Me mira y me da un beso intenso, lleno de emoción contenida.

—Te amo —susurra, con una sinceridad que me deja sin aliento.

—Yo a ti, Ed —respondo, tratando de esconder el nerviosismo que me embarga.

Nos bajamos del auto y saludo a mis padres con una sonrisa que lucha por no quebrarse. Edward se acerca a mi papá y le ayuda a subir las maletas al maletero, una demostración de respeto que también revela su ansiedad.

—Vamos —digo, esforzándome por mantener la calma mientras nos dirigimos al interior del auto.

Mientras Edward arranca, la tensión en mi pecho crece. Quiero confesar la verdad de inmediato, pero el momento no parece adecuado.

—¿Vamos a almorzar? —pregunto a mis padres, intentando sonar natural mientras mi mente se retuerce de preocupación.

—Claro —responde mi papá con un tono animado—. Muero de hambre. ¿Dónde quieres ir, linda?

—Comida mexicana —digo, con una sonrisa que parece un poco forzada.

Durante el trayecto, mis padres hablan de su viaje con entusiasmo. Edward, sentado a mi lado, parece estar a la vez aliviado y nervioso. Cuando mis padres le preguntan cómo me comporté, Edward responde con una afirmación de que he sido ejemplar, una declaración que me hace sentir incómoda, sabiendo cuán lejos está de la realidad.

Al llegar al restaurante, me siento junto a Edward, tratando de ignorar la mirada escrutadora de mis padres. Mi mamá me observa con una mezcla de curiosidad y preocupación, mientras mi papá parece en espera de algo.

—¿Y qué hicieron durante nuestro viaje? —pregunta mi mamá, con un tono inquisitivo.

—Salimos a comer —respondo, tratando de sonar casual—. No hicimos nada fuera de lo común.

—Solo una fiesta —añade Edward, tratando de restarle importancia—. Y fue bastante temprano.

—Me alegra que alguien te haya puesto en cintura, Sam —bromea mi papá, con una sonrisa que no oculta del todo su sorpresa.

Siento el peso de la verdad en mis hombros, una verdad que no puedo postergar mucho más. Tomo una respiración profunda, consciente de que cada palabra cuenta.

—Hablando de temas serios —empiezo, sintiendo que el ambiente se vuelve aún más denso—. Edward y yo...

—Sam y yo estamos en una relación —interrumpe Edward con una firmeza que me sorprende, mirando a mis padres con una intensidad que corta el aire.

Mis ojos se abren con sorpresa mientras observo la reacción de mis padres. Mi mamá parece atrapada entre el asombro y el apoyo, su sonrisa vacilando. Mi papá, en cambio, se queda en silencio, su expresión una mezcla de incredulidad y seriedad mientras procesa la noticia.

—Me alegra saberlo —dice finalmente mi mamá, con una calidez que parece contrarrestar la tensión—. Edward es un buen chico.

—¿Así que se enamoraron mientras estábamos fuera? —pregunta mi papá, su voz cargada de una curiosidad incisiva.

—Siempre me había sentido atraído por Sam —dice Edward, su voz cargada de sinceridad que parece resonar en el silencio.

—Y yo hacia Ed —añado, sintiendo el peso de las palabras.

—Solo espero que no le rompas el corazón —advierte mi papá a Edward, con un tono grave y serio que añade una capa más de tensión a la conversación.

Tomo la mano de Edward por debajo de la mesa, deslizando mis dedos suavemente sobre su piel. Siento la tensión en sus músculos y mi caricia intenta transmitirle calma. Su nerviosismo es palpable, pero nuestras manos entrelazadas parecen hacer que el mundo se reduzca a solo nosotros dos.

Después de un almuerzo lleno de palabras cuidadosamente medidas y miradas furtivas, dejamos a mis padres en la puerta de nuestra casa. Con un leve abrazo y una promesa de vernos más tarde, ellos se despiden y se marchan. Edward y yo subimos al auto, y aunque me dirijo a su apartamento, mi corazón ya empieza a sentir el vacío que dejaré al regresar a la casa de mis padres más tarde.

—Voy a extrañar dormir contigo, nena —murmura Edward con una mezcla de tristeza y cariño mientras maneja.

—Oye, puedo quedarme a dormir si eso te hace feliz. No seas tan dramático —respondo, tratando de ocultar mi propio desconsuelo.

—No soy dramático —se ríe, una risa que lleva consigo un toque de ternura—. Es que me tienes completamente enamorado.

—Tú me tienes a mí enamorada también —le digo con una sonrisa cálida—. Y gracias por tomar la iniciativa de contarles a mis padres. Casi se me olvida hablar en ese momento.

—Lo noté —se burla—. Pero me alegra saber que aceptaron nuestra relación.

—Yo sabía que lo harían —le aseguro con confianza—. Ellos siempre han sido comprensivos.

—Qué confiada —dice con una sonrisa que ilumina su rostro.

—Soy segura —respondo, y la certeza en mi voz se mezcla con la seguridad de estar a su lado.

Edward me lleva a un encantador restaurante de helados, y nos sentamos en la terraza para disfrutar del aire fresco. La tarde está impregnada de una suave brisa y un cálido sol que hace brillar los colores a nuestro alrededor. Edward se acerca con dos enormes vasos de helado de chocolate y, al entregarme el mío, me inclina para darme un breve pero significativo beso.

—Gracias, Ed —digo, sintiendo la dulzura del momento reflejada en el helado y en su sonrisa.

—Gracias a ti por estar en mi vida y enseñarme lo que significa estar verdaderamente enamorado —responde, sus ojos reflejando un sincero cariño.

En ese instante, mientras disfruto del helado y de su compañía, siento que el mundo a nuestro alrededor desaparece. Lo que importa es el calor de su mano en la mía, el brillo en sus ojos, y la certeza de que, sin importar los desafíos, estamos juntos en esto.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo