Capítulo 22

Toco el lado de la cama de Sam y noto que está vacío. Me levanto, alarmado, y la veo en el balcón, sentada en una silla, con la mirada perdida en el horizonte.

—Buenos días —digo, caminando hacia ella.

—Buenos días —responde sin mirarme, su voz cargada de desdén.

—¿Qué tienes? —pregunto, sintiendo la tensión en el aire.

—¿De verdad me preguntas eso? —rueda los ojos sin mirarme.

—¿Estás así por lo de anoche? —me atrevo a preguntar, aunque sé que puede no ser la mejor pregunta.

—Sí —responde con un tono frío.

—Pero...

—En vez de venir y hablar conmigo para solucionar las cosas, te fuiste a la m*****a cabaña a beber con esa... —ella misma se detiene, mordiéndose el labio.

—No seas ridícula, Sam.

—¿Ridícula? —levanta ambas cejas con incredulidad—. Espero que tú no me digas nada cuando yo haga lo mismo.

—Sabía que no te ibas a quedar calladita —ruedo mis ojos, frustrado.

—¿Disculpa? —se levanta de la silla con indignación—. ¿Crees que puedes hacer lo que te dé la gana y voy a quedarme callada? Se nota que no me conoces, Edward.

—No, no te conozco —respondo, levantando la voz—. Qué pésimo despertar.

Sam respira hondo, claramente tratando de calmarse.

—No se trata solo de lo que hiciste anoche —dice con un tono más controlado—. Se trata de cómo estás manejando todo esto. No solo me estás apartando, sino que no te importan mis sentimientos.

Me acerco un paso más, intentando entender su punto.

—¿Qué esperabas que hiciera? Me sentí perdido y necesitaba hablar con alguien. No sabía cómo arreglar las cosas sin tu ayuda.

—Pero en vez de buscarme, te escondiste en el alcohol —dice con tristeza—. No es así como se solucionan los problemas.

—Lo sé, pero también sé que no sé cómo hablar contigo sin que esto termine en una pelea —admito, sintiendo el peso de mis propias palabras.

Entro al baño y me doy una ducha rápida antes de salir de la cabaña. No tengo ganas de estar en el mismo lugar que Samantha.

Encuentro una cafetería cercana para desayunar. El café tiene un sabor extraño y el sándwich que pedí está horrible. Abro tres sobres de azúcar a la vez, los vierto en el café y lo mezclo con una cucharilla de plástico, tratando de mejorar el sabor.

Odio haber venido a este lugar.

—Buenos días, Ed —escucho una voz familiar.

—¿Roxy? —me giro para verla—. ¿Me estás persiguiendo?

—En absoluto —sonríe—. ¿Qué haces aquí solo?

—Discutí con Samantha.

Miro la entrada de la cafetería y veo que hay una fila interminable. Me dan ganas de levantarme y decirles a todos que este lugar no vale la pena.

—¿Pero te disculpaste? —pregunta mientras se sienta en mi mesa.

—Eres demasiado... estresante —ruedo los ojos—. ¿Por qué te importa tanto?

—Eres mi amigo.

—Apenas nos conocimos ayer. No creo que seamos amigos, Roxy.

Ella se encoge de hombros y sonríe con indiferencia.

—Lo sé, pero me importa lo que te pase. Además, no me gusta ver a la gente que conozco en problemas.

—No estoy seguro de qué hacer —admito—. La verdad es que no sé cómo arreglar esto con Samantha.

—Tal vez deberías empezar por ser honesto con ella —sugiere, inclinándose hacia adelante—. A veces, las disculpas son el primer paso para solucionar las cosas.

Suspirando, asiento con resignación.

—Tienes razón. Solo espero que aún sea posible solucionarlo.

Roxy sonríe y toma un sorbo de su café.

—No te preocupes, Ed. A veces un buen desayuno y una charla sincera pueden hacer maravillas.

Miro cómo cambia su expresión al instante. Si empieza a llorar, me veré obligado a desaparecer, porque no puedo soportar tanto drama, y menos a estas horas.

—Escucha, lo que dije es porque casi no tengo amigas —comienza a explicar.

—¿Ni una?

—Desde que estoy con Sam —admito—, mis amigas la odian porque ella está a mi lado.

—Entiendo. ¿Y ella tiene amigos?

—Es bastante popular.

—Mira, sinceramente creo que deberías pedirle una disculpa a Sam.

—Ya se le pasará, ella me ama.

—Edward, el hecho de que ella te ame no significa que no pueda vivir sin ti.

—Ya deja de hablar de Samantha —digo, agotado.

—Está bien.

—Cuéntame sobre tu novia.

Ella empieza a contarme cómo, al principio, solo eran amigas. En ese momento, a Roxy no le atraían las chicas, pero su novia hacía todas las cosas que a Roxy le gustaban en una relación. Un día, estaban juntas en la habitación de Roxy y su novia se le declaró. Al principio, ella no aceptó porque no sabía cómo contarle a sus padres, y cuando finalmente lo hizo, la dejaron encerrada durante dos meses.

El resto de la mañana y parte de la tarde la paso escuchando los problemas de esta chica. No me molesta tanto como pensaba. Odio admitirlo, pero su compañía no me agobia. Es una marginada, como yo, pero no me juzga porque apenas me conoce. Un montón de extraños entran y salen de la cafetería, y cada vez que veo a una rubia entrar, no puedo evitar levantar la vista con la esperanza de que sea mi novia.

—El tiempo se ha pasado volando —dice, mirando su celular.

—Sí, bastante.

—¿Qué te vas a poner esta noche?

Mi pijama, probablemente.

—¿Esta noche?

—Para la cena con nuestros padres.

—No sabía que teníamos una cena.

—Ayúdame a buscar un vestido elegante.

Me levanto y la sigo por el barrio hasta una pequeña tienda de ropa llena de vestidos coloridos y bisutería de mal gusto.

—No hay nada bonito —dice, tomando un vestido rosado que parece de payaso.

—El que tienes en la mano es espantoso —admito, y ella lo vuelve a colgar.

No puedo dejar de pensar en qué estará haciendo mi novia. Seguramente está preocupada por dónde estoy. También sé que su primera opción es que estoy con Roxy, lo cual es cierto.

—Sam no sabe que te gustan las chicas.

—¿Y por qué no se lo dijiste?

—Porque quiero que sienta lo mismo que yo siento con Luke.

—Pues deberías decírselo, Edward. Parece que mi orientación sexual te importa una m****a.

—No es eso...

—Tienes que decírselo, Ed.

—Está bien.

—Tienes que ponerte elegante, Edward. Iremos a un restaurante lujoso.

—¿Y si no quiero ir?

—Cariño, tus padres no te van a dejar pasar por alto.

—¿Qué es eso de cariño?

Roxy entra al probador con un vestido y, al salir para mostrármelo, no puedo evitar pensar que a mi novia le quedaría perfecto, especialmente con el escote que realza sus atributos.

—Ese vestido es el mejor que he visto —le soy sincero—. Los otros me parecen horribles.

SAMANTHA

Me miro en el espejo por milésima vez y vuelvo a mirar a Drake.

—¿Me veo bien?

—Por supuesto que sí.

El tacto del vestido no es el más cómodo. La tela es algo gruesa y me pica cuando me muevo.

—¿Por qué no nos dijeron de esta cena? Hubiera traído un vestido.

—Sinceramente, yo también pienso lo mismo.

—¿Crees que tu hermano llegará antes de que nos vayamos?

Edward se ha ido después de nuestra pelea y no ha regresado desde entonces. Tampoco ha llamado ni enviado mensajes. Seguramente está con esa chica misteriosa con la que tanto le gusta compartir nuestros problemas. Sí, esa chica con la que parece hablar más que conmigo. Con lo cabreado que estaba, no me sorprendería si intentara hacerme daño.

No..., no lo haría.

—Es Edward —dice Drake—. Le gusta hacer lo que se le da la gana.

—De eso me he dado cuenta.

—¿Sabes qué sentí anoche cuando me dijo que había estado con otra chica?

—¿Qué? —pregunto, curiosa.

—Que habíamos llegado a nuestro final.

—No, Sam. Mi hermano es incapaz de serte infiel. ¿Te sientes bien?

—Un poco enfadada, pero ya está. Es como si fuera inmune a ello ahora, a todo. No tengo ganas de pasar por lo mismo una y otra vez. Estoy empezando a pensar que es una causa perdida, y la verdad es que se me parte el alma —digo, esforzándome por no llorar.

—Es momento de irnos —grita Leonardo desde abajo.

Me pongo los tacones negros que combinan con mi vestido y salimos de la habitación.

—No podemos esperar a Edward —dice Dorotea.

—Lo sé —responde Leonardo.

Durante el camino, Drake me mira varias veces para asegurarse de que estoy bien, y yo le sonrío. Se pone a contar algunas anécdotas del pasado, y estoy segura de que lo hace para distraerme.

Cuando Leonardo detiene el coche en nuestro destino, veo que el restaurante es impresionante. Es una cabaña de troncos inmensa, pero el interior es moderno y elegante, con decoración en blanco y negro y detalles grises en las paredes y el suelo. La iluminación es algo tenue, creando un ambiente íntimo. Para mi sorpresa, mi vestido es lo que más brilla en la habitación. Cuando la luz se refleja en las cuentas, éstas centellean como diamantes en la oscuridad, llamando la atención de todos.

—Mucho gusto —nos sonríe la mesera.

Leonardo da el nombre de su amigo que hizo la reservación, y ella nos hace seguirla.

Detesto que casi todos los hombres me estén mirando. Debería haberme puesto aquel monstruo rosa; habría llamado menos la atención. Un hombre de mediana edad derrama su copa y Drake me acerca a su costado cuando pasamos junto a él.

No es un vestido tan exagerado. Me llega justo por encima de la rodilla.

Un hombre se acerca a saludar a Leonardo, y luego se aproxima una mujer. Fijo mi vista en la chica que está a su lado y reconozco que es la misma mujer con la que ha estado Edward. Pero lo peor de todo es que lleva el mismo maldito vestido que yo.

Y ahí está él, el idiota de Edward.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo