—¿Le prohibiste ver a su mejor amigo? —Roxy parece incrédula.
—¿Es tan malo? —frunzo el ceño, y ella asiente con firmeza. Mientras paseamos hacia la cabaña de sus padres, un par de faros iluminan el camino. Inicialmente, tenía la intención de regresar a la de mi padre, pero Roxy es bastante persuasiva. Me pidió que la acompañara a su casa para terminar nuestra charla, y acepté. —No puedo creer que ella no haya terminado contigo —dice, poniéndose del lado de Sam. Eso no puede pasar. No puedo imaginar mi vida sin Sam a mi lado. —Oye, ¿qué piensas hacer al respecto? —pregunta Roxy mientras abre la puerta de la cabaña de sus padres. Me detengo, considerando sus palabras. No tengo una respuesta clara, solo sé que necesito arreglar las cosas con Sam antes de que sea demasiado tarde. Roxy me invita a entrar con un gesto, como si diera por hecho que voy a hacerlo. Al entrar, me doy cuenta de que la cabaña es lujosa, mucho más grande que la nuestra. —Ellos están arriba —sonríe. —¿Quiénes? —la miro confundido. Una voz femenina responde desde arriba, y Roxy hace una mueca de disgusto antes de volverse hacia la mujer que supongo es su madre. —¿Quién eres? —me pregunta la mujer, mirándome con curiosidad. Debería haberme limitado a acompañarla hasta la casa. Me pregunto cómo se sentiría Sam si supiera que estoy aquí. ¿Le molestaría? Está bastante cabreada conmigo y ha mostrado tener celos de algunas chicas con las que he salido. —Es el hijo de Dorotea y Leonardo —responde Roxy con una leve expresión de molestia. —Qué diferente estás —dice su padre al asomarse. Se acerca y me da unas palmaditas en el hombro. Retrocedo instintivamente, y él frunce ligeramente el ceño con extrañeza, como si esperara esta reacción por mi parte. —Bueno, es momento de que me vaya —digo, mirando a Roxy. Esta situación es bastante incómoda. —No, no. No tienes por qué irte. Nosotros nos vamos arriba —dice su padre. Sus padres regresan al segundo piso, y Roxy no deja de mirarme, su expresión es una mezcla de preocupación y exasperación. —Son desagradables, lo sé —parece leer mis pensamientos. —Un poco —admito. —Oye, ¿tu novia no se molesta de que estés acá? —No lo sé. Seguramente —me rasco la nuca, nervioso. —¿Y si ella hiciera lo mismo? ¿Cómo te sentirías si estuviera por ahí con un tipo que acaba de conocer? Su pregunta me hace pensar. La idea de ver a Sam con otro chico me inquieta más de lo que me gustaría admitir. —Obviamente, estaría muy molesto —frunzo el ceño, pensando en la idea de Sam con otro. —Ya me lo imaginaba —sonríe con malicia y da unas palmaditas en el sofá al lado de ella—. ¿Así que eres extremadamente celoso? —Mucho —asiento, intentando mantenerme tranquilo. —Seguro que a tu novia no le gustaría nada que me besaras —dice, acercándose un poco. Me levanto del sofá de un brinco. Estoy de camino a la puerta cuando escucho que empieza a partirse de risa. —¿Qué diablos intentabas hacer? —trato de mantener la calma, pero mi voz tiembla de frustración. —¡Relájate! Solo intenté hacerte una broma. No eres para nada mi tipo. —Eres insoportable —digo, volviendo a sentarme, esta vez en el sillón frente al sofá. Me siento incómodo. No conozco a esta chica lo suficiente como para confiar en ella, y la única razón por la que estoy aquí es porque no quiero enfrentar lo que me espera en la cabaña. —¿Por qué te molesta tanto que ella hable con ese tal Luke? —pregunta Roxy, con una expresión de curiosidad genuina. —Luke está enamorado de ella —le explico—. No quiero que se le acerque. —Pero son mejores amigos —responde ella, levantando una ceja. —Y no me interesa. —Mi voz se torna firme—. No confío en él. —¿No confías en ella? —Sí, en ella confío. —Hago una pausa—. En Luke no confío tanto. Roxy se queda en silencio por un momento, observándome con una mezcla de comprensión y curiosidad. Luego, rompe el silencio con un suspiro. —Bueno, parece que tienes tus razones. Pero no dejes que los celos te arruinen lo que tienes con ella. La confianza es clave. —Lo sé. —Miro al suelo, sintiendo el peso de sus palabras—. Solo... a veces es difícil no dejarse llevar por la inseguridad. —Entiendo. Todos tenemos nuestros demonios. —Sonríe amablemente—. Pero recuerda que enfrentarlos es parte del crecimiento. Echo desesperadamente de menos a mi novia, a pesar de que solo han pasado unas pocas horas. El hecho de que esté tan molesta conmigo solo hace que la extrañe aún más. —¿Y qué vas a hacer si ella quiere seguir siendo amiga de ese tal Luke? No tiene sentido que sigas molesto con ella por eso. —Sé que no lo entiendes, y ella tampoco, pero Sam es lo único que tengo. Literalmente, es lo único que me importa en mi vida. No puedo perderla. Sin ella, no soy nada. ¿Desde cuándo le cuento mi vida a desconocidos? —No me hagas caso —agrego, sintiendo la necesidad de retractarme. —No pasa nada. Todos somos cursis en algún momento. Las luces del segundo piso se apagan y miro a Roxy. —Creo que debo irme. —No pasa nada. A mi papá le gusta cuando traigo chicos —responde Roxy con una sonrisa. —¿Qué? —frunzo el ceño—. Cuando Sam y yo tengamos una hija, no dejaré que lleve a ningún chico a la casa, y menos a esta hora de la noche. —Pobre de tu hija —se ríe—. Soy lesbiana y mis padres no están de acuerdo. —Lamento mucho escuchar eso. —¿Quieres beber algo? —pregunta, cambiando de tema. —Sí, por favor. Se levanta y se acerca a un carrito auxiliar plateado. Examina las botellas y selecciona una, mostrándola rápidamente como si fuera una azafata de televisión. Mientras le quita el tapón a una botella de brandy, que probablemente sea más cara que el inmenso televisor instalado en la pared, me mira de nuevo con fingida compasión. —No puedes huir de tus problemas —se ríe. —No huyo de mis problemas —respondo, aunque sé que la voz en mi conciencia me acusa de mentir. —Me recuerdas mucho a mi novia. Roxy vierte el líquido oscuro en un vaso curvo y me lo pasa antes de sentarse de nuevo en el sofá. —¿No bebes? —pregunta. —Casi nunca —admito. Y yo no debería beber, pero el aroma intenso y ligeramente dulce del brandy acalla la irritante voz en mi conciencia. —¿Vas a decirme en qué me parezco a tu novia, sí o no? —insisto. —Aún no lo tengo claro. Ella también tiene esa actitud cerrada con las personas, igual que tú. —Debe tener algún motivo —digo, tratando de entender la comparación. Bebo la mitad del vaso de licor de un solo trago. El brandy es fuerte y frío, y siento cómo me quema desde la garganta hasta las suelas de las botas. —Te he contado muchas cosas sobre mí —digo, mirándola con una mezcla de desesperación y curiosidad—. Ahora quiero saber algo sobre ti. —¿Y? —Sí, ¿qué piensas hacer para que tu novia te perdone? —Roxy sonríe mientras se coloca el cabello castaño sobre un hombro. —No pienso disculparme. ¿Acaso soy la culpable? Ella fue quien dijo que quería estar sola por un rato. —Esto tiene que ser una broma —digo, sorprendiendo—. Tú te tienes que disculpar. —No lo haré —responde con desdén. —Vas a hacer que ella te deje, y espero que lo haga —le digo con frustración. —¿Qué te pasa? —dejo el vaso en la mesa—. Le estás quitando la libertad de escoger con quién estar y no piensas pedirle una disculpa. Roxy se encoge de hombros. —Pobre chica —murmura. —Me importa un comino lo que pienses —respondo, sintiéndome agobiado. Me levanto dispuesto a marcharme, pero Roxy me detiene. —Si te importara, no estarías tan enfadado. Estás actuando como una persona insegura, Edward. Tomo el trago más rápido de lo que debería. No quiero estar más en este lugar. —Tú no sabes nada sobre mí —le digo, intentando mantener la calma. —La verdad, he estado hablando contigo todo este tiempo y creo que he llegado a conocerte. —Eres tan... Esta chica no ha hecho nada malo. Está intentando ayudarme, y no merece que pague mis problemas con ella. —Lo siento —digo finalmente. Vuelvo al salón y me desplomo sobre el sofá. —¿Ves? Disculparse no es tan difícil, ¿verdad? —Roxy sonríe mientras me llena otro vaso. —Creo que mi novia va a matarme cuando me vea en este estado. —¿Te pones estresante cuando bebes? —se burla, con una sonrisa. —Sí —admito—. No me gusta que nadie se le acerque a mi novia, y si ese idiota sigue insistiendo, le rompo la cara. —Vaya —responde ella con sorpresa. —¿Y a ti no te gusta beber? —me gana la curiosidad. —No le veo gracia a beber —contesta Roxy, encogiéndose de hombros. Miro mi teléfono y veo que son casi las doce de la noche. Estoy seguro de que Sam va a estar furiosa cuando regrese a casa. —Debo irme, Roxy. —Te veo luego. Pídele perdón a tu novia —me dice mientras me dirijo a la puerta. Salgo, desciendo los escalones y recorro el acceso pavimentado hasta la cabaña. Las luces exteriores me guían mientras subo las escaleras despacio. No estoy borracho, pero sí bastante tomado, y sé que Sam va a enfadarse aún más que antes. La puerta de la habitación se abre con un leve crujido. Intento ser lo más silencioso posible, pero la lámpara de la mesa de noche se enciende, revelando a Sam sentada en la cama con una mirada expectante. —Lo siento, nena. No te quise despertar. —No lo hiciste —responde con frialdad—. ¿Has estado bebiendo? —¿Yo? —me señalo a mí mismo—. Solo un poquito. Ella suspira y se aparta los mechones rebeldes que se han soltado de su cola de caballo. —¿Con quién estabas y dónde? —Con Roxy —respondo—. Estábamos hablando sobre ti y sobre lo que pasa con Luke. —¿Por qué cuentas nuestros problemas a una chica que ni siquiera conoces? En realidad, no quería hablar con Roxy, pero me alegra que lo haya hecho. —Así que te fuiste con tu amiga, mientras yo estoy aquí sin poder dormir porque ni siquiera respondes el teléfono. —No seas tan... —¿Tan qué? —se cruza de brazos—. ¿Es linda? —La verdad es que sí —admito. También es lesbiana, pero no voy a mencionarlo. Si me pongo celoso de Luke, quiero que ella también sienta lo mismo por Roxy. Eres un idiota tan infantil. Mientras ella finge quedarse dormida, me doy cuenta de que tendré que pasar por alto su silencio esta noche. Afortunadamente, el alcohol está comenzando a hacer efecto y me da sueño. Me dejo caer en la cama, esperando que la noche pase rápido.Toco el lado de la cama de Sam y noto que está vacío. Me levanto, alarmado, y la veo en el balcón, sentada en una silla, con la mirada perdida en el horizonte.—Buenos días —digo, caminando hacia ella.—Buenos días —responde sin mirarme, su voz cargada de desdén.—¿Qué tienes? —pregunto, sintiendo la tensión en el aire.—¿De verdad me preguntas eso? —rueda los ojos sin mirarme.—¿Estás así por lo de anoche? —me atrevo a preguntar, aunque sé que puede no ser la mejor pregunta.—Sí —responde con un tono frío.—Pero...—En vez de venir y hablar conmigo para solucionar las cosas, te fuiste a la maldita cabaña a beber con esa... —ella misma se detiene, mordiéndose el labio.—No seas ridícula, Sam.—¿Ridícula? —levanta ambas cejas con incredulidad—. Espero que tú no me digas nada cuando yo haga lo mismo.—Sabía que no te ibas a quedar calladita —ruedo mis ojos, frustrado.—¿Disculpa? —se levanta de la silla con indignación—. ¿Crees que puedes hacer lo que te dé la gana y voy a quedarme call
El pánico me invade al ver a mi novio, o tal vez exnovio, sentado al lado de esa chica. Ni siquiera parece darse cuenta de mi presencia cuando me siento junto a Drake, al otro lado de la mesa, lo más lejos posible de él.—Drake, tienes una novia muy bonita —dice el hombre.Edward empieza a toser, o quizás se está atragantando. No quiero mirarlo para saber cuál de las dos es, pero no puedo evitarlo. Cuando lo hago, lo veo mirándome con furia.—No es mi novia, pero sí es bonita —responde Drake, mirando a su hermano, esperando que hable.Como era previsible, Edward no dice nada. La chica parece algo desorientada y un poco incómoda. Me alegra. Edward se acerca para susurrarle algo al oído, y ella le sonríe antes de sacudir la cabeza.—Me llamo Roxy —dice con una sonrisa —Es un gusto conocerte.—Igualmente.Igualmente, zorra.Tengo el corazón acelerado y apenas puedo ver con claridad. Si no estuviésemos compartiendo mesa con la familia de Edward, ya le habría lanzado una copa a él y a su a
Es nuestro último día de vacaciones y estoy decidida a no volver a casa de mis padres mañana. Si tengo que ir, iré con Edward. No me importa enfrentarme a mi padre. —Buenos días, linda —Edward me da un beso corto pero tierno. —Buenos días, Eddie. —Odié estar peleado contigo —admite—. Prometo no volver a hacerlo. —Eso espero. —Quiero pedirle perdón a Luke. ¿Edward pidiéndole perdón a alguien? Eso es nuevo. —¿Te sientes bien? —bromeo un poco. —Sí —dice, entrelazando nuestras manos—. Hice mal en decirle que se alejara de ti. No quiero ser como tu padre. —No menciones a mi padre —respondo, frunciendo el ceño. —Nena, es tu papá. —Los padres quieren la felicidad de sus hijos. Tú me haces feliz, Ed. —Tú también me haces feliz, nena. Vamos al baño para cepillarnos los dientes y luego descendemos a desayunar. Los padres de Edward nos reciben con sonrisas cálidas al vernos juntos. —¿Ya están bien? —pregunta Leonardo. —Sí —respondemos al unísono. —Qué bueno, porque Sam... —empiez
Después de regresar de nuestras vacaciones, estacionamos frente a mi casa. El aire fresco de la tarde me envuelve, y aunque aún falta tiempo para la cena, pienso que sería perfecto que Edward se quedara desde ya. Hay algo reconfortante en la idea de estar en casa, rodeados de las personas que más nos importan. —¡Ya llegamos! —grito con entusiasmo al abrir la puerta, dejando que el sonido de mi voz se disperse por el interior de la casa. En cuestión de segundos, escucho el eco de pasos apresurados bajando las escaleras. Mis padres aparecen en el umbral, sus rostros iluminados por sonrisas amplias. Mamá es la primera en alcanzarnos, envolviéndonos en un abrazo cálido, seguido de papá, quien no tarda en unirse. —Qué bueno que han regresado —dice mamá, con la alegría reflejada en su mirada. Es evidente que han estado esperando este momento con ansias. —¿Tienen hambre? —pregunta papá, siempre atento, con una sonrisa que promete más de lo que se ve a simple vista. —Sí, mucha —respondem
Me despierto con la luz del sol filtrándose por las cortinas, y al voltear, me doy cuenta de que Edward ya no está en la cama. Me estiro, dejando que mis músculos se despierten lentamente, y escucho el suave clic de las teclas en la computadora. Me levanto y, al acercarme a la sala, lo veo sentado en la mesa del comedor, absorto en la pantalla. Me acerco con sigilo, apoyando las manos en sus hombros mientras le doy un beso en la mejilla. —¿Qué haces tan temprano? —le susurro, todavía con voz adormilada. Edward sonríe y me jala suavemente hacia su regazo. —Estaba viendo algunos apartamentos —responde, señalando la pantalla. Miro la pantalla, curiosa. Hay varias pestañas abiertas, todas con fotos de apartamentos de diferentes tamaños y estilos. Algunos son modernos y minimalistas, mientras que otros tienen un encanto más clásico. Veo uno en particular que me llama la atención, con grandes ventanales y una vista impresionante de la ciudad. —¿Este te gusta? —le pregunto, señalando l
Mi celular recibe varios mensajes y, al revisar, veo que Carla, la asesora inmobiliaria, me está enviando mensajes llenos de cumplidos y sugiriendo que salgamos. La incomodidad se convierte en frustración mientras leo sus palabras. Me siento incómoda y molesta por su comportamiento. Inmediatamente le cuento a Sam, quien está a mi lado. —Mira esto —le digo, mostrándole los mensajes en mi pantalla. Sam lee rápidamente, sus cejas se fruncen y sus labios se aprietan en una línea delgada. La incomodidad en su expresión es palpable. —No puedo creerlo —dice con una mezcla de enojo y celos—. ¿Cómo se atreve a hacer algo así? —Lo sé, es completamente inapropiado —respondo—. No quiero que esto afecte nuestra búsqueda de la casa. Sam respira hondo, tratando de calmarse, pero puedo ver que está visiblemente afectada. Sin decir una palabra más, se da la vuelta y se dirige a la habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Sigo su ejemplo y la sigo hasta la habitación, encontrándola sentad
Mi celular suena a las cinco de la mañana, despertándome de golpe. Es una amiga de mi madre.¿Para qué me puede estar llamando a esta hora?Cuando contesto, me dice que su modelo principal de pasarela le ha cancelado y que me necesita. Me quedo en silencio, aún intentando procesar la información. No soy modelo, ni mucho menos una profesional en esto, pero antes de que pueda negarme, ella insiste en que soy la única que puede ayudarla en este momento.—Samantha, sé que no eres modelo, pero confío en ti. Además, no es la primera vez que desfilas, ¿recuerdas aquella vez en la fiesta de tu madre? Lo hiciste increíble —dice con un tono de urgencia.—Eso fue hace años y era solo una fiesta de cumpleaños, no una pasarela de verdad —respondo, pero su persistencia me deja sin opciones.—Por favor, Samantha. Necesito a alguien de confianza, y eres la única que puede hacerlo.Finalmente, acepto. Ella me da las instrucciones para el día, y me promete que todo saldrá bien.Después de colgar, me qu
El sol apenas comienza a filtrarse por las cortinas cuando siento a Sam moverse a mi lado. Me estiro, tratando de sacudirme el sueño, y recuerdo lo que habíamos planeado para hoy. O mejor dicho, lo que ella había planeado: compras.Suspiro, mirando el techo. Adoro a Sam, no hay nada en este mundo que no haría por ella. Pero, sinceramente, acompañarla a comprar ropa para nuestro viaje a París no es lo que tenía en mente para un sábado.Me giro hacia ella y la veo revisando algo en su celular, probablemente ya planificando la ruta de tiendas.—Buenos días, amor —le digo, tratando de sonar más entusiasmado de lo que realmente estoy.Ella sonríe y me da un beso rápido en los labios.—Buenos días. ¿Estás listo para nuestro día de compras? —pregunta con esa chispa en los ojos que hace que sea imposible negarle nada.—Claro que sí —respondo, aunque por dentro estoy pensando en mil formas de escapar.Nos levantamos, y mientras ella se arregla, yo me preparo mentalmente. Sé que Sam se emociona