El sol apenas comienza a filtrarse por las cortinas cuando siento a Sam moverse a mi lado. Me estiro, tratando de sacudirme el sueño, y recuerdo lo que habíamos planeado para hoy. O mejor dicho, lo que ella había planeado: compras.Suspiro, mirando el techo. Adoro a Sam, no hay nada en este mundo que no haría por ella. Pero, sinceramente, acompañarla a comprar ropa para nuestro viaje a París no es lo que tenía en mente para un sábado.Me giro hacia ella y la veo revisando algo en su celular, probablemente ya planificando la ruta de tiendas.—Buenos días, amor —le digo, tratando de sonar más entusiasmado de lo que realmente estoy.Ella sonríe y me da un beso rápido en los labios.—Buenos días. ¿Estás listo para nuestro día de compras? —pregunta con esa chispa en los ojos que hace que sea imposible negarle nada.—Claro que sí —respondo, aunque por dentro estoy pensando en mil formas de escapar.Nos levantamos, y mientras ella se arregla, yo me preparo mentalmente. Sé que Sam se emociona
El día finalmente ha llegado: nos vamos a París. La emoción corre por mis venas mientras reviso mi maleta por última vez, asegurándome de que todo esté en orden. Es mi primer viaje con Edward y mis padres, y quiero que todo salga perfecto, justo como lo he imaginado.Bajo las escaleras con mi maleta en mano. Edward está sentado en la sala, concentrado en su celular, mientras mis padres ya están cargando el auto.—Por fin llegas —dice, levantándose para recibirme. Sus ojos brillan cuando me mira—. Estás hermosa, nena.—Gracias —respondo, devolviéndole una sonrisa. Me da un beso suave, pero cargado de cariño.Edward toma mi maleta y la sube al auto. Nuestro chofer ya está listo para llevarnos al aeropuerto. Sin embargo, mientras me siento en el asiento, una sensación incómoda se instala en mi estómago, como un nudo de nervios que no se disipa.Intento ignorarlo, no quiero alarmar a nadie, especialmente a Edward o a mis padres. Pero en el fondo, una sombra de preocupación comienza a form
Una corriente de cosquilleo recorre mi cuerpo mientras Edward me llena de besos, su toque es suave pero intensamente electrizante. —Eddie… —murmuro, retorciéndome ligeramente en la cama. —Feliz cumpleaños, futura esposa —me susurra, plantando un suave beso en mis labios. —Gracias, cariño. Sin dejar de sonreír, Edward continúa su recorrido con besos, descendiendo lentamente desde mi cuello hasta llegar a mi abdomen. Siento que mi respiración se acelera y arqueo la espalda ante la cálida sensación de sus labios sobre mi piel. —Ven aquí, nena —dice, tomándome de la mano. Me guía hasta el balcón, donde el aire fresco de la mañana acaricia mi piel. Edward se sienta en una de las sillas y me mira con una expresión traviesa, una chispa de picardía iluminando sus ojos. —Siéntate conmigo un momento —me pide, tirando suavemente de mi mano para que me acerque. Mientras me acerco, la luz del sol baña todo el lugar, iluminando el comienzo de lo que promete ser un día lleno de sorpr
Edward Tengo a Sam completamente desnuda en mi cama. La veo dormir mientras admiro lo sexy que se ve respirando lento y con el cabello a lo largo de la almohada. Me paseo descalzo por la cocina, sintiendo el frío del suelo bajo mis pies, mientras sostengo una cerveza en la mano. La casa está en silencio, excepto por el suave zumbido del refrigerador y el sonido de las puertas de la despensa que abro y cierro en busca de algo para comer. Pero la búsqueda no es muy fructífera; no hay nada preparado y la nevera parece tan vacía como mi estómago. Decido pedir comida a domicilio, optando por un poco de deliciosa comida italiana que sé que ambos disfrutaremos. Antes de hacer el pedido, mis ojos se detienen en una bandeja de fresas que reposa en la encimera. Me acerco y comienzo a cortarlas en rodajas, disfrutando del aroma dulce que se desprende de cada corte. Las coloco en un tazón, y con un movimiento casi automático, saco un bote de crema batida del refrigerador y la rocío sobre l
La emoción me invade desde el momento en que me despierto. Hoy es un día importante. Edward y yo tenemos una reunión para planear nuestra boda, y aunque todavía hay muchos detalles por definir, sé que hay algo en lo que no estoy dispuesta a ceder: quiero casarme en la playa.El sol brilla intensamente mientras nos dirigimos al lugar donde hemos quedado con la organizadora de bodas. Mi mente ya está llena de ideas sobre cómo quiero que sea nuestro gran día: una ceremonia al atardecer, con el sonido de las olas de fondo y una decoración sencilla pero elegante, con flores blancas y toques de azul marino que complementen el paisaje natural.—¿Nerviosa? —me pregunta Edward mientras me toma de la mano, sus ojos reflejando la misma emoción que siento yo.—Un poco, pero en el buen sentido —respondo, apretando suavemente su mano—. No puedo esperar para empezar a planear cada detalle.Al llegar al lugar de la reunión, nos recibe Amelia, la organizadora de bodas. Es una mujer con una energía pos
Hoy es el cumpleaños de Edward, pero Drake me había hecho prometer que fingiera olvidar la fecha para darle una gran sorpresa en la noche. Me estiro bajo las sábanas, sintiendo el calor de Edward a mi lado. Su mano descansa sobre mi cintura, y la otra está bajo su cabeza mientras duerme plácidamente. Con cuidado, aparto su brazo y me levanto de la cama sin hacer ruido. Me apresuro al baño, consciente de que tengo un sinfín de cosas por hacer hoy, y el tiempo no está de mi lado. —¿Qué hora es, nena? —su voz adormilada interrumpe el silencio. —Las seis de la mañana —le respondo con una sonrisa, intentando sonar casual. —¿Y qué haces arreglada tan temprano, Sam? —pregunta mientras se incorpora un poco, frotándose los ojos. —Voy a salir a desayunar con unas amigas —miento, tratando de mantener la naturalidad. —Pensé que pasaríamos el día juntos… —dice, con una expresión de ligera decepción en su rostro. —No creo que podamos, cariño. Prometí que sería un día de chicas —le dig
Desayunamos unas deliciosas tostadas mientras navegamos en el computador, buscando el lugar perfecto para nuestra boda. El sol de la mañana entra por la ventana de la cocina, llenando el espacio con una luz cálida y acogedora. El aroma del café recién hecho flota en el aire, mezclándose con el dulce olor de las tostadas.—¿Qué piensas de Santorini? —le pregunto a Ed, señalando la pantalla donde se despliegan imágenes de la hermosa isla griega. Los acantilados blancos, las aguas cristalinas y el cielo azul parecen sacados de un sueño.Ed se inclina un poco más cerca de la pantalla, sus ojos brillan con interés mientras observa las imágenes. Se queda en silencio por un momento, como si estuviera imaginando cómo sería casarnos en un lugar tan mágico.—Me gusta mucho —responde finalmente, girando su rostro hacia mí con una sonrisa suave—. ¿Quieres que nos casemos en Santorini?La idea de casarnos en Santorini me emociona, pero quiero asegurarme de que él también lo desee. No quiero que se
Hoy comenzamos la mudanza a nuestra nueva casa. Es un día que he estado esperando con ansias, aunque también con un poco de nerviosismo. No es solo una mudanza, es el comienzo de una nueva etapa en nuestras vidas, y eso me llena de emoción. Edward está empacando algunas cosas en la habitación, concentrado en asegurarse de que todo esté bien protegido para el traslado. Lo observo desde la puerta, viendo cómo cuidadosamente envuelve un marco con nuestra foto favorita en papel burbuja. Me hace sonreír cómo se toma su tiempo con cada detalle, queriendo que todo llegue en perfecto estado. —¿Estás segura de que empacamos todo? —pregunta de repente, levantando la vista para mirarme. —Creo que sí —respondo, aunque en el fondo sé que siempre hay algo que se queda atrás en cada mudanza—. Pero si se nos olvida algo, siempre podemos volver. Él asiente y vuelve a su tarea, pero no puedo evitar seguir observándolo. Hay algo en ver a Edward así, tan concentrado y decidido, que me hace sent