Mi celular suena a las cinco de la mañana, despertándome de golpe. Es una amiga de mi madre.
¿Para qué me puede estar llamando a esta hora? Cuando contesto, me dice que su modelo principal de pasarela le ha cancelado y que me necesita. Me quedo en silencio, aún intentando procesar la información. No soy modelo, ni mucho menos una profesional en esto, pero antes de que pueda negarme, ella insiste en que soy la única que puede ayudarla en este momento. —Samantha, sé que no eres modelo, pero confío en ti. Además, no es la primera vez que desfilas, ¿recuerdas aquella vez en la fiesta de tu madre? Lo hiciste increíble —dice con un tono de urgencia. —Eso fue hace años y era solo una fiesta de cumpleaños, no una pasarela de verdad —respondo, pero su persistencia me deja sin opciones. —Por favor, Samantha. Necesito a alguien de confianza, y eres la única que puede hacerlo. Finalmente, acepto. Ella me da las instrucciones para el día, y me promete que todo saldrá bien. Después de colgar, me quedo mirando el techo, mi corazón latiendo con fuerza. Esta podría ser una oportunidad increíble, pero también me aterra la idea de fallar. Edward aún está dormido a mi lado, ajeno al torbellino que acaba de desatarse en mi cabeza. Me giro hacia él y lo observo por unos segundos, tomando valor de su presencia tranquila. Si alguien puede ayudarme a sentirme más segura, es él. Me levanto con cuidado, sin despertarlo, y comienzo a prepararme mentalmente para el día que me espera. Mi celular suena a las cinco de la mañana, despertándome de golpe. Es una amiga de mi madre. ¿Para qué me puede estar llamando a esta hora? Cuando contesto, me dice que su modelo principal de pasarela le ha cancelado y que me necesita. Me quedo en silencio, aún intentando procesar la información. No soy modelo, ni mucho menos una profesional en esto, pero antes de que pueda negarme, ella insiste en que soy la única que puede ayudarla en este momento. —Samantha, sé que no eres modelo, pero confío en ti. Además, no es la primera vez que desfilas, ¿recuerdas aquella vez en la fiesta de tu madre? Lo hiciste increíble —dice con un tono de urgencia. —Eso fue hace años y era solo una fiesta de cumpleaños, no una pasarela de verdad —respondo, pero su persistencia me deja sin opciones. —Por favor, Samantha. Necesito a alguien de confianza, y eres la única que puede hacerlo. Finalmente, acepto. Ella me da las instrucciones para el día, y me promete que todo saldrá bien. Después de colgar, me quedo mirando el techo, mi corazón latiendo con fuerza. Esta podría ser una oportunidad increíble, pero también me aterra la idea de fallar. Edward aún está dormido a mi lado, ajeno al torbellino que acaba de desatarse en mi cabeza. Me giro hacia él y lo observo por unos segundos, tomando valor de su presencia tranquila. Si alguien puede ayudarme a sentirme más segura, es él. Me levanto con cuidado, sin despertarlo, y comienzo a prepararme mentalmente para el día que me espera. Después de media hora, llegamos al lugar de la pasarela. Es un edificio impresionante, con grandes ventanales que dejan ver un interior lleno de luces y movimiento. Mi corazón late con fuerza mientras caminamos hacia la entrada. Al entrar, veo a Miranda, la amiga de mi madre, caminando rápidamente hacia nosotros con una sonrisa de alivio en el rostro. —¡Samantha, qué bueno que llegaste! —exclama, dándome un rápido abrazo—. Y tú debes ser Edward —añade, volviéndose hacia él. —Un placer conocerla —responde Edward, estrechando su mano. —Gracias por venir tan rápido —dice Miranda, antes de dirigirnos hacia el camerino—. El desfile comienza en un par de horas, así que tenemos que ponerte lista cuanto antes. Me lleva al camerino, donde varias prendas de lencería están colgadas y listas para que las use. Los nervios vuelven a aparecer al ver los delicados encajes y los conjuntos perfectamente organizados. —Aquí está lo que te pondrás —dice Miranda, comenzando a pasarme las diferentes piezas de lencería—. Tenemos estilistas listos para arreglarte el cabello y el maquillaje en cuanto estés vestida. Edward se queda a un lado, observando cómo me preparan. Me lanza una mirada de apoyo, y sé que está ahí para darme fuerzas. —No te preocupes, Sam —me dice Miranda al notar mi nerviosismo—. Estarás fantástica. Confío en ti. Después de que Miranda sale del camerino, me quedo a solas con Edward. Me siento un poco nerviosa, pero su presencia me tranquiliza. —Estás lista para esto, Sam —dice Edward, acercándose y tomando mis manos entre las suyas—. Vas a brillar. —Espero que tengas razón —le respondo con una sonrisa nerviosa. Me doy la vuelta y empiezo a cambiarme. Edward se da la vuelta para darme algo de privacidad, aunque puedo sentir que está pendiente de mí, listo para apoyarme si lo necesito. Me pongo la lencería, sintiendo cómo la tela suave y delicada se ajusta a mi cuerpo. Es un conjunto hermoso, pero también bastante revelador, lo que aumenta un poco más mis nervios. Una vez que estoy lista, me miro al espejo, tratando de asimilar la imagen. Es extraño verme así, pero hay algo empoderador en todo esto. —¿Qué opinas? —le pregunto a Edward, buscando su opinión. Él se gira y me mira, sus ojos se suavizan con admiración. —Estás increíble, Sam —dice con sinceridad—. No tengo ninguna duda de que vas a deslumbrar a todos. Antes de que pueda responder, los estilistas entran en el camerino, trayendo consigo todo su equipo. Se mueven rápidamente, trabajando en mi cabello y maquillaje con precisión. Edward se aparta para darles espacio, pero se queda cerca, observándome con una sonrisa alentadora. Mientras uno de los estilistas riza mi cabello y otro aplica sombra de ojos, trato de relajarme y enfocarme en la tarea que tengo por delante. El maquillaje es elegante y sofisticado, resaltando mis rasgos y haciéndome sentir más segura. —Estás lista —dice el estilista finalmente, dando un paso atrás para admirar su trabajo. Me miro en el espejo una vez más y apenas me reconozco. Me siento diferente, más fuerte, más preparada para lo que está por venir. —Es momento de brillar —digo, girándome hacia Edward. Él me sonríe, lleno de orgullo. —Siempre lo haces, Sam —me dice—, pero hoy, más que nunca. Llega el tan esperado momento. Siento una mezcla de emoción y nerviosismo mientras las modelos empiezan a salir una por una al escenario. Edward me da un suave apretón en el hombro antes de irse al asiento que Miranda le asignó. Me lanza una última mirada de apoyo, y su sonrisa me da la fuerza que necesito. Las luces brillan intensamente y la música retumba en el fondo. Observo cómo cada modelo se desliza con gracia por la pasarela, como si fuera algo natural para ellas. Siento que mi corazón late con fuerza en mi pecho, pero sé que no puedo dejar que los nervios me dominen. Llega mi turno. Tomo una respiración profunda, intentando calmarme. “Tú puedes hacerlo”, me digo a mí misma mientras doy el primer paso hacia la pasarela. Los focos me iluminan, cegándome un poco al principio, pero rápidamente me adapto a la intensidad de las luces. Camino con determinación, recordando mantener la cabeza en alto y los hombros relajados. Siento la mirada de la audiencia, y en medio de todas esas personas, sé que Edward está allí, viéndome, apoyándome. Cada paso que doy se siente como un pequeño triunfo. La lencería que llevo puesta me da una sensación de poder y seguridad que nunca antes había experimentado. A medida que avanzo, me concentro en mantener un ritmo constante y en mostrar la confianza que sé que Edward siempre ha visto en mí. Cuando llego al final de la pasarela, me detengo por un instante, posando tal como me enseñaron. Puedo escuchar los aplausos, y aunque no distingo las caras en la multitud, sé que he logrado captar su atención. Doy media vuelta y regreso, sintiéndome más ligera, más libre. Cada paso de vuelta se siente más natural, como si este mundo de pasarelas fuera mío desde siempre. Finalmente, llego al punto de partida, y cuando las cortinas se cierran, dejo escapar un suspiro de alivio y satisfacción. Lo he hecho. Edward se acerca a mí en cuanto las cortinas se cierran, con una expresión de orgullo en su rostro. Sin decir una palabra, me envuelve en sus brazos y me da un beso lleno de cariño y emoción, como si quisiera compartir su felicidad conmigo en ese mismo instante. Pero antes de que pueda responderle, un carraspeo incómodo nos interrumpe. Ambos nos giramos para ver quién está detrás de nosotros, y cuando Edward se da cuenta de quién es, su expresión cambia por completo. Ahí, parada con una sonrisa tensa en el rostro, está su exnovia. Edward abre la boca, sorprendido, pero no dice nada al principio. La tensión en el aire es palpable, y siento cómo mi corazón se acelera, preguntándome qué hace ella aquí, en este momento. —Nunca pensé que me cambiarías por algo tan… —Miranda me mira de arriba abajo con desdén, su tono es ácido y su expresión denota desprecio. Edward, sorprendido por la presencia de su exnovia, retrocede un paso, pero no suelta mi mano. —Miranda, no es lo que piensas… —intenta decir Edward, pero Miranda lo interrumpe con una risa sarcástica. —¿No es lo que pienso? —se cruza de brazos y da un paso hacia adelante—. Entonces, ¿qué es? ¿Una aventura pasajera? ¿O te sientes culpable porque me dejaste por alguien tan… ordinaria? Siento cómo mi corazón late con fuerza, pero no voy a dejar que Miranda me intimide. Tomo aire y doy un paso al frente, situándome al lado de Edward. —Lo que tenemos Edward y yo no es asunto tuyo, Miranda —digo con firmeza—. Si hay algo que discutir, es entre nosotros, no contigo. —¿Ah, sí? —Miranda alza una ceja, desafiándome—. Edward y yo tenemos una historia, algo que tú nunca podrás entender. Edward, claramente incómodo, intercede antes de que las cosas se calienten aún más. —Miranda, ya basta. Lo que tuvimos quedó en el pasado. Estoy con Sam ahora, y eso es lo único que importa. Pero Miranda no está dispuesta a ceder tan fácilmente. Se acerca a Edward, casi ignorándome por completo. —¿De verdad vas a elegir a alguien que ni siquiera conoce tu verdadero yo? —susurra, pero lo suficiente alto para que yo lo escuche—. Sabes que conmigo nunca tuviste que fingir. Edward se tensa a mi lado, pero no le da oportunidad de seguir hablando. Su mano aprieta la mía con fuerza. —Estoy con Sam porque ella me hace feliz. No tengo que justificarlo ante ti ni ante nadie. Miranda, herida y furiosa, me lanza una última mirada antes de dar media vuelta. Me quedo a solas con Edward, el ambiente tenso por lo que acaba de ocurrir con Miranda. Mientras comienzo a cambiarme, Edward me mira, claramente preocupado. Trata de acercarse y hablarme, pero el nudo en mi garganta no me permite mirarlo. —Sam, por favor, hablemos… —dice en voz baja, intentando suavizar el tono. Pero el dolor y la confusión que siento no me dejan pensar con claridad. Me doy la vuelta para terminar de cambiarme y lo detengo en seco. —No me hables, Edward —le digo con firmeza, sin mirarlo a los ojos. Necesito un momento para procesar todo, para entender por qué me siento así. Edward se queda en silencio, observándome mientras continúo vistiéndome. Puedo sentir su frustración, su deseo de explicar, pero en este momento no estoy lista para escuchar. —Sam… —intenta de nuevo, pero lo interrumpo una vez más. —Por favor, no ahora —repito, más suave, pero firme—. Solo… dame un momento. Me vuelvo hacia Edward, sintiendo el peso de mi dolor y celos. Miro sus ojos y veo la preocupación y el arrepentimiento reflejados allí. El dolor de la situación es profundo, pero no puedo ignorar lo que siento por él. —Edward —le digo suavemente, tomando su mano en la mía—. Estoy celosa y dolida, pero también te amo. —Te amo, nena. Eres la única mujer que me importa.El sol apenas comienza a filtrarse por las cortinas cuando siento a Sam moverse a mi lado. Me estiro, tratando de sacudirme el sueño, y recuerdo lo que habíamos planeado para hoy. O mejor dicho, lo que ella había planeado: compras.Suspiro, mirando el techo. Adoro a Sam, no hay nada en este mundo que no haría por ella. Pero, sinceramente, acompañarla a comprar ropa para nuestro viaje a París no es lo que tenía en mente para un sábado.Me giro hacia ella y la veo revisando algo en su celular, probablemente ya planificando la ruta de tiendas.—Buenos días, amor —le digo, tratando de sonar más entusiasmado de lo que realmente estoy.Ella sonríe y me da un beso rápido en los labios.—Buenos días. ¿Estás listo para nuestro día de compras? —pregunta con esa chispa en los ojos que hace que sea imposible negarle nada.—Claro que sí —respondo, aunque por dentro estoy pensando en mil formas de escapar.Nos levantamos, y mientras ella se arregla, yo me preparo mentalmente. Sé que Sam se emociona
El día finalmente ha llegado: nos vamos a París. La emoción corre por mis venas mientras reviso mi maleta por última vez, asegurándome de que todo esté en orden. Es mi primer viaje con Edward y mis padres, y quiero que todo salga perfecto, justo como lo he imaginado.Bajo las escaleras con mi maleta en mano. Edward está sentado en la sala, concentrado en su celular, mientras mis padres ya están cargando el auto.—Por fin llegas —dice, levantándose para recibirme. Sus ojos brillan cuando me mira—. Estás hermosa, nena.—Gracias —respondo, devolviéndole una sonrisa. Me da un beso suave, pero cargado de cariño.Edward toma mi maleta y la sube al auto. Nuestro chofer ya está listo para llevarnos al aeropuerto. Sin embargo, mientras me siento en el asiento, una sensación incómoda se instala en mi estómago, como un nudo de nervios que no se disipa.Intento ignorarlo, no quiero alarmar a nadie, especialmente a Edward o a mis padres. Pero en el fondo, una sombra de preocupación comienza a form
Una corriente de cosquilleo recorre mi cuerpo mientras Edward me llena de besos, su toque es suave pero intensamente electrizante. —Eddie… —murmuro, retorciéndome ligeramente en la cama. —Feliz cumpleaños, futura esposa —me susurra, plantando un suave beso en mis labios. —Gracias, cariño. Sin dejar de sonreír, Edward continúa su recorrido con besos, descendiendo lentamente desde mi cuello hasta llegar a mi abdomen. Siento que mi respiración se acelera y arqueo la espalda ante la cálida sensación de sus labios sobre mi piel. —Ven aquí, nena —dice, tomándome de la mano. Me guía hasta el balcón, donde el aire fresco de la mañana acaricia mi piel. Edward se sienta en una de las sillas y me mira con una expresión traviesa, una chispa de picardía iluminando sus ojos. —Siéntate conmigo un momento —me pide, tirando suavemente de mi mano para que me acerque. Mientras me acerco, la luz del sol baña todo el lugar, iluminando el comienzo de lo que promete ser un día lleno de sorpr
Edward Tengo a Sam completamente desnuda en mi cama. La veo dormir mientras admiro lo sexy que se ve respirando lento y con el cabello a lo largo de la almohada. Me paseo descalzo por la cocina, sintiendo el frío del suelo bajo mis pies, mientras sostengo una cerveza en la mano. La casa está en silencio, excepto por el suave zumbido del refrigerador y el sonido de las puertas de la despensa que abro y cierro en busca de algo para comer. Pero la búsqueda no es muy fructífera; no hay nada preparado y la nevera parece tan vacía como mi estómago. Decido pedir comida a domicilio, optando por un poco de deliciosa comida italiana que sé que ambos disfrutaremos. Antes de hacer el pedido, mis ojos se detienen en una bandeja de fresas que reposa en la encimera. Me acerco y comienzo a cortarlas en rodajas, disfrutando del aroma dulce que se desprende de cada corte. Las coloco en un tazón, y con un movimiento casi automático, saco un bote de crema batida del refrigerador y la rocío sobre l
La emoción me invade desde el momento en que me despierto. Hoy es un día importante. Edward y yo tenemos una reunión para planear nuestra boda, y aunque todavía hay muchos detalles por definir, sé que hay algo en lo que no estoy dispuesta a ceder: quiero casarme en la playa.El sol brilla intensamente mientras nos dirigimos al lugar donde hemos quedado con la organizadora de bodas. Mi mente ya está llena de ideas sobre cómo quiero que sea nuestro gran día: una ceremonia al atardecer, con el sonido de las olas de fondo y una decoración sencilla pero elegante, con flores blancas y toques de azul marino que complementen el paisaje natural.—¿Nerviosa? —me pregunta Edward mientras me toma de la mano, sus ojos reflejando la misma emoción que siento yo.—Un poco, pero en el buen sentido —respondo, apretando suavemente su mano—. No puedo esperar para empezar a planear cada detalle.Al llegar al lugar de la reunión, nos recibe Amelia, la organizadora de bodas. Es una mujer con una energía pos
Hoy es el cumpleaños de Edward, pero Drake me había hecho prometer que fingiera olvidar la fecha para darle una gran sorpresa en la noche. Me estiro bajo las sábanas, sintiendo el calor de Edward a mi lado. Su mano descansa sobre mi cintura, y la otra está bajo su cabeza mientras duerme plácidamente. Con cuidado, aparto su brazo y me levanto de la cama sin hacer ruido. Me apresuro al baño, consciente de que tengo un sinfín de cosas por hacer hoy, y el tiempo no está de mi lado. —¿Qué hora es, nena? —su voz adormilada interrumpe el silencio. —Las seis de la mañana —le respondo con una sonrisa, intentando sonar casual. —¿Y qué haces arreglada tan temprano, Sam? —pregunta mientras se incorpora un poco, frotándose los ojos. —Voy a salir a desayunar con unas amigas —miento, tratando de mantener la naturalidad. —Pensé que pasaríamos el día juntos… —dice, con una expresión de ligera decepción en su rostro. —No creo que podamos, cariño. Prometí que sería un día de chicas —le dig
Desayunamos unas deliciosas tostadas mientras navegamos en el computador, buscando el lugar perfecto para nuestra boda. El sol de la mañana entra por la ventana de la cocina, llenando el espacio con una luz cálida y acogedora. El aroma del café recién hecho flota en el aire, mezclándose con el dulce olor de las tostadas.—¿Qué piensas de Santorini? —le pregunto a Ed, señalando la pantalla donde se despliegan imágenes de la hermosa isla griega. Los acantilados blancos, las aguas cristalinas y el cielo azul parecen sacados de un sueño.Ed se inclina un poco más cerca de la pantalla, sus ojos brillan con interés mientras observa las imágenes. Se queda en silencio por un momento, como si estuviera imaginando cómo sería casarnos en un lugar tan mágico.—Me gusta mucho —responde finalmente, girando su rostro hacia mí con una sonrisa suave—. ¿Quieres que nos casemos en Santorini?La idea de casarnos en Santorini me emociona, pero quiero asegurarme de que él también lo desee. No quiero que se
Hoy comenzamos la mudanza a nuestra nueva casa. Es un día que he estado esperando con ansias, aunque también con un poco de nerviosismo. No es solo una mudanza, es el comienzo de una nueva etapa en nuestras vidas, y eso me llena de emoción. Edward está empacando algunas cosas en la habitación, concentrado en asegurarse de que todo esté bien protegido para el traslado. Lo observo desde la puerta, viendo cómo cuidadosamente envuelve un marco con nuestra foto favorita en papel burbuja. Me hace sonreír cómo se toma su tiempo con cada detalle, queriendo que todo llegue en perfecto estado. —¿Estás segura de que empacamos todo? —pregunta de repente, levantando la vista para mirarme. —Creo que sí —respondo, aunque en el fondo sé que siempre hay algo que se queda atrás en cada mudanza—. Pero si se nos olvida algo, siempre podemos volver. Él asiente y vuelve a su tarea, pero no puedo evitar seguir observándolo. Hay algo en ver a Edward así, tan concentrado y decidido, que me hace sent