Capítulo 33

La emoción me invade desde el momento en que me despierto. Hoy es un día importante. Edward y yo tenemos una reunión para planear nuestra boda, y aunque todavía hay muchos detalles por definir, sé que hay algo en lo que no estoy dispuesta a ceder: quiero casarme en la playa.

El sol brilla intensamente mientras nos dirigimos al lugar donde hemos quedado con la organizadora de bodas. Mi mente ya está llena de ideas sobre cómo quiero que sea nuestro gran día: una ceremonia al atardecer, con el sonido de las olas de fondo y una decoración sencilla pero elegante, con flores blancas y toques de azul marino que complementen el paisaje natural.

—¿Nerviosa? —me pregunta Edward mientras me toma de la mano, sus ojos reflejando la misma emoción que siento yo.

—Un poco, pero en el buen sentido —respondo, apretando suavemente su mano—. No puedo esperar para empezar a planear cada detalle.

Al llegar al lugar de la reunión, nos recibe Amelia, la organizadora de bodas. Es una mujer con una energía positiva y una sonrisa que me hace sentir que estamos en buenas manos.

—¡Samantha, Edward! Es un placer verlos —nos saluda entusiasta, indicándonos que tomemos asiento en una mesa que ya está preparada con folletos, muestras de colores y un sinfín de opciones para elegir.

—El placer es nuestro —respondo, sentándome junto a Edward—. Hemos estado pensando mucho en cómo queremos que sea nuestro día, y hay algo que tengo claro: quiero que la boda sea en la playa.

Amelia asiente con una sonrisa, tomando notas rápidamente.

—Me encanta la idea. Las bodas en la playa tienen algo mágico, y hay muchas formas de hacer que sea un día inolvidable. ¿Ya tienen algún lugar en mente?

—Hay una playa que visitamos hace un par de años —comienza Edward, mirándome con cariño—. Es tranquila, alejada del bullicio, y el atardecer ahí es increíble. Creo que sería el lugar perfecto.

—Suena perfecto —responde Amelia, y puedo ver que ya está imaginando cómo podría ser nuestra boda.

Amelia despliega varios catálogos y muestras sobre la mesa, y comienzo a hojearlos con interés. Las opciones son tantas que me siento un poco abrumada, pero al mismo tiempo, me emociona ver cómo cada detalle puede reflejar nuestra personalidad y lo que queremos para nuestro gran día.

—Aquí tenemos algunas opciones para la decoración en la playa —dice Amelia mientras señala un catálogo con imágenes de arcos florales, guirnaldas de luces y mesas decoradas con conchas y estrellas de mar—. Podemos optar por un estilo más rústico, con madera y flores silvestres, o algo más elegante y minimalista, con tonos blancos y dorados.

—Me gusta la idea de mantenerlo simple —comento, pasando las páginas con diferentes muestras—. Quizás una combinación de blanco y azul marino, algo que se mezcle bien con el entorno natural. No quiero que la decoración sea demasiado abrumadora; prefiero que complemente el paisaje.

Edward asiente a mi lado, apoyando mis ideas.

—¿Y qué piensas de las flores? —pregunta Amelia, sacando un álbum lleno de opciones—. Las hortensias, las rosas blancas, o incluso el eucalipto son opciones populares para las bodas en la playa.

—Las hortensias me encantan —respondo, imaginando cómo podrían verse en un ramo sencillo—. Quizás mezcladas con un poco de eucalipto para darle un toque verde y fresco. Algo que no se vea demasiado formal, pero que sea elegante.

—Perfecto —dice Amelia, tomando nota—. ¿Y para las mesas? Podríamos hacer centros de mesa con pequeñas linternas, velas flotantes, o incluso frascos con arena y pequeñas suculentas.

—Las linternas suenan perfectas —añade Edward—. Crearían un ambiente acogedor cuando caiga la noche.

—Sí, y las velas flotantes también me gustan —agrego, visualizando el efecto que podrían tener al reflejarse en el agua durante la cena—. Quiero que la iluminación sea suave y cálida, algo que haga que todo se sienta íntimo y especial.

Amelia sonríe y anota todas nuestras sugerencias.

—Parece que tenemos una visión clara de lo que quieren —dice—. Voy a trabajar en algunas propuestas más detalladas y se las enviaré para que puedan elegir lo que más les guste. Estoy segura de que todo se verá increíble.

Me siento aliviada al escuchar eso, sabiendo que estamos en buenas manos. Hay algo tan emocionante en ver cómo nuestras ideas se van materializando, haciendo que todo lo que hemos soñado se esté convirtiendo en una realidad.

—Gracias, Amelia —digo con una sonrisa—. Estoy segura de que va a ser exactamente como lo imaginamos.

—De nada, Samantha —responde ella—. Estoy aquí para asegurarme de que todo salga perfecto.

Amelia coloca sobre la mesa un nuevo conjunto de catálogos, esta vez llenos de imágenes de pasteles de boda. Paso las páginas con curiosidad, observando los diseños elegantes, algunos con varias capas y detalles intrincados, otros decorados con flores de azúcar y toques de oro.

De repente, uno en particular captura mi atención. Es un pastel de tres niveles, sencillo pero lleno de encanto. Está cubierto con un glaseado blanco suave y decorado con pequeñas flores naturales en tonos pastel, colocadas de manera delicada alrededor de cada nivel. La simplicidad del diseño me parece refrescante, y las flores le dan un toque de ternura que me hace sonreír.

—Este me encanta —digo señalando la imagen—. Es tan delicado y sencillo, justo lo que quería.

Edward se inclina para ver mejor el pastel que he elegido y asiente con aprobación.

—Es perfecto —dice, sonriendo—. Tiene ese estilo que te gusta, elegante pero sin ser exagerado.

Amelia observa el pastel y asiente con entusiasmo.

—Este diseño es uno de mis favoritos también —comenta—. Es ligero, no muy dulce, y las flores naturales le dan ese toque fresco que combina muy bien con una boda en la playa. Podemos adaptarlo a los colores que eligieron para la decoración, usando flores que se integren con el resto del entorno.

—Eso sería ideal —respondo, imaginando cómo se verá el pastel en la mesa de postres, rodeado de la decoración que hemos elegido.

—Además, puedo sugerirles algunos sabores que complementen el estilo del pastel —añade Amelia—. Quizás un bizcocho de vainilla con relleno de frutos rojos, o un pastel de limón con una capa ligera de crema. Algo que sea tan delicioso como atractivo.

—El de limón suena delicioso —digo, ya saboreándolo en mi mente.

—Totalmente de acuerdo —Edward añade—. Algo fresco y ligero sería perfecto para una boda en la playa.

Edward y yo salimos del lugar con una sensación de satisfacción, sabiendo que hemos tomado decisiones importantes para nuestra boda. Mientras caminamos hacia el auto, la brisa marina se mezcla con nuestros pensamientos sobre lo que está por venir.

—No puedo creer que todo esté tomando forma —comento, entrelazando mis dedos con los de Edward—. Es como si todo lo que hemos soñado estuviera a punto de hacerse realidad.

—Lo sé —responde él, apretando suavemente mi mano—. Y lo mejor de todo es que lo estamos haciendo a nuestro estilo. La boda en la playa, la decoración, el pastel… todo refleja quiénes somos.

—Exactamente —digo, sintiéndome emocionada—. No quiero una boda tradicional y rígida. Quiero que sea un día relajado, lleno de alegría, donde podamos disfrutar y celebrar con las personas que amamos.

—Y créeme, lo será —Edward me mira con esa sonrisa que siempre me tranquiliza—. Además, ya estamos casi listos. Solo faltan algunos detalles, pero lo esencial ya está decidido.

Mientras caminamos hacia el auto, seguimos hablando de las ideas que tenemos en mente. Hablamos de la música, de las flores, de cómo imaginamos que será el momento en que nos veamos por primera vez en el altar. Cada pequeño detalle nos acerca más a ese día tan esperado.

—Todavía no me hago a la idea de que pronto estaré caminando hacia ti, vestida de blanco, con el sonido de las olas de fondo —digo, sintiendo un nudo de emoción en la garganta.

—Y yo estaré ahí, esperándote —responde Edward, levantando nuestra mano unida para besarla—. No puedo esperar para verte.

Nos detenemos un momento antes de subir al auto, simplemente disfrutando de la compañía del otro y del futuro que estamos construyendo juntos. Siento que cada conversación sobre la boda nos une más, haciendo que este proceso sea más que una simple planificación. Es una afirmación de lo que hemos construido juntos, y de lo que nos espera en el futuro.

—Vamos a hacer de ese día algo inolvidable, Sam —me dice Edward antes de arrancar el auto—. Y sé que va a ser el comienzo de algo aún más maravilloso.

—Lo sé —respondo, mirándolo con todo el amor que siento—. No podría pedir nada más.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo