La emoción me invade desde el momento en que me despierto. Hoy es un día importante. Edward y yo tenemos una reunión para planear nuestra boda, y aunque todavía hay muchos detalles por definir, sé que hay algo en lo que no estoy dispuesta a ceder: quiero casarme en la playa.
El sol brilla intensamente mientras nos dirigimos al lugar donde hemos quedado con la organizadora de bodas. Mi mente ya está llena de ideas sobre cómo quiero que sea nuestro gran día: una ceremonia al atardecer, con el sonido de las olas de fondo y una decoración sencilla pero elegante, con flores blancas y toques de azul marino que complementen el paisaje natural. —¿Nerviosa? —me pregunta Edward mientras me toma de la mano, sus ojos reflejando la misma emoción que siento yo. —Un poco, pero en el buen sentido —respondo, apretando suavemente su mano—. No puedo esperar para empezar a planear cada detalle. Al llegar al lugar de la reunión, nos recibe Amelia, la organizadora de bodas. Es una mujer con una energía positiva y una sonrisa que me hace sentir que estamos en buenas manos. —¡Samantha, Edward! Es un placer verlos —nos saluda entusiasta, indicándonos que tomemos asiento en una mesa que ya está preparada con folletos, muestras de colores y un sinfín de opciones para elegir. —El placer es nuestro —respondo, sentándome junto a Edward—. Hemos estado pensando mucho en cómo queremos que sea nuestro día, y hay algo que tengo claro: quiero que la boda sea en la playa. Amelia asiente con una sonrisa, tomando notas rápidamente. —Me encanta la idea. Las bodas en la playa tienen algo mágico, y hay muchas formas de hacer que sea un día inolvidable. ¿Ya tienen algún lugar en mente? —Hay una playa que visitamos hace un par de años —comienza Edward, mirándome con cariño—. Es tranquila, alejada del bullicio, y el atardecer ahí es increíble. Creo que sería el lugar perfecto. —Suena perfecto —responde Amelia, y puedo ver que ya está imaginando cómo podría ser nuestra boda. Amelia despliega varios catálogos y muestras sobre la mesa, y comienzo a hojearlos con interés. Las opciones son tantas que me siento un poco abrumada, pero al mismo tiempo, me emociona ver cómo cada detalle puede reflejar nuestra personalidad y lo que queremos para nuestro gran día. —Aquí tenemos algunas opciones para la decoración en la playa —dice Amelia mientras señala un catálogo con imágenes de arcos florales, guirnaldas de luces y mesas decoradas con conchas y estrellas de mar—. Podemos optar por un estilo más rústico, con madera y flores silvestres, o algo más elegante y minimalista, con tonos blancos y dorados. —Me gusta la idea de mantenerlo simple —comento, pasando las páginas con diferentes muestras—. Quizás una combinación de blanco y azul marino, algo que se mezcle bien con el entorno natural. No quiero que la decoración sea demasiado abrumadora; prefiero que complemente el paisaje. Edward asiente a mi lado, apoyando mis ideas. —¿Y qué piensas de las flores? —pregunta Amelia, sacando un álbum lleno de opciones—. Las hortensias, las rosas blancas, o incluso el eucalipto son opciones populares para las bodas en la playa. —Las hortensias me encantan —respondo, imaginando cómo podrían verse en un ramo sencillo—. Quizás mezcladas con un poco de eucalipto para darle un toque verde y fresco. Algo que no se vea demasiado formal, pero que sea elegante. —Perfecto —dice Amelia, tomando nota—. ¿Y para las mesas? Podríamos hacer centros de mesa con pequeñas linternas, velas flotantes, o incluso frascos con arena y pequeñas suculentas. —Las linternas suenan perfectas —añade Edward—. Crearían un ambiente acogedor cuando caiga la noche. —Sí, y las velas flotantes también me gustan —agrego, visualizando el efecto que podrían tener al reflejarse en el agua durante la cena—. Quiero que la iluminación sea suave y cálida, algo que haga que todo se sienta íntimo y especial. Amelia sonríe y anota todas nuestras sugerencias. —Parece que tenemos una visión clara de lo que quieren —dice—. Voy a trabajar en algunas propuestas más detalladas y se las enviaré para que puedan elegir lo que más les guste. Estoy segura de que todo se verá increíble. Me siento aliviada al escuchar eso, sabiendo que estamos en buenas manos. Hay algo tan emocionante en ver cómo nuestras ideas se van materializando, haciendo que todo lo que hemos soñado se esté convirtiendo en una realidad. —Gracias, Amelia —digo con una sonrisa—. Estoy segura de que va a ser exactamente como lo imaginamos. —De nada, Samantha —responde ella—. Estoy aquí para asegurarme de que todo salga perfecto. Amelia coloca sobre la mesa un nuevo conjunto de catálogos, esta vez llenos de imágenes de pasteles de boda. Paso las páginas con curiosidad, observando los diseños elegantes, algunos con varias capas y detalles intrincados, otros decorados con flores de azúcar y toques de oro. De repente, uno en particular captura mi atención. Es un pastel de tres niveles, sencillo pero lleno de encanto. Está cubierto con un glaseado blanco suave y decorado con pequeñas flores naturales en tonos pastel, colocadas de manera delicada alrededor de cada nivel. La simplicidad del diseño me parece refrescante, y las flores le dan un toque de ternura que me hace sonreír. —Este me encanta —digo señalando la imagen—. Es tan delicado y sencillo, justo lo que quería. Edward se inclina para ver mejor el pastel que he elegido y asiente con aprobación. —Es perfecto —dice, sonriendo—. Tiene ese estilo que te gusta, elegante pero sin ser exagerado. Amelia observa el pastel y asiente con entusiasmo. —Este diseño es uno de mis favoritos también —comenta—. Es ligero, no muy dulce, y las flores naturales le dan ese toque fresco que combina muy bien con una boda en la playa. Podemos adaptarlo a los colores que eligieron para la decoración, usando flores que se integren con el resto del entorno. —Eso sería ideal —respondo, imaginando cómo se verá el pastel en la mesa de postres, rodeado de la decoración que hemos elegido. —Además, puedo sugerirles algunos sabores que complementen el estilo del pastel —añade Amelia—. Quizás un bizcocho de vainilla con relleno de frutos rojos, o un pastel de limón con una capa ligera de crema. Algo que sea tan delicioso como atractivo. —El de limón suena delicioso —digo, ya saboreándolo en mi mente. —Totalmente de acuerdo —Edward añade—. Algo fresco y ligero sería perfecto para una boda en la playa. Edward y yo salimos del lugar con una sensación de satisfacción, sabiendo que hemos tomado decisiones importantes para nuestra boda. Mientras caminamos hacia el auto, la brisa marina se mezcla con nuestros pensamientos sobre lo que está por venir. —No puedo creer que todo esté tomando forma —comento, entrelazando mis dedos con los de Edward—. Es como si todo lo que hemos soñado estuviera a punto de hacerse realidad. —Lo sé —responde él, apretando suavemente mi mano—. Y lo mejor de todo es que lo estamos haciendo a nuestro estilo. La boda en la playa, la decoración, el pastel… todo refleja quiénes somos. —Exactamente —digo, sintiéndome emocionada—. No quiero una boda tradicional y rígida. Quiero que sea un día relajado, lleno de alegría, donde podamos disfrutar y celebrar con las personas que amamos. —Y créeme, lo será —Edward me mira con esa sonrisa que siempre me tranquiliza—. Además, ya estamos casi listos. Solo faltan algunos detalles, pero lo esencial ya está decidido. Mientras caminamos hacia el auto, seguimos hablando de las ideas que tenemos en mente. Hablamos de la música, de las flores, de cómo imaginamos que será el momento en que nos veamos por primera vez en el altar. Cada pequeño detalle nos acerca más a ese día tan esperado. —Todavía no me hago a la idea de que pronto estaré caminando hacia ti, vestida de blanco, con el sonido de las olas de fondo —digo, sintiendo un nudo de emoción en la garganta. —Y yo estaré ahí, esperándote —responde Edward, levantando nuestra mano unida para besarla—. No puedo esperar para verte. Nos detenemos un momento antes de subir al auto, simplemente disfrutando de la compañía del otro y del futuro que estamos construyendo juntos. Siento que cada conversación sobre la boda nos une más, haciendo que este proceso sea más que una simple planificación. Es una afirmación de lo que hemos construido juntos, y de lo que nos espera en el futuro. —Vamos a hacer de ese día algo inolvidable, Sam —me dice Edward antes de arrancar el auto—. Y sé que va a ser el comienzo de algo aún más maravilloso. —Lo sé —respondo, mirándolo con todo el amor que siento—. No podría pedir nada más.Hoy es el cumpleaños de Edward, pero Drake me había hecho prometer que fingiera olvidar la fecha para darle una gran sorpresa en la noche. Me estiro bajo las sábanas, sintiendo el calor de Edward a mi lado. Su mano descansa sobre mi cintura, y la otra está bajo su cabeza mientras duerme plácidamente. Con cuidado, aparto su brazo y me levanto de la cama sin hacer ruido. Me apresuro al baño, consciente de que tengo un sinfín de cosas por hacer hoy, y el tiempo no está de mi lado. —¿Qué hora es, nena? —su voz adormilada interrumpe el silencio. —Las seis de la mañana —le respondo con una sonrisa, intentando sonar casual. —¿Y qué haces arreglada tan temprano, Sam? —pregunta mientras se incorpora un poco, frotándose los ojos. —Voy a salir a desayunar con unas amigas —miento, tratando de mantener la naturalidad. —Pensé que pasaríamos el día juntos… —dice, con una expresión de ligera decepción en su rostro. —No creo que podamos, cariño. Prometí que sería un día de chicas —le dig
Desayunamos unas deliciosas tostadas mientras navegamos en el computador, buscando el lugar perfecto para nuestra boda. El sol de la mañana entra por la ventana de la cocina, llenando el espacio con una luz cálida y acogedora. El aroma del café recién hecho flota en el aire, mezclándose con el dulce olor de las tostadas.—¿Qué piensas de Santorini? —le pregunto a Ed, señalando la pantalla donde se despliegan imágenes de la hermosa isla griega. Los acantilados blancos, las aguas cristalinas y el cielo azul parecen sacados de un sueño.Ed se inclina un poco más cerca de la pantalla, sus ojos brillan con interés mientras observa las imágenes. Se queda en silencio por un momento, como si estuviera imaginando cómo sería casarnos en un lugar tan mágico.—Me gusta mucho —responde finalmente, girando su rostro hacia mí con una sonrisa suave—. ¿Quieres que nos casemos en Santorini?La idea de casarnos en Santorini me emociona, pero quiero asegurarme de que él también lo desee. No quiero que se
Hoy comenzamos la mudanza a nuestra nueva casa. Es un día que he estado esperando con ansias, aunque también con un poco de nerviosismo. No es solo una mudanza, es el comienzo de una nueva etapa en nuestras vidas, y eso me llena de emoción. Edward está empacando algunas cosas en la habitación, concentrado en asegurarse de que todo esté bien protegido para el traslado. Lo observo desde la puerta, viendo cómo cuidadosamente envuelve un marco con nuestra foto favorita en papel burbuja. Me hace sonreír cómo se toma su tiempo con cada detalle, queriendo que todo llegue en perfecto estado. —¿Estás segura de que empacamos todo? —pregunta de repente, levantando la vista para mirarme. —Creo que sí —respondo, aunque en el fondo sé que siempre hay algo que se queda atrás en cada mudanza—. Pero si se nos olvida algo, siempre podemos volver. Él asiente y vuelve a su tarea, pero no puedo evitar seguir observándolo. Hay algo en ver a Edward así, tan concentrado y decidido, que me hace sent
Maldición. Hoy es la cita con la doctora para saber el sexo del bebé. Es un momento que he estado esperando con ansias, pero también uno que me llena de nervios.Me siento en la sala, revisando mi teléfono para distraerme mientras Sam se prepara. Cuando la veo salir de la habitación, mi corazón da un vuelco. Está radiante con ese vestido blanco que resalta su panza, que ya es imposible de ignorar. Cada día que pasa, ella está más hermosa, y la emoción de saber que pronto seremos padres se hace más real.Me acerco a ella, incapaz de resistir la tentación de besarla. Sus labios son suaves y cálidos, y el contacto de mi mano en su vientre me hace sentir una conexión inmediata con nuestro bebé.—Estás hermosa —le susurro, y ella me responde con una sonrisa tímida, esa que siempre me derrite.Tomo su mano con ternura y la guío hacia el carro. Es un momento solemne, casi sagrado, y ambos lo sabemos. Subimos al auto y comienzo a conducir hacia la clínica, mis pensamientos en mil direcciones.
¡Me voy de viaje a Bora Bora!Lucy, mi mejor amiga, ha organizado un viaje para mi despedida de soltera. Originalmente, era una sorpresa, pero insistí tanto que al final tuvo que decirme a dónde íbamos.—¿Segura que quieres ir? —pregunta Edward con un puchero en su rostro.—Amor, estaré bien —le aseguro, acariciando su mejilla.—Pero estarás separada de mí —dice mientras coloca sus manos alrededor de mi cintura, atrayéndome hacia él—. No quiero separarme de ti, amor.—Eddie, solo serán tres días —le respondo entre risas, intentando calmarlo.—Tres días en los que no voy a poder besarte —murmura, pegando sus labios a los míos con ternura.—Cariño, debemos irnos ya al aeropuerto o llegaré tarde —le recuerdo, aunque una parte de mí tampoco quiere soltarlo.—No, Sam —protesta, apretándome un poco más—. No quiero dejarte ir.—Amor, solo seremos las chicas y yo —intento tranquilizarlo, sabiendo que su preocupación es genuina.—Y habrá idiotas que intentarán acercarse a ti, pero confío en ti
El sol entra a través de las cortinas, despertándome más temprano de lo que esperaba. Miro el reloj en mi celular y veo que son apenas las seis de la mañana. A pesar de la hora, me siento llena de energía, así que decido aprovechar el tiempo. Entro al baño, me arreglo rápidamente y salgo para dar un paseo por la playa. Mientras camino descalza por la arena, disfrutando de la suave brisa marina, decido llamar a Edward. Extraño escuchar su voz. —Buenos días, amor —digo cuando él responde. —Buenos días, nena —su voz suena adormilada—. ¿Cómo estás? ¿Me estás extrañando? —Muchísimo, amor —admito, sonriendo al imaginar su cara—. ¿Tú estás durmiendo en casa de tus padres? —Sí, no podía soportar estar solo en nuestra casa —responde con un suspiro—. Te extraño demasiado, Sam. La casa se siente vacía sin ti. —Yo también te extraño mucho, Eddie. Ya casi nos volveremos a ver. —¿Qué planes tienen para hoy? —Vamos a viajar en yate —le cuento, emocionada. —Ten mucho cuidado, por favor —su to
Hoy es un día especial, y aunque he pasado por muchas cosas en mi vida, debo admitir que estoy más nervioso de lo que pensaba. Hoy es la fiesta de revelación de género, un momento que tanto Sam como yo hemos esperado con ansias. Aún recuerdo el día en que Sam me dijo que estaba embarazada. No podía creerlo, y al mismo tiempo, sentí una alegría indescriptible. Ahora, estamos aquí, a punto de compartir la noticia con nuestras familias y amigos más cercanos. Me miro en el espejo y ajusto el cuello de mi camisa blanca. Es simple, pero perfecta para la ocasión. Quiero estar a la altura de este momento tan importante. Salgo de la habitación y me encuentro con Sam en la sala. Ella luce absolutamente hermosa en su vestido blanco. Su barriguita se nota más ahora, y no puedo evitar sonreír cada vez que la veo. —Te ves hermosa —le digo mientras la abrazo por detrás y beso su mejilla. —Gracias, Eddie —responde, mirándome con esos ojos llenos de amor que siempre me hacen sentir como el hombre m
El sol se alza lentamente en el horizonte, anunciando el inicio de un nuevo día. La luz suave de la mañana entra por las cortinas, iluminando la habitación y despertándome de un sueño profundo. A mi lado, Sam todavía duerme plácidamente, con una mano descansando sobre su vientre, donde nuestro pequeño Louis crece cada día más. Sonrío al recordar la fiesta de revelación del día anterior, el momento en que el humo azul llenó el aire y confirmamos lo que ambos habíamos soñado: íbamos a tener un niño.Con cuidado, me levanto de la cama, tratando de no despertarla. Hoy es un día importante, no solo porque me he decidido a hacer algo que he estado planeando en mi cabeza durante semanas, sino porque es el momento de asegurarme de que todo esté perfecto para nuestra familia en crecimiento.Después de darme una ducha rápida y vestirme, bajo las escaleras y me preparo un café. Necesito la energía para lo que tengo en mente hoy. Mientras disfruto de la tranquilidad de la mañana, saco mi teléfono