El sol se alza lentamente en el horizonte, anunciando el inicio de un nuevo día. La luz suave de la mañana entra por las cortinas, iluminando la habitación y despertándome de un sueño profundo. A mi lado, Sam todavía duerme plácidamente, con una mano descansando sobre su vientre, donde nuestro pequeño Louis crece cada día más. Sonrío al recordar la fiesta de revelación del día anterior, el momento en que el humo azul llenó el aire y confirmamos lo que ambos habíamos soñado: íbamos a tener un niño.Con cuidado, me levanto de la cama, tratando de no despertarla. Hoy es un día importante, no solo porque me he decidido a hacer algo que he estado planeando en mi cabeza durante semanas, sino porque es el momento de asegurarme de que todo esté perfecto para nuestra familia en crecimiento.Después de darme una ducha rápida y vestirme, bajo las escaleras y me preparo un café. Necesito la energía para lo que tengo en mente hoy. Mientras disfruto de la tranquilidad de la mañana, saco mi teléfono
Hoy es un día especial, uno que he estado esperando con una mezcla de nervios y emoción: nuestras primeras clases de maternidad.Edward y yo hemos hablado mucho sobre lo que significará ser padres, pero hoy es el día en que empezaremos a aprender cómo hacerlo. No puedo evitar sentir un poco de ansiedad, como si la realidad de todo esto se volviera más tangible con cada paso que damos hacia esa aula.La mañana comenzó como cualquier otra. Me desperté un poco antes de Edward y me quedé un momento en la cama, sintiendo las suaves pataditas de Louis. Es nuestro pequeño ritual, una manera de conectarme con él antes de que el día comience. Mientras acaricio mi vientre, pienso en lo rápido que ha pasado el tiempo. Apenas parece que fue ayer cuando descubrimos que estaba embarazada, y ahora estamos aquí, preparándonos para traer a nuestro hijo al mundo.Edward se despierta poco después y me encuentra sonriendo mientras sigo sintiendo a Louis moverse.—¿Listos para nuestra primera clase? —me p
Hoy marca exactamente diez días antes de la fecha en la que se espera que nuestro pequeño Louis llegue al mundo. Todo se siente surrealista. La casa está lista, la habitación del bebé está terminada con cada detalle cuidadosamente escogido por Sam y por mí. Pero a pesar de todo, la emoción y la anticipación no se detienen. La verdad es que no puedo dejar de pensar en cómo será finalmente conocer a nuestro hijo.Esta mañana, me despierto antes que Sam. El sol apenas comienza a asomarse por la ventana, llenando la habitación con una luz suave. Observo a Sam mientras duerme, su cuerpo ligeramente curvado hacia el lado, una mano descansando protectora sobre su vientre. No puedo evitar sonreír al verla así, tan tranquila, tan hermosa. Parece increíble pensar que pronto seremos padres.Decido levantarme con cuidado para no despertarla. Me deslizo fuera de la cama y me dirijo a la cocina. La rutina de preparar el desayuno se ha vuelto algo casi meditativo para mí en las últimas semanas. Sam
El sol apenas comienza a asomar por el horizonte cuando despierto, agitada y sudando. La incomodidad en mi vientre ha aumentado durante la noche y las contracciones, que antes eran esporádicas y ligeras, se han vuelto más intensas y regulares. Me giro en la cama, tratando de encontrar una posición que alivié el dolor, pero es imposible encontrar consuelo. Cada contracción parece más fuerte que la anterior, y no puedo ignorar la creciente presión.Miro a Edward, que duerme a mi lado, completamente ajeno a mi sufrimiento. Lo observo durante unos segundos, su respiración es tranquila y regular. Me siento un poco culpable por despertarlo, pero el dolor es demasiado intenso para soportarlo sola. Finalmente, decido que es hora de hacerlo.—Edward —digo con voz temblorosa, intentando no sonar demasiado desesperada—. Edward, despierta.Él se mueve lentamente, con una expresión de confusión en su rostro mientras abre los ojos.—¿Qué pasa, Sam? —pregunta, frotándose los ojos.—Creo que es hora
Las noches no han sido fáciles desde que Louis llegó a nuestras vidas. La verdad es que no hemos pasado muchas buenas noches, y esta madrugada no es la excepción. El llanto de nuestro bebé resuena en el cuarto, cortando el silencio de la noche y recordándonos que aún estamos en las primeras etapas de esta nueva rutina. Me incorporo lentamente, sintiendo el cansancio acumulado, y miro a Edward, que ya está despertando al sonido del llanto.—Lo siento, Louis está llorando de nuevo —le digo en voz baja, tratando de no alterar demasiado el ambiente tranquilo de la madrugada.Edward, con una expresión de cansancio pero también de determinación, se levanta de la cama. Se estira para deshacer el sueño, y se dirige hacia la cuna de Louis. Yo me quedo en la cama, observándolo mientras él toma a nuestro hijo en brazos con la habilidad de un padre experimentado.—Déjame encargármelo —me dice, notando mi preocupación en el rostro—. Tú descansa un poco más.Asiento, agradecida por su disposición a
La emoción en el aire es palpable mientras me preparo para un momento tan esperado: recoger mi vestido de novia. Solo queda una semana para la boda, y cada detalle cuenta para hacer de este día algo inolvidable. La tienda de novias está a solo unos minutos en coche, y me encuentro revisando mi reloj con frecuencia, nerviosa y emocionada por lo que está por venir.El sol brilla suavemente en el cielo, y el tráfico es ligero, lo que me permite llegar a la tienda sin contratiempos. Me estaciono y respiro hondo, tratando de calmar los nervios que me recorren. Salgo del coche y me dirijo a la entrada de la tienda, donde la campanita suena al abrir la puerta, anunciando mi llegada.Dentro, el ambiente es elegante y acogedor, con una suave música romántica que llena el aire. Me recibe Laura, la diseñadora que ha estado a cargo de la creación de mi vestido. Su sonrisa cálida y su entusiasmo me hacen sentir inmediatamente en confianza.—¡Hola, Sam! —dice Laura, acercándose para darme un abrazo
Hoy es el día en que nos embarcamos hacia Santorini, y no puedo evitar sentir una mezcla de emoción y nervios. La boda está a solo una semana de distancia, y la realidad de lo que está por suceder comienza a hundirse en mí. Todo tiene que salir perfecto, y aunque estoy segura de que lo hará, hay una pequeña parte de mí que no puede evitar preocuparse por los detalles.Edward y yo nos hemos estado preparando para este día durante meses, y finalmente está aquí. Louis, que ahora tiene casi dos meses, está en su cuna, tranquilo, ajeno al ajetreo que se desarrolla a su alrededor. Observo cómo Edward revisa una lista en su teléfono, asegurándose de que no hayamos olvidado nada importante. Me siento en la cama, dándole el último sorbo a mi café, tratando de calmar las mariposas en mi estómago.—¿Todo listo? —pregunta Edward mientras guarda su teléfono en el bolsillo y se acerca para besarme en la frente.—Creo que sí —respondo con una sonrisa—. Aunque no puedo dejar de pensar en si nos hemos
Llegamos a Santorini en medio de un cielo despejado, con el sol resplandeciente reflejándose en el agua azul del mar Egeo. Al bajar del avión, siento la brisa cálida en mi rostro, un recordatorio perfecto de que estamos a punto de vivir uno de los momentos más importantes de nuestras vidas. Con Sam a mi lado y Louis en mis brazos, todo parece encajar a la perfección.Después de recoger nuestras maletas, nos dirigimos hacia la salida del aeropuerto, donde un taxi ya nos está esperando. El conductor, un hombre mayor con una sonrisa amable, nos ayuda a cargar las maletas en el maletero antes de indicarnos que subamos.El trayecto hacia el hotel es impresionante. Pasamos por pequeños pueblos encalados con casas de techos azules que se mezclan armoniosamente con el paisaje montañoso. El contraste de colores, el blanco de las paredes y el azul intenso del mar y el cielo, es simplemente asombroso. Sam no puede evitar sacar su cámara para capturar algunas fotos desde la ventana del taxi, y yo