El sol apenas comienza a asomar por el horizonte cuando despierto, agitada y sudando. La incomodidad en mi vientre ha aumentado durante la noche y las contracciones, que antes eran esporádicas y ligeras, se han vuelto más intensas y regulares. Me giro en la cama, tratando de encontrar una posición que alivié el dolor, pero es imposible encontrar consuelo. Cada contracción parece más fuerte que la anterior, y no puedo ignorar la creciente presión.
Miro a Edward, que duerme a mi lado, completamente ajeno a mi sufrimiento. Lo observo durante unos segundos, su respiración es tranquila y regular. Me siento un poco culpable por despertarlo, pero el dolor es demasiado intenso para soportarlo sola. Finalmente, decido que es hora de hacerlo. —Edward —digo con voz temblorosa, intentando no sonar demasiado desesperada—. Edward, despierta. Él se mueve lentamente, con una expresión de confusión en su rostro mientras abre los ojos. —¿Qué pasa, Sam? —pregunta, frotándose los ojos. —Creo que es hora de ir al hospital —respondo, mi voz casi un susurro—. Las contracciones están muy fuertes. Edward se endereza en la cama de inmediato, su rostro se transforma de confusión a preocupación en un instante. Me observa con atención y se da cuenta de que el dolor es real y que no estoy exagerando. —¿Estás segura? —pregunta, tratando de calmarse mientras se levanta de la cama. —Sí —respondo, agarrándome del costado de la cama mientras una nueva contracción me toma por sorpresa—. No creo que pueda esperar mucho más. Edward se viste rápidamente y comienza a prepararse para salir. Lo sigo al baño, donde me encuentro con el rostro pálido, tratando de respirar profundamente para manejar el dolor. Mientras él prepara una pequeña bolsa con nuestras cosas esenciales, yo trato de calmarme, sabiendo que pronto estará aquí nuestro pequeño. Finalmente, Edward está listo y me ayuda a salir de la casa. Aunque es temprano, el aire frío de la mañana me recibe con un alivio temporal. Me siento en el asiento del copiloto mientras Edward arranca el coche y comienza a conducir hacia el hospital. Cada contracción es más intensa y tengo que concentrarme en mi respiración para no dejarme llevar por el dolor. —¿Cómo te sientes? —pregunta Edward, su voz cargada de preocupación mientras maneja con cuidado. —No sé cómo describirlo —admito—. El dolor es constante y cada contracción parece durar más tiempo. —Lo sé, amor. Estamos casi allí. Voy a conducir con cuidado para que estés lo más cómoda posible. Las calles están tranquilas a esta hora, y Edward avanza con rapidez pero con cautela. Trato de enfocarme en mi respiración, contando los segundos entre contracciones. Me aferro al asiento y cierro los ojos, intentando ignorar el dolor y concentrarme en el hecho de que estamos a punto de conocer a nuestro bebé. Finalmente, llegamos al hospital. Edward encuentra un lugar para estacionar y corre para abrirme la puerta. Me ayuda a salir del coche, y juntos nos dirigimos hacia la entrada del hospital. Cada paso se siente como una eternidad, y tengo que detenerme en varias ocasiones para respirar profundamente durante las contracciones. Una vez dentro, el personal del hospital nos recibe de inmediato. Edward explica nuestra situación mientras yo me apoyo en él, tratando de mantenerme lo más relajada posible. Me llevan a una sala de parto y me colocan en una cama mientras el equipo médico comienza a prepararse para la llegada de nuestro bebé. —¿Cómo te sientes? —me pregunta una enfermera mientras revisa mis signos vitales. —No puedo decir que esté cómoda —respondo con una sonrisa débil—. Las contracciones son bastante intensas. —Lo entiendo. Vamos a hacer todo lo posible para que te sientas lo más cómoda posible —dice la enfermera mientras comienza a prepararme para el examen. Edward está a mi lado en todo momento, sosteniéndome de la mano y ofreciéndome palabras de aliento. Siento su apoyo incondicional, y eso me ayuda a mantenerme enfocada en el objetivo final: conocer a nuestro bebé. Las horas pasan lentamente mientras las contracciones se vuelven más frecuentes y más intensas. El personal del hospital es increíblemente atento y profesional, y cada miembro del equipo contribuye a hacerme sentir lo más cómoda posible. La sala está llena de ruido suave y de murmullos mientras los médicos y enfermeras trabajan en coordinación para prepararnos para el parto. Finalmente, el momento llega. El doctor entra en la sala, y Edward se acerca más a mi lado. Las contracciones se vuelven abrumadoras, y tengo que concentrarme en mi respiración para manejar el dolor. —Estás haciendo un gran trabajo, Sam —dice Edward, apretando mi mano con ternura. —Gracias —respondo, luchando por mantenerme enfocada en el final del proceso. Después de lo que parece una eternidad, el doctor nos da la señal de que estamos listos para comenzar el parto. Edward me sostiene y me anima, y el equipo médico trabaja rápidamente para asegurarse de que todo esté en orden. El ambiente en la sala se llena de una mezcla de tensión y anticipación mientras nos acercamos al momento que hemos estado esperando. Con cada contracción, siento la presión creciente y la necesidad de empujar. Edward está a mi lado, sosteniéndome y ofreciéndome su aliento mientras el doctor y las enfermeras me guían a través del proceso. Cada empuje se siente como un esfuerzo monumental, pero el pensamiento de nuestro bebé me mantiene motivada. Finalmente, después de mucho esfuerzo, escucho el llanto de nuestro bebé. El sonido es el más hermoso que he escuchado en mi vida. Edward se inclina hacia mí, sus ojos brillan con lágrimas de alegría mientras mira a nuestro hijo por primera vez. Me siento abrumada por una oleada de amor y alivio mientras el bebé es colocado en mi pecho. —Lo hiciste increíble —dice Edward, besándome en la frente mientras acaricia la cabeza de nuestro bebé. —Es perfecto —respondo, mirando a nuestro hijo con lágrimas en los ojos. El bebé está envuelto en una manta cálida y me lo colocan en los brazos. Miro a nuestro pequeño y me siento llena de una emoción indescriptible. Edward y yo nos miramos, compartiendo una sonrisa llena de amor y felicidad mientras sostenemos a nuestro hijo por primera vez. El doctor y el equipo médico terminan los últimos detalles mientras nosotros nos tomamos un momento para disfrutar de la llegada de nuestro bebé. Después de que el personal del hospital termina su trabajo y se aseguran de que todo esté en orden, nos dejan a solas en la sala. Edward y yo nos miramos, aún atónitos por la llegada de nuestro hijo, Louis. El cuarto ahora parece estar envuelto en una atmósfera de calma y tranquilidad, y el llanto de Louis es el único sonido que rompe el silencio. Louis comienza a llorar, un llanto pequeño pero insistente. Lo miro con ternura y me doy cuenta de que está buscando alimento. Con cuidado, me acomodo en la cama y tomo a Louis en mis brazos. Sus pequeños ojos se abren, y aunque todavía es un bebé, parece reconocerme. —Creo que tiene hambre —digo a Edward, quien se acerca para observar más de cerca. Su mirada está llena de admiración y amor. Edward asiente, sonriendo con orgullo. Se acerca a la cuna para asegurarse de que todo esté listo y luego vuelve a mi lado. Mientras tanto, coloco a Louis en una posición cómoda para darle el seno. La primera toma es un momento especial, lleno de ternura y conexión. El instinto maternal se apodera de mí, y siento una oleada de amor y satisfacción al nutrir a mi hijo. —Es increíble —dice Edward, sus palabras llenas de emoción mientras nos observa. La luz suave del cuarto hace que todo se sienta aún más mágico. Louis se alimenta con avidez, y mientras lo hago, siento una profunda conexión con él. Cada pequeño movimiento y sonido que hace me llena de una sensación indescriptible de alegría. Edward se sienta a mi lado, acariciándome el brazo y observando a nuestro hijo con una mezcla de asombro y amor. —No puedo creer que ya está aquí —dice Edward en voz baja, su voz cargada de emoción. —Yo tampoco —respondo, mirando a Louis mientras continúa alimentándose—. Es un sueño hecho realidad. Nos quedamos así, disfrutando del momento, con Louis en mis brazos y Edward a mi lado. El cuarto está lleno de una sensación de paz y plenitud que solo se puede experimentar al tener a tu hijo en brazos. Cada pequeño gesto de Louis, cada sonido que hace, refuerza el vínculo que hemos formado como familia. —¿Ya has pensado en cómo vamos a organizar todo en casa? —pregunta Edward, su voz baja pero cargada de entusiasmo. —Sí, un poco —respondo—. Pero ahora mismo, solo quiero disfrutar de este momento con él. Edward sonríe y asiente. Luego, nos quedamos en silencio por un rato, simplemente disfrutando de la presencia de nuestro hijo y de la compañía mutua. Los minutos pasan, y Louis finalmente se tranquiliza y se duerme en mis brazos. Lo miro con ternura, su pequeño rostro relajado y pacífico. —Está tan tranquilo —murmura Edward, con una sonrisa—. Parece que se siente seguro en tus brazos. —Sí, lo está —respondo, acariciando suavemente la cabeza de Louis—. Estoy tan feliz de tenerlo aquí con nosotros. Las primeras horas de vida de nuestro hijo están llenas de momentos pequeños pero significativos. La emoción de ser padres es abrumadora, y cada instante se siente como una bendición. Edward y yo seguimos hablando en voz baja, compartiendo nuestros pensamientos y sueños para el futuro mientras observamos a nuestro hijo dormir. Poco a poco, el cansancio se hace presente. Las horas de trabajo de parto y el esfuerzo de traer a nuestro hijo al mundo han dejado sus marcas, pero la felicidad que sentimos supera cualquier fatiga. Edward se ofrece a encargarse de algunas de las tareas para que pueda descansar un poco, y acepto con gratitud. —Voy a ir a buscar algo para comer —dice Edward—. Toma todo el tiempo que necesites para descansar. Te traeré algo cuando vuelva. Le agradezco con una sonrisa, y él se va a buscar algo para comer mientras yo continúo disfrutando del momento con Louis. Mientras tanto, me acomodo en la cama y me permito relajarmme, sintiendo el calor y la suavidad de mi bebé en mis brazos. Cada respiración de Louis, cada pequeño movimiento, me recuerda lo perfecto que es este momento. Cuando Edward regresa, me trae algo de comida y se sienta a mi lado mientras sigo conociendo a nuestro hijo. La noche avanza lentamente, y aunque estamos cansados, el amor y la alegría que sentimos nos mantienen despiertos. Conversamos en voz baja, compartiendo nuestras esperanzas y sueños para el futuro mientras observamos a Louis. El tiempo pasa rápidamente, y antes de que nos demos cuenta, la noche se convierte en madrugada. Los primeros momentos como familia son preciosos y llenos de significados, y aunque estamos agotados, no podríamos estar más felices. Mientras la madrugada avanza, nos preparamos para el nuevo día con la certeza de que nuestra vida ha cambiado para siempre y que estamos listos para enfrentarlo juntos. Finalmente, nos recostamos, con Louis dormido en su cuna cerca de nuestra cama. Edward toma mi mano y la aprieta suavemente, y yo le devuelvo el gesto con una sonrisa. —No puedo esperar a ver cómo será cada día con él —dice Edward, su voz llena de esperanza y emoción. —Yo tampoco —respondo—. Pero por ahora, vamos a disfrutar de estos primeros momentos. Nos quedamos en silencio, disfrutando de la tranquilidad del cuarto mientras el sueño comienza a invadirnos. A pesar de la cansancio, la felicidad que sentimos es abrumadora. Estamos listos para comenzar esta nueva etapa de nuestras vidas, sabiendo que, juntos, podemos enfrentar cualquier cosa.Las noches no han sido fáciles desde que Louis llegó a nuestras vidas. La verdad es que no hemos pasado muchas buenas noches, y esta madrugada no es la excepción. El llanto de nuestro bebé resuena en el cuarto, cortando el silencio de la noche y recordándonos que aún estamos en las primeras etapas de esta nueva rutina. Me incorporo lentamente, sintiendo el cansancio acumulado, y miro a Edward, que ya está despertando al sonido del llanto.—Lo siento, Louis está llorando de nuevo —le digo en voz baja, tratando de no alterar demasiado el ambiente tranquilo de la madrugada.Edward, con una expresión de cansancio pero también de determinación, se levanta de la cama. Se estira para deshacer el sueño, y se dirige hacia la cuna de Louis. Yo me quedo en la cama, observándolo mientras él toma a nuestro hijo en brazos con la habilidad de un padre experimentado.—Déjame encargármelo —me dice, notando mi preocupación en el rostro—. Tú descansa un poco más.Asiento, agradecida por su disposición a
La emoción en el aire es palpable mientras me preparo para un momento tan esperado: recoger mi vestido de novia. Solo queda una semana para la boda, y cada detalle cuenta para hacer de este día algo inolvidable. La tienda de novias está a solo unos minutos en coche, y me encuentro revisando mi reloj con frecuencia, nerviosa y emocionada por lo que está por venir.El sol brilla suavemente en el cielo, y el tráfico es ligero, lo que me permite llegar a la tienda sin contratiempos. Me estaciono y respiro hondo, tratando de calmar los nervios que me recorren. Salgo del coche y me dirijo a la entrada de la tienda, donde la campanita suena al abrir la puerta, anunciando mi llegada.Dentro, el ambiente es elegante y acogedor, con una suave música romántica que llena el aire. Me recibe Laura, la diseñadora que ha estado a cargo de la creación de mi vestido. Su sonrisa cálida y su entusiasmo me hacen sentir inmediatamente en confianza.—¡Hola, Sam! —dice Laura, acercándose para darme un abrazo
Hoy es el día en que nos embarcamos hacia Santorini, y no puedo evitar sentir una mezcla de emoción y nervios. La boda está a solo una semana de distancia, y la realidad de lo que está por suceder comienza a hundirse en mí. Todo tiene que salir perfecto, y aunque estoy segura de que lo hará, hay una pequeña parte de mí que no puede evitar preocuparse por los detalles.Edward y yo nos hemos estado preparando para este día durante meses, y finalmente está aquí. Louis, que ahora tiene casi dos meses, está en su cuna, tranquilo, ajeno al ajetreo que se desarrolla a su alrededor. Observo cómo Edward revisa una lista en su teléfono, asegurándose de que no hayamos olvidado nada importante. Me siento en la cama, dándole el último sorbo a mi café, tratando de calmar las mariposas en mi estómago.—¿Todo listo? —pregunta Edward mientras guarda su teléfono en el bolsillo y se acerca para besarme en la frente.—Creo que sí —respondo con una sonrisa—. Aunque no puedo dejar de pensar en si nos hemos
Llegamos a Santorini en medio de un cielo despejado, con el sol resplandeciente reflejándose en el agua azul del mar Egeo. Al bajar del avión, siento la brisa cálida en mi rostro, un recordatorio perfecto de que estamos a punto de vivir uno de los momentos más importantes de nuestras vidas. Con Sam a mi lado y Louis en mis brazos, todo parece encajar a la perfección.Después de recoger nuestras maletas, nos dirigimos hacia la salida del aeropuerto, donde un taxi ya nos está esperando. El conductor, un hombre mayor con una sonrisa amable, nos ayuda a cargar las maletas en el maletero antes de indicarnos que subamos.El trayecto hacia el hotel es impresionante. Pasamos por pequeños pueblos encalados con casas de techos azules que se mezclan armoniosamente con el paisaje montañoso. El contraste de colores, el blanco de las paredes y el azul intenso del mar y el cielo, es simplemente asombroso. Sam no puede evitar sacar su cámara para capturar algunas fotos desde la ventana del taxi, y yo
Abro la puerta de la habitación donde me estoy preparando y me encuentro con Drake, quien tiene una expresión que mezcla diversión y seriedad, algo que raramente veo en él. Me toma del hombro y me da una palmada firme, un gesto que me reconforta un poco.—Vamos, Edward. Es ahora o nunca —dice con una sonrisa que trata de ocultar sus propios nervios.Caminamos juntos por los pasillos del hotel hacia el lugar donde se llevará a cabo la ceremonia. Todo está preparado para el gran momento. A lo lejos, puedo escuchar el murmullo de los invitados, el sonido del viento que se cuela por las ventanas, y el suave tintineo de la música que comienza a tocar, una melodía que me llena de emoción y ansiedad a partes iguales. El ambiente es electrizante, casi surrealista. El aire está cargado con la expectativa de lo que está por suceder.A medida que nos acercamos, siento que el corazón me late más rápido. Este no es un simple paso más en nuestra relación; es el paso definitivo. Sam y yo hemos pasad
Hoy es un día emocionante. Finalmente, saldremos a recorrer Santorini con nuestra familia. Mientras la ciudad empieza a despertarse bajo la luz dorada de la mañana, me preparo para un día lleno de exploraciones y momentos compartidos. Coloco a Louis en su cochecito, asegurándome de que esté cómodo y bien abrigado, antes de salir del hotel. Edward ya está listo, y junto con nuestros familiares, nos dirigimos a descubrir la belleza de esta isla.El primer destino es Oia, famoso por sus vistas panorámicas y sus calles estrechas y pintorescas. La carretera serpentea a lo largo de la costa, y cada vuelta revela una vista más impresionante que la anterior. Cuando llegamos, el sol brilla intensamente sobre las casas blancas encaladas y las cúpulas azules que caracterizan el paisaje.—¡Miren qué hermoso es todo esto! —exclama mi madre, maravillada por el entorno.—Es impresionante —responde Edward, tomándome de la mano y dándome un rápido beso en la mejilla—. No p
Hemos regresado a casa después de unos días inolvidables en Santorini. Aunque nuestra boda fue todo lo que había soñado y más, el viaje de regreso nos deja completamente exhaustos. El clima cálido y la belleza de la isla ya quedaron atrás, y ahora estamos de vuelta en nuestra acogedora casa, rodeados por la familiaridad de nuestras propias paredes. Louis es el más cansado de todos. Duerme todo el vuelo, apenas se mueve en mis brazos mientras volamos de regreso. Su pequeño cuerpo está relajado, con sus puños cerrados cerca de su carita, y su respiración suave es lo único que rompe el silencio. Su paz hace que el vuelo se sienta un poco más corto, aunque todavía siento el cansancio profundo en mis huesos cuando finalmente aterrizamos. Edward y yo apenas intercambiamos palabras mientras tomamos nuestras maletas y nos dirigimos al auto. Ambos estamos demasiado agotados para conversar, y el simple hecho de pensar en desempacar se siente como una tarea monumental. Al menos tenemos un par
El sonido suave de la alarma me despierta, anunciando el inicio de un nuevo día. Me estiro en la cama y, al girar, veo a Sam todavía dormida, con Louis acurrucado en sus brazos. No puedo evitar sonreír al ver la tranquilidad en sus rostros, pero sé que tenemos un día importante por delante. Hoy, Louis recibirá sus primeras vacunas, y aunque sé que es algo necesario, no puedo evitar sentir una ligera inquietud en el estómago.Desactivo la alarma para que no despierte a Sam, y me levanto con cuidado para no hacer ruido. Me acerco a la cuna y preparo todo lo que necesitaremos para el día. Cuando termino, regreso a la cama y acaricio suavemente el cabello de Sam, inclinándome para darle un beso en la mejilla.—Amor, es hora de despertar —le susurro.Sam se remueve un poco antes de abrir los ojos, y una sonrisa suave aparece en sus labios al verme.—Buenos días —dice en un susurro, todavía medio dormida.—Buenos días —respondo, devolviéndole la sonrisa—. Hoy es el día de las vacunas para L