Capítulo 44

El sol apenas comienza a asomar por el horizonte cuando despierto, agitada y sudando. La incomodidad en mi vientre ha aumentado durante la noche y las contracciones, que antes eran esporádicas y ligeras, se han vuelto más intensas y regulares. Me giro en la cama, tratando de encontrar una posición que alivié el dolor, pero es imposible encontrar consuelo. Cada contracción parece más fuerte que la anterior, y no puedo ignorar la creciente presión.

Miro a Edward, que duerme a mi lado, completamente ajeno a mi sufrimiento. Lo observo durante unos segundos, su respiración es tranquila y regular. Me siento un poco culpable por despertarlo, pero el dolor es demasiado intenso para soportarlo sola. Finalmente, decido que es hora de hacerlo.

—Edward —digo con voz temblorosa, intentando no sonar demasiado desesperada—. Edward, despierta.

Él se mueve lentamente, con una expresión de confusión en su rostro mientras abre los ojos.

—¿Qué pasa, Sam? —pregunta, frotándose los ojos.

—Creo que es hora de ir al hospital —respondo, mi voz casi un susurro—. Las contracciones están muy fuertes.

Edward se endereza en la cama de inmediato, su rostro se transforma de confusión a preocupación en un instante. Me observa con atención y se da cuenta de que el dolor es real y que no estoy exagerando.

—¿Estás segura? —pregunta, tratando de calmarse mientras se levanta de la cama.

—Sí —respondo, agarrándome del costado de la cama mientras una nueva contracción me toma por sorpresa—. No creo que pueda esperar mucho más.

Edward se viste rápidamente y comienza a prepararse para salir. Lo sigo al baño, donde me encuentro con el rostro pálido, tratando de respirar profundamente para manejar el dolor. Mientras él prepara una pequeña bolsa con nuestras cosas esenciales, yo trato de calmarme, sabiendo que pronto estará aquí nuestro pequeño.

Finalmente, Edward está listo y me ayuda a salir de la casa. Aunque es temprano, el aire frío de la mañana me recibe con un alivio temporal. Me siento en el asiento del copiloto mientras Edward arranca el coche y comienza a conducir hacia el hospital. Cada contracción es más intensa y tengo que concentrarme en mi respiración para no dejarme llevar por el dolor.

—¿Cómo te sientes? —pregunta Edward, su voz cargada de preocupación mientras maneja con cuidado.

—No sé cómo describirlo —admito—. El dolor es constante y cada contracción parece durar más tiempo.

—Lo sé, amor. Estamos casi allí. Voy a conducir con cuidado para que estés lo más cómoda posible.

Las calles están tranquilas a esta hora, y Edward avanza con rapidez pero con cautela. Trato de enfocarme en mi respiración, contando los segundos entre contracciones. Me aferro al asiento y cierro los ojos, intentando ignorar el dolor y concentrarme en el hecho de que estamos a punto de conocer a nuestro bebé.

Finalmente, llegamos al hospital. Edward encuentra un lugar para estacionar y corre para abrirme la puerta. Me ayuda a salir del coche, y juntos nos dirigimos hacia la entrada del hospital. Cada paso se siente como una eternidad, y tengo que detenerme en varias ocasiones para respirar profundamente durante las contracciones.

Una vez dentro, el personal del hospital nos recibe de inmediato. Edward explica nuestra situación mientras yo me apoyo en él, tratando de mantenerme lo más relajada posible. Me llevan a una sala de parto y me colocan en una cama mientras el equipo médico comienza a prepararse para la llegada de nuestro bebé.

—¿Cómo te sientes? —me pregunta una enfermera mientras revisa mis signos vitales.

—No puedo decir que esté cómoda —respondo con una sonrisa débil—. Las contracciones son bastante intensas.

—Lo entiendo. Vamos a hacer todo lo posible para que te sientas lo más cómoda posible —dice la enfermera mientras comienza a prepararme para el examen.

Edward está a mi lado en todo momento, sosteniéndome de la mano y ofreciéndome palabras de aliento. Siento su apoyo incondicional, y eso me ayuda a mantenerme enfocada en el objetivo final: conocer a nuestro bebé.

Las horas pasan lentamente mientras las contracciones se vuelven más frecuentes y más intensas. El personal del hospital es increíblemente atento y profesional, y cada miembro del equipo contribuye a hacerme sentir lo más cómoda posible. La sala está llena de ruido suave y de murmullos mientras los médicos y enfermeras trabajan en coordinación para prepararnos para el parto.

Finalmente, el momento llega. El doctor entra en la sala, y Edward se acerca más a mi lado. Las contracciones se vuelven abrumadoras, y tengo que concentrarme en mi respiración para manejar el dolor.

—Estás haciendo un gran trabajo, Sam —dice Edward, apretando mi mano con ternura.

—Gracias —respondo, luchando por mantenerme enfocada en el final del proceso.

Después de lo que parece una eternidad, el doctor nos da la señal de que estamos listos para comenzar el parto. Edward me sostiene y me anima, y el equipo médico trabaja rápidamente para asegurarse de que todo esté en orden. El ambiente en la sala se llena de una mezcla de tensión y anticipación mientras nos acercamos al momento que hemos estado esperando.

Con cada contracción, siento la presión creciente y la necesidad de empujar. Edward está a mi lado, sosteniéndome y ofreciéndome su aliento mientras el doctor y las enfermeras me guían a través del proceso. Cada empuje se siente como un esfuerzo monumental, pero el pensamiento de nuestro bebé me mantiene motivada.

Finalmente, después de mucho esfuerzo, escucho el llanto de nuestro bebé. El sonido es el más hermoso que he escuchado en mi vida. Edward se inclina hacia mí, sus ojos brillan con lágrimas de alegría mientras mira a nuestro hijo por primera vez. Me siento abrumada por una oleada de amor y alivio mientras el bebé es colocado en mi pecho.

—Lo hiciste increíble —dice Edward, besándome en la frente mientras acaricia la cabeza de nuestro bebé.

—Es perfecto —respondo, mirando a nuestro hijo con lágrimas en los ojos.

El bebé está envuelto en una manta cálida y me lo colocan en los brazos. Miro a nuestro pequeño y me siento llena de una emoción indescriptible. Edward y yo nos miramos, compartiendo una sonrisa llena de amor y felicidad mientras sostenemos a nuestro hijo por primera vez.

El doctor y el equipo médico terminan los últimos detalles mientras nosotros nos tomamos un momento para disfrutar de la llegada de nuestro bebé.

Después de que el personal del hospital termina su trabajo y se aseguran de que todo esté en orden, nos dejan a solas en la sala. Edward y yo nos miramos, aún atónitos por la llegada de nuestro hijo, Louis. El cuarto ahora parece estar envuelto en una atmósfera de calma y tranquilidad, y el llanto de Louis es el único sonido que rompe el silencio.

Louis comienza a llorar, un llanto pequeño pero insistente. Lo miro con ternura y me doy cuenta de que está buscando alimento. Con cuidado, me acomodo en la cama y tomo a Louis en mis brazos. Sus pequeños ojos se abren, y aunque todavía es un bebé, parece reconocerme.

—Creo que tiene hambre —digo a Edward, quien se acerca para observar más de cerca. Su mirada está llena de admiración y amor.

Edward asiente, sonriendo con orgullo. Se acerca a la cuna para asegurarse de que todo esté listo y luego vuelve a mi lado. Mientras tanto, coloco a Louis en una posición cómoda para darle el seno. La primera toma es un momento especial, lleno de ternura y conexión. El instinto maternal se apodera de mí, y siento una oleada de amor y satisfacción al nutrir a mi hijo.

—Es increíble —dice Edward, sus palabras llenas de emoción mientras nos observa. La luz suave del cuarto hace que todo se sienta aún más mágico.

Louis se alimenta con avidez, y mientras lo hago, siento una profunda conexión con él. Cada pequeño movimiento y sonido que hace me llena de una sensación indescriptible de alegría. Edward se sienta a mi lado, acariciándome el brazo y observando a nuestro hijo con una mezcla de asombro y amor.

—No puedo creer que ya está aquí —dice Edward en voz baja, su voz cargada de emoción.

—Yo tampoco —respondo, mirando a Louis mientras continúa alimentándose—. Es un sueño hecho realidad.

Nos quedamos así, disfrutando del momento, con Louis en mis brazos y Edward a mi lado. El cuarto está lleno de una sensación de paz y plenitud que solo se puede experimentar al tener a tu hijo en brazos. Cada pequeño gesto de Louis, cada sonido que hace, refuerza el vínculo que hemos formado como familia.

—¿Ya has pensado en cómo vamos a organizar todo en casa? —pregunta Edward, su voz baja pero cargada de entusiasmo.

—Sí, un poco —respondo—. Pero ahora mismo, solo quiero disfrutar de este momento con él.

Edward sonríe y asiente. Luego, nos quedamos en silencio por un rato, simplemente disfrutando de la presencia de nuestro hijo y de la compañía mutua. Los minutos pasan, y Louis finalmente se tranquiliza y se duerme en mis brazos. Lo miro con ternura, su pequeño rostro relajado y pacífico.

—Está tan tranquilo —murmura Edward, con una sonrisa—. Parece que se siente seguro en tus brazos.

—Sí, lo está —respondo, acariciando suavemente la cabeza de Louis—. Estoy tan feliz de tenerlo aquí con nosotros.

Las primeras horas de vida de nuestro hijo están llenas de momentos pequeños pero significativos. La emoción de ser padres es abrumadora, y cada instante se siente como una bendición. Edward y yo seguimos hablando en voz baja, compartiendo nuestros pensamientos y sueños para el futuro mientras observamos a nuestro hijo dormir.

Poco a poco, el cansancio se hace presente. Las horas de trabajo de parto y el esfuerzo de traer a nuestro hijo al mundo han dejado sus marcas, pero la felicidad que sentimos supera cualquier fatiga. Edward se ofrece a encargarse de algunas de las tareas para que pueda descansar un poco, y acepto con gratitud.

—Voy a ir a buscar algo para comer —dice Edward—. Toma todo el tiempo que necesites para descansar. Te traeré algo cuando vuelva.

Le agradezco con una sonrisa, y él se va a buscar algo para comer mientras yo continúo disfrutando del momento con Louis. Mientras tanto, me acomodo en la cama y me permito relajarmme, sintiendo el calor y la suavidad de mi bebé en mis brazos. Cada respiración de Louis, cada pequeño movimiento, me recuerda lo perfecto que es este momento.

Cuando Edward regresa, me trae algo de comida y se sienta a mi lado mientras sigo conociendo a nuestro hijo. La noche avanza lentamente, y aunque estamos cansados, el amor y la alegría que sentimos nos mantienen despiertos. Conversamos en voz baja, compartiendo nuestras esperanzas y sueños para el futuro mientras observamos a Louis.

El tiempo pasa rápidamente, y antes de que nos demos cuenta, la noche se convierte en madrugada. Los primeros momentos como familia son preciosos y llenos de significados, y aunque estamos agotados, no podríamos estar más felices. Mientras la madrugada avanza, nos preparamos para el nuevo día con la certeza de que nuestra vida ha cambiado para siempre y que estamos listos para enfrentarlo juntos.

Finalmente, nos recostamos, con Louis dormido en su cuna cerca de nuestra cama. Edward toma mi mano y la aprieta suavemente, y yo le devuelvo el gesto con una sonrisa.

—No puedo esperar a ver cómo será cada día con él —dice Edward, su voz llena de esperanza y emoción.

—Yo tampoco —respondo—. Pero por ahora, vamos a disfrutar de estos primeros momentos.

Nos quedamos en silencio, disfrutando de la tranquilidad del cuarto mientras el sueño comienza a invadirnos. A pesar de la cansancio, la felicidad que sentimos es abrumadora. Estamos listos para comenzar esta nueva etapa de nuestras vidas, sabiendo que, juntos, podemos enfrentar cualquier cosa.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo