Capítulo 43

Hoy marca exactamente diez días antes de la fecha en la que se espera que nuestro pequeño Louis llegue al mundo. Todo se siente surrealista. La casa está lista, la habitación del bebé está terminada con cada detalle cuidadosamente escogido por Sam y por mí. Pero a pesar de todo, la emoción y la anticipación no se detienen. La verdad es que no puedo dejar de pensar en cómo será finalmente conocer a nuestro hijo.

Esta mañana, me despierto antes que Sam. El sol apenas comienza a asomarse por la ventana, llenando la habitación con una luz suave. Observo a Sam mientras duerme, su cuerpo ligeramente curvado hacia el lado, una mano descansando protectora sobre su vientre. No puedo evitar sonreír al verla así, tan tranquila, tan hermosa. Parece increíble pensar que pronto seremos padres.

Decido levantarme con cuidado para no despertarla. Me deslizo fuera de la cama y me dirijo a la cocina. La rutina de preparar el desayuno se ha vuelto algo casi meditativo para mí en las últimas semanas. Sam ha tenido antojos extraños últimamente, pero esta mañana quiero prepararle algo simple, algo que sé que le gusta: huevos revueltos con un poco de queso y tostadas.

Mientras cocino, mi mente sigue divagando sobre el futuro. Pienso en cómo cambiarán las cosas cuando Louis esté aquí, en todas las primeras veces que experimentaremos: su primer llanto, su primera sonrisa, el primer abrazo que le daremos. Es difícil de imaginar, pero al mismo tiempo, es lo único en lo que quiero pensar.

Sam aparece en la puerta de la cocina justo cuando estoy sirviendo el desayuno. Se ve somnolienta pero sonriente, su cabello despeinado cayendo en suaves ondas sobre sus hombros.

—Huele delicioso —dice, acercándose para darme un beso en la mejilla.

—Buenos días —le respondo, devolviéndole la sonrisa—. ¿Cómo dormiste?

—Bastante bien, considerando lo grande que me siento últimamente —bromea, colocando una mano en su vientre abultado.

Ambos nos sentamos a desayunar. Sam se toma su tiempo, saboreando cada bocado, y noto que sigue colocando la mano sobre su vientre de manera protectora. Está tan conectada con Louis, incluso antes de que nazca. Es como si ya tuviera ese instinto maternal, y cada vez que la veo así, me siento increíblemente afortunado de tenerla a mi lado.

Después del desayuno, decidimos aprovechar el día para hacer algunas compras de última hora. Aunque ya hemos comprado casi todo lo que creemos que necesitaremos, Sam insiste en que deberíamos revisar si falta algo. No voy a discutir, especialmente porque sé que le da tranquilidad estar preparada para cualquier eventualidad.

Mientras caminamos por los pasillos de la tienda, llenos de ropa de bebé, pañales y juguetes, no puedo evitar notar las miradas que Sam recibe de otras personas. Algunas mujeres mayores nos sonríen cálidamente, y un par de personas incluso se acercan para desearnos suerte. Sam siempre responde con amabilidad, pero puedo ver que está comenzando a cansarse. La acompaño hasta una pequeña área de descanso y me ofrezco para seguir buscando lo que falta.

—Gracias, amor —dice, acomodándose en una silla—. Solo necesito descansar un poco.

—No te preocupes. Lo tengo bajo control —le aseguro, inclinándome para darle un beso en la frente antes de irme.

Recorro los pasillos rápidamente, seleccionando lo que creemos que necesitaremos: más pañales, algunas mantas adicionales, y un par de pijamas de recién nacido. Todo lo básico está cubierto, pero me detengo en la sección de juguetes por un momento, mirando un pequeño oso de peluche. Es suave y marrón, con un lazo azul alrededor de su cuello. Decido agregarlo al carrito, pensando en cómo Louis podría aferrarse a él cuando duerma.

Cuando regreso a Sam, ella está revisando un libro sobre el cuidado del bebé, aunque sus ojos parecen un poco vidriosos por el cansancio.

—Creo que tenemos todo —le digo, ayudándola a levantarse—. ¿Listos para irnos?

—Sí, definitivamente —responde ella, apoyándose en mí mientras caminamos hacia la caja registradora.

De vuelta en casa, después de organizar las compras, nos encontramos en la habitación del bebé. El cuarto es un refugio de paz, pintado en un tono suave de azul y decorado con pequeños animales en las paredes. La cuna ya está lista, con mantas suaves y una pequeña almohada esperando a Louis.

—Está todo listo para él —dice Sam en voz baja, casi como si estuviera hablándole a Louis a través de su vientre.

Me acerco a ella y coloco mis manos sobre sus hombros, sintiendo la calidez de su piel bajo mis dedos.

—Lo estamos esperando con ansias —respondo—. No puedo esperar a tenerlo aquí con nosotros.

Nos quedamos allí, en silencio, por un momento, absorbiendo la realidad de lo que está por venir. El mundo se siente tan quieto, tan lleno de promesas, y sé que Sam siente lo mismo.

Más tarde, decidimos salir a caminar por el vecindario. El aire fresco y el sol suave parecen ser exactamente lo que Sam necesita, y pronto se anima un poco más. Caminamos de la mano, hablando sobre cualquier cosa y todo. Sam menciona algunos nombres que ha estado considerando para Louis, pero al final acordamos que “Louis” es perfecto.

De repente, mientras estamos caminando, Sam se detiene en seco y pone una mano sobre su vientre. La miro, alarmado, pero ella solo sonríe.

—Está pateando de nuevo —dice con una risa suave.

Me arrodillo frente a ella, colocando mis manos sobre su barriga para sentirlo yo mismo. Las pequeñas patadas son suaves, pero constantes, como si Louis estuviera emocionado de saber que pronto estará aquí.

—Es increíble —murmuro, sin poder evitar sonreír ampliamente.

Nos quedamos así un rato, en medio del camino, disfrutando de ese pequeño momento de conexión con nuestro bebé. Finalmente, continuamos nuestra caminata, hablando sobre cómo creemos que será Louis, cómo será nuestra vida cuando él esté aquí.

Al regresar a casa, Sam se siente cansada, así que la convenzo de que se recueste un poco. La ayudo a acomodarse en la cama y me siento a su lado, simplemente mirándola mientras se adormece. Estoy lleno de tantas emociones: emoción, miedo, alegría. Pero sobre todo, siento una inmensa gratitud por este momento, por la vida que estamos construyendo juntos.

Cuando Sam finalmente se queda dormida, me levanto con cuidado y salgo de la habitación. Me dirijo al cuarto de Louis una vez más, como si necesitara asegurarme de que todo está realmente listo. Reviso la cuna, arreglo las mantas, y coloco el pequeño oso de peluche que compré hoy sobre la almohada.

Mientras estoy allí, solo en el cuarto de nuestro futuro hijo, me permito un momento para procesar todo lo que está por venir. Me siento abrumado, pero de la mejor manera posible. Pienso en mi propia infancia, en cómo mis padres me criaron, y en cómo quiero ser el mejor padre posible para Louis.

Diez días. Diez días más hasta que Louis esté aquí, y nuestras vidas cambien para siempre.

Drake me escribe temprano, justo cuando estoy terminando de preparar un par de cosas en la habitación de Louis. El mensaje es sencillo, directo: “¿Nos vemos en tu casa? Tengo algo para ti.”

Sonrío al leerlo, sabiendo que, aunque no lo diga, Drake siempre tiene una forma de hacerme sentir más tranquilo, especialmente cuando las cosas se vuelven un poco abrumadoras. Le respondo que sí, y en poco tiempo está en camino.

Poco después, escucho el timbre. Bajo las escaleras rápidamente y abro la puerta para encontrarme con Drake, quien sostiene una bolsa de papel de la que emana un aroma delicioso.

—Traje hamburguesas —dice con una sonrisa mientras levanta la bolsa, como si fuera la oferta más normal del mundo.

—Eres el mejor —respondo, riendo—. Pasa, vamos a la sala.

Nos dirigimos a la sala y nos acomodamos en el sofá. Drake coloca la bolsa en la mesa de centro y empieza a sacar las hamburguesas y las papas fritas. El olor es irresistible, y aunque ya habíamos comido hace poco, no puedo evitar que se me haga agua la boca.

Mientras comemos, Drake me observa con esa mirada de amigo que te conoce lo suficiente como para saber cuándo algo te preocupa.

—Entonces, ¿cómo te sientes? —me pregunta, dando un mordisco a su hamburguesa—. Diez días, ¿verdad?

Asiento, terminando de masticar antes de responder.

—Sí, solo diez días más… y la verdad, me siento nervioso —admito, dejando la hamburguesa a un lado por un momento—. No lo he dicho mucho en voz alta, pero… sí, estoy nervioso, Drake.

Drake asiente lentamente, sin sorpresa. Se inclina hacia atrás en el sofá y toma un sorbo de su bebida.

—Es normal, hermano. Vas a ser padre. Todo va a cambiar, y sería raro si no estuvieras un poco asustado.

—Lo sé, lo sé —digo, suspirando—. Pero a veces, siento que… ¿Y si no estoy listo? ¿Y si no soy el padre que Louis necesita?

Drake me mira con seriedad, dejando a un lado su comida.

—Mira, no hay un manual para esto. Pero si algo sé de ti, es que cuando te propones algo, lo haces bien. Y sé que vas a ser un gran padre. Louis va a tener suerte de tenerte a ti y a Sam.

Sus palabras me calman un poco, aunque los nervios no desaparecen por completo. Pero en el fondo, sé que tiene razón. No hay forma de saber con certeza cómo serán las cosas, pero con Sam a mi lado, y con amigos como Drake apoyándome, sé que puedo enfrentar lo que venga.

Terminamos las hamburguesas mientras la conversación se desvía a temas más ligeros. Hablamos de los planes para el futuro, de las cosas que queremos hacer una vez que Louis esté aquí. Drake me cuenta sobre su última aventura en el trabajo, y yo le hablo sobre los preparativos finales que Sam y yo hemos estado haciendo.

Sam baja las escaleras y, al vernos a Drake y a mí sentados en la sala con las hamburguesas, frunce el ceño. Su mirada se dirige directamente a mi hermano, y antes de que pueda decir algo, ella lo confronta.

—¿Y mi hamburguesa? —le pregunta, cruzando los brazos sobre su pecho.

Drake levanta una ceja y sonríe con un aire de satisfacción antes de responder.

—Tranquila, Sam. Tu hamburguesa está en la bolsa —dice, señalando la mesa donde reposan las bolsas con comida.

El cambio en su expresión es inmediato. Sus ojos se suavizan, y sin decir una palabra más, se dirige a la mesa, sacando la hamburguesa de la bolsa. Se sienta en el sofá junto a nosotros, desenvolviendo la comida con rapidez. Miro a Sam y no puedo evitar sonreír al ver la satisfacción en su rostro cuando finalmente le da un mordisco a su hamburguesa.

Nos quedamos en la sala hablando de temas ligeros, disfrutando del momento. Drake comenta algo sobre un nuevo proyecto en el que está trabajando, mientras Sam asiente, escuchándolo con atención mientras sigue comiendo. De vez en cuando, su mano se mueve instintivamente hacia su vientre, acariciándolo con ternura. Es un gesto que se ha vuelto común en las últimas semanas, y cada vez que lo veo, me recuerda lo cerca que estamos de convertirnos en padres.

Después de un rato, Drake se levanta para irse. Nos despedimos, y una vez que la puerta se cierra tras él, el ambiente en la casa se vuelve más tranquilo. Sam y yo nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando de la compañía mutua. Ella se recuesta contra el respaldo del sofá, cerrando los ojos con una expresión de serenidad en su rostro.

—¿Cómo te sientes? —le pregunto, rompiendo el silencio.

Sam abre los ojos lentamente y me mira. Su sonrisa es suave, pero sus ojos reflejan un cansancio que no había notado antes.

—Un poco cansada, pero feliz —responde, llevando nuevamente una mano a su vientre.

Me acerco y coloco mi mano sobre la suya, sintiendo el leve movimiento del bebé dentro de ella. El contacto me llena de una mezcla de emociones que son difíciles de describir: amor, expectativa, y un profundo sentido de asombro por lo que está por venir.

—No puedo esperar a que llegue el día —susurro, más para mí mismo que para ella.

Sam asiente, y por un instante, ambos nos quedamos así, conectados por el milagro que está creciendo en su interior. Luego, ella se inclina hacia mí y apoya su cabeza en mi hombro. Nos quedamos en silencio, disfrutando de la paz del momento, conscientes de que en unos pocos días nuestras vidas cambiarán para siempre.

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