Hoy marca exactamente diez días antes de la fecha en la que se espera que nuestro pequeño Louis llegue al mundo. Todo se siente surrealista. La casa está lista, la habitación del bebé está terminada con cada detalle cuidadosamente escogido por Sam y por mí. Pero a pesar de todo, la emoción y la anticipación no se detienen. La verdad es que no puedo dejar de pensar en cómo será finalmente conocer a nuestro hijo.
Esta mañana, me despierto antes que Sam. El sol apenas comienza a asomarse por la ventana, llenando la habitación con una luz suave. Observo a Sam mientras duerme, su cuerpo ligeramente curvado hacia el lado, una mano descansando protectora sobre su vientre. No puedo evitar sonreír al verla así, tan tranquila, tan hermosa. Parece increíble pensar que pronto seremos padres. Decido levantarme con cuidado para no despertarla. Me deslizo fuera de la cama y me dirijo a la cocina. La rutina de preparar el desayuno se ha vuelto algo casi meditativo para mí en las últimas semanas. Sam ha tenido antojos extraños últimamente, pero esta mañana quiero prepararle algo simple, algo que sé que le gusta: huevos revueltos con un poco de queso y tostadas. Mientras cocino, mi mente sigue divagando sobre el futuro. Pienso en cómo cambiarán las cosas cuando Louis esté aquí, en todas las primeras veces que experimentaremos: su primer llanto, su primera sonrisa, el primer abrazo que le daremos. Es difícil de imaginar, pero al mismo tiempo, es lo único en lo que quiero pensar. Sam aparece en la puerta de la cocina justo cuando estoy sirviendo el desayuno. Se ve somnolienta pero sonriente, su cabello despeinado cayendo en suaves ondas sobre sus hombros. —Huele delicioso —dice, acercándose para darme un beso en la mejilla. —Buenos días —le respondo, devolviéndole la sonrisa—. ¿Cómo dormiste? —Bastante bien, considerando lo grande que me siento últimamente —bromea, colocando una mano en su vientre abultado. Ambos nos sentamos a desayunar. Sam se toma su tiempo, saboreando cada bocado, y noto que sigue colocando la mano sobre su vientre de manera protectora. Está tan conectada con Louis, incluso antes de que nazca. Es como si ya tuviera ese instinto maternal, y cada vez que la veo así, me siento increíblemente afortunado de tenerla a mi lado. Después del desayuno, decidimos aprovechar el día para hacer algunas compras de última hora. Aunque ya hemos comprado casi todo lo que creemos que necesitaremos, Sam insiste en que deberíamos revisar si falta algo. No voy a discutir, especialmente porque sé que le da tranquilidad estar preparada para cualquier eventualidad. Mientras caminamos por los pasillos de la tienda, llenos de ropa de bebé, pañales y juguetes, no puedo evitar notar las miradas que Sam recibe de otras personas. Algunas mujeres mayores nos sonríen cálidamente, y un par de personas incluso se acercan para desearnos suerte. Sam siempre responde con amabilidad, pero puedo ver que está comenzando a cansarse. La acompaño hasta una pequeña área de descanso y me ofrezco para seguir buscando lo que falta. —Gracias, amor —dice, acomodándose en una silla—. Solo necesito descansar un poco. —No te preocupes. Lo tengo bajo control —le aseguro, inclinándome para darle un beso en la frente antes de irme. Recorro los pasillos rápidamente, seleccionando lo que creemos que necesitaremos: más pañales, algunas mantas adicionales, y un par de pijamas de recién nacido. Todo lo básico está cubierto, pero me detengo en la sección de juguetes por un momento, mirando un pequeño oso de peluche. Es suave y marrón, con un lazo azul alrededor de su cuello. Decido agregarlo al carrito, pensando en cómo Louis podría aferrarse a él cuando duerma. Cuando regreso a Sam, ella está revisando un libro sobre el cuidado del bebé, aunque sus ojos parecen un poco vidriosos por el cansancio. —Creo que tenemos todo —le digo, ayudándola a levantarse—. ¿Listos para irnos? —Sí, definitivamente —responde ella, apoyándose en mí mientras caminamos hacia la caja registradora. De vuelta en casa, después de organizar las compras, nos encontramos en la habitación del bebé. El cuarto es un refugio de paz, pintado en un tono suave de azul y decorado con pequeños animales en las paredes. La cuna ya está lista, con mantas suaves y una pequeña almohada esperando a Louis. —Está todo listo para él —dice Sam en voz baja, casi como si estuviera hablándole a Louis a través de su vientre. Me acerco a ella y coloco mis manos sobre sus hombros, sintiendo la calidez de su piel bajo mis dedos. —Lo estamos esperando con ansias —respondo—. No puedo esperar a tenerlo aquí con nosotros. Nos quedamos allí, en silencio, por un momento, absorbiendo la realidad de lo que está por venir. El mundo se siente tan quieto, tan lleno de promesas, y sé que Sam siente lo mismo. Más tarde, decidimos salir a caminar por el vecindario. El aire fresco y el sol suave parecen ser exactamente lo que Sam necesita, y pronto se anima un poco más. Caminamos de la mano, hablando sobre cualquier cosa y todo. Sam menciona algunos nombres que ha estado considerando para Louis, pero al final acordamos que “Louis” es perfecto. De repente, mientras estamos caminando, Sam se detiene en seco y pone una mano sobre su vientre. La miro, alarmado, pero ella solo sonríe. —Está pateando de nuevo —dice con una risa suave. Me arrodillo frente a ella, colocando mis manos sobre su barriga para sentirlo yo mismo. Las pequeñas patadas son suaves, pero constantes, como si Louis estuviera emocionado de saber que pronto estará aquí. —Es increíble —murmuro, sin poder evitar sonreír ampliamente. Nos quedamos así un rato, en medio del camino, disfrutando de ese pequeño momento de conexión con nuestro bebé. Finalmente, continuamos nuestra caminata, hablando sobre cómo creemos que será Louis, cómo será nuestra vida cuando él esté aquí. Al regresar a casa, Sam se siente cansada, así que la convenzo de que se recueste un poco. La ayudo a acomodarse en la cama y me siento a su lado, simplemente mirándola mientras se adormece. Estoy lleno de tantas emociones: emoción, miedo, alegría. Pero sobre todo, siento una inmensa gratitud por este momento, por la vida que estamos construyendo juntos. Cuando Sam finalmente se queda dormida, me levanto con cuidado y salgo de la habitación. Me dirijo al cuarto de Louis una vez más, como si necesitara asegurarme de que todo está realmente listo. Reviso la cuna, arreglo las mantas, y coloco el pequeño oso de peluche que compré hoy sobre la almohada. Mientras estoy allí, solo en el cuarto de nuestro futuro hijo, me permito un momento para procesar todo lo que está por venir. Me siento abrumado, pero de la mejor manera posible. Pienso en mi propia infancia, en cómo mis padres me criaron, y en cómo quiero ser el mejor padre posible para Louis. Diez días. Diez días más hasta que Louis esté aquí, y nuestras vidas cambien para siempre. Drake me escribe temprano, justo cuando estoy terminando de preparar un par de cosas en la habitación de Louis. El mensaje es sencillo, directo: “¿Nos vemos en tu casa? Tengo algo para ti.” Sonrío al leerlo, sabiendo que, aunque no lo diga, Drake siempre tiene una forma de hacerme sentir más tranquilo, especialmente cuando las cosas se vuelven un poco abrumadoras. Le respondo que sí, y en poco tiempo está en camino. Poco después, escucho el timbre. Bajo las escaleras rápidamente y abro la puerta para encontrarme con Drake, quien sostiene una bolsa de papel de la que emana un aroma delicioso. —Traje hamburguesas —dice con una sonrisa mientras levanta la bolsa, como si fuera la oferta más normal del mundo. —Eres el mejor —respondo, riendo—. Pasa, vamos a la sala. Nos dirigimos a la sala y nos acomodamos en el sofá. Drake coloca la bolsa en la mesa de centro y empieza a sacar las hamburguesas y las papas fritas. El olor es irresistible, y aunque ya habíamos comido hace poco, no puedo evitar que se me haga agua la boca. Mientras comemos, Drake me observa con esa mirada de amigo que te conoce lo suficiente como para saber cuándo algo te preocupa. —Entonces, ¿cómo te sientes? —me pregunta, dando un mordisco a su hamburguesa—. Diez días, ¿verdad? Asiento, terminando de masticar antes de responder. —Sí, solo diez días más… y la verdad, me siento nervioso —admito, dejando la hamburguesa a un lado por un momento—. No lo he dicho mucho en voz alta, pero… sí, estoy nervioso, Drake. Drake asiente lentamente, sin sorpresa. Se inclina hacia atrás en el sofá y toma un sorbo de su bebida. —Es normal, hermano. Vas a ser padre. Todo va a cambiar, y sería raro si no estuvieras un poco asustado. —Lo sé, lo sé —digo, suspirando—. Pero a veces, siento que… ¿Y si no estoy listo? ¿Y si no soy el padre que Louis necesita? Drake me mira con seriedad, dejando a un lado su comida. —Mira, no hay un manual para esto. Pero si algo sé de ti, es que cuando te propones algo, lo haces bien. Y sé que vas a ser un gran padre. Louis va a tener suerte de tenerte a ti y a Sam. Sus palabras me calman un poco, aunque los nervios no desaparecen por completo. Pero en el fondo, sé que tiene razón. No hay forma de saber con certeza cómo serán las cosas, pero con Sam a mi lado, y con amigos como Drake apoyándome, sé que puedo enfrentar lo que venga. Terminamos las hamburguesas mientras la conversación se desvía a temas más ligeros. Hablamos de los planes para el futuro, de las cosas que queremos hacer una vez que Louis esté aquí. Drake me cuenta sobre su última aventura en el trabajo, y yo le hablo sobre los preparativos finales que Sam y yo hemos estado haciendo. Sam baja las escaleras y, al vernos a Drake y a mí sentados en la sala con las hamburguesas, frunce el ceño. Su mirada se dirige directamente a mi hermano, y antes de que pueda decir algo, ella lo confronta. —¿Y mi hamburguesa? —le pregunta, cruzando los brazos sobre su pecho. Drake levanta una ceja y sonríe con un aire de satisfacción antes de responder. —Tranquila, Sam. Tu hamburguesa está en la bolsa —dice, señalando la mesa donde reposan las bolsas con comida. El cambio en su expresión es inmediato. Sus ojos se suavizan, y sin decir una palabra más, se dirige a la mesa, sacando la hamburguesa de la bolsa. Se sienta en el sofá junto a nosotros, desenvolviendo la comida con rapidez. Miro a Sam y no puedo evitar sonreír al ver la satisfacción en su rostro cuando finalmente le da un mordisco a su hamburguesa. Nos quedamos en la sala hablando de temas ligeros, disfrutando del momento. Drake comenta algo sobre un nuevo proyecto en el que está trabajando, mientras Sam asiente, escuchándolo con atención mientras sigue comiendo. De vez en cuando, su mano se mueve instintivamente hacia su vientre, acariciándolo con ternura. Es un gesto que se ha vuelto común en las últimas semanas, y cada vez que lo veo, me recuerda lo cerca que estamos de convertirnos en padres. Después de un rato, Drake se levanta para irse. Nos despedimos, y una vez que la puerta se cierra tras él, el ambiente en la casa se vuelve más tranquilo. Sam y yo nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando de la compañía mutua. Ella se recuesta contra el respaldo del sofá, cerrando los ojos con una expresión de serenidad en su rostro. —¿Cómo te sientes? —le pregunto, rompiendo el silencio. Sam abre los ojos lentamente y me mira. Su sonrisa es suave, pero sus ojos reflejan un cansancio que no había notado antes. —Un poco cansada, pero feliz —responde, llevando nuevamente una mano a su vientre. Me acerco y coloco mi mano sobre la suya, sintiendo el leve movimiento del bebé dentro de ella. El contacto me llena de una mezcla de emociones que son difíciles de describir: amor, expectativa, y un profundo sentido de asombro por lo que está por venir. —No puedo esperar a que llegue el día —susurro, más para mí mismo que para ella. Sam asiente, y por un instante, ambos nos quedamos así, conectados por el milagro que está creciendo en su interior. Luego, ella se inclina hacia mí y apoya su cabeza en mi hombro. Nos quedamos en silencio, disfrutando de la paz del momento, conscientes de que en unos pocos días nuestras vidas cambiarán para siempre.El sol apenas comienza a asomar por el horizonte cuando despierto, agitada y sudando. La incomodidad en mi vientre ha aumentado durante la noche y las contracciones, que antes eran esporádicas y ligeras, se han vuelto más intensas y regulares. Me giro en la cama, tratando de encontrar una posición que alivié el dolor, pero es imposible encontrar consuelo. Cada contracción parece más fuerte que la anterior, y no puedo ignorar la creciente presión.Miro a Edward, que duerme a mi lado, completamente ajeno a mi sufrimiento. Lo observo durante unos segundos, su respiración es tranquila y regular. Me siento un poco culpable por despertarlo, pero el dolor es demasiado intenso para soportarlo sola. Finalmente, decido que es hora de hacerlo.—Edward —digo con voz temblorosa, intentando no sonar demasiado desesperada—. Edward, despierta.Él se mueve lentamente, con una expresión de confusión en su rostro mientras abre los ojos.—¿Qué pasa, Sam? —pregunta, frotándose los ojos.—Creo que es hora
Las noches no han sido fáciles desde que Louis llegó a nuestras vidas. La verdad es que no hemos pasado muchas buenas noches, y esta madrugada no es la excepción. El llanto de nuestro bebé resuena en el cuarto, cortando el silencio de la noche y recordándonos que aún estamos en las primeras etapas de esta nueva rutina. Me incorporo lentamente, sintiendo el cansancio acumulado, y miro a Edward, que ya está despertando al sonido del llanto.—Lo siento, Louis está llorando de nuevo —le digo en voz baja, tratando de no alterar demasiado el ambiente tranquilo de la madrugada.Edward, con una expresión de cansancio pero también de determinación, se levanta de la cama. Se estira para deshacer el sueño, y se dirige hacia la cuna de Louis. Yo me quedo en la cama, observándolo mientras él toma a nuestro hijo en brazos con la habilidad de un padre experimentado.—Déjame encargármelo —me dice, notando mi preocupación en el rostro—. Tú descansa un poco más.Asiento, agradecida por su disposición a
La emoción en el aire es palpable mientras me preparo para un momento tan esperado: recoger mi vestido de novia. Solo queda una semana para la boda, y cada detalle cuenta para hacer de este día algo inolvidable. La tienda de novias está a solo unos minutos en coche, y me encuentro revisando mi reloj con frecuencia, nerviosa y emocionada por lo que está por venir.El sol brilla suavemente en el cielo, y el tráfico es ligero, lo que me permite llegar a la tienda sin contratiempos. Me estaciono y respiro hondo, tratando de calmar los nervios que me recorren. Salgo del coche y me dirijo a la entrada de la tienda, donde la campanita suena al abrir la puerta, anunciando mi llegada.Dentro, el ambiente es elegante y acogedor, con una suave música romántica que llena el aire. Me recibe Laura, la diseñadora que ha estado a cargo de la creación de mi vestido. Su sonrisa cálida y su entusiasmo me hacen sentir inmediatamente en confianza.—¡Hola, Sam! —dice Laura, acercándose para darme un abrazo
Hoy es el día en que nos embarcamos hacia Santorini, y no puedo evitar sentir una mezcla de emoción y nervios. La boda está a solo una semana de distancia, y la realidad de lo que está por suceder comienza a hundirse en mí. Todo tiene que salir perfecto, y aunque estoy segura de que lo hará, hay una pequeña parte de mí que no puede evitar preocuparse por los detalles.Edward y yo nos hemos estado preparando para este día durante meses, y finalmente está aquí. Louis, que ahora tiene casi dos meses, está en su cuna, tranquilo, ajeno al ajetreo que se desarrolla a su alrededor. Observo cómo Edward revisa una lista en su teléfono, asegurándose de que no hayamos olvidado nada importante. Me siento en la cama, dándole el último sorbo a mi café, tratando de calmar las mariposas en mi estómago.—¿Todo listo? —pregunta Edward mientras guarda su teléfono en el bolsillo y se acerca para besarme en la frente.—Creo que sí —respondo con una sonrisa—. Aunque no puedo dejar de pensar en si nos hemos
Llegamos a Santorini en medio de un cielo despejado, con el sol resplandeciente reflejándose en el agua azul del mar Egeo. Al bajar del avión, siento la brisa cálida en mi rostro, un recordatorio perfecto de que estamos a punto de vivir uno de los momentos más importantes de nuestras vidas. Con Sam a mi lado y Louis en mis brazos, todo parece encajar a la perfección.Después de recoger nuestras maletas, nos dirigimos hacia la salida del aeropuerto, donde un taxi ya nos está esperando. El conductor, un hombre mayor con una sonrisa amable, nos ayuda a cargar las maletas en el maletero antes de indicarnos que subamos.El trayecto hacia el hotel es impresionante. Pasamos por pequeños pueblos encalados con casas de techos azules que se mezclan armoniosamente con el paisaje montañoso. El contraste de colores, el blanco de las paredes y el azul intenso del mar y el cielo, es simplemente asombroso. Sam no puede evitar sacar su cámara para capturar algunas fotos desde la ventana del taxi, y yo
Abro la puerta de la habitación donde me estoy preparando y me encuentro con Drake, quien tiene una expresión que mezcla diversión y seriedad, algo que raramente veo en él. Me toma del hombro y me da una palmada firme, un gesto que me reconforta un poco.—Vamos, Edward. Es ahora o nunca —dice con una sonrisa que trata de ocultar sus propios nervios.Caminamos juntos por los pasillos del hotel hacia el lugar donde se llevará a cabo la ceremonia. Todo está preparado para el gran momento. A lo lejos, puedo escuchar el murmullo de los invitados, el sonido del viento que se cuela por las ventanas, y el suave tintineo de la música que comienza a tocar, una melodía que me llena de emoción y ansiedad a partes iguales. El ambiente es electrizante, casi surrealista. El aire está cargado con la expectativa de lo que está por suceder.A medida que nos acercamos, siento que el corazón me late más rápido. Este no es un simple paso más en nuestra relación; es el paso definitivo. Sam y yo hemos pasad
Hoy es un día emocionante. Finalmente, saldremos a recorrer Santorini con nuestra familia. Mientras la ciudad empieza a despertarse bajo la luz dorada de la mañana, me preparo para un día lleno de exploraciones y momentos compartidos. Coloco a Louis en su cochecito, asegurándome de que esté cómodo y bien abrigado, antes de salir del hotel. Edward ya está listo, y junto con nuestros familiares, nos dirigimos a descubrir la belleza de esta isla.El primer destino es Oia, famoso por sus vistas panorámicas y sus calles estrechas y pintorescas. La carretera serpentea a lo largo de la costa, y cada vuelta revela una vista más impresionante que la anterior. Cuando llegamos, el sol brilla intensamente sobre las casas blancas encaladas y las cúpulas azules que caracterizan el paisaje.—¡Miren qué hermoso es todo esto! —exclama mi madre, maravillada por el entorno.—Es impresionante —responde Edward, tomándome de la mano y dándome un rápido beso en la mejilla—. No p
Hemos regresado a casa después de unos días inolvidables en Santorini. Aunque nuestra boda fue todo lo que había soñado y más, el viaje de regreso nos deja completamente exhaustos. El clima cálido y la belleza de la isla ya quedaron atrás, y ahora estamos de vuelta en nuestra acogedora casa, rodeados por la familiaridad de nuestras propias paredes. Louis es el más cansado de todos. Duerme todo el vuelo, apenas se mueve en mis brazos mientras volamos de regreso. Su pequeño cuerpo está relajado, con sus puños cerrados cerca de su carita, y su respiración suave es lo único que rompe el silencio. Su paz hace que el vuelo se sienta un poco más corto, aunque todavía siento el cansancio profundo en mis huesos cuando finalmente aterrizamos. Edward y yo apenas intercambiamos palabras mientras tomamos nuestras maletas y nos dirigimos al auto. Ambos estamos demasiado agotados para conversar, y el simple hecho de pensar en desempacar se siente como una tarea monumental. Al menos tenemos un par