Capítulo 39

El sol entra a través de las cortinas, despertándome más temprano de lo que esperaba. Miro el reloj en mi celular y veo que son apenas las seis de la mañana. A pesar de la hora, me siento llena de energía, así que decido aprovechar el tiempo. Entro al baño, me arreglo rápidamente y salgo para dar un paseo por la playa.

Mientras camino descalza por la arena, disfrutando de la suave brisa marina, decido llamar a Edward. Extraño escuchar su voz.

—Buenos días, amor —digo cuando él responde.

—Buenos días, nena —su voz suena adormilada—. ¿Cómo estás? ¿Me estás extrañando?

—Muchísimo, amor —admito, sonriendo al imaginar su cara—. ¿Tú estás durmiendo en casa de tus padres?

—Sí, no podía soportar estar solo en nuestra casa —responde con un suspiro—. Te extraño demasiado, Sam. La casa se siente vacía sin ti.

—Yo también te extraño mucho, Eddie. Ya casi nos volveremos a ver.

—¿Qué planes tienen para hoy?

—Vamos a viajar en yate —le cuento, emocionada.

—Ten mucho cuidado, por favor —su tono se vuelve protector.

—Siempre lo tengo, amor. No tienes de qué preocuparte.

—¿Y algún idiota ha tratado de coquetear contigo? —pregunta, tratando de sonar casual pero sé que le preocupa.

—Sí, pero le mostré mi anillo de compromiso —respondo con una risa suave.

—Por eso no quería que te fueras sola —dice, dando un largo suspiro—. Confío muchísimo en ti, nena, es solo que esos idiotas…

—A mí no me interesa nadie más que tú, Eddie —lo interrumpo suavemente.

—Lo sé, nena —dice, y puedo sentir su alivio a través del teléfono—. Es solo que te quiero tanto…

—Yo también te quiero mucho, Eddie.

Observo a mis amigas que ya vienen caminando hacia mí, aún somnolientas pero listas para comenzar el día.

—Creo que voy a buscar algo para desayunar —le digo, notando cómo el sol comienza a iluminar más el cielo.

—Llámame luego, amor. Te amo.

—Te amo, Eddie —respondo antes de colgar.

Finalizo la llamada con Edward y me acerco a mis amigas, quienes ya están completamente despiertas y listas para comenzar el día.

—Buenos días, chicas —les digo mientras las abrazo—. ¿Listas para desayunar?

—Yo tengo muchísima hambre —responde Lucy con una sonrisa mientras caminamos hacia el restaurante.

Cuando entramos, nos encontramos con un buffet impresionante. Hay tantas opciones que es difícil decidir qué elegir. Aunque todo se ve delicioso, recuerdo que vamos a pasar el día en un yate y prefiero no arriesgarme a sentirme mal por haber comido demasiado.

—¿Solo comerás eso? —me pregunta Rosalie, mirándome con sorpresa mientras observa mi plato.

—Sí, vamos a estar en un yate, y no quiero arriesgarme a vomitar —respondo con una sonrisa.

En mi plato hay una porción moderada de huevos revueltos, un poco de fruta fresca y un pan integral. Mientras tanto, mis amigas han optado por un festín: huevos revueltos, varios tipos de cereal, una variedad de panes y hasta un postre para después del desayuno.

Nos sentamos a desayunar y la conversación fluye entre risas y planes para el día. A pesar de mi elección más ligera, disfruto de cada bocado, anticipando la aventura que nos espera.

Una vez terminamos, volvemos a nuestra cabaña para ponernos nuestros trajes de baño. La emoción de lo que está por venir se siente en el aire mientras nos preparamos.

—Espero que el paseo en yate sea tan increíble como imagino —dice Nataly mientras ajusta su sombrero de playa.

—Definitivamente lo será —responde Daniela—. Estamos en Bora Bora, todo aquí es perfecto.

Finalmente, con nuestros trajes de baño puestos y listas para la aventura, salimos de la cabaña y esperamos a que el encargado del yate llegue por nosotras. Mientras tanto, aprovechamos para tomar algunas fotos frente al mar cristalino, capturando la belleza del lugar y la felicidad de estar aquí, juntas, celebrando mi despedida de soltera.

—¡Ya llegó el yate! —grita Nataly, señalando hacia el agua.

Un hombre se acerca a nosotras y nos ayuda a subir a bordo del elegante yate. A bordo, una mujer nos recibe con una bandeja de copas de champaña. Al notar que la mía está libre de alcohol, me sonríe con complicidad, sabiendo que mis amigas ya le habían informado sobre mi embarazo.

—Por Sam —dice Daniela con entusiasmo.

Levantamos nuestras copas y hacemos un brindis antes de disfrutar del contenido. La música comienza a sonar a través de los altavoces y el DJ crea el ambiente perfecto para que todas bailen. Nos movemos al ritmo de la música sin ninguna preocupación, disfrutando del momento y de la libertad del yate.

—¡Vamos, Sam! —anima Rosalie.

Me agarro de un tubo en el yate y empiezo a mover mi cintura al ritmo de la música. Me imagino que si Edward estuviera aquí, estaría tan encantado que probablemente no podría dejar de mirarme.

—¿No vas a extrañar tu vida de soltera? —me pregunta Nataly mientras bailamos.

—La verdad es que no —admito con una sonrisa—. Seguiré siendo la misma de siempre, chicas.

—Más te vale no alejarte de nosotras —añade Daniela con un tono juguetón.

—No la molesten —interviene Lucy—. Sam se va a casar y tenemos que estar felices por ella.

—¡Seremos las mejores tías del mundo! —dice Rosalie, acariciando mi barriga con cariño.

Sacamos mi celular y pedimos a la mujer encargada de la comida que nos tome una foto grupal. Posamos con alegría, mostrando nuestras sonrisas y el vibrante entorno del yate.

Mientras la cámara captura el momento, miro a mis amigas y me siento increíblemente agradecida.

—Quiero darles las gracias por estar aquí conmigo. Por estar en cada momento de mi vida. Sé que me alejé un poco de ustedes cuando empecé mi relación con Edward, pero creo que ustedes me entienden. Son las mejores amigas que una persona puede tener —digo, con la voz entrecortada por la emoción.

Lucy, Nataly, Daniela y Rosalie se acercan para darme un abrazo colectivo. En medio de risas y lágrimas, nos aferramos unas a otras, sintiendo el peso de nuestra conexión.

—Sam, siempre has estado para nosotras, y hoy no es la excepción —dice Lucy, secándose una lágrima—. Estamos aquí porque te queremos, y somos felices de ser parte de este viaje contigo.

—No importa cuán ocupada estés, siempre serás parte de nuestras vidas —añade Nataly—. Las cosas pueden cambiar, pero nuestra amistad no lo hará.

—Nos has demostrado que el amor verdadero existe, y estamos emocionadas de ver cómo crece tu familia —comenta Daniela—. No podemos esperar para ver cómo será tu vida de casada y, por supuesto, cómo te conviertes en mamá.

—A pesar de todo, siempre estaré aquí para ti, Sam —dice Rosalie, acariciando mi brazo—. Eres como una hermana para nosotras.

La noche llega y nos estamos preparando para ir a un restaurante elegante que Lucy ha reservado para nuestra cena especial. Cada una de nosotras se viste con elegancia; yo opto por un vestido largo y fluido que realza mi barriguita, mientras que mis amigas eligen vestidos igualmente sofisticados.

—¡Estamos listas para una noche fabulosa! —exclama Lucy mientras nos ajustamos los últimos detalles.

Salimos de la cabaña y llamamos a un taxi. El trayecto al restaurante está lleno de risas y charlas sobre lo que nos espera esa noche. El taxi llega al restaurante, un lugar con una iluminación tenue y un ambiente romántico. La entrada está adornada con luces suaves y flores frescas, creando una atmósfera acogedora y elegante.

—Este lugar es precioso —dice Nataly, asombrada mientras bajamos del taxi.

—Definitivamente, Lucy, elegiste bien —comenta Daniela.

El anfitrión nos recibe con una sonrisa y nos conduce a nuestra mesa, que está situada junto a una ventana con vistas panorámicas del océano. La mesa está decorada con velas y un centro de mesa de flores frescas.

—Esto es increíble —digo, admirando el entorno.

Nos acomodamos en nuestras sillas y comenzamos a revisar el menú. Las opciones son deliciosas y sofisticadas, y todas elegimos platos que incluyen desde mariscos frescos hasta exquisitos cortes de carne.

—Levanto mi copa —anuncia Lucy—. Por nuestra amistad, por este viaje, y por todos los momentos increíbles que hemos compartido y compartiremos en el futuro.

—¡Por Sam! —brindamos todas al unísono.

La noche avanza y decidimos pedir langosta, que resulta ser una de las especialidades del restaurante. Cuando llegan los platos, la presentación es impecable: la langosta está perfectamente cocida y acompañada de una salsa suave y aromática.

—¡Esto se ve increíble! —exclama Daniela mientras observa su plato con entusiasmo.

Cada bocado es una explosión de sabores, y la conversación fluye entre risas y recuerdos compartidos. La atmósfera en la mesa es de pura felicidad, y me siento completamente en paz con este momento.

De repente, las luces se atenúan un poco más, y el restaurante comienza a tocar una melodía suave. Miro a mis amigas y veo que todas tienen una sonrisa en el rostro, claramente disfrutando de esta experiencia única.

—¿Puedo hacer un brindis? —pregunto, levantando mi copa.

Mis amigas me miran con expectación y me animan a continuar.

—Este viaje ha sido todo lo que podía desear y más. Gracias por estar aquí conmigo, por hacerme sentir tan especial. Ustedes son las hermanas que elegí, y no podría estar más agradecida de tenerlas en mi vida. ¡Por nuestra amistad, chicas! —digo, con la voz entrecortada por la emoción.

Nos unimos en un brindis final, saboreando el momento, y disfrutando de la cena mientras la música sigue sonando suavemente en el fondo.

Terminamos la noche con un postre que es un verdadero espectáculo: un soufflé de chocolate que se deshace en la boca, acompañado de helado de vainilla. Es el final perfecto para una noche inolvidable.

Después de la cena, caminamos por la playa bajo la luz de la luna, hablando de todo y nada, disfrutando de la tranquilidad del momento. La despedida de soltera ha sido más que perfecta, y mientras caminamos de regreso a la cabaña, sé que este es un momento que atesoraré para siempre.

—No puedo esperar a contarle a Edward sobre todo esto —digo mientras observo las estrellas que brillan sobre el océano.

—Estoy segura de que estará encantado de escuchar cada detalle —responde Lucy, sonriendo.

Nos recostamos en las hamacas del yate, dejando que la brisa marina acaricie nuestros rostros. El yate avanza suavemente por el agua, y la música sigue sonando, pero ahora es más tranquila, acorde con el final de un día tan perfecto.

—Este ha sido uno de los mejores días de mi vida —digo en voz baja, casi para mí misma.

Mis amigas me miran y asienten, compartiendo el sentimiento. Con una última sonrisa, cierro los ojos y dejo que el suave balanceo del yate y el murmullo del mar me arrullen.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo