Hoy es el cumpleaños de Edward, pero Drake me había hecho prometer que fingiera olvidar la fecha para darle una gran sorpresa en la noche.
Me estiro bajo las sábanas, sintiendo el calor de Edward a mi lado. Su mano descansa sobre mi cintura, y la otra está bajo su cabeza mientras duerme plácidamente. Con cuidado, aparto su brazo y me levanto de la cama sin hacer ruido. Me apresuro al baño, consciente de que tengo un sinfín de cosas por hacer hoy, y el tiempo no está de mi lado. —¿Qué hora es, nena? —su voz adormilada interrumpe el silencio. —Las seis de la mañana —le respondo con una sonrisa, intentando sonar casual. —¿Y qué haces arreglada tan temprano, Sam? —pregunta mientras se incorpora un poco, frotándose los ojos. —Voy a salir a desayunar con unas amigas —miento, tratando de mantener la naturalidad. —Pensé que pasaríamos el día juntos… —dice, con una expresión de ligera decepción en su rostro. —No creo que podamos, cariño. Prometí que sería un día de chicas —le digo mientras me recojo el cabello en un moño improvisado, intentando evitar su mirada. Edward no parece convencido, y su expresión se endurece un poco. Me acerco para despedirme, sintiendo un nudo en el estómago por la mentira que estoy a punto de perpetuar. —¿Segura que no tendrás tiempo para mí? No quiero que te arrepientas más tarde, busques verme y ya tenga otros planes. —Muy segura —le miento una vez más, sintiendo el peso de mis palabras —Dijimos que todo el día estaríamos juntas. Edward frunce el ceño, claramente molesto, pero no insiste. Se recuesta de nuevo, aunque puedo ver que la idea de pasar el día sin mí le desagrada. —Veré qué va a hacer mi hermano —dice con voz apagada. —Saluda a Drake de mi parte —respondo, intentando sonar despreocupada mientras me pongo el bolso al hombro. —Bien… —murmura, frunciendo el ceño con resignación. Me acerco a darle un último beso y trato de irme rápidamente, pero antes de que pueda salir, siento su mano atrapando mi muñeca, deteniéndome. —Nena, ¿no olvidas algo? —me pregunta, mirándome con una mezcla de confusión y tristeza. Finjo revisar mi bolso, abriéndolo como si estuviera buscando algo. —Todo está listo, solo faltaba mi brillo de labios —le digo con una sonrisa forzada, dándole otro beso rápido. —Te estaré llamando —le aseguro antes de finalmente salir de la habitación, sintiendo el peso de la mentira sobre mis hombros. Mientras bajo las escaleras, no puedo evitar sentirme culpable por haberlo hecho sufrir esta mañana. Sé que todo es parte de la sorpresa, pero no es fácil mantener la fachada. Salgo de la casa y veo que el auto de Lucy ya está afuera. Me subo en la parte trasera y saludo a mis amigas con una sonrisa. Después de la reunión que organicé con mis amigos y amigas, todos se llevaron tan bien que ahora es común que nos juntemos en grupo. Vamos a desayunar a un restaurante, y mientras disfrutamos del café y los croissants, les cuento lo que sucedió en la mañana con Edward. Me siento un poco culpable por haberle mentido, pero sé que la sorpresa que le estamos preparando hará que todo valga la pena. Al final del desayuno, decidimos que la fiesta será en la casa que un amigo de Lucy compró recientemente. La propiedad, que antes estaba abandonada, fue transformada en una casa de lujo de tres plantas con un amplio jardín. La primera planta es impresionante: un espacio enorme con un brillante suelo de mármol negro. La cocina, diseñada con colores oscuros y plateados, tiene un aire moderno y sofisticado. Hay un minibar completamente equipado, una pantalla gigante que ocupa toda una pared, y frente a ella, un conjunto de sofás y pufs acolchados que invitan a relajarse. —Espero que no llamen a la policía por el ruido —digo mirando la enorme torre de sonido que han instalado. —Tendremos suerte si no nos demandan por el escándalo que armará ese parlante —bromea Lucy. —Lo primero que debemos hacer es terminar con la decoración —les digo mientras observo el espacio—. Pondremos una mesa al lado del ventanal del jardín con el pastel, los pasabocas y las bebidas. Organizaremos los sofás para que los invitados estén cómodos, y mantendremos las puertas del jardín abiertas de par en par para que el sonido no se encierre y entre aire fresco. De repente, el timbre suena y miro a las chicas, intrigada. —Traje algo de diversión —dice Nataly con una sonrisa misteriosa. —¿Qué cosa? —le pregunta Lucy, curiosa. Amy se apresura a abrir la puerta de par en par, dando paso a cuatro hombres que sostienen una estructura metálica en forma de toro. —Ese va en el patio —dice Nataly, sonriendo con picardía. —¿Un toro mecánico? —exclama Lucy—. ¡A los chicos les encanta el toro mecánico! —Ya veo por qué pediste uno —digo, riendo. La sala está lista para la fiesta: decoraciones por todos lados, un sistema de sonido espectacular, y luces parpadeantes que añaden un toque de energía al ambiente. La mesa está repleta de aperitivos, bocadillos y, por supuesto, el pastel que servirá de centro de atención más tarde. Hay botellas de whisky, tequila, y varios barriles de cerveza para asegurarnos de que la bebida no falte en ningún momento. Karla abre la puerta para que entren los meseros que nos ayudarán durante la noche. —Las cajas de licor y los barriles de cerveza están en el sótano —les indica Lucy—. Cuando se acaben las que están aquí, pueden subir las que están abajo. —Vamos a arreglarnos —dice Karla—. Los invitados ya están a punto de llegar. Subimos a la segunda planta, donde cada una elige una habitación para cambiarse y prepararse para la noche. Abro mi maleta y saco el vestido negro que he guardado especialmente para esta ocasión. Es un vestido ceñido que llega hasta la rodilla, con un escote en V y detalles de encaje en la espalda. Me pongo unos tacones altos que combinan perfectamente y me dejo el cabello suelto, con suaves ondas que caen sobre mis hombros. —Estás espectacular —dice Amy cuando nos encontramos en el pasillo. —Gracias, tú también luces increíble —le respondo, admirando su vestido rojo. Bajamos de nuevo a la sala, donde los primeros invitados ya han comenzado a llegar. El ambiente se llena rápidamente de risas, conversaciones y el sonido de vasos chocando. Edward aún no ha llegado, y la expectación crece entre todos los presentes. —Esto quedó genial —me dice Mark, dándome una palmada en la espalda. —Gracias —le respondo con una sonrisa, aunque mis ojos ya están escaneando la habitación, asegurándome de que todo esté bajo control. La casa se va llenando rápidamente, y pronto el espacio parece demasiado pequeño para la cantidad de gente. Las voces se elevan a cada momento, creando una vibrante atmósfera de celebración. Recibo a más personas, saludando y asegurándome de que todos se sientan bienvenidos. Los padres de Edward llegan, y ambos me abrazan con calidez. —Gracias por todo lo que haces por mi hijo —me dice mi suegro, estrechándome con afecto. —Eres lo mejor que le ha pasado a esta familia —añade Dorotea, con una sonrisa sincera. —Los chicos están por llegar —avisa mi suegro. Al escuchar esto, todos corren en busca de un escondite mientras apagamos las luces, transformando la bulliciosa sala en un espacio de expectante silencio. —¡Silencio! —exige Lucy detrás de mí, en un susurro apremiante—. No será sorpresa si seguimos haciendo ruido. Finalmente, la puerta se abre y, en el mismo instante, las luces se encienden de nuevo. —¡Sorpresa! —gritamos todos al unísono, mientras un estallido de espuma, confeti y globos llena el aire. Edward se queda perplejo por un momento, su mirada recorriendo a todos los presentes antes de posarse en mí. —¡Feliz cumpleaños, cariño! —exclamo, siendo la primera en lanzarme a sus brazos. Me alza en el aire, repartiendo un centenar de besos por toda mi cara, mientras ríe emocionado. —¡Juro por Dios que pensaba matarte por haberlo olvidado! —dice, todavía incrédulo. Lo beso en la boca, pero antes de que podamos decir algo más, una avalancha de gente se nos viene encima, todos deseándole lo mejor. La música se enciende y los auxiliares comienzan a repartir copas a todo el mundo. La cantidad de gente es arrolladora; es imposible dar dos pasos sin tropezar con alguien. Las ventanas y puertas vibran al ritmo de "Get Busy" de Sean Paul, y no puedo evitar mover los hombros, disfrutando del momento. Todo está saliendo mejor de lo que esperaba. —Gracias, nena —me susurra Edward al oído, con una sonrisa que refleja su gratitud. —Te mereces mucho más que esto —le respondo, sabiendo que lo haría todo de nuevo por verlo feliz. —Eres buena dando sorpresas —dice, y sus palabras me llenan de satisfacción. Mis amigas se acercan, tomándome de la mano con entusiasmo. —Vamos a bailar, Sam —insiste Amy, y aunque dudo por un segundo, la alegría en sus rostros me anima. ¿Cómo negarme a bailar la canción que tantas veces me hizo disfrutar en las discotecas de Róyale? Alzo las manos al aire, dejándome llevar por la música y la energía de mis amigas. Nos movemos en sincronía, recordando viejos momentos mientras sacudimos el trasero en medio de luces y humo. Hacemos nuestro propio círculo en el centro de la sala, agitando brazos, hombros y caderas al ritmo de la música. —Eso fue genial —dice Lucy, sin aliento, pero con una sonrisa de oreja a oreja. —Definitivamente —respondo, sabiendo que esta noche será inolvidable. Voy a la cocina a buscar algo de agua y veo que Edward comienza a seguirme. —Me gusto tu baile —susurra en mi oído acariciándome la espalda —Me la pusiste dura, de eso si puedes tener miedo, sabes cómo me pongo cuando estoy así. Comienzo a caminar hacia el sótano para sacar unas cosas y escucho que él viene detrás de mí. Me pega a su entrepierna tensando mis muslos bajo el contacto de su erección, de esta no voy a escapar. El estómago me arde, es rudo e imponente y con la sola mirada tengo para que las rodillas me tiemblen. —Este es el mejor cumpleaños. Me estrecha contra su pecho e intensifica el agarre sobre mi trasero, refregándose contra mí, apoderándose de mi boca con un feroz beso que me pone arder los labios, subiéndome al borde de la mesa. La chaqueta sale a volar sin soltar mi boca, el agarre y el desespero que denota es tanto que temo a que ambos nos prendamos en llamas de verdad. Baja las tiras del vestido amasando mis pechos con firmeza en tanto su boca se prende de mi cuello. Su aroma me embriaga, sus besos me aturden y su cercanía desequilibra cualquier pensamiento coherente. —Ohhh, Eddie. Se prende de mis senos chupando y mordiendo mis pezones con fuerza, no hace caso a mis palabras, por el contrario, mete la mano bajo el vestido acariciando el delgado elástico de mis bragas, apartando la tela untándose los dedos con mi humedad. Entra con movimientos lentos y me es imposible controlar el gemido que se me escapa. Un jadeo desesperado, el reflejo de un cuerpo cargado y encendido. —Estás mojada —abraza mi cintura enterrando la cara en mi cuello —Joder... Nena, estás mojada y deliciosa. Roza mi clítoris provocando una avalancha de fuego y hormigueo que descienden a la velocidad de la luz, mi espalda se arquea y mi garganta jadea ante él. —Ohhh, amor —muerdo mis labios. Estallo bajo el placentero orgasmo que se apodera de mi cuerpo, echo la cabeza atrás dejando que vuelva a prenderse de mis pechos. Lo abrazo y dejo que me embista con brusquedad, la piel de mis caderas duele bajo el agarre de sus manos cuando las lleva de adelante hacia atrás entrando y saliendo dejando que me invada aquello que puede matarme y revivirme, no sé cuantas veces. Los ruidos que suelta su garganta acaban con la mínima excitación que hacía falta por soltar. Nuestras frentes sudan bajo el intenso momento que libran nuestros cuerpos, cada beso, embestida y caricia se da de forma salvaje y arrebatadora. La proximidad de un nuevo orgasmo vuelve a levantarse con más fuerza y preparo mi cuerpo para ello, ya que dicha sensación es como un viaje al país de las maravillas. —¡Dios! —chillo cuando me da la primera estocada con la fuerza de un rayo, sus embates se vuelven apremiantes, su respiración se torna fuerte e irregular mientras se estrella contra mí con gritos carnales dándome todo lo que tiene. Todo desaparece, mi mente queda en blanco cuando el orgasmo se apodera de mi ser, las uñas se me resbalan en la mesa en busca de algo de que sujetarse mientras gimo su nombre silaba por sílaba. —Eres mi mejor regalo, Sam —me da un corto beso.Desayunamos unas deliciosas tostadas mientras navegamos en el computador, buscando el lugar perfecto para nuestra boda. El sol de la mañana entra por la ventana de la cocina, llenando el espacio con una luz cálida y acogedora. El aroma del café recién hecho flota en el aire, mezclándose con el dulce olor de las tostadas.—¿Qué piensas de Santorini? —le pregunto a Ed, señalando la pantalla donde se despliegan imágenes de la hermosa isla griega. Los acantilados blancos, las aguas cristalinas y el cielo azul parecen sacados de un sueño.Ed se inclina un poco más cerca de la pantalla, sus ojos brillan con interés mientras observa las imágenes. Se queda en silencio por un momento, como si estuviera imaginando cómo sería casarnos en un lugar tan mágico.—Me gusta mucho —responde finalmente, girando su rostro hacia mí con una sonrisa suave—. ¿Quieres que nos casemos en Santorini?La idea de casarnos en Santorini me emociona, pero quiero asegurarme de que él también lo desee. No quiero que se
Hoy comenzamos la mudanza a nuestra nueva casa. Es un día que he estado esperando con ansias, aunque también con un poco de nerviosismo. No es solo una mudanza, es el comienzo de una nueva etapa en nuestras vidas, y eso me llena de emoción. Edward está empacando algunas cosas en la habitación, concentrado en asegurarse de que todo esté bien protegido para el traslado. Lo observo desde la puerta, viendo cómo cuidadosamente envuelve un marco con nuestra foto favorita en papel burbuja. Me hace sonreír cómo se toma su tiempo con cada detalle, queriendo que todo llegue en perfecto estado. —¿Estás segura de que empacamos todo? —pregunta de repente, levantando la vista para mirarme. —Creo que sí —respondo, aunque en el fondo sé que siempre hay algo que se queda atrás en cada mudanza—. Pero si se nos olvida algo, siempre podemos volver. Él asiente y vuelve a su tarea, pero no puedo evitar seguir observándolo. Hay algo en ver a Edward así, tan concentrado y decidido, que me hace sent
Maldición. Hoy es la cita con la doctora para saber el sexo del bebé. Es un momento que he estado esperando con ansias, pero también uno que me llena de nervios.Me siento en la sala, revisando mi teléfono para distraerme mientras Sam se prepara. Cuando la veo salir de la habitación, mi corazón da un vuelco. Está radiante con ese vestido blanco que resalta su panza, que ya es imposible de ignorar. Cada día que pasa, ella está más hermosa, y la emoción de saber que pronto seremos padres se hace más real.Me acerco a ella, incapaz de resistir la tentación de besarla. Sus labios son suaves y cálidos, y el contacto de mi mano en su vientre me hace sentir una conexión inmediata con nuestro bebé.—Estás hermosa —le susurro, y ella me responde con una sonrisa tímida, esa que siempre me derrite.Tomo su mano con ternura y la guío hacia el carro. Es un momento solemne, casi sagrado, y ambos lo sabemos. Subimos al auto y comienzo a conducir hacia la clínica, mis pensamientos en mil direcciones.
¡Me voy de viaje a Bora Bora!Lucy, mi mejor amiga, ha organizado un viaje para mi despedida de soltera. Originalmente, era una sorpresa, pero insistí tanto que al final tuvo que decirme a dónde íbamos.—¿Segura que quieres ir? —pregunta Edward con un puchero en su rostro.—Amor, estaré bien —le aseguro, acariciando su mejilla.—Pero estarás separada de mí —dice mientras coloca sus manos alrededor de mi cintura, atrayéndome hacia él—. No quiero separarme de ti, amor.—Eddie, solo serán tres días —le respondo entre risas, intentando calmarlo.—Tres días en los que no voy a poder besarte —murmura, pegando sus labios a los míos con ternura.—Cariño, debemos irnos ya al aeropuerto o llegaré tarde —le recuerdo, aunque una parte de mí tampoco quiere soltarlo.—No, Sam —protesta, apretándome un poco más—. No quiero dejarte ir.—Amor, solo seremos las chicas y yo —intento tranquilizarlo, sabiendo que su preocupación es genuina.—Y habrá idiotas que intentarán acercarse a ti, pero confío en ti
El sol entra a través de las cortinas, despertándome más temprano de lo que esperaba. Miro el reloj en mi celular y veo que son apenas las seis de la mañana. A pesar de la hora, me siento llena de energía, así que decido aprovechar el tiempo. Entro al baño, me arreglo rápidamente y salgo para dar un paseo por la playa. Mientras camino descalza por la arena, disfrutando de la suave brisa marina, decido llamar a Edward. Extraño escuchar su voz. —Buenos días, amor —digo cuando él responde. —Buenos días, nena —su voz suena adormilada—. ¿Cómo estás? ¿Me estás extrañando? —Muchísimo, amor —admito, sonriendo al imaginar su cara—. ¿Tú estás durmiendo en casa de tus padres? —Sí, no podía soportar estar solo en nuestra casa —responde con un suspiro—. Te extraño demasiado, Sam. La casa se siente vacía sin ti. —Yo también te extraño mucho, Eddie. Ya casi nos volveremos a ver. —¿Qué planes tienen para hoy? —Vamos a viajar en yate —le cuento, emocionada. —Ten mucho cuidado, por favor —su to
Hoy es un día especial, y aunque he pasado por muchas cosas en mi vida, debo admitir que estoy más nervioso de lo que pensaba. Hoy es la fiesta de revelación de género, un momento que tanto Sam como yo hemos esperado con ansias. Aún recuerdo el día en que Sam me dijo que estaba embarazada. No podía creerlo, y al mismo tiempo, sentí una alegría indescriptible. Ahora, estamos aquí, a punto de compartir la noticia con nuestras familias y amigos más cercanos. Me miro en el espejo y ajusto el cuello de mi camisa blanca. Es simple, pero perfecta para la ocasión. Quiero estar a la altura de este momento tan importante. Salgo de la habitación y me encuentro con Sam en la sala. Ella luce absolutamente hermosa en su vestido blanco. Su barriguita se nota más ahora, y no puedo evitar sonreír cada vez que la veo. —Te ves hermosa —le digo mientras la abrazo por detrás y beso su mejilla. —Gracias, Eddie —responde, mirándome con esos ojos llenos de amor que siempre me hacen sentir como el hombre m
El sol se alza lentamente en el horizonte, anunciando el inicio de un nuevo día. La luz suave de la mañana entra por las cortinas, iluminando la habitación y despertándome de un sueño profundo. A mi lado, Sam todavía duerme plácidamente, con una mano descansando sobre su vientre, donde nuestro pequeño Louis crece cada día más. Sonrío al recordar la fiesta de revelación del día anterior, el momento en que el humo azul llenó el aire y confirmamos lo que ambos habíamos soñado: íbamos a tener un niño.Con cuidado, me levanto de la cama, tratando de no despertarla. Hoy es un día importante, no solo porque me he decidido a hacer algo que he estado planeando en mi cabeza durante semanas, sino porque es el momento de asegurarme de que todo esté perfecto para nuestra familia en crecimiento.Después de darme una ducha rápida y vestirme, bajo las escaleras y me preparo un café. Necesito la energía para lo que tengo en mente hoy. Mientras disfruto de la tranquilidad de la mañana, saco mi teléfono
Hoy es un día especial, uno que he estado esperando con una mezcla de nervios y emoción: nuestras primeras clases de maternidad.Edward y yo hemos hablado mucho sobre lo que significará ser padres, pero hoy es el día en que empezaremos a aprender cómo hacerlo. No puedo evitar sentir un poco de ansiedad, como si la realidad de todo esto se volviera más tangible con cada paso que damos hacia esa aula.La mañana comenzó como cualquier otra. Me desperté un poco antes de Edward y me quedé un momento en la cama, sintiendo las suaves pataditas de Louis. Es nuestro pequeño ritual, una manera de conectarme con él antes de que el día comience. Mientras acaricio mi vientre, pienso en lo rápido que ha pasado el tiempo. Apenas parece que fue ayer cuando descubrimos que estaba embarazada, y ahora estamos aquí, preparándonos para traer a nuestro hijo al mundo.Edward se despierta poco después y me encuentra sonriendo mientras sigo sintiendo a Louis moverse.—¿Listos para nuestra primera clase? —me p