Capítulo 36

Hoy comenzamos la mudanza a nuestra nueva casa. Es un día que he estado esperando con ansias, aunque también con un poco de nerviosismo. No es solo una mudanza, es el comienzo de una nueva etapa en nuestras vidas, y eso me llena de emoción.

Edward está empacando algunas cosas en la habitación, concentrado en asegurarse de que todo esté bien protegido para el traslado. Lo observo desde la puerta, viendo cómo cuidadosamente envuelve un marco con nuestra foto favorita en papel burbuja. Me hace sonreír cómo se toma su tiempo con cada detalle, queriendo que todo llegue en perfecto estado.

—¿Estás segura de que empacamos todo? —pregunta de repente, levantando la vista para mirarme.

—Creo que sí —respondo, aunque en el fondo sé que siempre hay algo que se queda atrás en cada mudanza—. Pero si se nos olvida algo, siempre podemos volver.

Él asiente y vuelve a su tarea, pero no puedo evitar seguir observándolo. Hay algo en ver a Edward así, tan concentrado y decidido, que me hace sentir una calidez en el pecho. Es como si, en este simple acto de empacar, estuviera cuidando de nosotros y de nuestro futuro.

—¿Qué? —me pregunta, notando que lo estoy mirando.

—Nada, solo… estoy disfrutando el momento —le respondo con una sonrisa.

—¿Disfrutando de verme empacar? —bromea, levantando una ceja.

—Exacto —digo riendo—. Es un arte verlo, ¿sabes?

Edward se ríe y se acerca a mí, dejando la caja que estaba empacando a un lado. Me envuelve con sus brazos y me da un beso en la frente.

—Vamos a ser muy felices en esa casa, Sam. Lo sé —dice con una convicción que me reconforta.

—Yo también lo sé —respondo, acurrucándome en su abrazo.

Nos quedamos así por un momento, disfrutando de la tranquilidad antes del caos que inevitablemente trae una mudanza. Es en estos pequeños momentos que me doy cuenta de lo afortunada que soy de tener a Edward a mi lado, de construir una vida juntos, de comenzar esta nueva aventura como una familia.

—Debería seguir empacando si queremos terminar antes de la noche —dice Edward, aunque no hace ningún esfuerzo por soltarme.

—Solo un minuto más —le pido, cerrando los ojos y respirando su familiar aroma.

Luego de unos minutos, el camión de mudanza llega y el ajetreo comienza. Los trabajadores empiezan a cargar nuestras cajas, y la casa, que hasta hace poco estaba llena de vida, ahora se siente vacía y extraña. Es un momento agridulce, dejar atrás nuestro primer hogar juntos, pero la emoción de lo que viene es mucho más fuerte.

Edward y yo nos montamos en el auto una vez que todo está listo. Él toma el volante y, después de asegurarse de que estoy cómoda, arranca hacia lo que será nuestro nuevo hogar. Mientras conduzcimos, las calles familiares se van quedando atrás, y con cada kilómetro, nos acercamos más a esta nueva etapa de nuestras vidas.

Miro por la ventana, perdida en mis pensamientos, pero no puedo evitar una sonrisa cuando siento la mano de Edward posarse suavemente sobre mi vientre. Mi barriga ha comenzado a notarse, un recordatorio constante de que no somos solo dos en esta aventura, sino tres. Es un gesto tan sencillo, pero lleno de significado, que me hace sentir aún más conectada con él y con nuestro bebé.

—No puedo esperar para que crezca un poco más —dice Edward con una sonrisa, sin apartar la vista de la carretera.

—Yo tampoco —le respondo, colocando mi mano sobre la suya—. A veces todavía no puedo creerlo.

Edward gira su cabeza ligeramente hacia mí, y aunque sus ojos vuelven rápidamente al camino, puedo ver la emoción reflejada en ellos.

—Estamos construyendo algo hermoso, Sam. Nuestra familia, nuestro hogar. Y no hay nada que desee más que compartir todo esto contigo.

Sus palabras me llenan de calidez y amor. Aprieto suavemente su mano, queriendo transmitirle todo lo que siento en ese momento.

—Vamos a ser muy felices, Edward. Lo sé.

Nos mantenemos en silencio durante unos minutos más, disfrutando de la paz que nos rodea mientras nos acercamos a nuestro destino. La carretera se siente como una especie de puente entre lo que hemos sido y lo que seremos, y cruzarlo juntos hace que todo sea aún más especial.

Finalmente, veo las primeras señales de nuestro nuevo vecindario, y la emoción en mi pecho se intensifica.

Cuando llegamos a nuestra nueva casa, el camión de mudanza ya está estacionado frente a la entrada. Los trabajadores comienzan a descargar las cajas y muebles con rapidez y eficiencia, llenando de vida el que será nuestro hogar. A medida que cada caja y cada mueble entra por la puerta, puedo sentir cómo esta casa vacía comienza a transformarse en nuestro lugar especial.

Mientras Edward y yo supervisamos el proceso, me doy cuenta de que nuestros padres han llegado para ayudar. Sus autos se estacionan detrás del camión, y en cuestión de minutos, están con nosotros, listos para echar una mano.

—¡Hola, queridos! —exclama mi madre con una gran sonrisa mientras se acerca—. ¡Es un día tan emocionante!

La madre de Edward le sigue, cargando un pequeño ramo de flores que parece haber traído como un regalo para bendecir nuestro nuevo hogar.

—Pensé que esto le daría un toque especial a la casa —dice con una sonrisa, entregándome las flores.

—Gracias, es precioso —le respondo, agradecida por el detalle.

Con la ayuda de nuestros padres, el proceso de acomodar nuestras cosas se vuelve mucho más ameno. Cada uno de nosotros se encarga de una tarea diferente; mi madre y la madre de Edward se enfocan en la cocina, organizando platos, cubiertos y utensilios, mientras nuestros padres se encargan de ensamblar los muebles más pesados.

Edward y yo pasamos de habitación en habitación, asegurándonos de que todo esté en su lugar. Aunque el día es agotador, hay algo increíblemente gratificante en ver cómo, poco a poco, nuestro nuevo hogar toma forma.

—¿Cómo te sientes? —me pregunta Edward en un momento, mientras colocamos las almohadas en nuestro nuevo sofá.

—Cansada, pero feliz —le respondo, sonriendo mientras observo cómo nuestros padres trabajan juntos—. Es como si todo estuviera encajando perfectamente.

Edward asiente, envolviéndome en un abrazo rápido antes de volver a su tarea. Puedo sentir su entusiasmo y su alegría mezclados con la mía. Este es el lugar donde comenzaremos nuestra vida juntos como una familia, y esa idea me llena de una paz y una felicidad indescriptibles.

Finalmente, después de lo que parece un maratón de trabajo, la mayor parte de las cosas están en su lugar. Todos nos detenemos por un momento para admirar lo que hemos logrado. El cansancio en nuestros rostros es evidente, pero también lo es la satisfacción.

—La casa ya parece un hogar —comenta mi madre, mirando a su alrededor con una sonrisa de orgullo.

—Y será aún más especial cuando esté aquí con nosotros —añade la madre de Edward, tocando suavemente mi vientre.

Nuestros padres finalmente se despiden, dejando tras de sí un hogar lleno de cajas, muebles desordenados y una nueva etapa por comenzar. Cierro la puerta, y la casa queda en silencio, solo interrumpido por el sonido suave de nuestras respiraciones.

Edward me sonríe, y me acerco a él, apoyándome en su pecho mientras rodea mi vientre con sus manos. Siento su calidez y el suave toque de su mano, y no puedo evitar sonreír al pensar en lo que nos espera.

—¿Por dónde empezamos? —pregunto en voz baja, aunque ya sé la respuesta.

—Creo que deberíamos empezar con el cuarto del bebé —dice, su voz suave pero llena de emoción.

Asiento, y juntos caminamos hacia la habitación que habíamos destinado para nuestro pequeño. Es una habitación luminosa, con una gran ventana que deja entrar la luz del sol, ideal para llenar de vida y amor.

—¿Qué piensas sobre los colores? —pregunta Edward, su mano aún en mi vientre, mientras mira alrededor de la habitación vacía.

—Estaba pensando en algo suave, tal vez tonos pastel —respondo—. Algo neutro, que sea acogedor sin importar si es niño o niña.

Edward asiente, y puedo ver en sus ojos que está imaginando el espacio tal como yo lo estoy haciendo.

—En dos semanas sabremos si es niño o niña —digo con una mezcla de emoción y nerviosismo—. No puedo esperar a ver su carita en la ecografía.

Edward sonríe y baja su mirada a mi vientre, acariciándolo con una ternura que me derrite el corazón.

—Sea lo que sea, será perfecto. Y este cuarto será su pequeño mundo —responde con convicción.

Nos quedamos en silencio por un momento, cada uno imaginando cómo será tener a nuestro bebé en esta casa, cómo transformará nuestras vidas de maneras que aún no podemos comprender.

—¿Y qué piensas de la cuna? —pregunto, rompiendo el silencio con un poco de humor—. ¿Vamos por algo clásico o algo moderno?

Edward ríe suavemente, y su risa llena la habitación vacía, haciéndome sentir que este lugar ya está comenzando a convertirse en un hogar.

—Quizás algo que combine un poco de ambos —responde—. Algo que dure y que podamos contarle historias sobre cómo lo elegimos cuando sea mayor.

Miro a Edward mientras acaricia mi vientre con una sonrisa suave en los labios, y no puedo evitar preguntarme qué piensa sobre nuestro pequeño.

—¿Qué crees que va a ser? —le pregunto, mi voz cargada de curiosidad y anticipación.

Edward me mira, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y certeza.

—Definitivamente, un niño —responde sin dudar, su sonrisa se ensancha—. No sé por qué, pero lo siento. Aunque claro, estaré feliz sea lo que sea.

Su respuesta me hace reír suavemente. Me gusta esa confianza que tiene, y al mismo tiempo, la idea de tener un niño me hace imaginar cómo sería criar a un pequeño con la misma fuerza y carácter que él.

—¿Un niño, eh? —repito, acariciando su rostro con ternura—. Creo que sería lindo… aunque no puedo dejar de pensar en lo adorable que sería una niña también.

Edward asiente, inclinándose para dejar un suave beso en mi frente.

—Lo que venga, lo enfrentaremos juntos. Y lo llenaremos de amor, como hacemos con todo.

Edward me mira con una sonrisa después de hablar sobre el bebé y pregunta:

—¿Tienes hambre?

Me doy cuenta de que, en realidad, sí tengo hambre, y algo específico se me viene a la mente.

—Se me antoja pizza —respondo con entusiasmo, imaginando ya el sabor de una pizza bien cargada de queso.

—Pizza será entonces —dice Edward con una sonrisa, sacando su teléfono para hacer el pedido.

Nos acomodamos en el sofá, y mientras esperamos a que llegue la pizza, ponemos una película para relajarnos. El sonido de la puerta nos saca de nuestra pequeña burbuja, y Edward se levanta para recibir la pizza.

Al regresar, el aroma delicioso llena la sala. Abrimos la caja y el queso derretido, las verduras frescas y el pepperoni crujiente nos hacen la boca agua. Tomo una porción y me recuesto en el sofá mientras la primera escena de la película comienza a desplegarse en la pantalla.

—Esto es perfecto —digo, dándole un mordisco a la pizza y sintiendo la calidez que se extiende desde mi estómago.

Edward se sienta a mi lado, con su propia porción en la mano, y entre bocado y bocado, intercambiamos comentarios sobre la película. Nos reímos juntos, disfrutando de la simplicidad de la noche, solo nosotros dos, compartiendo comida y películas, sabiendo que nuestro futuro está lleno de momentos como este, solo que con un pequeño más en la mezcla.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo