Capítulo 23

El pánico me invade al ver a mi novio, o tal vez exnovio, sentado al lado de esa chica. Ni siquiera parece darse cuenta de mi presencia cuando me siento junto a Drake, al otro lado de la mesa, lo más lejos posible de él.

—Drake, tienes una novia muy bonita —dice el hombre.

Edward empieza a toser, o quizás se está atragantando. No quiero mirarlo para saber cuál de las dos es, pero no puedo evitarlo. Cuando lo hago, lo veo mirándome con furia.

—No es mi novia, pero sí es bonita —responde Drake, mirando a su hermano, esperando que hable.

Como era previsible, Edward no dice nada. La chica parece algo desorientada y un poco incómoda. Me alegra. Edward se acerca para susurrarle algo al oído, y ella le sonríe antes de sacudir la cabeza.

—Me llamo Roxy —dice con una sonrisa —Es un gusto conocerte.

—Igualmente.

Igualmente, zorra.

Tengo el corazón acelerado y apenas puedo ver con claridad. Si no estuviésemos compartiendo mesa con la familia de Edward, ya le habría lanzado una copa a él y a su amiga.

—Sam, ¿sabes qué vas a ordenar? —me pregunta Drake.

Hace un buen intento para distraerme.

—No, Drake.

La verdad es que no tengo ganas de comer nada. Me siento mareada al ver a Edward con otra chica, y ella sonríe plácidamente como si nada.

—Sam, podemos irnos —me sugiere en voz baja.

Miro a Edward, al otro lado de la mesa. Sus ojos se encuentran con los míos un instante antes de volver a centrarse en Roxy.

¿Irme? Está demente. Yo me llamo Samantha y no me dejo pisotear por ningún hombre, y menos por un idiota como Edward.

—No me voy a ningún lado —le sonrío.

—Así se hace, Sam.

¿Por qué no te fijaste en Drake?

Drake también es bastante apuesto, pero su hermano se robó mi corazón.

—Tomaremos vino —anuncia Leonardo al camarero.

Intento desesperadamente no mirar al otro lado de la mesa, pero es difícil, muy difícil. ¿Por qué ha venido con ella?

—Les daré unos minutos para que vean el menú. Si tienen alguna consulta sobre los platos, mi nombre es Robert —anuncia el camarero.

Su mirada se encuentra con la mía. Se queda ligeramente boquiabierto y aparta la vista al instante, solo para volver a posarla en mí. Es el vestido y el maldito escote. Le regalo una incómoda sonrisa. Él me la devuelve, y su cuello y mejillas comienzan a ponerse rojos.

—Toma nota o vete —ordena Edward, con una voz tajante.

—Lo... lo siento —tartamudea Robert, y se aleja de la mesa a toda prisa.

Miro a Edward, pero él desvía la mirada rápidamente. Verlo con ella me da la sensación de que no lo conozco en absoluto, como si me estuviera entrometiendo en la intimidad de un par de tortolitos.

Nervioso, Robert me llena la copa hasta el borde, y yo le doy las gracias en voz baja. Me sonríe, esta vez con menos timidez, y se dispone a llenar la copa de Drake.

Doy un largo trago, y el vino me sabe fresco y deliciosamente dulce al paladar. Me dan ganas de bebérmelo todo de golpe, pero tengo que ir despacio. Lo último que necesito es emborracharme y ponerme sensible delante de todo el mundo.

—Me parece que tienes un admirador —comenta Drake con una sonrisa.

Levanto la mirada y veo que Robert me está mirando desde su lugar con una enorme sonrisa. Edward sigue con la mirada perdida en el restaurante, y Roxy está hablando con su madre. Yo me encuentro en mi propio mundo, en una fantasía en la que mi novio está sentado a mi lado, con una mano sobre mi muslo, inclinándose para hacerme algún comentario descarado que me haga reír y ruborizarme.

Después de terminar de comer, los adultos siguen hablando entre ellos, y yo continúo creando escenarios en mi cabeza, como una m*****a enferma mental.

—Voy a tomar aire, disculpen —les digo, levantándome de la mesa.

Me levanto de la silla y camino hasta el balcón. Necesito estar sola y pensar en todo lo que está pasando. Creo que lo mejor será terminar esta relación. No me estoy sintiendo bien conmigo misma.

—Sam —escucho la voz de Edward a mis espaldas.

Me limpio las lágrimas de inmediato y me giro hacia él.

—¿Qué?

—Tengo que hablar contigo.

—¿Vas a dejarme? ¿Me engañaste con ella?

—Sam, tu papá no quiere que estemos juntos. Tengo pruebas si no me crees. Por eso me he comportado así todo este tiempo. Pensé que sería más fácil si me odiabas, pero... Sam, yo te amo.

—¿Mi papá? —pregunto, incrédula.

Edward asiente.

—Él es un hipócrita. Me dijo que estaba feliz de nuestra relación.

Edward saca su celular y me muestra las conversaciones con mi padre. En los mensajes, mi padre le exige que se aleje de mí o me enviará a un internado, argumentando que la diferencia de edad es inaceptable y que no permitirá esta relación. Edward le responde que me ama mucho y que está dispuesto a alejarse si es necesario.

—¿Por qué no me dijiste? —pregunto, con lágrimas en los ojos. —Pensé que ya no me querías. Pensé que me habías engañado con ella y...

—A Roxy le gustan las chicas —dice, colocando sus manos en mi cintura.

La idea de que mi padre quiera separarme de Edward me mata. Comienzo a llorar y Edward me atrae hacia su pecho.

—No quiero regresar a mi casa.

—Vente a vivir conmigo, Sam.

La propuesta me sorprende. ¿Irme a vivir con mi novio?

—Sí —respondo, y lo beso. —No me vuelvas a hacer esto, amor.

—No lo haré, nena. ¿Vamos a la cabaña?

—Sí.

Sexo dé reconciliación.

Edward se acerca a la mesa y le dice algo a sus padres.

Al  llegar a la cabaña me giro hacia él y lo tomo de la camisa para darle  un profundo beso. Necesitaba ese beso de manera desesperada. Él pone sus  manos en mi cintura y me pega contra la pared.

—Mierda... —gimo cuando besa mi cuello.

Edward me toma en sus brazos y subimos a nuestra habitación.

—Te amo, nena.

Me  deja sobre la cama y pasa su lengua por todo mi cuello. Arqueo mi  espalda y Edward me quita el vestido dejándome solo con mi panty.

—Quítate la ropa.

—Me encanta cuando te pones mandona —sonríe.

Meto  mis manos en su camisa y me deshago de ella. Edward se quita sus  pantalones y bajo mis pies hasta su miembro para acariciarlo por encima  del bóxer.

—Que duró estas —muerdo mi labio.

—Tú me pones así.

Meto mis pies por encima de su bóxer y se lo quito con facilidad. Él muerde la tira de mi panty y me lo quita con la boca.

—Me encantas —dice cuando entra en mí —Mee encanta cuando te pones estrecha, nena.

—Hace rato, quería hacer esto —acaricio su cabello.

Cierro  mis ojos y me dejo llevar mientras Edward hace movimientos sobre mí.  Suelto un gemido y él comienza a penetrarme mucho más rápido y fuerte.

—Quiero estar arriba tuyo —lo miro a los ojos.

Edward  se detiene y se hace sobre la cama. Paso mi lengua por su pene y luego  me hago sobre él para comenzar a hacer movimientos circulares.

—Ohhh, nena —su voz está ronca.

Me  inclino para darle un beso y Edward comienza a penetrarme haciendo que  blanquee un poco mis ojos ante la sensación. Me separo de él y esta vez  soy yo la que comienza a hacer movimientos acelerados que hacen que  suelte varios gemidos. Edward cierra los ojos y pone sus manos en mis  caderas para ayudarme a moverme más rápido.

—Mierda, Sam —gruñe cuando se corre.

Me acuesto a su lado y le doy un beso en la mejilla.

—¿Vamos al Jacuzzi? —me pregunta y yo asiento.

Caminamos  al Jacuzzi, desnudos. Edward se mete sin problemas y yo me quedo un  rato afuera. Me da la mano y me hace sentarme a su lado.

Vamos, Sam. Cógeselo.

Pongo  mi mano en su pierna y comienzo a darle varias caricias. Luego subo  hasta su miembro y comienzo a masturbarlo. Edward reacciona de inmediato  y mete dos dedos dentro de mí. Comienza a jugar con mi clítoris y  siento que mis piernas comienzan a temblar ante la sensación.

—Súbete —saca sus dedos.

Pongo  mis rodillas al lado de sus piernas y me siento sobre él. El agua se  empieza a mover de acuerdo a nuestros movimientos que son lentos y  placenteros. Nos miramos a los ojos y sonreímos al mismo tiempo.

—Te amo, Sam. No dejaré que nadie nos separe.

—Te amo, Ed —lo beso.

Después de treinta minutos. Regresamos a la cama y nos ponemos la pijama para acostarnos a dormir.

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