El pánico me invade al ver a mi novio, o tal vez exnovio, sentado al lado de esa chica. Ni siquiera parece darse cuenta de mi presencia cuando me siento junto a Drake, al otro lado de la mesa, lo más lejos posible de él.
—Drake, tienes una novia muy bonita —dice el hombre. Edward empieza a toser, o quizás se está atragantando. No quiero mirarlo para saber cuál de las dos es, pero no puedo evitarlo. Cuando lo hago, lo veo mirándome con furia. —No es mi novia, pero sí es bonita —responde Drake, mirando a su hermano, esperando que hable. Como era previsible, Edward no dice nada. La chica parece algo desorientada y un poco incómoda. Me alegra. Edward se acerca para susurrarle algo al oído, y ella le sonríe antes de sacudir la cabeza. —Me llamo Roxy —dice con una sonrisa —Es un gusto conocerte. —Igualmente. Igualmente, zorra. Tengo el corazón acelerado y apenas puedo ver con claridad. Si no estuviésemos compartiendo mesa con la familia de Edward, ya le habría lanzado una copa a él y a su amiga. —Sam, ¿sabes qué vas a ordenar? —me pregunta Drake. Hace un buen intento para distraerme. —No, Drake. La verdad es que no tengo ganas de comer nada. Me siento mareada al ver a Edward con otra chica, y ella sonríe plácidamente como si nada. —Sam, podemos irnos —me sugiere en voz baja. Miro a Edward, al otro lado de la mesa. Sus ojos se encuentran con los míos un instante antes de volver a centrarse en Roxy. ¿Irme? Está demente. Yo me llamo Samantha y no me dejo pisotear por ningún hombre, y menos por un idiota como Edward. —No me voy a ningún lado —le sonrío. —Así se hace, Sam. ¿Por qué no te fijaste en Drake? Drake también es bastante apuesto, pero su hermano se robó mi corazón. —Tomaremos vino —anuncia Leonardo al camarero. Intento desesperadamente no mirar al otro lado de la mesa, pero es difícil, muy difícil. ¿Por qué ha venido con ella? —Les daré unos minutos para que vean el menú. Si tienen alguna consulta sobre los platos, mi nombre es Robert —anuncia el camarero. Su mirada se encuentra con la mía. Se queda ligeramente boquiabierto y aparta la vista al instante, solo para volver a posarla en mí. Es el vestido y el maldito escote. Le regalo una incómoda sonrisa. Él me la devuelve, y su cuello y mejillas comienzan a ponerse rojos. —Toma nota o vete —ordena Edward, con una voz tajante. —Lo... lo siento —tartamudea Robert, y se aleja de la mesa a toda prisa. Miro a Edward, pero él desvía la mirada rápidamente. Verlo con ella me da la sensación de que no lo conozco en absoluto, como si me estuviera entrometiendo en la intimidad de un par de tortolitos. Nervioso, Robert me llena la copa hasta el borde, y yo le doy las gracias en voz baja. Me sonríe, esta vez con menos timidez, y se dispone a llenar la copa de Drake. Doy un largo trago, y el vino me sabe fresco y deliciosamente dulce al paladar. Me dan ganas de bebérmelo todo de golpe, pero tengo que ir despacio. Lo último que necesito es emborracharme y ponerme sensible delante de todo el mundo. —Me parece que tienes un admirador —comenta Drake con una sonrisa. Levanto la mirada y veo que Robert me está mirando desde su lugar con una enorme sonrisa. Edward sigue con la mirada perdida en el restaurante, y Roxy está hablando con su madre. Yo me encuentro en mi propio mundo, en una fantasía en la que mi novio está sentado a mi lado, con una mano sobre mi muslo, inclinándose para hacerme algún comentario descarado que me haga reír y ruborizarme. Después de terminar de comer, los adultos siguen hablando entre ellos, y yo continúo creando escenarios en mi cabeza, como una m*****a enferma mental. —Voy a tomar aire, disculpen —les digo, levantándome de la mesa. Me levanto de la silla y camino hasta el balcón. Necesito estar sola y pensar en todo lo que está pasando. Creo que lo mejor será terminar esta relación. No me estoy sintiendo bien conmigo misma. —Sam —escucho la voz de Edward a mis espaldas. Me limpio las lágrimas de inmediato y me giro hacia él. —¿Qué? —Tengo que hablar contigo. —¿Vas a dejarme? ¿Me engañaste con ella? —Sam, tu papá no quiere que estemos juntos. Tengo pruebas si no me crees. Por eso me he comportado así todo este tiempo. Pensé que sería más fácil si me odiabas, pero... Sam, yo te amo. —¿Mi papá? —pregunto, incrédula. Edward asiente. —Él es un hipócrita. Me dijo que estaba feliz de nuestra relación. Edward saca su celular y me muestra las conversaciones con mi padre. En los mensajes, mi padre le exige que se aleje de mí o me enviará a un internado, argumentando que la diferencia de edad es inaceptable y que no permitirá esta relación. Edward le responde que me ama mucho y que está dispuesto a alejarse si es necesario. —¿Por qué no me dijiste? —pregunto, con lágrimas en los ojos. —Pensé que ya no me querías. Pensé que me habías engañado con ella y... —A Roxy le gustan las chicas —dice, colocando sus manos en mi cintura. La idea de que mi padre quiera separarme de Edward me mata. Comienzo a llorar y Edward me atrae hacia su pecho. —No quiero regresar a mi casa. —Vente a vivir conmigo, Sam. La propuesta me sorprende. ¿Irme a vivir con mi novio? —Sí —respondo, y lo beso. —No me vuelvas a hacer esto, amor. —No lo haré, nena. ¿Vamos a la cabaña? —Sí. Sexo dé reconciliación. Edward se acerca a la mesa y le dice algo a sus padres. Al llegar a la cabaña me giro hacia él y lo tomo de la camisa para darle un profundo beso. Necesitaba ese beso de manera desesperada. Él pone sus manos en mi cintura y me pega contra la pared. —Mierda... —gimo cuando besa mi cuello. Edward me toma en sus brazos y subimos a nuestra habitación. —Te amo, nena. Me deja sobre la cama y pasa su lengua por todo mi cuello. Arqueo mi espalda y Edward me quita el vestido dejándome solo con mi panty. —Quítate la ropa. —Me encanta cuando te pones mandona —sonríe. Meto mis manos en su camisa y me deshago de ella. Edward se quita sus pantalones y bajo mis pies hasta su miembro para acariciarlo por encima del bóxer. —Que duró estas —muerdo mi labio. —Tú me pones así. Meto mis pies por encima de su bóxer y se lo quito con facilidad. Él muerde la tira de mi panty y me lo quita con la boca. —Me encantas —dice cuando entra en mí —Mee encanta cuando te pones estrecha, nena. —Hace rato, quería hacer esto —acaricio su cabello. Cierro mis ojos y me dejo llevar mientras Edward hace movimientos sobre mí. Suelto un gemido y él comienza a penetrarme mucho más rápido y fuerte. —Quiero estar arriba tuyo —lo miro a los ojos. Edward se detiene y se hace sobre la cama. Paso mi lengua por su pene y luego me hago sobre él para comenzar a hacer movimientos circulares. —Ohhh, nena —su voz está ronca. Me inclino para darle un beso y Edward comienza a penetrarme haciendo que blanquee un poco mis ojos ante la sensación. Me separo de él y esta vez soy yo la que comienza a hacer movimientos acelerados que hacen que suelte varios gemidos. Edward cierra los ojos y pone sus manos en mis caderas para ayudarme a moverme más rápido. —Mierda, Sam —gruñe cuando se corre. Me acuesto a su lado y le doy un beso en la mejilla. —¿Vamos al Jacuzzi? —me pregunta y yo asiento. Caminamos al Jacuzzi, desnudos. Edward se mete sin problemas y yo me quedo un rato afuera. Me da la mano y me hace sentarme a su lado. Vamos, Sam. Cógeselo. Pongo mi mano en su pierna y comienzo a darle varias caricias. Luego subo hasta su miembro y comienzo a masturbarlo. Edward reacciona de inmediato y mete dos dedos dentro de mí. Comienza a jugar con mi clítoris y siento que mis piernas comienzan a temblar ante la sensación. —Súbete —saca sus dedos. Pongo mis rodillas al lado de sus piernas y me siento sobre él. El agua se empieza a mover de acuerdo a nuestros movimientos que son lentos y placenteros. Nos miramos a los ojos y sonreímos al mismo tiempo. —Te amo, Sam. No dejaré que nadie nos separe. —Te amo, Ed —lo beso. Después de treinta minutos. Regresamos a la cama y nos ponemos la pijama para acostarnos a dormir.Es nuestro último día de vacaciones y estoy decidida a no volver a casa de mis padres mañana. Si tengo que ir, iré con Edward. No me importa enfrentarme a mi padre. —Buenos días, linda —Edward me da un beso corto pero tierno. —Buenos días, Eddie. —Odié estar peleado contigo —admite—. Prometo no volver a hacerlo. —Eso espero. —Quiero pedirle perdón a Luke. ¿Edward pidiéndole perdón a alguien? Eso es nuevo. —¿Te sientes bien? —bromeo un poco. —Sí —dice, entrelazando nuestras manos—. Hice mal en decirle que se alejara de ti. No quiero ser como tu padre. —No menciones a mi padre —respondo, frunciendo el ceño. —Nena, es tu papá. —Los padres quieren la felicidad de sus hijos. Tú me haces feliz, Ed. —Tú también me haces feliz, nena. Vamos al baño para cepillarnos los dientes y luego descendemos a desayunar. Los padres de Edward nos reciben con sonrisas cálidas al vernos juntos. —¿Ya están bien? —pregunta Leonardo. —Sí —respondemos al unísono. —Qué bueno, porque Sam... —empiez
Después de regresar de nuestras vacaciones, estacionamos frente a mi casa. El aire fresco de la tarde me envuelve, y aunque aún falta tiempo para la cena, pienso que sería perfecto que Edward se quedara desde ya. Hay algo reconfortante en la idea de estar en casa, rodeados de las personas que más nos importan. —¡Ya llegamos! —grito con entusiasmo al abrir la puerta, dejando que el sonido de mi voz se disperse por el interior de la casa. En cuestión de segundos, escucho el eco de pasos apresurados bajando las escaleras. Mis padres aparecen en el umbral, sus rostros iluminados por sonrisas amplias. Mamá es la primera en alcanzarnos, envolviéndonos en un abrazo cálido, seguido de papá, quien no tarda en unirse. —Qué bueno que han regresado —dice mamá, con la alegría reflejada en su mirada. Es evidente que han estado esperando este momento con ansias. —¿Tienen hambre? —pregunta papá, siempre atento, con una sonrisa que promete más de lo que se ve a simple vista. —Sí, mucha —respondem
Me despierto con la luz del sol filtrándose por las cortinas, y al voltear, me doy cuenta de que Edward ya no está en la cama. Me estiro, dejando que mis músculos se despierten lentamente, y escucho el suave clic de las teclas en la computadora. Me levanto y, al acercarme a la sala, lo veo sentado en la mesa del comedor, absorto en la pantalla. Me acerco con sigilo, apoyando las manos en sus hombros mientras le doy un beso en la mejilla. —¿Qué haces tan temprano? —le susurro, todavía con voz adormilada. Edward sonríe y me jala suavemente hacia su regazo. —Estaba viendo algunos apartamentos —responde, señalando la pantalla. Miro la pantalla, curiosa. Hay varias pestañas abiertas, todas con fotos de apartamentos de diferentes tamaños y estilos. Algunos son modernos y minimalistas, mientras que otros tienen un encanto más clásico. Veo uno en particular que me llama la atención, con grandes ventanales y una vista impresionante de la ciudad. —¿Este te gusta? —le pregunto, señalando l
Mi celular recibe varios mensajes y, al revisar, veo que Carla, la asesora inmobiliaria, me está enviando mensajes llenos de cumplidos y sugiriendo que salgamos. La incomodidad se convierte en frustración mientras leo sus palabras. Me siento incómoda y molesta por su comportamiento. Inmediatamente le cuento a Sam, quien está a mi lado. —Mira esto —le digo, mostrándole los mensajes en mi pantalla. Sam lee rápidamente, sus cejas se fruncen y sus labios se aprietan en una línea delgada. La incomodidad en su expresión es palpable. —No puedo creerlo —dice con una mezcla de enojo y celos—. ¿Cómo se atreve a hacer algo así? —Lo sé, es completamente inapropiado —respondo—. No quiero que esto afecte nuestra búsqueda de la casa. Sam respira hondo, tratando de calmarse, pero puedo ver que está visiblemente afectada. Sin decir una palabra más, se da la vuelta y se dirige a la habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Sigo su ejemplo y la sigo hasta la habitación, encontrándola sentad
Mi celular suena a las cinco de la mañana, despertándome de golpe. Es una amiga de mi madre.¿Para qué me puede estar llamando a esta hora?Cuando contesto, me dice que su modelo principal de pasarela le ha cancelado y que me necesita. Me quedo en silencio, aún intentando procesar la información. No soy modelo, ni mucho menos una profesional en esto, pero antes de que pueda negarme, ella insiste en que soy la única que puede ayudarla en este momento.—Samantha, sé que no eres modelo, pero confío en ti. Además, no es la primera vez que desfilas, ¿recuerdas aquella vez en la fiesta de tu madre? Lo hiciste increíble —dice con un tono de urgencia.—Eso fue hace años y era solo una fiesta de cumpleaños, no una pasarela de verdad —respondo, pero su persistencia me deja sin opciones.—Por favor, Samantha. Necesito a alguien de confianza, y eres la única que puede hacerlo.Finalmente, acepto. Ella me da las instrucciones para el día, y me promete que todo saldrá bien.Después de colgar, me qu
El sol apenas comienza a filtrarse por las cortinas cuando siento a Sam moverse a mi lado. Me estiro, tratando de sacudirme el sueño, y recuerdo lo que habíamos planeado para hoy. O mejor dicho, lo que ella había planeado: compras.Suspiro, mirando el techo. Adoro a Sam, no hay nada en este mundo que no haría por ella. Pero, sinceramente, acompañarla a comprar ropa para nuestro viaje a París no es lo que tenía en mente para un sábado.Me giro hacia ella y la veo revisando algo en su celular, probablemente ya planificando la ruta de tiendas.—Buenos días, amor —le digo, tratando de sonar más entusiasmado de lo que realmente estoy.Ella sonríe y me da un beso rápido en los labios.—Buenos días. ¿Estás listo para nuestro día de compras? —pregunta con esa chispa en los ojos que hace que sea imposible negarle nada.—Claro que sí —respondo, aunque por dentro estoy pensando en mil formas de escapar.Nos levantamos, y mientras ella se arregla, yo me preparo mentalmente. Sé que Sam se emociona
El día finalmente ha llegado: nos vamos a París. La emoción corre por mis venas mientras reviso mi maleta por última vez, asegurándome de que todo esté en orden. Es mi primer viaje con Edward y mis padres, y quiero que todo salga perfecto, justo como lo he imaginado.Bajo las escaleras con mi maleta en mano. Edward está sentado en la sala, concentrado en su celular, mientras mis padres ya están cargando el auto.—Por fin llegas —dice, levantándose para recibirme. Sus ojos brillan cuando me mira—. Estás hermosa, nena.—Gracias —respondo, devolviéndole una sonrisa. Me da un beso suave, pero cargado de cariño.Edward toma mi maleta y la sube al auto. Nuestro chofer ya está listo para llevarnos al aeropuerto. Sin embargo, mientras me siento en el asiento, una sensación incómoda se instala en mi estómago, como un nudo de nervios que no se disipa.Intento ignorarlo, no quiero alarmar a nadie, especialmente a Edward o a mis padres. Pero en el fondo, una sombra de preocupación comienza a form
Una corriente de cosquilleo recorre mi cuerpo mientras Edward me llena de besos, su toque es suave pero intensamente electrizante. —Eddie… —murmuro, retorciéndome ligeramente en la cama. —Feliz cumpleaños, futura esposa —me susurra, plantando un suave beso en mis labios. —Gracias, cariño. Sin dejar de sonreír, Edward continúa su recorrido con besos, descendiendo lentamente desde mi cuello hasta llegar a mi abdomen. Siento que mi respiración se acelera y arqueo la espalda ante la cálida sensación de sus labios sobre mi piel. —Ven aquí, nena —dice, tomándome de la mano. Me guía hasta el balcón, donde el aire fresco de la mañana acaricia mi piel. Edward se sienta en una de las sillas y me mira con una expresión traviesa, una chispa de picardía iluminando sus ojos. —Siéntate conmigo un momento —me pide, tirando suavemente de mi mano para que me acerque. Mientras me acerco, la luz del sol baña todo el lugar, iluminando el comienzo de lo que promete ser un día lleno de sorpr