Me despierto con la luz del sol filtrándose por las cortinas, y al voltear, me doy cuenta de que Edward ya no está en la cama. Me estiro, dejando que mis músculos se despierten lentamente, y escucho el suave clic de las teclas en la computadora. Me levanto y, al acercarme a la sala, lo veo sentado en la mesa del comedor, absorto en la pantalla.
Me acerco con sigilo, apoyando las manos en sus hombros mientras le doy un beso en la mejilla. —¿Qué haces tan temprano? —le susurro, todavía con voz adormilada. Edward sonríe y me jala suavemente hacia su regazo. —Estaba viendo algunos apartamentos —responde, señalando la pantalla. Miro la pantalla, curiosa. Hay varias pestañas abiertas, todas con fotos de apartamentos de diferentes tamaños y estilos. Algunos son modernos y minimalistas, mientras que otros tienen un encanto más clásico. Veo uno en particular que me llama la atención, con grandes ventanales y una vista impresionante de la ciudad. —¿Este te gusta? —le pregunto, señalando la pantalla. Edward asiente. —Tiene todo lo que necesitamos, y está cerca de la empresa. Además, mira esa cocina… podríamos hacer tantas cosas juntos allí. —Es hermoso —le digo, sintiendo una mezcla de emoción y nervios. La idea de vivir juntos se siente cada vez más real, y no puedo evitar imaginar cómo sería nuestro día a día en un lugar así. —Podemos ir a verlo hoy si quieres —sugiere, dándome un suave apretón en la mano. La idea me emociona. Pasar de estar juntos en momentos robados a tener un lugar propio, donde cada rincón cuente nuestra historia, suena perfecto. —Sí, vamos —respondo con una sonrisa. Me inclino y le doy un beso en la boca—. No puedo esperar para empezar esta nueva etapa contigo. Después de nuestra conversación, me levanto del regazo de Edward y decido que es el momento perfecto para darme una ducha y despejar mi mente. Entro al baño y dejo que el agua caliente me relaje, disfrutando de la sensación de cada gota sobre mi piel. Mientras me enjabono, pienso en los apartamentos que vimos juntos, imaginando cómo sería nuestro futuro en uno de esos lugares. Salgo de la ducha y me envuelvo en una toalla, secándome rápidamente antes de vestirme con algo cómodo: unos pantalones de algodón y una camiseta suave. Me recojo el cabello en un moño suelto y salgo del baño justo cuando Edward se prepara para entrar. —El baño está todo tuyo —le digo con una sonrisa, dándole un suave beso en la mejilla mientras pasa junto a mí. Él me sonríe de vuelta y se dirige al baño. Aprovecho ese momento para dirigirme a la cocina y comenzar a preparar el desayuno. Reviso lo que tenemos en la nevera y decido hacer algo sencillo pero delicioso. Tomo unos huevos, pan integral, aguacate, y preparo una pequeña sartén para hacer unas tostadas con huevo y aguacate, algo que sé que a Edward le encanta. Mientras cocino, el olor del pan tostado y los huevos revueltos llena la cocina. Coloco un poco de sal y pimienta en los huevos, y corto el aguacate en rodajas finas, organizándolas con cuidado sobre el pan. El café gotea en la cafetera, llenando el ambiente con su aroma fuerte y reconfortante. Edward sale del baño, con el cabello aún húmedo, y se une a mí en la cocina. —Huele delicioso —dice, acercándose para abrazarme por detrás mientras termino de preparar el desayuno. —Espero que te guste —respondo, sonriendo mientras sirvo las tostadas en dos platos y le paso una taza de café. Nos sentamos a la mesa y disfrutamos del desayuno juntos, hablando sobre los apartamentos que veremos hoy y cómo sería vivir juntos en un lugar nuevo. Mientras disfrutamos del desayuno, Edward levanta la mirada de su plato y me observa con una expresión pensativa. —Sam, ¿alguna vez imaginaste que estaríamos aquí? —me pregunta, su voz suave pero curiosa. Me detengo un momento, reflexionando sobre su pregunta. Dejo mi taza de café en la mesa y lo miro a los ojos. —Para ser sincera, no —admito con una pequeña sonrisa. —Nunca pensé que terminaríamos así, compartiendo tanto y pensando en un futuro juntos. Él asiente, como si entendiera exactamente lo que quiero decir. —Yo tampoco lo imaginé —dice, jugando con su tenedor en el plato. —Pero ahora que estamos aquí, no puedo imaginarlo de otra manera. —Es curioso cómo cambian las cosas —respondo, pensando en cómo nuestras vidas han tomado giros inesperados. —Nunca pensé que encontraría a alguien con quien quisiera compartirlo todo. —Y aquí estamos, planeando buscar un hogar juntos —dice con una sonrisa, su voz llena de calidez. Me recuesto en la silla, sintiendo una mezcla de sorpresa y gratitud. —A veces, la vida te lleva por caminos que ni siquiera sabías que querías recorrer —digo, mirando a Edward, quien ahora es una parte esencial de mi vida. —Lo que más me gusta de todo esto es que estamos juntos en este camino —responde, tomando mi mano a través de la mesa. Siento una ola de emoción al escuchar sus palabras y me inclino hacia él, acercándome para besarlo suavemente. —No cambiaría esto por nada —susurro contra sus labios, sintiéndome más segura de lo que nunca he estado sobre nuestro futuro juntos. Edward me sostiene la mano con firmeza, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y determinación. —Sam, quiero que sepas algo —dice en un tono suave, pero cargado de sentimiento. Lo miro, esperando sus palabras, sintiendo un pequeño nudo formarse en mi garganta por la intensidad en su mirada. —Voy a ser el mejor hombre del mundo para ti —continúa, su voz llena de convicción. —Haré todo lo que esté en mis manos para hacerte feliz, para que te sientas amada cada día. No hay nada más importante para mí que verte sonreír y saber que estoy a tu lado. Sus palabras me dejan sin aliento, y siento una oleada de emoción apoderarse de mí. Él entrelaza sus dedos con los míos, como si con ese gesto quisiera sellar su promesa. —Edward… —murmuro, tratando de contener las lágrimas que amenazan con salir—. No sé qué hice para merecer a alguien como tú. —No tienes que hacer nada, Sam —responde, acercándose más a mí—. Solo tienes que ser tú misma. Eso es lo que más amo de ti. Eres mi todo, y voy a demostrarte cada día cuánto significas para mí. Me inclino hacia él, sintiendo su calidez envolviéndome, y lo beso profundamente, dejándome llevar por la fuerza de sus palabras y la certeza de su amor. —No necesito nada más —susurro cuando nos separamos—. Solo a ti, siempre. —Siempre —repite, acariciando suavemente mi mejilla—. Este es solo el comienzo, Sam. Juntos vamos a construir algo hermoso, lo prometo. Nos quedamos ahí, mirándonos a los ojos, sabiendo que en ese momento no hay ninguna otra cosa en el mundo que importe más que nosotros dos y lo que estamos construyendo juntos. Edward mira su reloj con una expresión de ligera preocupación y luego se vuelve hacia mí con una sonrisa cálida. —Sam, creo que es hora de ir a la primera cita para ver el apartamento —dice, su tono lleno de anticipación. Me levanto de la mesa, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. Aún no puedo creer que estemos dando este paso tan importante juntos. —¿Ya es tan tarde? —pregunto, tratando de recordar los detalles del horario que habíamos planeado. —Sí, se está acercando la hora de nuestra cita —responde, levantándose y comenzando a recoger las cosas de la cocina—. Quiero asegurarme de que lleguemos a tiempo. Voy al pasillo a recoger mi chaqueta y saco un par de llaves del mueble. Edward se acerca y me ayuda a abrochar la chaqueta, su gesto atento y cariñoso. —Estoy emocionada, pero también un poco nerviosa —admito mientras nos dirigimos hacia la puerta. —Lo entiendo —dice Edward, tomándome de la mano—. Es un gran paso, pero lo haremos juntos. Estoy seguro de que encontraremos el lugar perfecto para nosotros. Salimos de la casa y subimos al coche. Edward pone la dirección en el GPS y me lanza una sonrisa tranquilizadora. —Vamos a ver qué tal está el apartamento —dice—. Estoy seguro de que nos va a encantar. Nos dirigimos al lugar, y mientras el coche avanza por las calles, no puedo evitar sentirme emocionada por lo que está por venir. Llegamos al primer apartamento, que es más grande de lo que esperaba. Entramos con el agente inmobiliario, que comienza a mostrarnos las diferentes áreas. —Mira, Sam —dice Edward mientras recorremos el lugar—. La sala es bastante espaciosa y la vista desde la ventana es bonita. —Sí, parece prometedor —respondo mientras observo el comedor y la sala de estar—. Pero, ¿has visto la cocina? Nos dirigimos a la cocina y noto inmediatamente que hay algunos daños visibles: una mancha de humedad en la pared y un par de estantes desalineados. La encimera también parece tener algunos arañazos. —Esto no es ideal —comento con un suspiro—. La cocina necesita bastante trabajo. Edward asiente con una mueca de desaprobación. —Sí, creo que no podemos pasar por alto estos problemas. No es lo que estábamos buscando. Salimos del primer apartamento y nos dirigimos al segundo. A medida que llegamos, Edward parece menos entusiasmado. —Espero que este lugar sea mejor —dice mientras nos dirigimos al edificio. El agente nos muestra el apartamento, que es moderno y bien distribuido. Sin embargo, justo cuando estamos revisando la sala, un vecino sale del apartamento contiguo y nos mira detenidamente. Edward se da cuenta y frunce el ceño. —Mira, Sam —me dice en voz baja—. ¿Viste cómo nos miró ese tipo? No me gusta nada esa actitud. —Sí, noté eso también —respondo, sintiéndome incómoda—. No quiero vivir en un lugar donde nos sintamos incómodos o juzgados. Después de la visita, Edward y yo intercambiamos miradas de desilusión. —Vamos a seguir buscando —dice Edward—. Estamos seguros de que encontraremos un lugar que se ajuste a lo que queremos y que nos haga sentir cómodos. Edward agenda una cita para ver una casa que, según la descripción, parecía perfecta. Al llegar, noto que el lugar es encantador: una casa de dos plantas con un jardín bien cuidado. Sin embargo, cuando bajamos del auto, una mujer alta y elegante, con un vestido corto que destaca sus largas piernas, se acerca a nosotros con una sonrisa brillante. Su atención está completamente centrada en Edward. —¡Hola! —dice ella, estirando la mano hacia Edward—. Soy Carla, la agente inmobiliaria que les mostrará la propiedad. Edward la saluda cordialmente y le presenta su mano, mientras yo no puedo evitar sentir una ola de celos. Su sonrisa deslumbrante y el tono de su voz me hacen sentir incómoda. —Hola, Carla —digo forzando una sonrisa—. Soy Sam. Carla me saluda con un rápido apretón de manos, sin dejar de mirar a Edward. Siento un nudo en el estómago mientras seguimos la visita. La forma en que Carla le dirige la conversación a Edward y cómo sus ojos brillan cuando él responde solo aumenta mi malestar. Durante la visita, intento concentrarme en la casa: los espacios son amplios y la decoración es moderna. A pesar de la belleza del lugar, mi mente sigue regresando a la interacción entre Edward y Carla. Me resulta difícil disfrutar de la visita. —Este lugar tiene mucho potencial —comenta Edward mientras explora el jardín. —Sí, creo que es una buena opción —respondo, tratando de mantener la calma. Carla se acerca para mostrarnos el interior de la casa y me doy cuenta de que está tratando de mantener la conversación centrada en Edward. Trato de recordar que ella solo está haciendo su trabajo, pero no puedo evitar sentir que la situación es incómoda. Durante la visita, Carla se acerca a Edward con una sonrisa profesional y le toca ligeramente el hombro mientras le pregunta: —¿Qué te ha parecido la casa, Edward? ¿Crees que es lo que estás buscando? No puedo evitar sentir que la situación se vuelve aún más incómoda. Su toque casual en el hombro y la forma en que sus ojos se enfocan en Edward solo aumentan mi malestar. Decido que es momento de intervenir. —Carla, gracias por tu ayuda hoy —digo con un tono firme pero educado—. Creo que Edward y yo necesitamos discutir esto a solas. ¿Podrías darnos un momento? Carla asiente, un poco sorprendida, pero se despide amablemente mientras nos dirigimos al auto. Siento el peso de la tensión en el aire mientras Edward y yo nos sentamos en el coche. —Lo siento por mi reacción —le digo en cuanto cerramos las puertas—. Me molestó la forma en que Carla estaba interactuando contigo. No sé, me sentí incómoda. Edward me mira con comprensión y asiente. —No tienes que disculparte —dice—. Entiendo cómo te sientes. La última cosa que quiero es que te sientas incómoda. Si hay algo que te molesta, siempre lo hablaremos. Empiezo a sentirme más tranquila al escuchar sus palabras. —Gracias por entenderlo —digo—. Solo quiero que encontremos un lugar que realmente nos haga felices y no tengamos que preocuparnos por estas cosas. Edward me sonríe y toma mi mano, dándome un apretón reconfortante. —Sí, vamos a encontrar el lugar perfecto, no te preocupes. Vamos a seguir buscando hasta que encontremos ese hogar que ambos amemos.Mi celular recibe varios mensajes y, al revisar, veo que Carla, la asesora inmobiliaria, me está enviando mensajes llenos de cumplidos y sugiriendo que salgamos. La incomodidad se convierte en frustración mientras leo sus palabras. Me siento incómoda y molesta por su comportamiento. Inmediatamente le cuento a Sam, quien está a mi lado. —Mira esto —le digo, mostrándole los mensajes en mi pantalla. Sam lee rápidamente, sus cejas se fruncen y sus labios se aprietan en una línea delgada. La incomodidad en su expresión es palpable. —No puedo creerlo —dice con una mezcla de enojo y celos—. ¿Cómo se atreve a hacer algo así? —Lo sé, es completamente inapropiado —respondo—. No quiero que esto afecte nuestra búsqueda de la casa. Sam respira hondo, tratando de calmarse, pero puedo ver que está visiblemente afectada. Sin decir una palabra más, se da la vuelta y se dirige a la habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Sigo su ejemplo y la sigo hasta la habitación, encontrándola sentad
Mi celular suena a las cinco de la mañana, despertándome de golpe. Es una amiga de mi madre.¿Para qué me puede estar llamando a esta hora?Cuando contesto, me dice que su modelo principal de pasarela le ha cancelado y que me necesita. Me quedo en silencio, aún intentando procesar la información. No soy modelo, ni mucho menos una profesional en esto, pero antes de que pueda negarme, ella insiste en que soy la única que puede ayudarla en este momento.—Samantha, sé que no eres modelo, pero confío en ti. Además, no es la primera vez que desfilas, ¿recuerdas aquella vez en la fiesta de tu madre? Lo hiciste increíble —dice con un tono de urgencia.—Eso fue hace años y era solo una fiesta de cumpleaños, no una pasarela de verdad —respondo, pero su persistencia me deja sin opciones.—Por favor, Samantha. Necesito a alguien de confianza, y eres la única que puede hacerlo.Finalmente, acepto. Ella me da las instrucciones para el día, y me promete que todo saldrá bien.Después de colgar, me qu
El sol apenas comienza a filtrarse por las cortinas cuando siento a Sam moverse a mi lado. Me estiro, tratando de sacudirme el sueño, y recuerdo lo que habíamos planeado para hoy. O mejor dicho, lo que ella había planeado: compras.Suspiro, mirando el techo. Adoro a Sam, no hay nada en este mundo que no haría por ella. Pero, sinceramente, acompañarla a comprar ropa para nuestro viaje a París no es lo que tenía en mente para un sábado.Me giro hacia ella y la veo revisando algo en su celular, probablemente ya planificando la ruta de tiendas.—Buenos días, amor —le digo, tratando de sonar más entusiasmado de lo que realmente estoy.Ella sonríe y me da un beso rápido en los labios.—Buenos días. ¿Estás listo para nuestro día de compras? —pregunta con esa chispa en los ojos que hace que sea imposible negarle nada.—Claro que sí —respondo, aunque por dentro estoy pensando en mil formas de escapar.Nos levantamos, y mientras ella se arregla, yo me preparo mentalmente. Sé que Sam se emociona
El día finalmente ha llegado: nos vamos a París. La emoción corre por mis venas mientras reviso mi maleta por última vez, asegurándome de que todo esté en orden. Es mi primer viaje con Edward y mis padres, y quiero que todo salga perfecto, justo como lo he imaginado.Bajo las escaleras con mi maleta en mano. Edward está sentado en la sala, concentrado en su celular, mientras mis padres ya están cargando el auto.—Por fin llegas —dice, levantándose para recibirme. Sus ojos brillan cuando me mira—. Estás hermosa, nena.—Gracias —respondo, devolviéndole una sonrisa. Me da un beso suave, pero cargado de cariño.Edward toma mi maleta y la sube al auto. Nuestro chofer ya está listo para llevarnos al aeropuerto. Sin embargo, mientras me siento en el asiento, una sensación incómoda se instala en mi estómago, como un nudo de nervios que no se disipa.Intento ignorarlo, no quiero alarmar a nadie, especialmente a Edward o a mis padres. Pero en el fondo, una sombra de preocupación comienza a form
Una corriente de cosquilleo recorre mi cuerpo mientras Edward me llena de besos, su toque es suave pero intensamente electrizante. —Eddie… —murmuro, retorciéndome ligeramente en la cama. —Feliz cumpleaños, futura esposa —me susurra, plantando un suave beso en mis labios. —Gracias, cariño. Sin dejar de sonreír, Edward continúa su recorrido con besos, descendiendo lentamente desde mi cuello hasta llegar a mi abdomen. Siento que mi respiración se acelera y arqueo la espalda ante la cálida sensación de sus labios sobre mi piel. —Ven aquí, nena —dice, tomándome de la mano. Me guía hasta el balcón, donde el aire fresco de la mañana acaricia mi piel. Edward se sienta en una de las sillas y me mira con una expresión traviesa, una chispa de picardía iluminando sus ojos. —Siéntate conmigo un momento —me pide, tirando suavemente de mi mano para que me acerque. Mientras me acerco, la luz del sol baña todo el lugar, iluminando el comienzo de lo que promete ser un día lleno de sorpr
Edward Tengo a Sam completamente desnuda en mi cama. La veo dormir mientras admiro lo sexy que se ve respirando lento y con el cabello a lo largo de la almohada. Me paseo descalzo por la cocina, sintiendo el frío del suelo bajo mis pies, mientras sostengo una cerveza en la mano. La casa está en silencio, excepto por el suave zumbido del refrigerador y el sonido de las puertas de la despensa que abro y cierro en busca de algo para comer. Pero la búsqueda no es muy fructífera; no hay nada preparado y la nevera parece tan vacía como mi estómago. Decido pedir comida a domicilio, optando por un poco de deliciosa comida italiana que sé que ambos disfrutaremos. Antes de hacer el pedido, mis ojos se detienen en una bandeja de fresas que reposa en la encimera. Me acerco y comienzo a cortarlas en rodajas, disfrutando del aroma dulce que se desprende de cada corte. Las coloco en un tazón, y con un movimiento casi automático, saco un bote de crema batida del refrigerador y la rocío sobre l
La emoción me invade desde el momento en que me despierto. Hoy es un día importante. Edward y yo tenemos una reunión para planear nuestra boda, y aunque todavía hay muchos detalles por definir, sé que hay algo en lo que no estoy dispuesta a ceder: quiero casarme en la playa.El sol brilla intensamente mientras nos dirigimos al lugar donde hemos quedado con la organizadora de bodas. Mi mente ya está llena de ideas sobre cómo quiero que sea nuestro gran día: una ceremonia al atardecer, con el sonido de las olas de fondo y una decoración sencilla pero elegante, con flores blancas y toques de azul marino que complementen el paisaje natural.—¿Nerviosa? —me pregunta Edward mientras me toma de la mano, sus ojos reflejando la misma emoción que siento yo.—Un poco, pero en el buen sentido —respondo, apretando suavemente su mano—. No puedo esperar para empezar a planear cada detalle.Al llegar al lugar de la reunión, nos recibe Amelia, la organizadora de bodas. Es una mujer con una energía pos
Hoy es el cumpleaños de Edward, pero Drake me había hecho prometer que fingiera olvidar la fecha para darle una gran sorpresa en la noche. Me estiro bajo las sábanas, sintiendo el calor de Edward a mi lado. Su mano descansa sobre mi cintura, y la otra está bajo su cabeza mientras duerme plácidamente. Con cuidado, aparto su brazo y me levanto de la cama sin hacer ruido. Me apresuro al baño, consciente de que tengo un sinfín de cosas por hacer hoy, y el tiempo no está de mi lado. —¿Qué hora es, nena? —su voz adormilada interrumpe el silencio. —Las seis de la mañana —le respondo con una sonrisa, intentando sonar casual. —¿Y qué haces arreglada tan temprano, Sam? —pregunta mientras se incorpora un poco, frotándose los ojos. —Voy a salir a desayunar con unas amigas —miento, tratando de mantener la naturalidad. —Pensé que pasaríamos el día juntos… —dice, con una expresión de ligera decepción en su rostro. —No creo que podamos, cariño. Prometí que sería un día de chicas —le dig