Capítulo 26

Me despierto con la luz del sol filtrándose por las cortinas, y al voltear, me doy cuenta de que Edward ya no está en la cama. Me estiro, dejando que mis músculos se despierten lentamente, y escucho el suave clic de las teclas en la computadora. Me levanto y, al acercarme a la sala, lo veo sentado en la mesa del comedor, absorto en la pantalla.

Me acerco con sigilo, apoyando las manos en sus hombros mientras le doy un beso en la mejilla.

—¿Qué haces tan temprano? —le susurro, todavía con voz adormilada.

Edward sonríe y me jala suavemente hacia su regazo.

—Estaba viendo algunos apartamentos —responde, señalando la pantalla.

Miro la pantalla, curiosa. Hay varias pestañas abiertas, todas con fotos de apartamentos de diferentes tamaños y estilos. Algunos son modernos y minimalistas, mientras que otros tienen un encanto más clásico. Veo uno en particular que me llama la atención, con grandes ventanales y una vista impresionante de la ciudad.

—¿Este te gusta? —le pregunto, señalando la pantalla.

Edward asiente. —Tiene todo lo que necesitamos, y está cerca de la empresa. Además, mira esa cocina… podríamos hacer tantas cosas juntos allí.

—Es hermoso —le digo, sintiendo una mezcla de emoción y nervios. La idea de vivir juntos se siente cada vez más real, y no puedo evitar imaginar cómo sería nuestro día a día en un lugar así.

—Podemos ir a verlo hoy si quieres —sugiere, dándome un suave apretón en la mano.

La idea me emociona. Pasar de estar juntos en momentos robados a tener un lugar propio, donde cada rincón cuente nuestra historia, suena perfecto.

—Sí, vamos —respondo con una sonrisa. Me inclino y le doy un beso en la boca—. No puedo esperar para empezar esta nueva etapa contigo.

Después de nuestra conversación, me levanto del regazo de Edward y decido que es el momento perfecto para darme una ducha y despejar mi mente. Entro al baño y dejo que el agua caliente me relaje, disfrutando de la sensación de cada gota sobre mi piel. Mientras me enjabono, pienso en los apartamentos que vimos juntos, imaginando cómo sería nuestro futuro en uno de esos lugares.

Salgo de la ducha y me envuelvo en una toalla, secándome rápidamente antes de vestirme con algo cómodo: unos pantalones de algodón y una camiseta suave. Me recojo el cabello en un moño suelto y salgo del baño justo cuando Edward se prepara para entrar.

—El baño está todo tuyo —le digo con una sonrisa, dándole un suave beso en la mejilla mientras pasa junto a mí.

Él me sonríe de vuelta y se dirige al baño. Aprovecho ese momento para dirigirme a la cocina y comenzar a preparar el desayuno. Reviso lo que tenemos en la nevera y decido hacer algo sencillo pero delicioso. Tomo unos huevos, pan integral, aguacate, y preparo una pequeña sartén para hacer unas tostadas con huevo y aguacate, algo que sé que a Edward le encanta.

Mientras cocino, el olor del pan tostado y los huevos revueltos llena la cocina. Coloco un poco de sal y pimienta en los huevos, y corto el aguacate en rodajas finas, organizándolas con cuidado sobre el pan. El café gotea en la cafetera, llenando el ambiente con su aroma fuerte y reconfortante.

Edward sale del baño, con el cabello aún húmedo, y se une a mí en la cocina.

—Huele delicioso —dice, acercándose para abrazarme por detrás mientras termino de preparar el desayuno.

—Espero que te guste —respondo, sonriendo mientras sirvo las tostadas en dos platos y le paso una taza de café.

Nos sentamos a la mesa y disfrutamos del desayuno juntos, hablando sobre los apartamentos que veremos hoy y cómo sería vivir juntos en un lugar nuevo.

Mientras disfrutamos del desayuno, Edward levanta la mirada de su plato y me observa con una expresión pensativa.

—Sam, ¿alguna vez imaginaste que estaríamos aquí? —me pregunta, su voz suave pero curiosa.

Me detengo un momento, reflexionando sobre su pregunta. Dejo mi taza de café en la mesa y lo miro a los ojos.

—Para ser sincera, no —admito con una pequeña sonrisa. —Nunca pensé que terminaríamos así, compartiendo tanto y pensando en un futuro juntos.

Él asiente, como si entendiera exactamente lo que quiero decir.

—Yo tampoco lo imaginé —dice, jugando con su tenedor en el plato. —Pero ahora que estamos aquí, no puedo imaginarlo de otra manera.

—Es curioso cómo cambian las cosas —respondo, pensando en cómo nuestras vidas han tomado giros inesperados. —Nunca pensé que encontraría a alguien con quien quisiera compartirlo todo.

—Y aquí estamos, planeando buscar un hogar juntos —dice con una sonrisa, su voz llena de calidez.

Me recuesto en la silla, sintiendo una mezcla de sorpresa y gratitud.

—A veces, la vida te lleva por caminos que ni siquiera sabías que querías recorrer —digo, mirando a Edward, quien ahora es una parte esencial de mi vida.

—Lo que más me gusta de todo esto es que estamos juntos en este camino —responde, tomando mi mano a través de la mesa.

Siento una ola de emoción al escuchar sus palabras y me inclino hacia él, acercándome para besarlo suavemente.

—No cambiaría esto por nada —susurro contra sus labios, sintiéndome más segura de lo que nunca he estado sobre nuestro futuro juntos.

Edward me sostiene la mano con firmeza, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y determinación.

—Sam, quiero que sepas algo —dice en un tono suave, pero cargado de sentimiento.

Lo miro, esperando sus palabras, sintiendo un pequeño nudo formarse en mi garganta por la intensidad en su mirada.

—Voy a ser el mejor hombre del mundo para ti —continúa, su voz llena de convicción. —Haré todo lo que esté en mis manos para hacerte feliz, para que te sientas amada cada día. No hay nada más importante para mí que verte sonreír y saber que estoy a tu lado.

Sus palabras me dejan sin aliento, y siento una oleada de emoción apoderarse de mí. Él entrelaza sus dedos con los míos, como si con ese gesto quisiera sellar su promesa.

—Edward… —murmuro, tratando de contener las lágrimas que amenazan con salir—. No sé qué hice para merecer a alguien como tú.

—No tienes que hacer nada, Sam —responde, acercándose más a mí—. Solo tienes que ser tú misma. Eso es lo que más amo de ti. Eres mi todo, y voy a demostrarte cada día cuánto significas para mí.

Me inclino hacia él, sintiendo su calidez envolviéndome, y lo beso profundamente, dejándome llevar por la fuerza de sus palabras y la certeza de su amor.

—No necesito nada más —susurro cuando nos separamos—. Solo a ti, siempre.

—Siempre —repite, acariciando suavemente mi mejilla—. Este es solo el comienzo, Sam. Juntos vamos a construir algo hermoso, lo prometo.

Nos quedamos ahí, mirándonos a los ojos, sabiendo que en ese momento no hay ninguna otra cosa en el mundo que importe más que nosotros dos y lo que estamos construyendo juntos.

Edward mira su reloj con una expresión de ligera preocupación y luego se vuelve hacia mí con una sonrisa cálida.

—Sam, creo que es hora de ir a la primera cita para ver el apartamento —dice, su tono lleno de anticipación.

Me levanto de la mesa, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. Aún no puedo creer que estemos dando este paso tan importante juntos.

—¿Ya es tan tarde? —pregunto, tratando de recordar los detalles del horario que habíamos planeado.

—Sí, se está acercando la hora de nuestra cita —responde, levantándose y comenzando a recoger las cosas de la cocina—. Quiero asegurarme de que lleguemos a tiempo.

Voy al pasillo a recoger mi chaqueta y saco un par de llaves del mueble. Edward se acerca y me ayuda a abrochar la chaqueta, su gesto atento y cariñoso.

—Estoy emocionada, pero también un poco nerviosa —admito mientras nos dirigimos hacia la puerta.

—Lo entiendo —dice Edward, tomándome de la mano—. Es un gran paso, pero lo haremos juntos. Estoy seguro de que encontraremos el lugar perfecto para nosotros.

Salimos de la casa y subimos al coche. Edward pone la dirección en el GPS y me lanza una sonrisa tranquilizadora.

—Vamos a ver qué tal está el apartamento —dice—. Estoy seguro de que nos va a encantar.

Nos dirigimos al lugar, y mientras el coche avanza por las calles, no puedo evitar sentirme emocionada por lo que está por venir.

Llegamos al primer apartamento, que es más grande de lo que esperaba. Entramos con el agente inmobiliario, que comienza a mostrarnos las diferentes áreas.

—Mira, Sam —dice Edward mientras recorremos el lugar—. La sala es bastante espaciosa y la vista desde la ventana es bonita.

—Sí, parece prometedor —respondo mientras observo el comedor y la sala de estar—. Pero, ¿has visto la cocina?

Nos dirigimos a la cocina y noto inmediatamente que hay algunos daños visibles: una mancha de humedad en la pared y un par de estantes desalineados. La encimera también parece tener algunos arañazos.

—Esto no es ideal —comento con un suspiro—. La cocina necesita bastante trabajo.

Edward asiente con una mueca de desaprobación.

—Sí, creo que no podemos pasar por alto estos problemas. No es lo que estábamos buscando.

Salimos del primer apartamento y nos dirigimos al segundo. A medida que llegamos, Edward parece menos entusiasmado.

—Espero que este lugar sea mejor —dice mientras nos dirigimos al edificio.

El agente nos muestra el apartamento, que es moderno y bien distribuido. Sin embargo, justo cuando estamos revisando la sala, un vecino sale del apartamento contiguo y nos mira detenidamente. Edward se da cuenta y frunce el ceño.

—Mira, Sam —me dice en voz baja—. ¿Viste cómo nos miró ese tipo? No me gusta nada esa actitud.

—Sí, noté eso también —respondo, sintiéndome incómoda—. No quiero vivir en un lugar donde nos sintamos incómodos o juzgados.

Después de la visita, Edward y yo intercambiamos miradas de desilusión.

—Vamos a seguir buscando —dice Edward—. Estamos seguros de que encontraremos un lugar que se ajuste a lo que queremos y que nos haga sentir cómodos.

Edward agenda una cita para ver una casa que, según la descripción, parecía perfecta. Al llegar, noto que el lugar es encantador: una casa de dos plantas con un jardín bien cuidado. Sin embargo, cuando bajamos del auto, una mujer alta y elegante, con un vestido corto que destaca sus largas piernas, se acerca a nosotros con una sonrisa brillante. Su atención está completamente centrada en Edward.

—¡Hola! —dice ella, estirando la mano hacia Edward—. Soy Carla, la agente inmobiliaria que les mostrará la propiedad.

Edward la saluda cordialmente y le presenta su mano, mientras yo no puedo evitar sentir una ola de celos. Su sonrisa deslumbrante y el tono de su voz me hacen sentir incómoda.

—Hola, Carla —digo forzando una sonrisa—. Soy Sam.

Carla me saluda con un rápido apretón de manos, sin dejar de mirar a Edward. Siento un nudo en el estómago mientras seguimos la visita. La forma en que Carla le dirige la conversación a Edward y cómo sus ojos brillan cuando él responde solo aumenta mi malestar.

Durante la visita, intento concentrarme en la casa: los espacios son amplios y la decoración es moderna. A pesar de la belleza del lugar, mi mente sigue regresando a la interacción entre Edward y Carla. Me resulta difícil disfrutar de la visita.

—Este lugar tiene mucho potencial —comenta Edward mientras explora el jardín.

—Sí, creo que es una buena opción —respondo, tratando de mantener la calma.

Carla se acerca para mostrarnos el interior de la casa y me doy cuenta de que está tratando de mantener la conversación centrada en Edward. Trato de recordar que ella solo está haciendo su trabajo, pero no puedo evitar sentir que la situación es incómoda.

Durante la visita, Carla se acerca a Edward con una sonrisa profesional y le toca ligeramente el hombro mientras le pregunta:

—¿Qué te ha parecido la casa, Edward? ¿Crees que es lo que estás buscando?

No puedo evitar sentir que la situación se vuelve aún más incómoda. Su toque casual en el hombro y la forma en que sus ojos se enfocan en Edward solo aumentan mi malestar. Decido que es momento de intervenir.

—Carla, gracias por tu ayuda hoy —digo con un tono firme pero educado—. Creo que Edward y yo necesitamos discutir esto a solas. ¿Podrías darnos un momento?

Carla asiente, un poco sorprendida, pero se despide amablemente mientras nos dirigimos al auto. Siento el peso de la tensión en el aire mientras Edward y yo nos sentamos en el coche.

—Lo siento por mi reacción —le digo en cuanto cerramos las puertas—. Me molestó la forma en que Carla estaba interactuando contigo. No sé, me sentí incómoda.

Edward me mira con comprensión y asiente.

—No tienes que disculparte —dice—. Entiendo cómo te sientes. La última cosa que quiero es que te sientas incómoda. Si hay algo que te molesta, siempre lo hablaremos.

Empiezo a sentirme más tranquila al escuchar sus palabras.

—Gracias por entenderlo —digo—. Solo quiero que encontremos un lugar que realmente nos haga felices y no tengamos que preocuparnos por estas cosas.

Edward me sonríe y toma mi mano, dándome un apretón reconfortante.

—Sí, vamos a encontrar el lugar perfecto, no te preocupes. Vamos a seguir buscando hasta que encontremos ese hogar que ambos amemos.

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