Samantha
Mi celular empieza a sonar y, al escuchar el tono, noto que Edward emite un gruñido de frustración desde la cama. —¿Hola? —respondo, aún adormilada. —Señorita Jenner —dice una voz grave—. Soy Pedro, de la empresa de seguridad que trabaja para su familia. Hemos recibido una alerta de que las alarmas de seguridad están activadas. —Voy en camino —digo y cuelgo rápidamente. Me levanto de la cama con urgencia, mientras Edward abre los ojos y se sienta, preocupado. —¿Qué pasa? —pregunta, frotándose los ojos. —Las alarmas del edificio están sonando —le explico. —Vamos —se levanta de un salto—. No pienso dejarte ir sola, Sam. —Déjame ponerme algo —le digo, mientras me visto con un conjunto de sudadera rosa y unas zapatillas deportivas. Recojo mi cabello en una coleta rápida y veo a Edward esperando con las llaves del auto en la mano. —¿Qué crees que haya pasado? —pregunto mientras miro por la ventana del auto. —No estoy seguro —toma mi mano—. Probablemente se trate de un falso positivo, un ratón o alguna falla con el sistema de alarma. —Espero que sea eso —respondo. Al llegar al edificio, la primera tarea es desactivar la molesta alarma. Edward se mantiene cerca, observando mientras arreglo el sistema. —¿Subimos a la oficina? —pregunto, tratando de no reír ante la expresión juguetona de Edward. —¿Te refieres a revisar que todo esté en orden? —dice él, con una sonrisa picara—. Claro que sí. —Sí, eso es lo que quise decir, idiota —le contesto con una sonrisa. —Entonces vamos —se ríe—. Adelante, linda. Subimos tomados de la mano por las escaleras al cuarto piso, donde se encuentra la oficina de mi padre. Los ascensores están fuera de servicio a esta hora, así que la subida es algo agotadora. —Parece que toda esta situación... —¡Todos al suelo! —una voz retumba desde el exterior. Edward me empuja detrás de él con un movimiento rápido y decidido, mientras yo trato de controlar la respiración para mantener la calma. —¡Necesito que me entreguen todo el dinero de la caja fuerte! —un hombre con una pistola en mano nos amenaza con voz fría. Edward me lanza una mirada decidida y asiente, indicando que él se encargará de manejar la situación. —Yo lo haré —dice Edward con firmeza—, pero dejen a ella fuera de esto. —¡Dame todo el dinero, maldito! —grita el hombre, apuntándome con el arma. —Haré lo que pides —repite Edward—. Solo sígueme. —Ella viene con nosotros —un segundo hombre se acerca, colocando una navaja fría y afilada contra mi cuello. Edward Con Samantha amenazada no puedo concentrarme mucho. Se me empieza a olvidar la clave de la caja fuerte y comienzo a desesperarme. —¡Rápido! O te juró que haré algo con tu novia y no te gustara —comienza a pasar sus manos por los brazos de Sam. —La sigues tocando y juro que no saldrás vivo de este lugar —me acerco a él. —Ed, tranquilo —ella suena tranquila. El sujeto mete sus manos en la camisa de Sam y veo que ella se tensa demasiado. Ella hace un movimiento rápido y golpea al hombre en la cara, luego le quita la navaja y yo me voy encima del hombre para comenzarlo a golpear. —Llama a la policía —le grito. Le doy otro golpe al hombre y veo que queda inconsciente en el suelo. —¿Lo mataste? —ella traga saliva. —No, solo está inconsciente. Tomo el teléfono y le informo a la policía lo sucedido. Ellos dicen que van a mandar una patrulla de seguridad de inmediato y llegan a los diez minutos. —¿Quién es el encargado? —nos pregunta el oficial. —Yo —digo de inmediato. —Le haré unas preguntas. —¿Y lo van a llevar a la cárcel? —escucho que Sam le pregunta a un oficial. —Si, señorita —dice con seguridad —No va a estar más en peligro —el chico pone una mano en el brazo de Sam. Juro que voy a matarlo, no me importa que tenga autoridad. Unos policías se llevan al hombre que intento robarnos y me quedo viendo como Sam habla con el oficial. Después de contestar las preguntas, regreso a donde está Sam y veo que sigue hablando con el chico. —¿Nos vamos? —pregunto serio. —Si —me sonríe —Adiós. —Adiós. Bajando las escaleras no digo ninguna palabra, pero cuando entramos en el auto decido hablar. —¿Te gusto el oficial? —ruedo mis ojos. —Es lindo —se encoge de hombros —Pero a mí solo me gusta el socio de mi padre —se acerca a darme un beso. Ella comienza a llorar y me lanzo a abrazarla con fuerza. —Tranquila, todo ha pasado —le digo mientras ella me sonríe débilmente—. Eres una persona realmente fuerte, ¿lo sabías? —Lo soy —responde con un susurro de confianza. —Vamos a casa. —No quiero ir a mi casa —dice, apretando los labios—. Me da miedo que regresen. —Entonces iremos a mi departamento. El trayecto al departamento se llena de un silencio absoluto. Cada vez que puedo, la miro para asegurarme de que esté bien. Su fortaleza es impresionante, y aún me sorprende la forma en que manejó la situación. Al llegar al departamento, me giro para mirarla a los ojos. —Estoy bien, Ed —dice, visiblemente cansada. —Eso ya lo sé —le aseguro—. Estoy asombrado por tu fortaleza. —He tomado clases de boxeo —explica con una sonrisa cansada. —Manejaste la situación con tanta calma que incluso me tranquilizaste —confieso—. Gracias. Una sonrisa genuina aparece en su rostro. Bajamos del auto y entramos al departamento. Samantha se sienta en una de las sillas de la cocina. —¿Quieres algo de comer? —le pregunto, mirando el reloj que marca las dos de la mañana. —No, gracias —responde con una sonrisa—. En realidad, me gustaría darme un baño. —Puedes usar la tina en mi habitación —le ofrezco. —¿Vamos? —pregunta ella, y yo asiento. Entramos a mi habitación y pongo a llenar la tina para darnos un relajante baño. No haré nada a menos que ella quiera. —Ya está el agua —le informo. Ella comienza a quitarse la ropa y no puedo evitar recorrer todo su cuerpo con mi mirada. Ella entra a la tina y yo entro cuando quedo desnudo. Me siento detrás de ella y la recuesto sobre mi pecho. —Tuve mucha rabia cuando ese imbécil comenzó a tocarte —admito —Y muchos celos cuando te vi riendo con el policía. —Solo estaba haciendo su trabajo. —¿Eso implica tocar el brazo de mi chica? Ella voltea a verme y sonríe al escucharme decir eso. —¿Tu chica? —se gira a verme. —Si —la beso —Eres mi chica y lo serás siempre. Ella comienza a besarme y yo pongo mi mano en su cintura para atraerla hacia mí. Seguido esto, ella se sube sobre mí y suelta un gemido cuando estoy dentro de ella. —¡Oh Dios! —se tira hacia atrás y me deja ver sus pechos. Los tomo con mis manos y me acerco para llevarme uno de ellos a mi boca. Comienzo a succionar con todas mis fuerzas hasta que siento que ella entierra sus uñas en mi espalda. Se acerca a mi cuello y hace lo mismo que hice con ella. —¿Te gusta? —me pregunta con una voz seductora. —Me encanta, nena —comienzo a levantar mi pelvis para ayudarla a sentirme más. —¡Ed! —gime mi nombre, llena de placer. —No te detengas, Sam —le suplico —Vamos, nena. —¿Así? —acelera sus movimientos. —¡Mierda! —aprieto mis manos en sus caderas. Ella comienza a hacer movimientos circulares encima de mí y cierro mis ojos al sentir el placer que ella causa sobre mí. Nunca había sentido tanto placer con una mujer hasta que tuve la oportunidad de estar con Sam. Con ella siento que en verdad estoy haciendo amor y le estoy poniendo todo mi sentimiento a esto. Con las otras chicas solo era acostarme con ellas por una noche, ni siquiera me gustaba que me dirigieran la palabra después de haber terminado de tener sexo, simplemente las dejaba dormir en mi habitación y al día siguiente se iban desde muy temprano. —Vamos, nena —me hundo en ella —Córrete para mí. —Ed, no te detengas —cierra sus ojos. Siento que sus piernas comienzan a temblar y sé que ha llegado al punto máximo. Yo también me vengo cuando salgo de ella. —Te quiero —se recuesta en mi pecho. —Yo también, nena. ¿Te parece si vamos a dormir? —¿Me prestas tu camiseta negra? Amo que me pida mi camiseta para dormir, la hace ver jodidamente sexi y podría volverle a hacer el amor en cuanto la vea con mi camiseta puesta. —Aquí tienes —le entrego la camiseta. Ella se pone su panty que por cierto es de encaje y de color rosa. No la mires, pervertido. Me acuesto en la cama y ella se hace a mi lado. —Descansa —me quedo viendo el techo. —Tu igual, Ed. Ella se voltea y pasa su brazo por mi torso, luego pone su cabeza en mi pecho y cierra los ojos hasta quedarse dormida. No sé que habría pasado si algo le hubiese sucedido a Sam. Ella es indispensable en mi vida y siempre lo ha sido. Capto mi atención desde el primer día en que la vi. En ese momento era solo una niña, pero luego la vi crecer y cada momento me gustaba más. Nunca imagine que todo lo que está pasando fuera a suceder. Ahora lo único que me queda es hablar con sus papás. Espero que tomen bien las cosas porque no puedo imaginarme no tenerla a mi lado.El sonido insistente de mi celular me arranca de mis sueños. Con los ojos aún entrecerrados, veo el nombre de mi madre en la pantalla. —Hola, mamá —digo, tratando de sonar más despierta de lo que realmente estoy. —Sam, cariño, solo quería informarte que regresamos la semana que viene —responde ella con un tono animado. El anuncio me hace sentarme de golpe en la cama, mi corazón acelerándose. ¿Cómo les diré a mis padres que estoy saliendo con Edward, el socio de mi padre? —¿Por qué tan pronto? —pregunto, tratando de disimular mi preocupación. —Pensé que te ibas a alegrar —dice mamá, sorprendida por mi reacción. —Sí... claro —digo, frotándome los ojos —Es que recién me despierto. —Ya veo. No te preocupes, hablaremos más tarde. Te quiero, Sam. —Yo también te quiero, mamá. Te llamo luego, adiós. Cuelgo la llamada y dejo escapar un suspiro. Miro el reloj y veo que apenas son las ocho de la mañana. La luz del sol se filtra a través de las cortinas, iluminando suavemente la habitaci
¿Por qué Edward tuvo que invitarme a salir hoy? No tengo ropa para ir a cenar con sus amigos. Así es, me dijo que quería presentarme a sus amigos y no puedo evitar sentirme nerviosa. Quiero causar una buena impresión. Reviso mi armario minuciosamente, mirando cada prenda que tengo hasta que me decido por un body negro, una falda negra y unos tacones. —Te ves preciosa —dice mi mejor amiga, Lucy. —Lucy, ¿a dónde crees que vamos a ir? —A un restaurante elegante o a un bar elegante. Empiezo a peinarme y decido hacerme una cola alta. Siento que me hace ver segura y empoderada. —Sam, tengo que confesarte algo. Me volteo a verla —¿Qué pasa? —Estoy feliz por ti, de que él finalmente haya confesado sus sentimientos hacia ti. Solo quiero que tengas mucho cuidado, por favor. —Tendré mucho cuidado —le aseguro. Mi celular comienza a sonar y Edward me dice que ya está abajo. Me despido de Lucy y me dirijo a la puerta con el corazón en la garganta. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Al salir
Salimos del club y subimos al auto. Mi respiración está agitada, el enojo me consume. En mi mente, me imagino arrastrando a Jennifer por el suelo, arrancándole esas extensiones baratas que tanto presume. Cuando llegamos al apartamento de Edward, noto con sorpresa que su madre está allí. Su presencia inesperada sólo añade tensión a mi ya revuelta emoción. —Te esperaré en la habitación —le digo mientras nos dirigimos hacia la entrada. —¿Por qué? —responde Edward con una sonrisa pícara—. Dúchate conmigo. —Tu madre está en la habitación de al lado —le explico en voz baja, tratando de mantener la calma. —Sam, es solo un baño. Relájate —dice él, con una sonrisa que refleja la confianza que tiene en su capacidad para desarmar mi resistencia. No puedo negarme a su propuesta, y él lo sabe. La sonrisa triunfante en su rostro al ver mi suspiro de derrota es la prueba de que ha ganado esta pequeña batalla. —¿Me bajas la cremallera? —le pido, y me pongo de espaldas a él. Me levanto el pelo
Hoy llegan mis padres y no puedo evitar sentirme algo nerviosa. Sé que ellos no tienen problema con que Edward y yo tengamos una relación, pero aun así estoy nerviosa y es inevitable. —¿Quieres desayunar? —Edward besa mi frente. —Sí. ¿Salimos? —Por supuesto —se queda viéndome —Tal vez puedas ayudarme, amor. Odio las erecciones en la mañana. —¿De verdad? —me burlo. —Es difícil controlarla y más cuando estás vestida así. Tienes un cabello tan hermoso, Sam —su boca se encuentra cerca de mi oído y siento su aliento, aunque sus labios no me tocan —Eres solo mía. —Ed... —suelto un gemido. —Silencio —me advierte —Tan hermosa —dice mientras deshace de su bóxer. Cada palabra es un placer. Cierro los ojos e inclino la cabeza, dándole un acceso más fácil a mi cuello. —Mía —susurra una vez más —Date la vuelta — me dice con su voz de repente ronca. Lo hago y él jadea. Llevo puesta su camisera negra y mi panty de encaje color blanco. —¿Te gusta? —susurro. —Más que eso, nena. Te v
Abro la puerta y una ráfaga de aire frío me golpea en la cara.—Eddie, ¿apagaste la calefacción? —Sam pregunta, su voz temblando de frío.—No, la dejé encendida esta mañana —respondo, sorprendido. Me acerco al termostato y veo que marca veinticinco grados, pero claramente la temperatura en la sala no está ni cerca de eso.—Voy a llamar al servicio técnico —dice ella, sacando su teléfono con determinación.La escucho hablar con urgencia mientras marco el número del servicio técnico.—Hola, tengo un problema con la calefacción. Mi novia está temblando de frío y necesitamos que vengan a arreglarlo lo antes posible. ¿Pueden enviar a alguien ya?La operadora promete enviar a alguien en diez minutos. Sam cuelga y me lanza una mirada de alivio mientras se sienta en el sofá, intentando recuperar el calor.—Ya vienen en camino —le digo mientras me siento a su lado.La observo temblar ligeramente y veo cómo trata de disimularlo. No puedo evitar sonreír ante su esfuerzo por mantener la calma.—G
Hace tiempo que no salgo con Luke. De hecho, no he tenido mucho tiempo para mis amigos desde que me he dedicado a estar con Edward. —¡Lucy! —grito cuando contesta la llamada—. ¿Qué planes tienes hoy?—Estaba pensando en organizar algo tranquilo. ¿Te gustaría una fiesta en la piscina?—Suena perfecto —digo con entusiasmo—. Cuéntame más detalles.—Le diré a la gente que venga. ¿Te parece si te espero a las cuatro?—Claro, comenzaré a arreglarme.Busco mi bikini rosa en el armario y me miro en el espejo mientras me lo pongo. Encima, me coloco un short negro y una blusa blanca de tirantes. Me siento lista y a gusto con el look.—¿A dónde vas? —me pregunta mi mamá mientras paso por la sala.—Iré a casa de Lucy.—¿Alguien viene por ti?—Voy a pedir un Uber, mamá.Pido un Uber y le doy la dirección de Lucy. Me pregunto si debería contarle a Edward sobre mis planes, pero al final decido que no es necesario. No creo que tenga que informarle de cada detalle de mi vida.Cuando llego a la casa d
La familia de Edward había programado un viaje familiar, y por supuesto, yo estaba invitada. En otras circunstancias, este momento habría sido genial, pero estamos peleados y no pienso hablar con él. Llegamos a la cabaña y voy a la habitación que los padres de Ed nos han asignado. Miro alrededor y noto que afuera hay un jacuzzi. Sé que si no estuviéramos enfadados, mi novio me estaría haciendo el amor en ese jacuzzi ahora mismo. —No fue para tanto —dice Edward, tumbándose en la cama. —Edward, llamaste a mi mejor amigo a mis espaldas y le dijiste que se alejara de mí o lo matarías. —Tu mejor amigo con el que te has besado. ¿Ya lo olvidaste? —Creí que ya habíamos superado ese tema. Además, en ese tiempo tú y yo no éramos nada. No sé qué hacer en este momento. Edward se queda en silencio, mirando al techo, mientras yo me siento en la orilla de la cama, tratando de no llorar. La tensión en el aire es palpable, cada palabra que decimos parece añadir más distancia entre nosotros. —¿P
—¿Quieren brownies? —pregunta Dorotea, sacudiendo una caja de mezcla para brownies. —¡Sí! —respondemos Drake y yo al unísono, con entusiasmo. Dorotea es una experta en la cocina, especialmente cuando se trata de repostería. Le encanta preparar pasteles, galletas y, por supuesto, brownies. La casa siempre huele a dulces cuando ella está en la cocina. —Ya está oscuro y Edward aún no llega —murmura Dorotea, mirando hacia la puerta principal con preocupación. Edward lleva fuera casi tres horas, y estoy haciendo todo lo posible por no preocuparme. Sé que está bien; si algo le sucediera, lo sabría. Es una de esas corazonadas inexplicables que me dicen que todo está bajo control. Sin embargo, mi mente no puede evitar imaginar el peor escenario: que su frustración se convierta en una excusa para buscar un bar. Aunque desearía que se alejara de mí, la idea de verlo regresar tambaleándose, con el aliento a alcohol, me resulta insoportable. Dorotea comienza a hacer una mueca mientras mezcla