Capítulo 12

Samantha

Mi celular empieza a sonar y, al escuchar el tono, noto que Edward emite un gruñido de frustración desde la cama.

—¿Hola? —respondo, aún adormilada.

—Señorita Jenner —dice una voz grave—. Soy Pedro, de la empresa de seguridad que trabaja para su familia. Hemos recibido una alerta de que las alarmas de seguridad están activadas.

—Voy en camino —digo y cuelgo rápidamente.

Me levanto de la cama con urgencia, mientras Edward abre los ojos y se sienta, preocupado.

—¿Qué pasa? —pregunta, frotándose los ojos.

—Las alarmas del edificio están sonando —le explico.

—Vamos —se levanta de un salto—. No pienso dejarte ir sola, Sam.

—Déjame ponerme algo —le digo, mientras me visto con un conjunto de sudadera rosa y unas zapatillas deportivas. Recojo mi cabello en una coleta rápida y veo a Edward esperando con las llaves del auto en la mano.

—¿Qué crees que haya pasado? —pregunto mientras miro por la ventana del auto.

—No estoy seguro —toma mi mano—. Probablemente se trate de un falso positivo, un ratón o alguna falla con el sistema de alarma.

—Espero que sea eso —respondo.

Al llegar al edificio, la primera tarea es desactivar la molesta alarma. Edward se mantiene cerca, observando mientras arreglo el sistema.

—¿Subimos a la oficina? —pregunto, tratando de no reír ante la expresión juguetona de Edward.

—¿Te refieres a revisar que todo esté en orden? —dice él, con una sonrisa picara—. Claro que sí.

—Sí, eso es lo que quise decir, idiota —le contesto con una sonrisa.

—Entonces vamos —se ríe—. Adelante, linda.

Subimos tomados de la mano por las escaleras al cuarto piso, donde se encuentra la oficina de mi padre. Los ascensores están fuera de servicio a esta hora, así que la subida es algo agotadora.

—Parece que toda esta situación...

—¡Todos al suelo! —una voz retumba desde el exterior.

Edward me empuja detrás de él con un movimiento rápido y decidido, mientras yo trato de controlar la respiración para mantener la calma.

—¡Necesito que me entreguen todo el dinero de la caja fuerte! —un hombre con una pistola en mano nos amenaza con voz fría.

Edward me lanza una mirada decidida y asiente, indicando que él se encargará de manejar la situación.

—Yo lo haré —dice Edward con firmeza—, pero dejen a ella fuera de esto.

—¡Dame todo el dinero, maldito! —grita el hombre, apuntándome con el arma.

—Haré lo que pides —repite Edward—. Solo sígueme.

—Ella viene con nosotros —un segundo hombre se acerca, colocando una navaja fría y afilada contra mi cuello.

Edward

Con Samantha amenazada no puedo concentrarme mucho. Se me empieza a olvidar la clave de la caja fuerte y comienzo a desesperarme.

—¡Rápido! O te juró que haré algo con tu novia y no te gustara —comienza a pasar sus manos por los brazos de Sam.

—La sigues tocando y juro que no saldrás vivo de este lugar —me acerco a él.

—Ed, tranquilo —ella suena tranquila.

El sujeto mete sus manos en la camisa de Sam y veo que ella se tensa demasiado. Ella hace un movimiento rápido y golpea al hombre en la cara, luego le quita la navaja y yo me voy encima del hombre para comenzarlo a golpear.

—Llama a la policía —le grito.

Le doy otro golpe al hombre y veo que queda inconsciente en el suelo.

—¿Lo mataste? —ella traga saliva.

—No, solo está inconsciente.

Tomo el teléfono y le informo a la policía lo sucedido. Ellos dicen que van a mandar una patrulla de seguridad de inmediato y llegan a los diez minutos.

—¿Quién es el encargado? —nos pregunta el oficial.

—Yo —digo de inmediato.

—Le haré unas preguntas.

—¿Y lo van a llevar a la cárcel? —escucho que Sam le pregunta a un oficial.

—Si, señorita —dice con seguridad —No va a estar más en peligro —el chico pone una mano en el brazo de Sam.

Juro que voy a matarlo, no me importa que tenga autoridad.

Unos policías se llevan al hombre que intento robarnos y me quedo viendo como Sam habla con el oficial.

Después de contestar las preguntas, regreso a donde está Sam y veo que sigue hablando con el chico.

—¿Nos vamos? —pregunto serio.

—Si —me sonríe —Adiós.

—Adiós.

Bajando las escaleras no digo ninguna palabra, pero cuando entramos en el auto decido hablar.

—¿Te gusto el oficial? —ruedo mis ojos.

—Es lindo —se encoge de hombros —Pero a mí solo me gusta el socio de mi padre —se acerca a darme un beso.

Ella comienza a llorar y me lanzo a abrazarla con fuerza.

—Tranquila, todo ha pasado —le digo mientras ella me sonríe débilmente—. Eres una persona realmente fuerte, ¿lo sabías?

—Lo soy —responde con un susurro de confianza.

—Vamos a casa.

—No quiero ir a mi casa —dice, apretando los labios—. Me da miedo que regresen.

—Entonces iremos a mi departamento.

El trayecto al departamento se llena de un silencio absoluto. Cada vez que puedo, la miro para asegurarme de que esté bien. Su fortaleza es impresionante, y aún me sorprende la forma en que manejó la situación.

Al llegar al departamento, me giro para mirarla a los ojos.

—Estoy bien, Ed —dice, visiblemente cansada.

—Eso ya lo sé —le aseguro—. Estoy asombrado por tu fortaleza.

—He tomado clases de boxeo —explica con una sonrisa cansada.

—Manejaste la situación con tanta calma que incluso me tranquilizaste —confieso—. Gracias.

Una sonrisa genuina aparece en su rostro. Bajamos del auto y entramos al departamento. Samantha se sienta en una de las sillas de la cocina.

—¿Quieres algo de comer? —le pregunto, mirando el reloj que marca las dos de la mañana.

—No, gracias —responde con una sonrisa—. En realidad, me gustaría darme un baño.

—Puedes usar la tina en mi habitación —le ofrezco.

—¿Vamos? —pregunta ella, y yo asiento.

Entramos a mi habitación y pongo a llenar la tina para darnos un relajante baño. No haré nada a menos que ella quiera.

—Ya está el agua —le informo.

Ella comienza a quitarse la ropa y no puedo evitar recorrer todo su cuerpo con mi mirada. Ella entra a la tina y yo entro cuando quedo desnudo. Me siento detrás de ella y la recuesto sobre mi pecho.

—Tuve mucha rabia cuando ese imbécil comenzó a tocarte —admito —Y muchos celos cuando te vi riendo con el policía.

—Solo estaba haciendo su trabajo.

—¿Eso implica tocar el brazo de mi chica?

Ella voltea a verme y sonríe al escucharme decir eso.

—¿Tu chica? —se gira a verme.

—Si —la beso —Eres mi chica y lo serás siempre.

Ella comienza a besarme y yo pongo mi mano en su cintura para atraerla hacia mí. Seguido esto, ella se sube sobre mí y suelta un gemido cuando estoy dentro de ella.

—¡Oh Dios! —se tira hacia atrás y me deja ver sus pechos.

Los tomo con mis manos y me acerco para llevarme uno de ellos a mi boca. Comienzo a succionar con todas mis fuerzas hasta que siento que ella entierra sus uñas en mi espalda. Se acerca a mi cuello y hace lo mismo que hice con ella.

—¿Te gusta? —me pregunta con una voz seductora.

—Me encanta, nena —comienzo a levantar mi pelvis para ayudarla a sentirme más.

—¡Ed! —gime mi nombre, llena de placer.

—No te detengas, Sam —le suplico —Vamos, nena.

—¿Así? —acelera sus movimientos.

—¡Mierda! —aprieto mis manos en sus caderas.

Ella comienza a hacer movimientos circulares encima de mí y cierro mis ojos al sentir el placer que ella causa sobre mí.

Nunca había sentido tanto placer con una mujer hasta que tuve la oportunidad de estar con Sam. Con ella siento que en verdad estoy haciendo amor y le estoy poniendo todo mi sentimiento a esto. Con las otras chicas solo era acostarme con ellas por una noche, ni siquiera me gustaba que me dirigieran la palabra después de haber terminado de tener sexo, simplemente las dejaba dormir en mi habitación y al día siguiente se iban desde muy temprano.

—Vamos, nena —me hundo en ella —Córrete para mí.

—Ed, no te detengas —cierra sus ojos.

Siento que sus piernas comienzan a temblar y sé que ha llegado al punto máximo. Yo también me vengo cuando salgo de ella.

—Te quiero —se recuesta en mi pecho.

—Yo también, nena. ¿Te parece si vamos a dormir?

—¿Me prestas tu camiseta negra?

Amo que me pida mi camiseta para dormir, la hace ver jodidamente sexi y podría volverle a hacer el amor en cuanto la vea con mi camiseta puesta.

—Aquí tienes —le entrego la camiseta.

Ella se pone su panty que por cierto es de encaje y de color rosa.

No la mires, pervertido.

Me acuesto en la cama y ella se hace a mi lado.

—Descansa —me quedo viendo el techo.

—Tu igual, Ed.

Ella se voltea y pasa su brazo por mi torso, luego pone su cabeza en mi pecho y cierra los ojos hasta quedarse dormida.

No sé que habría pasado si algo le hubiese sucedido a Sam. Ella es indispensable en mi vida y siempre lo ha sido. Capto mi atención desde el primer día en que la vi. En ese momento era solo una niña, pero luego la vi crecer y cada momento me gustaba más.

Nunca imagine que todo lo que está pasando fuera a suceder. Ahora lo único que me queda es hablar con sus papás. Espero que tomen bien las cosas porque no puedo imaginarme no tenerla a mi lado.

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